Identidades con acento
El ser humano es un animal social. Todos sentimos la imperiosa necesidad de pertenecer a un lugar, a un grupo, a una nación. Fundirnos con su contexto, sus costumbres y sus códigos, un lugar en el que nos sintamos “como en casa”. Pero eso tiene su trampa, ¿porque qué pasa cuando nuestra vida se ha construido entre distintos lugares? ¿Cómo sabes cuál es tu sitio cuando portas señales de aquí y de allá, que no te permiten fundirte con el entorno como el resto? Cuando tu color de piel, tus rasgos, tu acento, tu postura… te delatan y gritan a los cuatro vientos “no soy como vosotros”.
Esa pregunta intenta responder La Casa Himawari, el cómic del que vamos a hablar hoy. Una obra publicada por Planeta Cómic el pasado 2023, dentro de su línea de cómic juvenil, y que supuso el debut como autora completa de su creadora, Harmony Becker.
Nacida en Cincinnati, Harmony Becker es una ilustradora cuyo nombre entró con fuerza en la escena gracias a su trabajo como la artista de Éramos el enemigo, la celebrada memoria gráfica del actor George Takei en la que narraba su infancia confinado en los campos de concentración creados durante la IIGM por F.D. Roosevelt para controlar a los ciudadanos de origen japonés en suelo estadounidense. Aquella obra, que cautivó a crítica y público y arrasó en la temporada de premios, sirvió como carta de presentación de la artista, que un par de años después publicaría su obra debut como autora completa.
El cómic, sin embargo, llevaba tiempo en el horno, y es que Himawari House (su nombre original) se comenzó a publicar previamente en 2017 como webcómic en la plataforma Tapas, bajo el título Himawari Share. Sin embargo, la serie quedó parada en su capítulo 7, podemos entender que para centrarse en lanzar la obra completa de la mano de First Second Books, la editorial interesada en hacerse con el trabajo de Becker.
La obra nos lleva junto a Nao, una joven japonesa residente en Estados Unidos desde niña, que decide pasar el típico año sabático yanqui previo a la universidad viviendo en Japón y reconectar con su país natal. Allí comparte piso con otras dos chicas estudiantes extranjeras (una coreana y una taiwanesa) y dos chicos japoneses, con los que comienza a estrechar lazos y a compartir risas, penas, amores y preocupaciones. Todo ello mientras Nao trata de volver a conectar con una cultura que ya casi le resulta ajena y que le hace preguntarse si de verdad encaja en algún sitio.
La Casa Himawari trata de sumergirnos en la vida y las emociones de todo aquel que ha tenido que adaptarse a un nuevo lugar con distinta lengua y distintas costumbres, algo muy inspirado en la vida de su autora, que ha vivido en distintos países a lo largo de su infancia. Pero sobre todo, es una obra que pone especial foco en el concepto de la diáspora: esas personas que abandonan su país de origen y terminan viviendo en lugares muy distintos a su hogar original.
A través del personaje de Nao, Becker nos habla de aquellos que crecen en países en los que nunca terminan de sentirse iguales al resto por su piel, sus rasgos y sus costumbres (como en este ejemplo, los inmigrantes asiáticos en EEUU), pero que han pasado tanto tiempo fuera de sus países de nacimiento que al volver, tampoco logran encajar, quedándose con la sensación de ser apátridas emocionales, sin un lugar al que pertenecer. Es un tema profundamente interesante que la autora trata con muy buena mano, sumando su trabajo a otros similares como las excelentes El pez mágico de Trung Le Nguyen o En el limbo de Deb JJ Lee.
Un elemento que le da una personalidad y un valor especial a La Casa Himawari es el hábil uso del lenguaje para ser capaz de meternos en toda esta exploración de emociones. Becker decide escribir todos los diálogos japoneses (y alguno coreano) que tienen lugar en la historia con su escritura original, haciéndolos acompañar de subtítulos en inglés (en español en nuestro caso, claro) solo cuando los personajes extranjeros son capaces de entenderlos.
Así, nos encontramos con bocadillos en los que el texto nos omite palabras y expresiones según Nao no es capaz de comprender el japonés, unas lagunas que van desapareciendo según la protagonista va mejorando su manejo del idioma. Este acertado recurso logra meternos de lleno en la inmersión lingüística del personaje y trasladarnos esa sensación de estar perdido tan habitual cuando uno va a otro país a aprender su lengua.
El idioma juega también un importante papel en las conversaciones entre las tres amigas protagonistas, aunque suelan comunicarse en inglés, y es que la autora decide representar los diálogos de las jóvenes Tina y Hyejung (taiwanesa y coreana, respectivamente) llenos de erratas, con el fin de transmitir su acento. Lejos de buscar la mofa, Becker busca así mezclar ese manejo limitado del idioma con todo el desarrollo emocional de sus personajes, sobre los que pone mucho foco aparte del de la protagonista. De este modo, la artista busca humanizar a esas personas que “hablan mal”, haciéndonos comprender que detrás de todos esos gazapos y pronunciaciones graciosas que a veces despiertan burlas siempre hay un ser humano con la misma profundidad emocional que tú, aunque no sea capaz de expresarla con tus palabras.
Con todo ese objetivo en mente, la obra nos va llevando por los distintos asuntos cotidianos que van surgiendo durante la convivencia del grupo de amigas, dándoles su tiempo a cada una y metiéndonos constantemente en situaciones de choque cultural (más o menos cómicas), de ejemplos de acogidas amables y de gestos de xenofobia y, por supuesto, de las dinámicas normales y corrientes de cualquier grupo de estudiantes. Como única pega, podría decir que en ocasiones la narración de todas esas situaciones se sienten algo dispersas, sin un hilo conductor claro, pero en esencia hablamos de un slice of life muy entrañable.
A nivel artístico, Harmony Becker recurre a un dibujo en blanco y negro que inevitablemente nos evoca al estilo manga, algo que se acentúa al ver la mezcla que realiza entre viñetas dibujadas con un trazo detallado y sobrio y viñetas que son pura caricatura en las escenas de humor, con rostros exagerados y con toque cartoon, una mezcla que hace que este trabajo se distancie en cierto modo de Éramos el enemigo, donde la temática tratada no invitaba a la caricatura. Nos queda así finalmente un trabajo con cierto aroma japonés, pero en el que el trazo del dibujo muestra con claridad la mezcla de influencias orientales y occidentales.
En definitiva, La Casa Himawari es un más que meritorio debut autoral para su creadora. Harmony Becker nos entrega un slice of life tierno y ligero, con un inteligente uso de los idiomas, que logra, a través de los momentos más cotidianos, profundizar en las diferencias culturales y lingüísticas, y así hacer más humanos a los que no entienden bien nuestro idioma. O mejor dicho, recordarnos que siempre lo fueron.
Lo mejor
• La sensibilidad con la que Becker captura las dificultades de entendimiento entre distintas culturas.
• Los inteligentes recursos que hace la autora con la mezcla de idiomas y los acentos.
Lo peor
• En ocasiones la trama divaga un poco más de la cuenta.
Tierna
Guion - 8.5
Dibujo - 7.8
Interés - 8.5
8.3
Harmony Becker nos deja una obra sobre el choque de idiomas y culturas llena de humor y de sentimiento. Un formidable debut como autora completa.