La búsqueda de la esperanza en un mundo oscuro.
«El equilibrio ya se ha roto, Primus de Mòor, por tu culpa.»
El comienzo de la historia nos transporta a la Edad Media de Francia, en concreto, al 31 de diciembre del año de gracia 999. Un día en el que a diferencia de lo que sucedió en realidad fue la antesala de un brutal apocalipsis al inicio del nuevo año que confirmo los temores más funestos de la época. Tras miles de años desde aquel suceso la Tierra se ha convertido en un lugar inhóspito para la humanidad que se ha visto diezmada por unas criaturas terribles que han evolucionado desde los animales que poblaban la tierra cuando sucedió el cataclismo. Los seres humanos se agrupan de nuevo en tribus nómadas que para poder sobrevivir tienen que moverse de un lugar a otro siguiendo a los animales que cazan y recolectando los alimentos que pueden, incapaces todavía de cultivar sus propios alimentos. Un anhelo que se convierte en el detonante de la historia y que llevará a Primus a tomar decisiones que alteren el orden establecido provocando un caos en el complicado y precario equilibrio en el que viven las diferentes tribus humanas con el que deberá lidiar su hija, Elaìne.
Esta premisa argumental tiene varios elementos de interés y alguno relativamente novedoso como la época elegida para el apocalipsis que dota a la obra unas reminiscencias medieval poco habituales. Sin embargo, en los últimos años hemos podido leer o ver infinidad de obras de todos los medios que nos presentan a la humanidad abocada a la extinción en un mundo postapocalíptico, así que encontrar una que brille con luz propia resulta bastante difícil. Pero no imposible. Si nos ceñimos al cómic europeo una de las mejores obras de ese género es la extraordinaria Jeremiah (Planeta Cómic) en la que Hermann lleva años reflexionando sobre la naturaleza humana mientras el entorno en el que transcurren las aventuras de sus personajes no deja de evolucionar. Pero no es la única obra destacada, ya que en los últimos años hemos podido disfrutar de dos obras enormes como La tierra de los hijos (Salamandra Graphic) de Gipi o Celestia (Salamandra Graphic) de Manuele Fior que nos demuestran que todavía hay mucho que decir en el género, si los autores tienen el talento, la ambición y las ideas necesarias para hacerlo. Por lo visto hasta el momento La edad perdida no alcanza el nivel de las citadas, ya que en este primer número prima la acción y la presentación del escenario donde van a transcurrir las aventuras de los protagonistas por encima de cualquier otra intención. No obstante, el tiempo nos dirá si estamos ante una obra que perdure en el tiempo o si, por el contrario, quedara en el olvido. Por lo visto hasta ahora, la intención de los autores es construir una historia interesante y solida sin mayores ambiciones, algo que sí logran pese a algunos problemas que presenta la historia y la construcción de alguno de los personajes.
Uno de los puntos a favor de esta puesta de largo es que, a diferencia de lo que viene siendo habitual en las últimas series de la de BD, en este primer volumen no es una mera presentación de los personajes principales y el argumento de la serie avanza bastante permitiéndonos descubrir la situación en la Tierra. Además de ver la organización de los humanos también podemos ver que se enfrentan a un mundo poblado por criaturas terroríficas evolucionadas de osos, toros o lobos que cazan a los humanos. La parte con más posibilidades de presentar una reflexión sobre la sociedad actual y hacernos pensar en la manera en la que podemos evitar que el mundo actual caiga en una situación parecida es la referente a la importancia de la agricultura y como Primus quiere conseguir que las tribus cambien sus costumbres, pero, por desgracia, esa idea queda en un segundo plano para centrarse en las peripecias de Elaìne, que hacia la mitad del álbum toma el papel principal del tomo y de la historia. Aunque es un personaje que tiene posibilidades, por el momento, apenas conocemos nada y se comporta como un personaje arquetípico más, con escasa profundidad. Algo que no sucede con Primus que es bastante más complejo y humano.
Gráficamente estamos ante una obra muy bien resuelta, pero que no llega al nivel de virtuosismo y grandiosidad visual que vemos en los dos álbumes de Elric en los que colaboro Poli. El álbum comienza con una secuencia inicial espectacular e impactante. Esa capacidad de impactar se mantiene a lo largo de todo el tomo que está repleto de viñetas panorámicas que nos permiten conocer el mundo donde transcurre la historia, en el que brillan los diseños de la fauna que lo habitan. El estilo es muy realista, pero sin que ello sea un impedimento para que los personajes resulten reconocibles a la primera y sean dinámicos y expresivos. Pero, sin duda, la parte más brillante de la obra es la paleta de color empleada por Bruno Tatti que dota a la obra de una atmósfera de peligro constante y opresión gracias a unos tomos oscuros que nos recuerdan que estamos en un mundo que ha sufrido un apocalipsis que ha cubierto el cielo de cenizas sumiendo a la Tierra en las sombras.
Como es habitual Yermo hace una edición de calidad, con buen tamaño y reproducción. Esperemos que el segundo álbum de la serie no tarde mucho en aparecer puesto que apareció en mayo en el país vecino.
En esta primera entrega de La edad perdida nos encontramos ante un trabajo resuelto con oficio que nos ofrece una interesante aventura en un entorno apocalíptico, pero que, por el momento, peca de falta de ambición para tratar de ofrecernos una obra que se salga de lo habitual en el género. Veremos por donde transcurren las siguientes entregas que marcaran la manera en la que se recuerde la serie de Jérôme LeGris y Didier Poli.
Lo mejor
• El color.
• La secuencia inicial.
Lo peor
• Es una propuesta con ideas interesantes y potencial, pero que no se atreve a salir de terrenos muy transitados ya.
Guión - 6
Dibujo - 8
Interés - 6.5
6.8
Incógnita.
Un primer número que deja ver más posibilidades que certezas.