Amor paternofilial entre cenizas y muerte.
«Piensa en lo que te mentes en la cabeza, porque se quedará en ella para siempre.»
Cormac McCarthy (1933 – 2023) es unos de los grandes escritores estadounidenses de los últimos años gracias a novelas tan destacadas Meridano de sangre, No es país para viejos, la Trilogía de la frontera (formada por Todos los hermosos caballos, En la frontera y Ciudades de la llanura) y la novela postapocalíptica La carretera. Esta última es una de las historias más crudas, desasosegantes y descorazonadoras que se han publicado en los últimos años, lo que le valió para ser galardonada con el Premio Pulitzer de 2007 en la categoría de ficción. Una novela compleja, honesta y muy valiente donde vemos la lucha de un padre por conseguir sobrevivir cruzando una autopista del sureste de Estados Unidos junto a su hijo en un mundo donde la devastación se ha llevado cualquier atisbo de civilización humana y los escasos supervivientes han descendido a un estado de barbarie en el que son capaces de hacer cualquier cosa para sobrevivir un día más. Un trabajo en el que el escritor estadounidense estaba más interesado en trasladar las sensaciones y emociones del padre y el niño que escribir una historia en donde predominara la acción. Algo que hace muy difícil su adaptación a medios visuales, pero que no fue impedimento para que en 2009 se llevara al cine dirigida por John Hillcoat y protagonizada por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee ni para que en este 2024 el francés Manu Larcenet (1969) se haya decido a convertirla en un cómic. Lo que no es una novedad en su carrera ya que hace unos años hizo una increíble adaptación de El informe Brodeck (Norma), una novela que también nos trasladaba a un entorno hostil donde se podía ver lo peor de lo que es capaz el ser humano, que supera con mucho a las atrocidades de cualquier monstruo imaginario. Una realidad de la que, por desgracia, vemos ejemplos a diario en cada noticiario.
Lo primero que llama la atención es la espectacular portada de obra y el impresionante trabajo que ha realizado Larcenet con sus apabullantes lápices, tintas y grises que consiguen transportarnos a un mundo devastado y en ruinas donde la oscuridad y la ceniza son una constatación permanente de un mundo postapocalíptico. Una realidad que no se nos explica de forma directa, sino que se hace a través de las vivencias del padre e hijo durante las páginas del cómic sin que en ningún momento sintamos la necesidad de saber las causas que han convertido el mundo en un infierno brutalmente hostil. Cada página está compuesta por viñetas repletas de una belleza terrible, llenas de imágenes crudas y momentos durísimos, pero de las que resulta imposible apartar la mirada. Una constante que sufrimos a lo largo de todo el cómic que el autor francés ha dibujado con un estilo realista similar al que empleo en El informe Brodeck en el que los negros y los blancos dejan paso a algunos grises y tonos ocres tan tenebroso que nos recuerdan constantemente que el mundo que vemos es un lugar sin vida que está afrontando sus momentos finales. Unas atmósferas desesperantes que unidas a la concatenación de planos cortos, tremendamente realistas y explícitos nos transmiten una sensación de frio, suciedad, destrucción y decadencia que se reflejan en todos los aspectos, tanto en el físico demacrado de las personas como en esas imponentes construcciones humanas a medio demoler que nos remiten a su inutilidad cuando la naturaleza se descontrola de forma salvaje. La única excepción que encontramos a esa destrucción es la carretera que se convierte en casi un personaje más y, sobre todo, representa la incierta y exigua esperanza de encontrar un lugar mejor. Esa búsqueda es el motor que hace avanzar a los personajes y la historia.
Adaptar la obra de McCarthy no es nada sencillo puesto que en su novela no hay apenas diálogos ni descripciones del paisaje y muy poca acción, pero Larcenet consigue transmitir con sus imágenes las mismas sensaciones de desgarro, desesperación y desolación que el novelista con sus palabras y las del narrador omnisciente en tercera persona. Una figura que no aparece en la versión en cómic que acertadamente opta por contar la historia a través de las imágenes y en la que también se prescinde de muchos de los sucesos que vemos en la novela. Sin embargo, el espíritu y el mensaje de la novela permanecen inalterables, gracias a esas imágenes y a esos silencios que hablan a gritos. Aunque es una historia en la que no abundan los diálogos, cuando aparecen son precisos y permiten ver junto con las miradas entre ambos protagonistas la naturaleza del vínculo entre el padre e hijo que tratan de mantenerse lo más humanos posibles mientras luchan por sobrevivir en su inexorable camino hacia un lugar desconocido. Esa relación es la historia que subyace tanto en la novela como en esta adaptación y nos muestra que el único atisbo de esperanza en la raza humana es el amor que se tienen el uno en el otro. El amor y la necesidad que el padre siente en proteger a su hijo del horror y que pueda mantener algo de ingenuidad infantil heredera de un pasado que hace tiempo ha desaparecido provocan que no caiga preso de la barbarie y violencia que les rodea. Un oasis en un relato, por lo de demás, cargado de misantropía. Conseguir reflejar esa ternura y esa confianza que sienten en uno por el otro en el entorno en el que sucede la obra es algo de un mérito enorme y que nos demuestra que estamos ante un trabajo superlativo que ha sabido destilar la esencia del original para crear un producto novedoso y fiel a la vez.
Aunque Larcenet ha prescindido de muchos de los encuentros que se dan en la novela con algunos de los habitantes del mundo, la sensación de peligro constante sigue presente como recordatorio de que la vida de los protagonistas pende de un hilo con la posibilidad de la muerte como una certeza permanente. Algunas de las decisiones que toma el padre nos permiten reflexionar sobre si es posible la persistencia de la civilización tras una catástrofe de esa magnitud. Mientras el hijo, seguramente de forma ingenua, todavía cree en los demás, el padre está completamente desligado emocionalmente de cualquiera que no sea su hijo. Sin embargo, todavía tiene arraigada la creencia que existen los buenos y los malos, algo que trata de transmitir a su hijo. Aunque, como sucede en todas las historias de viajes iniciáticos, el hijo acaba creciendo de forma obligatoria perdiendo esa inocencia en el proceso y debiendo asumir la realidad del mundo que le ha tocado.
Norma hace una edición espectacular con papel de gran gramaje y una reproducción perfecta que nos permite deleitarnos con los extraordinarios dibujos del autor francés.
En La carretera nos encontramos con un Manu Larcenet que hace un extraordinario e impactante trabajo reflejando a la perfección el cruel mundo postapocalíptico que nos presentaba McCarthy en su novela. Aunque cambia varias cosas con respecto al texto original consigue mantener tanto el espíritu de la novela como el tono de desesperanza, sin dejar de lado la pregunta que sobrevuela la obra sobre qué nos convierte en humanos, mientras asistimos una emocionante historia de amor paternofilial.
Lo mejor
• Larcenet consigue trasladar a la perfección el espíritu de la obra en lugar de optar por una obra calcada al original.
• Gráficamente es soberbia con unos paisajes de una belleza terrible, pero totalmente hipnóticos.
• La atmósfera oscura y pesada de ese mundo postapocalíptico se siente tan real que casi es posible saborear las cenizas.
Lo peor
• No es una historia para leer en un mal día ya que no se sale indemne de su lectura.
Seré breve obra maestra y otro al top 10 del año, para mi el comic es dibujo y guión y lo más importante como estos dos elementos se fusionan, este cómic es un claro ejemplo de cómo se consigue eso.