Juan Buscamares

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Edición original: Juan Buscamares (Visual Ediciones, 1996).
Edición nacional/ España: Juan Buscamares: El agua; El aire; La tierra; El fuego (Norma, 1997-2003).
Guión: Félix Vega.
Dibujo: Félix Vega.
Color: Félix Vega y Oskar Vega.
Formato: Tomo rústica 48 págs. c/u.
Precio: 8€ c/u.

 

Bien puede decirse que el chileno Félix Vega (1971) lleva el dibujo en la sangre: su madre es la pintora Ana María Encina, y su padre, el historietista Oscar Vega (Oskar), uno de los creadores de Mampato. Félix empezaría a despuntar en el mundo del cómic sustituyendo al maestro Horacio Altuna en las páginas de la revista Playboy, cuatro planchas mensuales escritas por el demiurgo literario de Torpedo, Enrique Sánchez Abulí, posteriormente recopiladas por Ediciones B en el álbum Las dos sonrisas (2012); también con guiones de Sánchez Abulí dibujaría sendas incursiones en el género negro: Asesinos anónimos (2005) y María Dolare$ (2006), ambas publicadas por Planeta. Tras concluir su siguiente proyecto, DUAM, dos álbumes editados en Francia por Claire de Lune, inéditos hasta la fecha en España, en la actualidad trabaja en una nueva serie, Vinland, de la que él mismo decía en 2012: “llevo varios meses anotando todo acerca de los vikingos y el proto-descubrimiento (antes de Colón) de América”. Sin embargo, su salto a la fama vendría de la mano de una creación propia, Juan Buscamares, cuyo primer capítulo, presentado en blanco y negro en Chile por Javier Ferreras (Visual Ediciones) en 1996, enseguida llegaría a Francia (Casterman) y a España (Norma), y conquistaría luego Italia y EE.UU., gracias a las revistas Skorpio y Heavy Metal, respectivamente.

El ciclo de Juan Buscamares, compuesto de cuatro partes tituladas como los cuatro elementos de la alquimia (El agua, El aire, La tierra, El fuego), sigue al personaje homónimo en un mundo apocalíptico donde los océanos se han secado y los escasos supervivientes se reparten entre el militarismo, el sectarismo religioso y una nueva espiritualidad representada por un grupo de mutantes entre quienes destaca el niño albino llamado Antena. También hay una mujer, Aleluya, a quien su familia prostituye a cambio de agua (el bien más preciado entre los habitantes del yermo planeta), y que -ya desde el nombre- representa la esperanza: no es casualidad que aparezca con un vestido blanco y que el protagonista la confunda con un ángel… aunque su papel, como pueden figurarse, es otro, al tiempo terrenal y mesiánico.

«El viajero perdido trajo la lluvia y el mar a este mundo muerto. Ahora él está enfermo y el mar duerme bajo un manto de hielo… «

A las habituales influencias de esta clase de ficción (Mad Max, Dune, Star Wars), siempre con una carga poderosa de simbolismo religioso (por ejemplo: en el primer volumen se alude sin ambages al bautismo de Cristo en págs. 34-35; a la crucifixión, en págs. 47-48), Juan Buscamares añade otros ingredientes: El principito de Antoine de Saint-Exupéry, presente en las constantes alucinaciones proféticas de Juan (al principio chocantes pero bien traídas cuando se desvelan sus objetivos), resabios de la invasión oriental de niños superpoderosos abanderada por Katsuhiro Otomo (Pesadillas, Akira) y un erotismo sencillo más cercano a la candidez de Milo Manara -tal vez por el mencionado trabajo de Vega en las revistas para adultos (la presentación de Aleluya se diría un homenaje al popular autor italiano; ver pág. 08-10 del primer tomo)- que a la morbosidad de la Druuna de Paolo Eleuteri Serpieri que, sin embargo, vagabundeaba en un mundo apocalíptico apelando también a la sexualidad. La fantasía, en su vertiente europea, suele potenciar la sensualidad y la alegoría en detrimento de la acción y el suspense. Juan Buscamares, a bordo de su herrumbroso vehículo, en sus primeros compases podría sugerir el vaquero cabalgando sin rumbo por el desierto, mas pronto se inclina por la vertiente mística que agita conciencia ecológica y reivindicación indígena (particularmente abundante en el volumen final, con vocabulario e imaginería incas) alrededor del mantra del “elegido”, tan grato a la ficción finisecular.

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Tanto préstamo y coartada, propias del novato ansioso por demostrar su valía, no mitigan el ritmo de la narración, al menos en sus tres primeros capítulos. Poco a poco, Vega se afianza en sus puntos fuertes: exposición visual clara, apuntalada, a partir del segundo volumen, por el certero uso del color (en colaboración con su padre) y un trazo de vocación menos fina y voluptuosa, desligándose del modelo Manara inicial. El autor se hace fuerte en bellos paneles horizontales, evocadores, que transmiten la sensación de espacios abiertos, amén de la consabida alusión al cine. Cierto es que la trama abusa del tinte mesiánico, con sueños y augurios que funcionan como Deus ex machina; tampoco los diálogos son muy allá (obsérvese la frecuencia de la interjección “¡Mierda!”, por ejemplo). Pero entretiene. Como una buena serie b, como un tebeo de Bonelli, Vega consigue que nos dejemos arrastrar por las aventuras de su taciturno Buscamares durante un rato de nuestras vidas.

  Edición original: Juan Buscamares (Visual Ediciones, 1996). Edición nacional/ España: Juan Buscamares: El agua; El aire; La tierra; El fuego (Norma, 1997-2003). Guión: Félix Vega. Dibujo: Félix Vega. Color: Félix Vega y Oskar Vega. Formato: Tomo rústica 48 págs. c/u. Precio: 8€ c/u.   Bien puede decirse que el…
Guion - 7
Dibujo - 7
Interés - 7

7

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