Yo buscaba la perfección, dentro de lo que cabía, claro. Me miraba de no recargar mucho las historietas, hay quien las recarga de detalles, yo buscaba la simplicidad, lo más preciso y práctico… los elementos fundamentales y fin. Que hubiera una armonía total, o sea que guardara toda una relación.
Humildad, elegancia y perfección, así era Coll
Josep Coll (1924-1984) ha sido posiblemente uno de los mejores autores de cómics de la historia. Era un mago del humor que combinó buen gusto y espectacularidad siempre al servicio de la experimentación y la diversión. Sus gags son únicos, perfectamente reconocibles y su trazo limpio, elegante, hermoso, ágil y claro no tiene rival.
Fue durante más de 15 años uno de los referentes del tebeo de humor en el mundo. Especialmente, desde la revista TBO difundió su arte que era apreciado por miles y miles de lectores que le seguían con auténtica admiración. Sin embargo la desastrosa situación laboral del comic español le obligó a dejar el medio para volver a trabajar en la construcción. A principios de los 80 fue objeto de reconocimiento por parte de la crítica especializada que empezó a reivindicar su trabajo, pero la plena recuperación de su legado se truncó con su muerte en julio de 1984.
Josep Coll i Coll nació en Barcelona el 8 de febrero de 1924, aunque hay numerosas fuentes que indican equivocadamente que fue el mismo día del año 1923 y otras, como la Real Academia de la Historia, que afirman que fue el 11 de febrero de 1924, seguramente la fecha de su inscripción en el Registro Civil.
Debido a las dificultades económicas de su familia empezó a trabajar a los 12 años en una cantera. Sin embargo en la adolescencia combinó este trabajo con los estudios de mecánica y delineación en la Escuela Industrial de Barcelona. En 1947 empieza su colaboración en las revistas Chispa, La Risa, Nicolás y Pocholo, entre otras.
En septiembre de 1948 se presentó con una carpeta repleta de originales en las oficinas de la revista TBO en el nº 177 de la calle Aribau para entrevistarse con el director Joaquim Buigas. Éste supo ver rápidamente el talento del joven albañil y le compró todos los originales que traía consigo, prometiéndole trabajo estable si se aplicaba en la mesa de dibujo. Su primera página publicada en TBO #14 correspondiente a octubre de 1948 se tituló La teoría del profesor Moski y La venganza en las nubes. Pese al estilo aún primitivo del arte puede considerarse esta publicación como un momento culminante de la historia del comic español. Tras unos meses compaginando los dos oficios Josep Coll dejó el mundo de la construcción para dedicarse en exclusiva a la historieta. Empieza así una relación profesional que duraría algo más de 15 años.
El autor barcelonés colaboraría mientras tanto en otras revistas como L’Infantil – donde crea su única serie con personajes fijos llamada En Bufa i en Pumpum – y también participa en Tururut!, La Risa o Álex.
A mediados de la década de los 60 decide abandonar la historieta para volver a trabajar en la construcción como albañil especializado ya que en este gremio se cobraba mucho más. Sin embargo en la revista se siguió publicando su trabajo ya que se conservaban muchas de sus páginas en stock. Su trabajó se reeditó constantemente en la década de los 70 sin que el autor percibiera ninguna compensación económica por ello. En esta misma década intenta volver al medio y vuelve a colaborar en TBO. Allí le impusieron la figura del guionista Carles Bech. Esta circunstancia y su alejamiento de la doctrina editorial de la empresa le hizo abandonar al poco tiempo. También colaboró brevemente en Balalaika, Primeras Noticias y algo más tarde en Cairo.
A principios de la década de los 80 su figura volvió a despertar el interés de los aficionados y medios especializados y él mismo editó, junto al librero Albert Mestres, un álbum recopilatorio titulado De Coll a Coll (1982). En julio de 1984 se suicida en su domicilio tras padecer una fuerte depresión.
Josep Coll i Coll fue un revolucionario tranquilo. Sin aspavientos, sin autobombo, sin conflictos aglutinó todo el talento y el arte de gente como Ángel Puigmiquel, su admirado Benejam (Marino Benejam), Arturo Moreno o José Cabrero Arnal para encontrar un estilo propio e innovador. Su obra ilustra la evolución de la frescura inocente de los pioneros a la consciente madurez, con toques de estética pop, del humorista barcelonés.
Tres conceptos más que se ajustan perfectamente al trabajo de Josep Coll son ternura, modernidad y universalidad.
La estilización y simplificación de su estilo hasta las últimas consecuencias provoca que sus páginas contengan solo lo esencial, que sean perfectamente legibles para cualquier lectora o lector del cualquier parte del mundo. Sus personajes son arquetipos universales; el ciudadano de media edad, el náufrago, el vagabundo, el policía, el pescador o el buzo… en todas las plazas del planeta hay estatuas como las que dibuja Coll y los tipos más discutibles como el porteador africano o el indigente están resueltos con tanta ternura e inteligencia que es dificil que alguien se sienta molesto con ellos, a menos que tenga demasiadas ganas de ofenderse. Quizás se le puede reprochar la poca participación de mujeres en sus historias, pero es una característica de aquella época, aunque aparezcan algunas en sus historias más dialogadas.
Por otra parte su diseño armónico, elegante y sencillo le confiere al conjunto un aspecto contemporáneo cercano a algunos hallazgos de los componentes de la línea clara europea o los autores más vanguardistas del cómic independiente norteamericano.
UN SOMERO ANÁLIS DE SU OBRA
Uno de las grandes características de Josep Coll es su extraordinario dominio de los recursos gráfico-narrativos del medio.
Debido a la inmediatez y brevedad de las anécdotas que explicaba, Coll solía usar un punto de vista único en cada historia. Podemos ver un ejemplo paradigmático de esto en la página de arriba. Capturado por agotamiento es un relato distribuido en una cuadrícula de 8×3 que contiene por lo tanto 24 viñetas todas dibujadas desde el mismo punto de vista y con el mismo tamaño de encuadre. A pesar de la gran profusión de cuadros todo es claridad, no hay confusión ni tampoco momentos muertos; no falta ni sobra nada. Esta economía narrativa es otra de las características esenciales del arte de Josep Coll ya que conocía exactamente el espacio que necesitaba para que cada historia se desarrollase completamente. Por eso sus páginas contienen uno, dos y a veces tres gags dependiendo de la naturaleza de cada historia.
Fijémonos ahora en la página de abajo, en la historia titulada Un proyectil inesperado.
Josep Coll normalmente no necesitaba de encuadres rebuscados para explicar sus historias y priorizaba el plano general o el plano figura a lo sumo para enseñar con mayor claridad la acción. Sin embargo, cuando lo requiere el argumento, sabía escoger el mejor encuadre posible y una muestra de ello es esta historia que comentamos donde dibuja un escorzo ligeramente picado de la acción que resalta y potencia de una manera ejemplar el efecto visual del gag.
En la segunda historia de la página de arriba, Un deseo cumplido, podemos apreciar otro de los recursos que emplea Josep Coll para sorprender al lector. Se trata de un cambio brusco de ritmo narrativo usando el tamaño de la viñeta. En una secuencia de viñetas del mismo tamaño el cambio abrupto consigue un efecto parecido al que experimenta el desgraciado protagonista. Pero el autor hila más fino… Si nos fijamos en el avión que aparece en el segundo plano de la tercera viñeta podemos comprobar que su situación en el cuadro siguiente es la que exactamente le corresponde en el corto período de tiempo transcurrido y con la abertura de ángulo de visión escogida por el dibujante. Es más, gracias a este aparato sabemos casi inconscientemente que el tiempo transcurrido entre la formulación del deseo por parte del agricultor y su consecución es muy corto porque Coll nos minuta la acción con el vuelo del primer caza en un asombroso alarde de dominio espacio temporal. Un recurso que Will Eisner teorizó en sus ensayos y aplicó en sus historietas, usando el goteo de un grifo o la cadencia monótona de un semáforo, pero que aquí Coll lo perfecciona hasta lo inaudito.
Quizá uno de los puntos más fuertes que podemos encontrar en la obra de Coll es el espectacular diseño de la página. La rotulación, el uso del color y la distribución de las viñetas forman un conjunto armónico que tiene interés artístico por sí mismo. Como un cuadro de Mondrian, como una página de Chris Ware… las páginas de Coll son auténticas obras de arte llenas de equilibrio y belleza.
Y además, como podemos ver arriba, el autor juega además con estos recursos estéticos para construir sus gags.
Una de las características más comentadas de su arte fue la ausencia de personajes fijos. Si exceptuamos la corta serie En Bufa i en Pumpum, Josep Coll siempre trabajó con figuras arquetípicas pero anónimas como los náufragos, los porteadores, las estatuas del parque, los cazadores coloniales y autóctonos, los pescadores de caña, los conductores de utilitarios, el sereno… Sus temáticas siempre rondaban el slapstick aunque su fértil imaginación daban al argumento una vuelta de tuerca más al tópico. Usaba el diálogo aunque también sabía hacer historietas mudas donde su dominio de la narrativa y la expresión corporal brillaban aún más si cabe.
A falta de un estudio más exhaustivo y pormenorizado de su obra podemos concluir con estos escasos ejemplos que Josep Coll forma parte – como Will Eisner, como André Franquin, Jean Giraud/Moebius o Jaime Hernandez – del selecto grupo de artistas que poseen un universo propio y un dominio del medio que les permiten expresar de manera precisa cualquier historia que se propongan. Su arte es absoluto, universal e innovador. Su aportación supuso un salto cualitativo en la (r)evolución del tebeo en el siglo XX.
Josep Coll nos dejó una obra monumental y maravillosa que sólo la miopía editorial hace que esté dispersa y diseminada en un montón de revistas sueltas. Su consideración como uno de los grandes autores universales va imponiéndose lentamente en el dominio común y el reconocimiento oficial tardará un poco más. En varias ocasiones he propuesto reglamentariamente por escrito, en el organismo oficial correspondiente del Ayuntamiento de Barcelona, a Josep Coll i Coll como candidato a tener una calle o plaza con su nombre. También lo he hecho con Jesús Blasco Monterde. Creo que dos figuras universales como el creador de Cuto y el maestro del humor gráfico se lo merecen con creces. Seguimos esperando…
– Las palabras que encabezan este artículo las decía el autor barcelonés en una entrevista a Antonio Martín en la revista Cairo 01, publicada en diciembre de 1981.
– Los ejemplos del arte de Josep Coll los he encontrado en: Las mejores historietas de Coll. Los archivos de TBO #07, en Las mejores historietas de Coll. Colección Olé. Serie TBO v28 #241 y en TBO Extra #02.
– El autor de este artículo quiere agradecer a Lluis Giralt (Grafópata) por su dedicación a la figura de Coll y a la web Tebeosfera, en especial a Luis Garbayo, por su labor y por confirmar con la familia la fecha real del nacimiento de Josep Coll.
– Este artículo es una versión renovada, corregida y ampliada de una serie de tres posts que hice hace unos años en mi blog La canción de Tristan.
Salut!
Ojalá publicasen un buen tochal recopilando las mejores planchas de este enorme artista. Aunque por desgracia no sé si sería muy rentable…
Gracias por este merecidísimo y delicado homenaje.