Conté a propósito de La cripta del roble el impacto que el trabajo sutil y hermoso de Arno tuvo en mí. Kids, álbum de 1985 que recoge historias cortas aparecidas en distintas cabeceras (Metal Hurlant, Spirou, À Suivre, etc.), reúne algunas de sus páginas más inspiradas, lo que equivale a decir que es uno de los tebeos mejor dibujados del mundo. Los guiones, mucho menos deslumbrantes, vienen firmados por
Con una sola excepción, sobre la que me detendré enseguida, los relatos contenidos en Kids se alargan hasta las cuatro páginas justas. Ello explica que, las más de las veces, sean anécdotas o esbozos de historias más largas: Supervivencia o Buscadores de restos, ubicadas en un incierto futuro, ponen a los niños frente al apocalipsis en términos gratos a la ficción de los ’80 (El último recreo, Ultramundo), la primera en el rango de la robotización deshumanizadora y la segunda más en la órbita de los parajes estériles de Mad Max; Josefa contaba los trenes parece el germen de la posterior Kriegspiel, también con Bocquet (publicada en España en Cimoc nº 147-152); Noche blanca, con su búsqueda de un chute, remite a la mucho más contundente y desasosegante Paraíso infernal (Cimoc Especial Sueños); Street Kids -a la que alude la portada- relata una iniciación sexual en las coordenadas de Las medias (Cimoc nº 134), problemática para la sensibilidad actual; etc. Berlín 1945, con sus ocho páginas, supone la citada excepción: si bien los sucesos narrados carecen de originalidad, con un final más bien blando (que parece querer evocar los clásicos bélicos de Harvey Kurtzman, de resoluciones bastante más ácidas), las páginas retratan convincentemente el desconcierto final de la guerra y lo barata que resulta en tales casos la vida humana. Es la joyita de esta colección.
Más allá de las mínimas peripecias argumentales, Kids arrebata por el talento infinito de Arno: el dibujo, sin apenas manchas ni tramas, se construye tan prodigiosamente que el ojo lo decodifica de inmediato, sin asomo de confusión. Igual que Moebius, Arno posee el secreto de la línea simple que parece suelta, llena de vida. Sus figuras saben ser gráciles, como el mejor
Kids no aglutina todas las historietas breves que Arno dibujó en aquella época: otras, de parecidas características, se pudieron ver por estos pagos en Cimoc o en Metal Hurlant. Curiosamente, el álbum francés de Humanoides Asociados fue editado en color (con tonos semejantes a los de La cripta del roble). Confieso que lo prefiero en blanco y negro; solo Noche blanca (¿no debería ser «Noche en blanco»?) pierde algo de su toque pesadillesco sin la inspirada coloración en rojos, grises y azules. En el resto, las tonalidades elegidas uniformizan los bloques y oscurecen las delicadas tintas. Arno pide un cromatismo más evanescente, menos pastel y más acuarela. En cualquier caso, lleva demasiado tiempo el francés -con la excepción de Alef Thau, reeditado en dos volúmenes por Norma Editorial– ausente de nuestras librerías. Tamaña injusticia debería ser reparada a la menor brevedad.
Excelente reseña. Desconocía el material pero sin duda el artista vale mucho la pena
Gracias, Alejandro! Hay que reivindicar a Arno, injustamente olvidado por las nuevas generaciones. Queda claro que le tengo un cariño especial.