Rashomonmania
El Efecto Rashomon se trata de un fenómeno mental por el que tenemos distintas versiones de un mismo acontecimiento. Ocurre cuando varias personas ante un mismo acontecimiento recuerdan cosas distintas, todas posibles y plausibles, pero diferentes entre si en los detalles. Eso es así por la mirada subjetiva con la que percibimos el mundo que nos rodea a través de nuestros sentidos, porque no todo es igual de importante para todos.
Al nombrar este efecto es fácil trasladarse a la famosa película Rashomon (1950), del maestro Akira Kurosawa, en el que el cineasta se aprovecha precisamente de esta subjetividad para construir su relato. Un relato que gira alrededor de un crimen y como ante esa misma circunstancia, tres personas tienen visiones muy distintas del mismo, incluido el propio testigo del crimen. Un ejemplo de narración y puesta en escena que hace de esta cinta una película de culto.
¿Y porque empezamos así esta reseña? Pues porque Joker Rompecabezas nos recuerda a este efecto, como soporte de la trama, trasladando algo que se ha podido ver en distintas películas a lo largo de los años, como Memento, El último Duelo, El Hombre que mató a Liberty Balance, Perdida o Sospechosos Habituales, por nombrar algunas de las muchas cintas que aprovechan todas las herramientas narrativas que da jugar con el Efecto Rashomon. Y Matthew Rosenberg es precisamente lo que hace en esta miniserie en la que el Joker tiene la clave para resolver un asesinato, pero todos sabemos que no es alguien en quien se pueda confiar.
Rosenberg es un guionista al que se puede leer en obras tanto de Marvel, como X-Men, Spiderman, Castigador, los Thunderbolts, donde tiene el grueso de su producción, como de DC, donde firma series como Detective Comics, DC contra los Vampiros, Canario Negro o la miniserie del Joker Rompecabezas. Es un guionista que no levanta excesivas pasiones entre los aficionados, pero de alguna forma siempre se mantiene activo en distintos proyectos.
Para la ocasión encara la obra con un objetivo ambicioso, pues contar una historia tan coral, obligado a jugar con el Efecto Rashomon, podría penalizar el resultado final de la miniserie. No hay que olvidar que este tipo de historias necesitan repasar un mismo acontecimiento desde distintos puntos de vista y por tanto se repiten momentos y hay que ser hábil para mostrarlos de forma atractiva y dinámica, sin caer en el tedio. Además, añadido a esto, la trama debe contener un misterio que resulte realmente estimulante porque ante una narración que normalmente es exigente, si no se mantiene bien la tensión y el interés, el conjunto puede verse resentido. Un conjunto de obstáculos nada desdeñables.
La historia se centra en la figura de los principales villanos de Batman y arranca con una situación que se presenta bastante inverosímil a poco que se les conozca. El lector no va a poder evitar que le rechinan los dientes por lo que Rosenberg propone de primeras, pero toca aceptar este salto al vacío como algo con lo que hay que comulgar para poder adentrarse en la investigación de un asesinato a través de la declaración del Joker y de una larga lista de villanos que no dudan en montar su propia fiesta en la comisaria.
El guionista se mueve con cierta soltura por el nudo que va tejiendo. Controla bien lo que quiere contar y lo transmite con fluidez. No es una lectura que estruje o acabe siendo confusa, porque las cosas se mueven ordenadamente, jugando con los detalles y por supuesto, al despiste. Hay una agradable paseo entre le número 2 al 6, en el que, si un se deja llevar, la lectura se siente interesante. Sin embargo, esto no es necesariamente positivo. Y no lo es porque no despierta pasión alguna. No hay un conflicto palpable, más allá de tener a los villanos en la comisaría. Se necesita algo más para que se pueda sentir que lo que se lee es trascendente. Hay pequeños destellos, momentos en los que la flauta suena bien, con diálogos potentes, que parecen ser el preámbulo a algo mayor, que se desinflan al volver la página.
Y entonces llega el número 7 y se desata la catástrofe.
Rosenberg pierde el control de la narración, de su historia, de su propia idea, recurriendo a trucos baratos para resolver todo de forma apresurada y torpe, dejando que todo resulte confuso. El drama se diluye. La tensión se disipa de golpe. La resolución deja de interesar. Ya da todo igual y parece que se contenta con cerrar de cualquier forma, con las costuras a la vista, sin rematar nada de manera brillante, como hubiera merecido una historia en la que el Efecto Rashomon es tan importante. No puedes llegar a este punto y desperdiciar lo construido y dar una solución manida y facilona. Un final que pone de manifiesto que la historia le venía grande a Rosenberg y que no ha sido capaz de concretar bajando sus propias expectativas para lograr unos resultados más terrenales, pero más funcionales. Un descalabro que hunde los pocos cimientos que había logrado levantar a los largo de la miniserie.
En lo gráfico tenemos a una legión de dibujantes que se encargan de conformar los distintos momentos por los que circula la historia. Al frente de todos ellos esta Jesús Merino, encargado de las escenas de los interrogatorios del Joker, fiel a su propio estilo y buen hacer, construye viñetas con toda la carisma que el guion le permite, pues se muestra bastante conservador en todo momento, jugando con los planos y los contra planos, buscando una traslación de un movimiento de cámara a los encuadres de las viñetas.
El resto de compañeros, Joshua Hixson, Dani Strips, Keron Grant, Dominike Stanton, Juni Ba, Ricardo López Ortiz, Vanesa Del Rey, Chris Mooneyham, Freddie Williams II, Juan Doe, Shawn Crystal, Vicente Cifuentes, Mike Norton, aportan su estilo a cada nueva incursión en los acontecimientos, buscando el cambio visual como algo con lo que refrescar que se están recontando aspectos ya vistos con anterioridad. Hay talento para todos los gustos, desde trabajos convencionales sin apenas carisma, a intervenciones que convencen por como explotan las dobleces del guion para su propio provecho.
Cabe señalar que hay más talento patrio incluido en esta miniserie, ya que cuenta con el trabajo de Ferran Delgado en labores de rotulación, conocido por muchos por sus revistas PLOT, y su trabajo en Forum, así como en Glenat, diseñado multitud de logos.
En resumen, estamos frente a una miniserie que promete más de lo que da, con un desarrollo correcto, un arranque problemático y un final que rompe por completo cualquier experiencia que se haya podido adquirir durante la lectura de los números previos. Un Efecto Rashomon desaprovechado con un Rosenberg superado por una situación en la que hubiera sido mucho mejor apostar por objetivos más mundanos y asumibles a sus capacidades.
Lo mejor
• Las intenciones que se perciben a lo largo de la trama.
Lo peor
• El descontrol con el que se cierra la historia.
• El uso errático del Efecto Rashomon.
Guion - 5
Dibujo - 7
Interés - 5
5.7
Errática propuesta.
Un trabajo con ambiciones demasiado altas para un Rosenberg que o consigue adentrarse con éxito en sus objetivos. Un camino aceptable con un arranque y un final muy deficientes.
Pues bastante de acuerdo con la reseña. Felicitarte porque parece mas trabajada que el material sobre el que se centra.
El mecanismo narrativo y el baile de dibujantes marca habitual de la industria actual hace que al final quede como un conjunto de episodios muy diversos incluso en el tono (particularmente horrible el de Polilla Asesina vs Manbat) con el presente en la comisaria como hilo conductor. Esto hace que todo avance de manera muy descompensada, muy desigual.
Acribillado a tiros el principio de suspension de incredulidad tras ver retenidos a esa galeria de personajes en una… Celda de barrotes (wtf!). La narracion va avanzando de forma rutinaria, presa de su propio esquema. Un relato por aqui, una gracieta por alla, un guiño mas alla…. De vez en cuando aparece un golpe de genialidad (la llegada de Polilla Asesina a la reunion, el relato de Harley, la escena del Sombrero en la comsaria), alguna buena frase para Joker y Dos Caras y alguna pequeña genialidad (Dos Caras como fan de Sinatra, momento de intimidad que usa el Joker para intentar colocarlo en una posicion de inferioridad en su cara a cara).
Y al final todo se va al garete en un final caotico, aoresurado, confuso y menor.
El que quiera leer algo de Rosenberg que merezca la pena que lea los ultimos complementos de Detective.
Y para los cuatro chiflados que aun nos aficioba la continuidad, esta seria de las primeras andanzas de Punchline con Joker. Revisionismos Rosenberg a su servicio.
Saludos!