Para bien o para mal el cómic adulto, nació en determinados momentos y en diversos lugares. Cuando Will Eisner regresó a su amada Nueva York, después de luchar en la Segunda Guerra Mundial, y decidió retomar con ideas renovadas su serie The Spirit fue uno de estos instantes. Cuando el guionista argentino Hector Germán Oesterheld creaba para la revista Misterix, en Argentina, una serie que le permitiera explicar historias de todas las épocas y mientras tanto su dibujante, Alberto Breccia, no le encontraba rostro al personaje protagonista llamado Mort Cinder, este era otro momento decisivo. E incluso cuando un guionista apellidado Charlier y un dibujante llamado Jean Giraud empezaron a trazar en una revista juvenil la biografía de un pendenciero teniente de caballería, a golpe de complot entre trago de scotch y calada de purito, incluso entonces se intuía que algo nuevo estaba pasando.
Pero el cómic moderno también nació – luego vendrá el posmoderno, el finisecular y el contemporáneo – un día de 1967 cuando un elegante, cínico y juerguista autor italiano llamado
Porque la trama de La balada del mar salado es de todo menos convencional. Nos enfrentamos a un dúo protagonista – Corto Maltés y Rasputín – que el resto de personajes definen como piratas, que colaboran con los alemanes en plena Primera Guerra Mundial y que además pertenecen a una asociación delictiva que cuenta con un misterioso líder. En contraposición a este grupo de delincuentes, nos encontramos a una pareja de adolescentes, mimados y de familia rica llamados Pandora y Caín Groovesnore. Son dos primos a los que Rasputín ha salvado de un naufragio y por los que pretende cobrar un rescate a su influyente familia. Corto se dedicará a protegerlos. Nos encontramos en pleno Océano Pacífico entre el Archipiélago de Bismarck y Las Islas Salomón, al norte de Australia.
Alrededor de este cuarteto orbitan el teniente Slütter que es el comandante de un submarino alemán, un líder melanesio llamado Cráneo y Tarao, un joven marino maorí. Además, dominándolo todo desde un trono hecho de cañas, en su guarida en la isla La Escondida, se encuentra el cabecilla de los piratas al que llaman El Monje y que está relacionado con alguno de los protagonistas de una manera mucho más cercana de lo que parece.
Hugo Pratt juega con nosotros y no construye personajes de una sola pieza. Todos tienen una identidad singular, motivaciones propias y su particular código ético. A Pratt no le van los estereotipos y por ello es fácil que nos sintamos más identificados con un teniente alemán que comete actos de sabotaje, con un marino melanesio con ideas revolucionarias e incluso con un joven maorí que le puede dar lecciones de literatura occidental a un pijo norteamericano.
Con La balada del mar salado, Pratt fue encontrando su voz. Un estilo deudor de maestros del cómic como Héctor Germán Oesterheld y Milton Caniff y de la literatura como Rudyard Kipling, Jack London o Zane Grey, pero también totalmente personal y único.
El autor italiano construye su primera balada a golpe de sorpresa, con algo de improvisación, en base a una trama desigual que va tiñendo en la parte final de una suave melancolía que acaba enriqueciendo enormemente la aventura. Como si el autor se fuera encariñando con los personajes a medida que van pasando las páginas y lamentara despedirse de ellos, deseando secretamente que escaparan del destino que les había preparado.
A partir del momento en que la acción llega a la isla La Escondida, la historia adquiere una estructura más sólida, un ritmo más sostenido y una mayor densidad emocional. Destaca la extraordinaria secuencia de la huida de Pandora y Tarao, atravesando el Océano Pacífico en una frágil piragua y algunos momentos crepusculares de confidencias entre los personajes donde Pratt perfila conversaciones deliciosas, llenas de sentimientos solidarios y sutiles.
El autor subraya el cinismo de su personaje principal con un desenlace tan sorprendente como poco edificante y sin embargo escoge la amistad y la fraternidad por encima del patriotismo, el deber o la moral.
Pratt se ha definido casi siempre como un libertario, frente al anarquismo y al comunismo que imperaba mayoritariamente en el seno de la flor y nata del estamento intelectual europeo de los sesenta. Además, y debido a su periplo vital, se siente plenamente identificado con las causas de los pueblos oprimidos del tercer mundo… Y del primero también, como veremos en Las célticas.
La novedad en la serie Corto Maltés es que se hace explícita la dimensión política del relato. Hugo Pratt introduce la ideología en el cómic de aventuras. Mejor dicho, la aflora a la superficie ya que la ideología ha estado siempre presente en cualquier tebeo, aunque autores y editores no quieran reconocerlo y a menudo los lectores no sepan detectarlo.
Si Milton Caniff – su maestro – aportó una dimensión histórica a su serie Terry and the pirates y Héctor Germán Oesterheld un factor humanista a sus obras, Hugo Pratt lo combina todo y le añade un compromiso político que aboga por la libertad de los pueblos y la fraternidad entre las personas, frente a la dictadura de los poderes fácticos y las amenazas de las naciones imperialistas.
Todo esto empieza a intuirse en La balada del mar salado pero quedará mucho más explícito en obras posteriores de la serie como Las célticas, Las etiópicas o Corto Maltés en Siberia.
Gráficamente, el álbum presenta un desarrollo irregular. La páginas están estructuradas con una cuadrícula de cuatro tiras con dos viñetas, un esquema que varía a menudo con tiras panorámicas de una sola viñeta y con otras con tres viñetas. Al principio de la historia el entintado es más barroco, con manchas rotundas para las sombras y un rayado nervioso a plumilla para los fondos y paisajes. Destaca su definición de los personajes, la cuidada ambientación histórica y el tratamiento de la luz para conseguir un efecto de insolación, de luz abrasadora propia de aquellas latitudes.
En la segunda parte el pincel domina aún más la página, los fondos se estilizan y la luz se tamiza adquiriendo un aspecto crepuscular, de final de tarde cuando las sombras se alargan y los contornos se definen. Es increíble la capacidad del artista italiano para describir exactamente la hora del día en que transcurre cada escena con tan solo cuatro rayas y tres sombras.
Pratt lleva hasta la excelencia las enseñanzas de Caniff y Sickles con el pincel y encuentra en este álbum un estilo que le acompañará hasta por lo menos la década de los ochenta cuando radicalizará y amanerará su forma de dibujar hasta extremos discutibles.
UN PERSONAJE SECUNDARIO QUE ROBA TODAS LAS ESCENAS
Corto Maltés no empezó siendo el protagonista de su primera historia. Las primeras páginas de La balada del mar salado las capitaliza un barbudo y desquiciado pirata que recibe el nombre de Rasputín y que navega por el océano a bordo de un frágil catamarán de las Islas Fidji. Sin embargo, la entrada a escena del marinero de Malta es espectacular, diferente y sorpresiva. Se lo encuentra Rasputín como un náufrago, amarrado a una balsa y como víctima de un motín en la embarcación que capitaneaba. Poco a poco va adquiriendo protagonismo y su figura se engrandece a medida que va enfrentándose a Rasputín y a El Monje en su afán de proteger a los jóvenes Grovesnoore.
El resto de los personajes ven la presencia de Corto como un elemento en el que confiar. Como comenta Sbrindolin, uno de los cabecillas de la resistencia nativa, Corto trata de adaptarse a los lugares donde viaja y no sufre de la fiebre del colonizador blanco que es el complejo de superioridad. Sin embargo, según el melanesio sólo tiene un problema; el color de su piel…
Está claro que hemos asistido al nacimiento de una estrella y es por eso que tras la publicación en Francia de La balada del mar salado, el editor de Pif Gadget le pide al autor italiano que retome el personaje para que protagonice una serie de relatos cortos. Durante el período comprendido entre 1970 y 1973 Pratt publicará en la revista juvenil francesa veintiuna historias con una veintena de páginas cada una, que se agruparán luego en cuatro álbumes que conforman el núcleo central de la saga, junto a la mucho más extensa Corto Maltés en Siberia. Aquí ya no hay dudas; Corto Maltés es el protagonista absoluto y se puede afirmar, además, que se ha convertido en una leyenda.
ORDEN DE PUBLICACIÓN ORIGINAL DE LA SERIE CORTO MALTÉS
La balada del mar salado (1967) en blanco y negro
Bajo el signo de Capricornio (1970) en blanco y negro
Siempre un poco más lejos (1970) en blanco y negro
Las célticas (1971) en blanco y negro
Las etiópicas (1972) en blanco y negro
Corto Maltés en Siberia (1974) en blanco y negro
Fábula en Venecia (1977) en color
La casa dorada de Samarcanda (1980) en blanco y negro
La juventud de Corto Maltés (1981) en color
Tango (1985) en blanco y negro
Las helvéticas (1985) en color
Mû (1987) en color
La obra de Hugo Pratt (1927-1995) abarca varias décadas y se inicia en Italia al terminar la Segunda Guerra Mundial. Empieza a colaborar en la revista Albo Uragano donde dibuja la serie Asso di Picche que le acabará dando nombre a la publicación dos años más tarde. El éxito del personaje es tan grande en Argentina que Pratt recibe en 1949 una invitación para trabajar en aquel país que acepta y se instala en la ciudad de Buenos Aires. Allí colabora con la Editorial Abril y sobre todo con la Editorial Frontera donde conoce al guionista Héctor Germán Oesterheld con el que realiza las series Sgt. Kirk, Ernie Pike y Ticonderoga.
En esta época crea también su primera serie en solitario titulada Ana de la jungla donde rinde homenaje a otro de sus cómics favoritos; Jorge y Fernando (Tim Tyler’s Luck) de Lyman Young y donde presenta un personaje secundario que prefigura al de Corto Maltés.
En 1960 se traslada a Londres donde dibujará un puñado de historias de guerra para la editorial Fleetway y ya en 1962 vuelve a Italia para colaborar con la revista infantil Il Corriere dei Piccoli donde realizará diversas adaptaciones de clásicos de la literatura juvenil y una serie llamada L’ombra, con evidente parecido a la de Asso di Picche.
En 1967 entrega las primeras páginas de su historia titulada La balada del mar salado a la revista italiana Sgt. Kirk e inaugura su gran serie que continuará en las revistas francesas Pif Gadget y posteriormente en (A Suivre) en un período que abarca unos treinta años. Paralelamente, y a partir de 1969, publica varias historias de su segunda serie fundamental titulada Los escorpiones del desierto e historias sueltas como Jesuita Joe (L’uomo del grande Nord), Al oeste del Edén o La mancumba del gringo. Además, le regalará dos magníficos guiones a su discípulo Milo Manara que se convertirán en dos álbumes titulados Verano indio y El gaucho. En la década de los noventa realiza El último vuelo de Saint-Exupéry y Morgan que son algunos de sus últimos trabajos.
Fallece en Suiza con 68 años, habiendo dejado una huella imborrable por medio mundo. También en Barcelona.
¿Qué aporta esta edición en blanco y negro? En primer lugar el respeto a la obra original, La balada del mar salado está concebida en blanco y negro y así es como se disfruta de manera plena. En segundo lugar la oportunidad de disponer de un ejemplar en un formato idóneo para su lectura tras décadas de ediciones discutibles; a color, en incómodos formatos de lujo o remontadas.
La edición de Norma Editorial es excelente, en tapa dura, con un formato adecuado, con buen papel y una impresión aceptable. El libro cuenta con una introducción de Antonio Altarriba y abundante material gráfico como acuarelas, estudios de los personajes y esbozos del propio Hugo Pratt. El precio es algo elevado pero en mi caso lo he pagado con alegría.
Con este magnífico álbum se abre una de las sagas más embriagadoras, originales y emocionantes del cómic mundial. La primera balada del marino Corto Maltés va afinándose página a página hasta seducir al lector por su intensidad, por su lirismo y por su melancolía. Tras esta, nos esperan otras sinfonías mucho más elaboradas y mucho más cautivadoras. Además, por primera vez en muchas décadas podremos disfrutarlas en su formato original y en una edición acorde a su importancia. Les aconsejo que no hagan oídos sordos a la colección y disfruten de uno de los más bellos conciertos del cómic moderno. No pueden perdérselo.
Salut!
Guion - 9.5
Dibujo - 9
Interés - 10
9.5
Esencial
Una gran reedición de un clásico del cómic europeo en su formato original. Imprescindible y magnífica
Excelente reseña Tristan. La obra se merecía una edición así que considero impecable.
Sobre el trabajo de Pratt es curioso como se aprecia esa improvisación que comentas y esa evolución hasta encontrar el tono adecuado. El último tercio de la obra es maravilloso, con algunas soluciones narrativas muy logradas, como la secuencia en la que se resuelve el destino del oficial alemán, narrado a través de las miradas del resto de protagonistas y prescindiendo completamente de onomatopeyas o globos de diálogo.
Estoy esperando con ganas los siguientes tomos de la serie para disfrutar de esas historias con Corto como protagonista absoluto
Como siempre, una excelente reseña. Me agradó comprobar que tú también percibiste la melancolía de las últimas páginas. Una obra maestra y el comienzo de las aventuras de uno de los 5 mejores personajes del comic. En lo personal, yo pondría unos años antes el inicio del desarrollo de tramas adultas por parte de Oesterheld, con la publicación del Eternauta y Ernie Pike. Tristán, gracias por escribir con pasión y un enorme conocimiento.