Regreso a la casa Slaughter: El turno de las máscaras escarlata
«- La Estrella Polar no miente.
– La Estrella Polar no habla»
Hay ocasiones en las que un cómic supera las expectativas que uno tenía de él. Y no me refiero a uno de esos que te recomiendan y le das una oportunidad para descubrir que tenían razón, que estaba muy bien, sino a esos que lees un poco en piloto automático. A esos que compras porque el mundo que abarca te gusta y quieres saber más, pero que tampoco esperas demasiado de él, más allá de pasar un buen rato. Es cierto que Hay algo matando niños es una de las grandes series del momento, por lo menos para aquellos que nos gusta, evidentemente, pero La casa Slaughter no deja de ser un spin-off donde, controlados por sus creadores, otros autores nos cuentan historias de otros personajes de esta misteriosa organización. Puede que sea en mi caso especial en el que el primer tomo me había gustado bastante, aquí podéis leer la reseña, aunque contaba con un protagonista que ya conocíamos por la serie principal, Aaron Slaughter, y que lo hacía muy interesante. Pero es cierto que este lo comencé a leer un poco por inercia y, sin embargo, acabé topándome con una historia de terror intimista que no me esperaba.
Uno de los motivos por los que tenía algo de rechazo al segundo tomo era el dibujo. La primera vez que ojeé el tomo no me gustó el arte de Letizia Cadonici. Sus formas no muy realistas, sus vacíos en los fondos, las caras… Había muchas cosas en su contra, desde mi punto de vista, sin embargo según avancé en la lectura caí en la cuenta de dos cosas. Lo primero que mantiene el estilo de las series, pues Werther Dell’edera no es ni por asomo claro y directo, así como tampoco lo fue Chris Shehan en el primer tomo de La casa Slaughter (y que poco después nos daría esa impresionante Otoñal). Así que Cadonici mantiene la estética y la forma de contar las cosas de este universo, con lo que su dibujo empezó a cobrar sentido. Pero lo segundo, y obviamente más importante, es que en algún momento, quizás cuando el protagonista llega a la costa, la autora italiana me tenía comiendo de su mano. Sus formas conseguían tener sentido, sus vacíos se convertían en agujeros absorbentes que otorgan al cómic de una atmósfera de terror y sus caras eran cada vez más expresivas. Mención especial para lo que consigue hacer Francesco Segala al color, que en cada movimiento nos sitúa mentalmente al lado de sus personajes.
Es un apartado gráfico especial, sin duda no será del gusto de todos, pero el terror, que se supone es el género en el que se enmarca esta obra, lo consiguen reflejar, especialmente en la parte del barco, que ocupa la mayoría de páginas del cómic, y con muy buen manejo narrativo de las páginas dobles. No es que sea el dibujo del año, pero es de los que gana cuando se le da la oportunidad.
Como bien dice su título, la historia nos lleva a conocer algo más de los que llevan las máscaras rojas, que ya sabíamos por las serie principal que no son de los que salen de misiones sino de los que recopilan la información y estudian los bichos que el resto de cazadores han de matar. Pero en el caso que nos ocupa, su protagonista, Edwin Slaughter, tendrá que ir a informarse sobre unos ataques que están sucediendo en un campamento para ver la realidad detrás de esas misteriosas muertes. Ni que decir tiene que el bueno de Edwin, de perfil más estudioso que luchador, se va a encontrar con algo.
Hay muchas cosas curiosas en este segundo volumen de La casa Slaughter, pero quizás lo más sorprendente es encontrarse una historia que sobrevive por sí misma, que no parece un spin-off, sino que presenta a sus personajes, desarrolla una historia autónoma y concluye, dejando con ganas de más pero sin continuar. Un tomo autoconclusivo en toda regla.
Una cosa muy llamativa es la idea de que los monstruos se crean con la imaginación. Es algo que no se desarrolla demasiado, que tiene muchos cabos sueltos y de lo que se puede decir muy poco, porque solo es una pequeña conversación que no detalla nada, pero deja con ganas de saber si irá por ahí la trama de la serie principal en algún momento y su enorme similitud con la otra gran serie larga de Tynion, El Departamento de la Verdad.
Pero si algo me gustaría destacar es la forma en la que está escrita. Sam Johns es una escritora joven que tiene algún trabajo para DC y para la propia BOOM! Studios, pero que tiene una prosa maravillosa. En Escarlata hay mucho diálogo interior y con el tótem que los miembros de la casa Slaughter llevan con ellos, aquí se supone que tratamos con la facción más culta de la organización y Johns logra ser grandilocuente sin caer en la pedantería. Consigue que las conversaciones sean interesantes y se compenetra muy bien con Cadonici para alternar las partes llenas de palabras con las centradas en el dibujo, de forma que se mantenga la tensión en toda la obra.
En conclusión he de decir que me ha sorprendido muy gratamente ver como La casa Slaughter sigue con buena salud, dando un relato de terror muy funcional, sin nada que envidiar a muchas otras obras del género que aparecen en las estanterías.
Lo mejor
• La calma tensa.
• Está muy bien escrita.
• La manera en la que el dibujo te atrapa.
Lo peor
• No es un dibujo que entre fácil.
Guión - 8
Dibujo - 7
Interés - 8
7.7
Una historia muy bien escrita, con un dibujo curioso, que complementa perfectamente a la serie principal a la vez que consigue ser una historia autónoma.
Justo estoy leyendo Hay algo matando niños y me estaba preguntando si darle una oportunidad a esta serie.
Visto lo que apuntas, parece que sí se merece una oportunidad, porque tengo exactamente las mismas dudas iniciales que planteabas