Kickback

 

Edición original: Kickback vol.1 & 2 (Editions Carabas, 2005/ Dark Horse, 2006).
Edición nacional/ España: Kickback vol.1: El acuerdo y Kickback vol.2: El vientre de la Ballena (Planeta, 2005-2006).
Guión: David Lloyd.
Dibujo: David Lloyd.
Color: David Lloyd.
Formato: Tomo cartoné 48 págs (c/u).
Precio: 7’95€ (c/u).

 

Hay un momento en la carrera de (casi) cualquier dibujante en que se siente impelido a demostrar que es un autor. No importa la fama adquirida por trabajos anteriores. Es el deseo de contar historias propias, pero también de presumir que uno solo se basta y se sobra para llevarlas a buen puerto. Cuando sale bien (pensemos en casos como Frank Miller o Jim Starlin) al final los recordamos más como guionistas que dibujan que al revés… tal vez porque acaban escribiendo historias para otros, normalmente con resultados notables. Ni que decir tiene, el arriesgado paso no siempre compensa. A quienes fracasan los recordamos como “dibujantes que escriben”, circunstancialmente o porque a menudo deseamos que su fama no les hubiera permitido prescindir del apoyo de un argumentista o dialoguista. David Lloyd (Enfield, Reino Unido, 1950), de quien podéis leer aquí una completa entrevista, lo intentó con Kickback, su obra más personal (dedicada a su padre). Leído el resultado, no aguanta la comparación con sus trabajos compartidos; no ya con la excepcional V de Vendetta -tarea prácticamente imposible igualar al Alan Moore más potente- sino con los magníficos cuentos recogidos en Materia Oscura (colaboraciones con Peter Milligan, Stephen Bissette, Ramsey Campbell, etc.)

Como intriga, Kickback -que se centra en un caso investigado por el detective de Franklin City Joe Canelli: un aparente ajuste de cuentas entre narcotraficantes- cae en todas las convenciones del subgénero de corrupción policial. En su descargo cabe alegar que tal subgénero está tan acotado y explotado que deja poco lugar a la sorpresa (como demuestra también la reciente Equipo Rojo escrita por Garth Ennis, donde el irlandés, gracias a sus recursos, sale bastante bien librado), lo que no es obstáculo para concebir peripecias entretenidas o centrar el foco de atención en elementos distintivos que nos seduzcan. Lloyd prueba con un trauma infantil, un sueño recurrente que despierta al detective por las noches. Por desgracia, un pretexto tan “de libro” -cuyo mecanismo comprendemos enseguida a poco que se esté familiarizado con él- que estorba más que atrae. Tampoco las relaciones personales (con una novia de la que nada sabemos, con una familia que solo habla de béisbol y de dirigibles) aportan gran cosa.

«Joe Canelli nos representa a nosotros y esa parte corrompida de nosotros mismos, a lo peor de la sociedad, sociedad corrupta.» – David Lloyd

Más perniciosa, sin embargo, es la atonía narrativa. Lloyd comete dos graves errores: estirar la historia más allá de lo conveniente en dos volúmenes de 48 páginas cada uno, 96 páginas en total (pensemos que esa extensión -casi cien páginas- tiene, por ejemplo, la estupenda La escena del crimen, de Brubaker y Lark, de mucha mayor enjundia), lo que le lleva a ampliar el tamaño de las viñetas (entre 4 y 6 por plancha, de media) y a repetir situaciones o fragmentarlas innecesariamente en montajes poco inspirados (p. ej: mezclar la violenta resolución del caso policial con el explicativo diagnóstico del psiquiatra de Canelli); pero, sobre todo, pecar de pretencioso en la puesta en escena, lo que acarrea metáforas sonrojantes (p. ej.: en la primera viñeta de la pág.07 el protagonista dice “Algo me huele mal” y en la siguiente le contesta su jefe “A mí me huele a rosas, Joe” sobre un dibujo de una mosca lamiendo el azúcar de un dónut; por no destripar otras, como el “misterio” detrás del sueño) y transiciones confusas, de esas que necesitas el texto para situar. Ni siquiera el dibujo, que sigue la tónica establecida en V, escapa a una aparente dejadez, a una rigidez en las posturas y una imprecisión en los ambientes (tal vez por el uso del coloreado por ordenador) que el formato álbum europeo magnifica (fue publicada originalmente en 2005 en el mercado francés por Editions Carabas).

Al margen de veleidades artísticas y rimbombantes declaraciones sobre la corrupción generalizada, ambas expuestas por el autor en la citada entrevista, no queda claro qué pretende demostrar Lloyd con Kickback. Como historia de género, carece de ritmo y mecánica y le sobran ínfulas (algo que lo aparta de las novelas ligeras de sus admirados Ian Fleming o Mickey Spillane). Como anecdotario personal (en lo que respecta al abuelo del protagonista, evidentemente), el resultado queda impreciso y embarullado en las constantes de género. Al final, Lloyd factura un relato en tierra de nadie (sin mesura artesanal ni, mucho menos, genio deslumbrante), una pieza cuyo mayor atractivo reside en seguirle la pista al dibujante de V de Vendetta.