El primer libro de Joker: Sonrisa Asesina nos habla de un doctor, Ben Arnell, convencido de poder salvar al Joker, de poder curarlo. Desgraciadamente el astuto criminal tiene planes para él y de manera fría y calculada manipula al médico sumiéndolo en la locura como pudimos constatar en la segunda entrega. En este tercer tomo veremos con qué fin el príncipe payaso del crimen ha destruido la vida del iluso doctor, si es que hay alguno más allá del mero entretenimiento de un loco que desquicia a su entorno solo por diversión.
Jeff Lemire es uno de los mejores guionistas de la actualidad. Con un increíble dominio de las palabras y de la narrativa, es capaz de dotar sus obras de una melancolía deliciosa sin resultar lastimoso y sí interesante, algo que logra incluso en esta serie, de temática distinta, pavorosa, el terror psicológico impera en el tono del cómic. Un medido ritmo, alucinaciones o situaciones ambiguas,sirven al escritor para crear una lograda inquietud que cala en los huesos del lector.
Si el canadiense sigue el camino de la locura al pie de la letra, como se explicó en la reseña del libro dos, tratando de hacer creíble la caída a los infiernos del pobre psiquiatra y, consiguiéndolo, en esta tercera entrega con la insania imperando en su protagonista, opta por no recrearse o desarrollarla demasiado, decepcionando en cierta forma al no abrazar sin tapujos la consecución a la que ha llevado su trama. El inventario de la locura es reemplazado por situaciones tópicas y un conveniente libro infantil, presente sí, durante todo el cómic, pero que en esta tercera entrega recobra un protagonismo desmedido, en apariencia innecesario y conveniente, mostrándose como un recurso fácil para rellenar páginas al final de la historia. Posiblemente podría haber indagado en la resolución y catarsis del libro, que puede resultar algo precipitada y poco explicativa, aún así perfectamente comprensible.
No quiere decir que la conclusión sea mala. Tan solo es demasiado convencional, carece del toque personal del guionista que se muestra en exceso comprensivo con el psiquiatra, autor de actos deplorables que se ve representado de forma indulgente, como poco. Puede ser que la resolución no pudiera ser otra que la dada, probablemente sea el caso. Entonces el desafinado final quizás se deba a la ejecución. Si no vemos al Joker meticuloso, inteligente y frío presentado en la primera entrega, al menos no de forma tan atractiva, ni el terror psicológico es desplegado con la misma maestría del libro dos, se pierden muchas de las virtudes que encandilaron a los lectores en las entregas anteriores. Fuerzas con las que contaba el cómic que en este tercer libro se diluyen como un azucarillo en café.
Una dura crítica que puede no ser justa, el epílogo de la historia de Lemire y Sorrentino sí que cuenta con la atención del lector ante el destino del Joker y del malogrado doctor Ben Arnell y a pesar de todo cierra la trama de forma satisfactoria, tan solo no lo hace brillantemente. Batman, el “Sr. Muecas”, cuenta con su aparición, sin tener un papel fundamental, no es un cómic sobre el murciélago. La última página del libro nos anuncia la continuación de la serie, un one-shot titulado Batman: Asesino de Sonrisas, con fecha de publicación para el próximo mes de noviembre. Habrá que esperar hasta entonces para ver cómo prosigue esta historia.
Andrea Sorrentino continúa en la misma línea que en los anteriores tomos, pero más inspirado, mejorando en las expresiones faciales, la mayor de sus faltas en los libros pretéritos. Sigue con una buena narrativa y la trama le da espacio para lucirse, con situaciones de acción y combate, inexistentes en el resto de números. Las escenas psicodélicas o de terror también las representa de forma acertada, con una composición de página que ayuda a crear el desasosiego necesario para la trama. Siempre apoyado por la excelente Jordie Bellaire con un predominio de tonos oscuros en su paleta, que dota de atmósferas inquietantes el cómic de Lemire y se torna en imprescindible para el disfrute de la obra. Con portadas alternativas de Kaare Andrews que como es habitual desde su segundo libro se usa como imagen de esta reseña. Un arte que va de menos a más a lo largo de la serie.
Un cómic que acusa no leerse seguido, lo espaciado de sus entregas, su escaso texto y también debido a su precio, resulta en un final que sabe a poco. Con toda seguridad, tanto el desenlace, como toda la historia leídos de un tirón gane muchos enteros e incluso siendo críticos, la serie por capítulos ya es buena. Un Lemire cumplidor pero no excelso y un Sorrentino que mejora a cada entrega, otorgan un buen cómic sobre el Joker y su influencia en todo aquel que se cruce en su camino. También narra un espeluznante cuento sobre un payaso y una aldea feliz. El ¿infantil? Señor Sonrisas promete volver, esta vez atormentando a Batman.
Final algo equívoco
Guion - 7
Dibujo - 7.5
Interés - 7.5
7.3
Un Libro tres que concluye la historia del doctor con el Joker de forma coherente, pero algo desafinada al no ser tan patentes ni la inteligencia del payaso, ni el terror psicológico tan bien construidos de los libros uno y dos.
No lo he leido, solo ojeado. La premisa me recuerda mucho sobre todo a Matanza bomba mental y a Watchmen cuando esta Roscharch con su psiquiatra.
Con un primer número brillante, para enmarcar, y un segundo con grandes momentos y otros excesivamente mascados, el tercero pierde fuelle. Y aunque trata el motín en Arkham de forma más adulta que, por ejemplo, «Harleen», los cada vez menos grandes momentos están insertados en una sucesión de sucesos convencionales, formulaicos. Miras al número uno y el camino y el destino al que has llegado desde entonces, y piensas que el viaje no ha sido tan divertido como prometía. Vamos, que no es malo, pero… de algo que se llama «Black Label» uno se esperaría más.