Avalon es el nombre de una joven humana que vive en un mundo lejano y extraño. Ha sido criada por una manada de grandes felinos, parecidos a los tigres de dientes de sable de nuestra prehistoria, que están dotados de habla. A lo largo de su vida, durante una estación al año, se separaba de su familia adoptiva para ser educada en los caminos de la otra parte de su herencia, la humana, y por mediación de quien acabaría siendo su mentor, un anciano mago motero llamado Merlín, recibió enseñanzas y experiencia vitales de los Monjes blancos de Caledia, de la Sacerdotisa de los Templos Tallados o de los Juglares de Thoralia, que le fueron moldeando en una excelente, pero gentil y sabia luchadora. Sin embargo, siempre acababa volviendo con quienes siente su auténtica familia, a los territorios salvajes que habitan.
Sin embargo, ha llegado el momento de su despedida definitiva, y Avalón debe dejar atrás a sus seres queridos y embarcarse con Merlín en un viaje en el que, además de liberar esclavos, se unirá a un pequeño grupo de los más selectos y legendarios guerreros de su mundo. El objetivo de todos ellos es ganarse el honor de ser designado por la Reina Duende, tras las pruebas que ésta establezca, como el portador de una espada cuyo inmenso poder alterará el equilibrio de la magia de ese mundo.
Y la necesidad apremia para que ese elegido blanda tal poder: Los Centinelas del Templo, una tecnológicamente avanzada milicia venida de otro planeta, dirigida por un tal Morgan, van a establecer una alianza con el Clan Rojo del bárbaro caudillo llamado Ourgon. Y su primer objetivo serán los muros fortificados de Caledia, donde, recordemos, Avalon ha pasado parte de su vida y establecido importantes lazos afectivos.
La Espada de las Eras es la primera obra como autor completo del artista chileno Gabriel Rodriguez, dibujante de la merecidamente aclamada Locke & Key. Publicado originalmente en Estados Unidos por IDW Publishing en forma de miniserie de cinco números, este notable trabajo pretende ser el primer ciclo de una trilogía en la que Rodriguez reimagine en clave de fantasía y ciencia ficción los mitos artúricos, con influencias patentes de autores de cómics como las reconocidas de Moebius, Hermann o Katsuhiro Otomo, o algunas que uno cree reconocer como la de P. Craig Russell o, en el campo de la animación, la de la obra de Hayao Miyazaki para su Estudio Ghibli. Rodriguez menciona en los agradecimientos también expresamente el ineludible referente reinventando los mitos artúricos para el noveno arte de por supuesto Hal Foster, y su colosal Príncipe Valiente. Y añadiría que también hay una pequeña pizca de El Libro de la Selva de Rudyard Kipling que se solapa con la mencionada sombra de Miyazaki, en concreto en su La Princesa Mononoke, para la construcción del personaje principal de Avalon.
Rodriguez cuenta en la entrevista que se incluye al final de este tomo en tapa dura publicado por Norma, que siempre le han fascinado esos mitos de Camelot en todas sus variantes, desde el de Mallory al de Boorman pasando por el de White, y quizás cuando se planteó afrontar el cometido de escribir el guion de una obra propia (ardua tarea considerando que los diálogos debían aparecer en inglés, idioma que no es el nativo del chileno, y que debían leerse bien) tiró de ellos para encontrarse totalmente cómodo y dar lo mejor de sí mismo. Su idea original era que todo transcurriese en La Tierra, en un entorno postapocalíptico a lo Mad Max en el que la espada Excalibur volviese a aparecer, pero terminó desechándola por considerar que quizás hacer una secuela de la historia original era menos interesante que dar rienda suelta en una reinvención plena. Una buena elección, ya que además de cristalizar ese interés, quizás esa naturaleza de segunda parte futurista, de algún modo hubiese hecho la obra un tanto similar por premisa al Camelot 3000 de Mike W. Barr y Brian Bolland.
Los resultados son francamente buenos: La Espada de las Eras, aparte del buen hacer al dibujo de su autor, cuenta con una historia de proporciones épicas, notablemente ejecutada. Tiene reparto bastante coral, con múltiples facciones, y escaso espacio para contar muchas cosas, pero a pesar de ello el tratamiento de personajes no se diluye demasiado. Aparte de Avalon, la protagonista y lógicamente la más desarrollada, los numerosos secundarios que aparecen se sienten tridimensionales: sus camaradas Trystan, Lancer y Gawyn suenan con distintas voces y las acertadas pinceladas que se nos dan sobre ellos consiguen que cada uno nos mole, que queramos saber más de ellos. Los oponentes, a pesar de su crueldad y sus traiciones, no caen de lleno en el maniqueismo buenos-malos, y por ejemplo Morgan quiere abolir la esclavitud de ese mundo, traerle progreso, erradicar la superstición. A su teniente Solt le preocupan las bajas civiles de sus avances militares, y no soporta el deje sádico que observa en algunos de sus hombres. La valerosa y competente hija de Ourgon, a pesar de serle leal a su progenitor y a su tramposo y cruel (quizás necesario, en el entorno en el que debe sobrevivir su gente) código de conducta, resulta muchísimo más cabal que él.
Y la epopeya es francamente grandiosa, con dos números USA de los que componen el tomo dedicados íntegramente a plasmar una grandiosa batalla de múltiples frentes que van convergiendo, narrada con un ritmo apasionante, sin saturar lo más mínimo a pesar de su extensión. Rodriguez cuenta que tuvo que planificarla de manera meticulosa, trabajándose modelos 3-D de los escenarios, y teniendo muy en cuenta las referencias visuales de viñetas anteriores para mantener la coherencia gráfica y que el telón de fondo donde se desarrolla se sintiese real y vivo. Y todo ello adornado con luchas más grandes que la vida, con varios ejércitos chocando, con bestias de guerra gigantescas, con maravillosas monturas aladas parlantes.
Todo ello suma un tebeo magnífico, con el apartado visual que podíamos esperar del dibujante de aquella revisitación del Little Nemo de Windsor McKay que escribiese Eric Shanower, apoyado en los colores por toda una leyenda del cómic USA en esas labores como es Lovern Kindzierski. Quizás, por poner alguna pega, hemos de confesar que a veces las figuras de Rodriguez se nos antojan algo estáticas a pesar de todo el movimiento en el que se encuentran inmersas. Y que en el primer número USA se nota que no está demasiado suelto en las tareas de escritura y que la cantidad de texto puede resultar un pelo excesiva. Pero considerando todo el trasfondo que era necesario contar para embarcar al lector en esa historia y ese mundo, y la acentuada curva de aprendizaje que exhibe en los siguientes episodios, es muy muy complicado quejarse.
El tomo se completa con una amena introducción de Joe Hill, su guionista en Locke & Key, y una enorme cantidad de extras: bocetos, portadas, diseños, y la mencionada entrevista profundizando en la concepción de la obra. Y nos deja con ganas, muchas ganas, de leer los dos siguientes argumentales que el chileno tiene programados. Esperemos que caigan pronto en nuestras manos.