En uno de los más interesantes diálogos de Superman Returns, el Hombre de Acero debate con su sempiterno amor Lois Lane, la necesidad de la humanidad de sentirse protegida por un salvador. Incuestionablemente, Superman es para su universo de tinta la representación material de un Dios sensible y bondadoso, que no duda en sacrificar altruistamente su existencia en pro del planeta. Desafortunadamente en este mundo real que habitamos, la presencia de un ser de habilidades y dedicación semejantes brilla por su ausencia, pero la participación de Superman en este aspecto tiene también peso en nuestro universo. En una era necesitada de símbolos, Superman se ha convertido por méritos mediáticos en la representación de unos valores claramente definidos. Una “S” estampada en el pecho, una silueta que surca el cielo, una fugaz estela azulada… consigue inspirarnos inmediatamente conceptos como el valor, la honestidad o el sacrificio. Superman es, por tanto, un icono.
Una conclusión en absoluto novedosa, cierto. Los estudios, investigaciones, debates, diatribas, discusiones, razonamientos, alegorías e hipótesis sobre el personaje han sido numerosas y extensas, además de abarcar temáticas y materias tan diversas como la teología (el Dios que mencionábamos antes y su relación con la humanidad), la sociología y la política (el impacto de un ser de sus características en la sociedad y en su más profundo status quo) el cine, del cual ciertos monólogos tarantinianos serían un buen ejemplo, y por supuesto el cómic, donde además de suponer la base definitoria del concepto de “superhéroe”, el personaje se está enfrentando a las continuas revisiones que sufre su identidad que parecen evolucionar al mismo ritmo que su convulso medio. Conclusiones unitarias de cada análisis aparte, este interés nos lleva a una inevitable conclusión: Superman ha roto las barreras de la iconoclasia y ha logrado convertirse en un neomito que atrae a todos los estratos de nuestra sociedad.
Superman es, sin embargo, la muestra perfecta de que esta atracción afecta especialmente a un grupúsculo en particular. Sin entrar en adjetivos extremos, estos “fans de élite” son un público especialmente meticuloso con el cuidado de los detalles. Estos seguidores expertos, minuciosos analistas, críticos dedicados y fanáticos iconoclastas, ponen especial interés en cada obra por el cuidado de los componentes más insignificantes del universo al que rinden pleitesía. Ciertamente esto los convierte en espectadores proclives a la insatisfacción de su extremada exigencia, pero al mismo tiempo les hace vulnerables a ser víctimas de su propia naturaleza. El respeto a ciertas obras, personajes y elementos dignos de su reconocimiento parece primar en último caso sobre otros factores artísticos de mayor importancia.
De este modo, los responsables de realizar nuevas obras con estos “clásicos” (en ocasiones de calidad cuestionable) como base, concentran acertadamente sus esfuerzos en satisfacer fácilmente al público más acomodado y en atacar con dureza los sentimientos de los más exigentes para debilitar de esta manera su incisivo juicio. La nostalgia se ha convertido pues, en el arma secreta de los nuevos creadores. Este maligno ingenio ha sido usado sin miramientos en remakes, continuaciones y adaptaciones de todo tipo, pero ha causado estragos principalmente en el cada vez más consolidado género de los superhéroes cinematográficos.
Cada vez que una de estas películas es estrenada, y en estos tiempos de relajada originalidad es a menudo, los bandos del debate parecen ser siempre los mismos: aquellos que alaban el film por su fidelidad a la obra nodriza y los que la critican duramente su deslealtad hacia el original. Los más recientes ejemplos de tan acaloradas disputas, y cito basándome en mi propia experiencia como instigador de alguna de estas contiendas, tienen a Superman Returns como fuente de inspiración. La mayoría comparan la obra de Singer con la de su antecesor Richard Donner, alabando o atacando la obra del adaptador moderno con el trabajo del veterano como único juez, ensalzando la película por su honrosa exaltación de la melodía compuesta por John Williams para sus también homenajeados créditos iniciales, destacando el trabajo de sus guionistas debido a la inclusión de diálogos y escenas ya tratadas en la película del 78, ennobleciendo el trabajo de Spacey por su similitud con el Luthor que encarnaba Gene Hackman o, por contra, desmereciendo el de la joven Kate Bosworth debido a su escaso parecido con la pizpireta Margott Kidder o la exuberante Teri Hatcher y ya, a otro nivel, despreciando el apagado tono de color que luce este nuevo Superman en sus vestimentas.
Seamos solidarios. En cierto modo estas reacciones tienen su lógica. La dedicación de este tipo de seguidor a sus ídolos es superior a la de cualquier otro. La sensación que le invade al ver materializado un mundo tantas veces imaginado es indescriptible, como también lo es la decepción tantas veces sufrida ante las numerosas injurias que ha debido presenciar. Aquí es donde surge la duda. ¿Hasta qué punto un simple homenaje hace valiosa una obra? ¿Debe imponerse la fidelidad al original a criterios cinematográficos tan importantes como la creación de una adaptación coherente con su género? ¿Tiene un peso crítico real esta religiosidad iconoclasta? ¿Realmente cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿Debe pagar un artista un tributo en forma de homenaje para dotar a su obra de credibilidad? ¿Pueden conjugarse con acierto fidelidad y originalidad?
¿Es necesario convertir continuamente la nostalgia en una enfermedad para nuestro criterio?
completamente de acuerdo con Pablo Gutierrez
A Pablo Gutierrez
Estoy de acuerdo.
La nostalgia es buena hasta cierto punto, no todo tiempo pasado fue mejor.
Vamos a ver, a mi me importa que se hagan buenas peliculas.
Si se hace una buena pelicula homenajeando lo anteriormente hecho, perfecto, y si se hace una nueva pelicula con nuevas ideas y con una nueva estetica, pues tb perfecto.
La nueva pelicula de superman esta muy bien hecha y me gusto mucho, y mi opinion hubiese sido la misma si hubiese visto esta pelicula sin haber visto las anteriores. Yo tengo 25 años y no soy friki de superman ni sus peliculas me marcaron tanto.
Sin embargo x-men 3 no me disgusta porque no se parezca en anda a sus dos predecesoras, sino simple y llanamente poque es la peor pelicula comercialq ue he visto en muchisimo tiempo
Para mi, la peor película comercial vista en muchooooooooo tiempo es Superman Returns… y encima CARA y PRETENCIOSA…
(al menos X-3 da lo que ofrece, acción, entretenimiento… y se hace corta)
la prueba es que Superman no va a superar la recaudación de X-men 3, y encima es muuuucho mas cara….
Yo quiero plantear otra pregunta, tangencialmente relacionada: en una película que adapta un relato previo, ¿es la fidelidad un criterio adecuado para evaluar una película como obra? ¿O tan sólo en cuanto que adaptación?
Hombre, yo creo que la película debe ser fiel al comic hasta cierto punto. Si cogemos, por ejemplo X-men, antes de ver la primera película podíamos esperar que los trajes fuese como en el comic, todos llenos de color, pero al ver los que se utilizaron y después del choque que supone verlos así disfrazados, pues te das cuenta de que si apareciesen como en el como, podría ser una orterada.
P.D: Espero que mi punto de vista haya quedado claro, no sé si me habré liado un poco 🙂
Un saludo.
NO SIRVE
PORQUE EL TYITULO NO TIENE COOERENCIA
AUTOR NO SUENA LA M
ES TONTA HISTORIA