Hay instantes en la vida en que todo toma un rumbo completamente diferente. Hay detalles que parecen mínimos y que acaban adquiriendo una importancia capital en nuestra existencia. Y hay personas que poseen el don de atrapar estos momentos sublimes, los cazan al vuelo y los transforman en arte para que todos podamos comprenderlos y admirarlos. Lo hizo Antonio Vivaldi con la música. Lo hizo también Krzysztof Kieślowski en el cine y ahora lo ha conseguido
En Una hermana, su anterior trabajo, Vivès nos mostraba el vertiginoso paso de Antoine de la infancia a su período de adolescencia. En cambio en La blusa nos narra la transformación de Séverine, de una joven inmadura a una mujer plenamente consciente de sí misma. Aquí el detonante de la metamorfosis, el desencadenante del cambio es un objeto nimio, casi una broma; es una blusa de seda.
Séverine es una joven universitaria que vive con Thomas en un apartamento de París. De carácter introvertido y muy tímida, compagina sus estudios con trabajos ocasionales de canguro y reuniones con los amigos de su novio. Su vida parece perfectamente planificada, estructurada y previsible. Sin embargo un día, cuando cuidaba de Eva la hija de un matrimonio burgués en plena crisis, todo cambia. La niña que está enferma, vomita encima de la camiseta de Séverine y el padre le ofrece una blusa de seda para cambiarse. Esta blusa será el detonante de una transformación, de la eclosión de una Séverine más impulsiva, que correrá más riegos, que se equivocará mucho más pero seguramente más real.
Estamos ante la crónica de una revelación, ante una historia de renovación, ante la asunción de que la vida es mucho más compleja e imprevisible de lo que nos imaginamos en los guiones que hacemos cada noche al irnos a dormir o de los planes que trazamos cada mañana mientras nos duchamos.
Y sin embargo el autor tiende a restarle trascendencia a su creación. En una entrevista reciente Bastien Vivès declaraba:
Pregunta: «¡La sinópsis de la historia es tan improbable!».
Bastien Vivès: «Francamente, con este extracto, parece una comedia de Thomas Langmann o de Danny Boon (…) Si, este álbum es una gran comedia, una de mis obras más graciosas».
(Entrevista por Vincent Brunner en Les Inrockuptibles. 12/09/2018)
En La blusa el azar es uno de los motores de la trama, el otro es el impulso sexual. En medio de su transformación, Séverine pasa de ser una mujer anodina a convertirse en el objeto del deseo de todos los hombres con los que se cruza. Esto la trastorna, la perturba y la estimula y durante un tiempo se convierte en un junco a la deriva, una hoja a la que el viento arrastra en cualquier dirección sin que ella pueda asumir su rumbo ni tomar las riendas de su destino. Sin embargo la vida vuelve a demostrar su imprevisibilidad y Séverine se topa con la cara amarga del azar. Finalmente asume su condición de mujer adulta, siempre con una blusa de seda de por medio…
Bastien Vivès es el autor más completo y personal de la BD actual. Su producción es enorme pero siempre raya a una gran altura. Con el díptico formado por Una hermana y La blusa ha conseguido encontrar un estilo directo, casi transparente pero de una enorme complejidad narrativa y artística. Vivès ha limpiado su trazo de información superflua y al mismo tiempo ha llenado sus historias de sucesos trascendentes.
En El gusto del cloro (2008) nos ofrecía un hermoso artefacto visual de estética estilizada y anécdota mínima, en Polina (2011) se decantaba por una historia intensa narrada con una estética nerviosa y enérgica, ahora Vivès ha limpiado sus obras de todo lo innecesario y las ha llenado de lo esencial.
El co-autor de la serie Last Man depura en La blusa tanto la temática y la forma para ofrecernos solo lo justo, solo lo imprescindible, solo lo extraordinario.
Existe en la historieta una escuela de cómic naturalista, de dibujo realista que busca lo esencial en la plasmación del entorno. Se considera al norteamericano Noel Sickles como el fundador de esta corriente y su obra Scorchy Smith como su legado fundacional. Usando la luz y las sombras como estructura, Sickles construye figuras humanas y paisajes casi esenciales. Sus dibujos captan lo imprescindible para sugerir al lector toda la información que necesita e impregnar así cada viñeta de una “autenticidad” asombrosa.
Sickles creó doctrina e innumerables artistas se fijaron en él para conseguir su propio estilo. Gente como Frank Robbins, Mort Meskin o Alex Toth son sus herederos espirituales y artísticos. En la década de los sesenta un joven italiano también reparó en estos artistas para establecer su propia obra. Hugo Pratt fue durante buena parte de su trayectoria el mejor seguidor de la doctrina Sickles, hasta que se cansó de buscar la esencia y amaneró su estilo. Pero el relevo lo tomó un joven californiano llamado Jaime Hernandez que en los ochenta publicaba casi clandestinamente sus crónicas sociales a caballo entre el punk y las comedias más comerciales de adolescentes. Durante casi 40 años Hernandez ha depurado su narrativa y su dibujo en su saga Locas, Maggie y Hopey hasta encontrar una maravillosa síntesis entre intensidad y economía. Sus álbumes, como El fantasma de Hoppers o Chapuzas de amor, son un enorme reflejo de hasta donde las enseñanzas de Sickles pueden llevar. Ahora, desde París, ha surgido un nuevo representante de esta tendencia. Un artista que sintetiza lo mejor de esta escuela americana y europea.
La blusa está estructurada en páginas de 3 tiras con 2 viñetas de tamaño variable cada una. Esta estructura es también variable y a menudo podemos encontrar planchas con solo 3 viñetas panorámicas, otras con 2 cuadros verticales e incluso páginas con una sola viñeta; la splash page norteamericana. Estos recursos no los utiliza de manera arbitraria, ni tan solo de manera enfática, están perfectamente medidos y dan el tono a cada escena, puntúan de manera exacta la importancia de cada momento.
El trazo de Vivès ha experimentado también una transformación asombrosa. Se ha vuelto equilibrado, preciso y elegante. La utilización de un bitono que potencia los diferentes tonos del gris le da al conjunto un carácter moderno y clásico al mismo tiempo. Pero donde La blusa destaca es en la narrativa y en la descripción de las posturas corporales y expresiones faciales. La capacidad de Vivès para encontrar el modo adecuado para transmitirnos pensamientos y sentimientos complejos es alucinante. Algunas veces dibuja a sus personajes sin los rasgos de la cara, sin embargo sabemos al instante lo que les pasa por dentro. Por su postura, por lo que ha pasado en la anterior viñeta y por lo que nos cuenta en los siguientes cuadros. La evolución de Séverine está perfectamente descrita con la transformación que experimenta su cuerpo. Al principio encorvado, huidizo, sin carácter. Luego excesivo, tenso, ígneo y como flotando en el aire para finalmente convertirse en un ser equilibrado, con peso, asentado en el suelo… Y todo esto, como dice Bastien Vivès en la misma entrevista de antes, casi sin recursos innecesarios:
“Esto era perfecto como reto: poder plasmar exactamente la misma joven y, solo con el dibujo, transformarla de una chica completamente anodina e insignificante a una seductora. Y todo esto sin cambiar prácticamente nada, ni siquiera el corte de pelo”.
Un reto que Bastien Vivès supera con creces.
En cuanto a la narrativa, la obra es más rígida y pesada al inicio para describir la monótona vida de Séverine y su entorno. Es más irregular e impactante en el segmento de la eclosión personal de la protagonista, para volverse elegante y llena de momentos muy intensos en la parte final. Esta modulación la consigue con el tamaño de los cuadros, con el tempo de las viñetas y con el ritmo de las páginas. También usa el color del fondo – blanco o negro – para aportar densidad o levedad a la escena. La secuencia de la lluvia es absolutamente espectacular en este sentido.
La edición de Diábolo es muy buena. El libro presenta el mismo formato que la obra anterior, Una hermana. Es en tapa dura. El papel es bueno y la impresión perfecta. El precio es muy ajustado por el número de páginas que ofrece.
Estamos ante uno de los álbumes de este año 2018. La perfecta combinación de intensidad argumental y excelencia gráfica hacen de La blusa una obra que se lee de un tirón y se relee con asiduidad.
Bastien Vivès ha conseguido con este díptico – Una hermana y La blusa – describir la sociedad occidental de una manera profunda y amena; fijándose en los comportamientos cotidianos y dándoles una categoría universal. Esperemos que en las intenciones de este autor esté el completar una trilogía.
Salut!
Guion - 9
Dibujo - 10
Interés - 9
9.3
Sublime
Una gran obra del cómic europeo actual
Aún no he leído este «La blusa», recuerdo que conocí por primera vez a Bastien Vivès después de coger una vez en la biblioteca «El gusto del cloro» . Me llamó mucho la atención y me quedé con el nombre. Con el paso de los años, ha quedado claro que es un tipo con mucho talento y unas maneras que son un sello de distinción. Cada trazo que realiza deja huella.
En general, disfruto bastante con los trabajos de Vivés, teniendo en mi poder la mayoría de su obra publicada en España. Pero éste, en concreto, me ha parecido muy por debajo de su media, con personajes poco creíbles, desde la propia protagonista hasta el profesor universitario que se fija en ella por la blusa y con un guion anodino y aburrido que no me ha transmitido nada, muy alejado de El gusto del cloro y Pollina, por poner unos ejemplos.
Y si consideras este álbum uno de los mejores de 2018, tus gustos están bastante alejados de los míos. Me alegro de que hayas podido disfrutarlo y ver virtudes donde yo únicamente he visto defectos y mediocridad.