SIN UN LUGAR ADONDE IR
«¿Por qué puerta has entrado?»
Reseñamos el tomo con el que Steve Orlando pone fin a su primer acto frente a la colección de Bruja Escarlata. Desde el Emporium, Wanda continúa su misión de ayudar a todo aquel que llegue a la tienda cruzando La última puerta, sin otro lugar al que ir ni nadie más a quien acudir, como ya vimos en la primera entrega. Por su parte, Orlando sigue utilizando estos encuentros para explorar el pasado y presente de Wanda, por medio de los personajes que han tenido un papel importante en él.
Después de la pelea con Scythia, las últimas páginas del tomo anterior anunciaban la que se prometía como pieza central del siguiente arco, con el regreso de los muertos de ningún otro que Magneto. Esta reunión padre-hija presagiaba un aumento de la escala en cuanto a los conflictos que tendrían lugar en la serie. Sin embargo, y sin entrar en detalles, esta reunión no alcanza a tener lugar y lo que encontramos es un nuevo puñado de aventuras que no sólo mantiene el tono liviano de la entrega previa sino que parece volverse algo más cotidiano.
El guion de Orlando para este segundo arco sigue la misma estructura que para el primero, a parte de una breve presentación de la que será la principal amenaza del arco argumental la mayor parte de cada número se dedica a contar una única historia autoconclusiva en la que Wanda viaja a algún rincón del universo Marvel y utiliza su magia para resolver el conflicto que allí tiene lugar. Hay variedad en las ideas del guionista estadounidense, llevar a Wanda a mundos fantásticos, librar una batalla mágica por medio de decir verdades… pero la manera en que las ideas son presentadas y desarrolladas no parece aprovechar todo su potencial. La gran amenaza que comentaba tarda en aparecer, y cuando lo hace es resuelta en un clímax que llega a su final de una forma más precipitada que espectacular. La historia sigue esforzándose en conectar con el pasado personal y editorial de su personaje principal, pero en estos números más que en los anteriores estas alusiones al pasado toman la forma de breve referencia más que la de un momento de introspección para la protagonista.
El equipo creativo suma para encargarse de lápices y tintas a Lorenzo Tammetta, que trabaja junto a Sara Pichelli en los 4 primeros números del tomo, con el primero encargándose de la mayoría de las páginas. El trabajo de Frank William, que sustituye a Mathew Wilson como colorista, es correcto y tiene momentos muy destacables, pero se echa en falta la pareja que formaban Wilson y Pichelli y que le dio a la serie su identidad visual en los primeros números. Este sentimiento se acrecienta en el último número, del que la italiana es responsable única del arte, en este Pichelli se muestra por debajo de lo que podemos esperar de su talento y se denota que su trabajo no se empareja bien con el de William. El resultado artístico es bueno, pero no trae consigo el mismo impacto que se consiguió en el primer tomo.
En definitiva, Orlando había ideado una premisa interesante, La última puerta suponía un escenario perfecto para acompañar a Wanda por aventuras variadas y permitir que los momentos clave y definitorios para el personaje llegasen de manera orgánica. En vez de eso, el resultado es un conjunto de números en los que se nos recuerdan las relaciones que Wanda mantiene y ha mantenido en el pasado, sin sacar nada significativo de estos encuentros e incluyendo unas amenazas que llevan poco peso más allá de dar la oportunidad de cerrar el arco en una batalla final.
Lo mejor
• Que el personaje no caiga en el olvido.
Lo peor
• Se siente como una oportunidad perdida.
Desaprovechado
Guión - 5.5
Dibujo - 6
Interés - 6
5.8
Una serie que llega a su fin desinflándose y que sin ser capaz de corregir algunos de los defectos que presentó en su inicio, tampoco lo es de mantener todas sus virtudes.
Orlando me parece bastante malillo y su Bruja Escarlata está bastantes escalones por debajo de la de Robinson, pero bastantes.