¿Es usted Paul Auster? Quisiera hablar con Paul Auster.
Aunque
David Mazzucchelli (Providence, USA, 1960) es una figura clave para entender el cómic americano en sus dos vertientes. En la más comercial fue el dibujante de Born Again y Batman: Año uno, dos de las obras que revolucionaron el género superheroico a mediados de los ochenta junto al Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons o los trabajo de Howard Chaykin, Jim Starlin, entre muchos otros. En esas dos obras dio una lección junto a Frank Miller de cómo hacer cómics de superhéroes para adultos. Su Batman, muy influido por el estilo de Alex Toth, es uno de los más icónicos que se hayan dibujado nunca. Sin embargo, cuando estaba en la cima decide que los superhéroes no son el vehículo adecuado para lo que quiere contar, así que abandona el género. A partir de ese momento su trabajo de podría enmarcar en el alternativo, indie, underground o como quieran llamarlo. Lo que ansiaba es contar historias y experimentar con el lenguaje del cómic sin que nadie le ponga cortapisas. Así que decide autopublicarse Rubber Blanket, su propia revista antológica a semejanza de RAW de Spiegelman, aunque por desgracia solo se publicaron tres números, pero le dio tiempo a publicar historias tan destacadas como Air, Near Miss, Big Guy o Discovering America, por citar las más conocidas. Ojalá alguna editorial española se decidiera a publicarlas, porque solo se han publicado las dos últimas como especiales de El Wendigo hace más de veinte años. Mientras preparaba el tercer número de la revista le llevo el encargo de adaptar La ciudad de Cristal que apareció en 1994. Iba a ser parte de una colección de cómics que adaptaban novelas de género negro de grandes autores, pero no acabo de cuajar ningún otor proyecto. Después su carrera se centró en la ilustración, aunque siguió sacando historias cortas en diferentes revistas como Nozone, Drawn & Quarterly, Snake Eyes o Zero Zero. En 2009 saco la que es su obra más ambiciosa la novela gráfica Asterios Polyp, todo un éxito de crítica y público, y uno de los mejores cómics de lo que va de siglo.
La ciudad de cristal nos cuenta la historia de Daniel Quinn, antaño un escritor de éxito, pero que tras perder a su familia sobrevive escribiendo novelas de detectives, protagonizadas por un detective llamado Max Work, con el pseudónimo de William Wilson. Un día recibe una llamada telefónica preguntando por el detective Paul Auster, al que acaba suplantando. La persona que le había llamado es Peter Stillman y el encargo es protegerle de su padre que le tuvo encerrado en una habitación toda su niñez. Tener que gestionar ese enorme número de identidades (la suya, su pseudónimo literario, su personaje y el detective) le llevara a perder el frágil contacto que ya tenía con la realidad, pero no es el único personaje de la obra que sufre esta fragmentación de identidades ya también le sucede a Peter Stillman que se divide entre su yo joven y su yo viejo. Lo que en principio puede parecer una novela negra poco convencional acaba por alejarse por completo de cualquier cliché del género para realizar un juego de metaficción lleno de requiebros. Tanto la novela como el cómic cuentan esencialmente lo mismo, aunque la principal variación es como emplean las distintas posibilidades que permite el medio. En la adaptación no se pierde ninguna de las sensaciones que se experimentan la leer la novela. Salvo, quizás, la parte del juego de identidades que se produce cuando el propio Paul Auster aparece en la narración como personaje.
Una de las constantes de las obras de Auster más fascinantes es el papel que le otorga al azar como sirve para generar oportunidades perdidas y situaciones inesperadas, aunque muchas veces te acaba proporcionando una segunda oportunidad. Algo que le sucede a Daniel Quinn, al principio de la obra y que marca el devenir de la historia. La adaptación también consigue reflejar el paralelismo entre la novela de Auster y Don Quijote, no es casualidad que ambos protagonistas tengan las mismas iniciales, con un juego similar entre la realidad y ficción al que hacía Cervantes. Pero también hay referencias a otras obras como El Paraíso Perdido de John Milton, la Biblia o a La Caverna de Platón. Gran parte de las reflexiones de la novela sobre las palabras, que no tenía mucho sentido reproducir en forma de diálogos o textos de apoyo, se ha adaptado y convertido en iconos. Sin duda es la parte que más se aleja de la novela, pero también la más sugerente por su enorme carga simbólica, ya que cada nueva lectura te ofrece un nuevo significado y la oportunidad de perderte en un nuevo detalle, en un nuevo símbolo.
La aparente sencillez narrativa de las páginas de Mazzucchelli es engañosa, ya que a pesar de usar en casi todas una cuadricula de tres por tres, una forma de expresar la cárcel en la que se encuentran los personajes y la que suponen las grandes ciudades. A medida que transcurren las páginas, esa estructura se va perdiendo de la misma manera que lo Quinn se va adentrando en la liberación de la perdida de cordura. El estilo no tiene nada que ver con el empleado en sus dos obras de superhéroes, ya que es una obra en blanco y negro con un estilo limpio y elegante que se ha despojado de gran parte de las líneas superfluas. Si bien no es correcto hablar de un único estilo, ya que vemos viñetas similares a grabados medievales, otras con collages, o algunas en que el dibujo de vuelve más esquemático como en las que aparecen el niño llorando. Dentro del enorme trabajo del dibujante hay que destacar como consigue trasladar a imágenes la conversación entre Quinn y Stillman, no solo por la forma de presentar a este último, sino por la carga simbólica de cada una de las secuencias de la escena. Un viaje al interior de su alma torturada. De la misma manera que en la novela la forma de narrar no es fija, sino que alterne en todo momento. El resultado global de la novela gráfica es un curso de Mazzucchelli sobre las infinitas posibilidades narrativas del cómic.
La ciudad de cristal ha tenido tres ediciones distintas en nuestro país, cada una obra de una editorial distinta. La primera fue La Cúpula que la editó en tres grapas en 1997 en su colección Brut Comix, es la mejor rotulada, aunque no tenía la introducción de Spiegelman que sí tienen las otras dos. Posteriormente en 2004 la editó Anagrama, que había publicado todos los trabajos de Auster en España, con un formato similar a sus libros que reducía en exceso el cómic, además de un papel que trasparenta bastante. Y la tercera apareció en 2017 y fue la elegida por Navona Editorial para inaugurar su sello Navona_Gráfica dedicado al cómic. Tiene un buen papel, pero a pesar de ser la que mejor está reproducida en general en mi edición la página 73 está bastante pixelada, además la rotulación es muy mejorable con una más discutible elección de tipografías, algunos textos fuera de los bocadillos y algún error ortográfico.
Paul Karasik y David Mazzucchelli hacen una adaptación fantástica de una obra tremendamente difícil de adaptar, enriqueciendo y complementado el original y dado una lección de las enormes posibilidades del lenguaje del cómic. Ojalá todas las adaptaciones fueran tan buenas y ambiciosas como esta. Una lectura imprescindible que no debe falta en cualquier cómicteca.
Guión - 10
Dibujo - 10
Interés - 10
10
Perfecta
Karasik y Mazzucchelli firman una de las mejores adaptaciones al cómic que se han hecho nunca.
Esto tiene pinta de adaptarse al cine por Nolan, no? 😀
Habrá que leerla, gran reseña