Familias partidas en dos por el paralelo 38.
«No podía quitarme de la cabeza la última imagen de mi marido y de mi hijo.»
Aunque en España ya había aparecido un año antes El árbol desnudo (Ponent Mon), la adaptación de la novela del célebre escritor Park Wan-seo que trataba sobre la guerra de Corea de la década de los cincuenta que dio como resulta la separación en dos del país, no ha sido hasta el año 2022 cuando los lectores españoles hemos reparado en Keum Suk Gendry-Kim gracias a la publicación de Hierba (Reservoir Books), sin duda uno de los mejores cómics que aparecieron el pasado año en nuestro país. En Hierba la autora nacida en 1971 en la ciudad de Goheung en la provincia de Jeolla (Corea del Sur) abordaba la desgarradora historia de las mujeres coreanas que durante la Segunda Guerra Mundial fueron raptadas por el ejército imperial japones para ejercer como «mujeres de consuelo”, una forma eufemística de llamarlas cuando en realidad eran esclavas sexuales. Según la fuente consultada la cifra de afectadas varía entre 20.000 y más de 400.000. Un trabajo que tomaba como base la historia real de Lee Ok-Sun, una coreana que había sido una de las víctimas de uno de los pasajes más oscuros y desconocidos de la historia reciente de la humanidad. El impacto de la obra fue tan grande en todos los países en los que apareció que le sirvió para cosechar una enorme cantidad de críticas positivas que establecían justificadísimos paralelismos con obras maestras del medio como Maus de Art Spiegelman o Persépolis de Marjane Satrapi y que la llevaron a ganar una ingente cantidad de premio por todo el globo entre los que destacan el Harvey Award, Krause Essay Prize, Cartoonist Studio Prize, Big Other Book Award, YALSA Book Award, Prix Bulles d’Humanité, entre otros. Tras ese enorme éxito, estaba claro que su siguiente trabajo La espera (Reservoir Books) aparecería pronto en España. Este nuevo trabajo de la autora coreana es convierte en la segunda parte de una trilogía, iniciada con la ya citada Hierba, en la que va a revisitar la trágica historia de Corea durante el siglo XX, enfatizando en la de las personas más vulnerables que sufrieron en primera persona esos convulsos años marcados por la estupidez de la guerra y la miseria.
En La espera conocemos la historia de Gwija, una anciana de 92 años que vive en Corea del Sur y que lleva años soñando con reencontrarse con su hijo mayor con quien perdió el contacto en 1950 al comienzo de la guerra de Corea. El conflicto provoco que toda la familia emprendiera una desesperada huida de Norte al Sur del país tratando de escapar de los combates entre los comunistas y los estadounidenses. En el camino, Gwija y su hija pequeña se separaron de su hijo y su marido perdiendo definitivamente la pista tras el establecimiento de la frontera entre las dos Coreas en torno al paralelo 38, que convirtió la zona norte en un bunker impenetrable cuando finalizo el conflicto. Como ellos hubo cientos de miles de familias, más de 132.000 según Corea del sur, que quedaron separadas para siempre sin saber si sus seres queridos habían sobrevivido y en caso de hacerlo en qué condiciones. Una situación que ya dura más de setenta años y que, pese a las gestiones de la Cruz Roja durante años por conseguir que esas familias se reencontraran, ha provocado que muchas personas hayan vivido durante años con incertidumbre y con una perenne sensación de perdida y tristeza. La novela gráfica no nos retrata únicamente ese momento, ya que, a través de su hija, una escritora de mediana edad, conocemos la infancia de Gwija, sus condiciones de vida en esos años además del comienzo de la guerra, su penosa huida y la manera en la que trato de rehacer su vida y superar el dolor por la separación de su marido y su hijo.
A diferencia de lo que sucedía en Hierba que era la historia real de Lee Ok-Sun, la historia que Keum Suk Gendry-Kim nos cuenta en La espera es una ficción construida gracias a las entrevistas mantenidas con varias personas, incluida su propia madre que lleva setenta años esperando para reencontrase con su hermana, que le sirven para narrarnos una historia ficticia pero asentada firmemente en la realidad que entremezclan los testimonios reales que la autora recogió junto con otros que ha conocido por otros medias. Así consigue crear una historia ficcionada, pero muy realista, de manera que ninguna de las personas que entrevisto tengan que revivir esos momentos de nuevo haciendo que su caso no sea reconocible y evitando a que sus familias norcoreanas tengan que afrontar alguna posible represalia por parte del régimen de Pyongyang. Un fiel reflejo de una situación real que traumatizo a una generación de coreanos que conocieron el país cuando todavía era solo uno y que siguen aguardando el reencuentro, pero que cada vez son más mayores y van desapareciendo. Así que trabajos como este son necesarios para que lo que sucedió no caiga en el olvido, ya que, por desgracia, todavía vemos a diario conflictos, como el sirio o el más reciente en Ucrania, que generan situaciones de masivos desplazamientos de personas que puede provocar situaciones muy similares.
Gwija no tiene heridas físicas que le recuerden sus padecimientos como le sucedía a la protagonista de Hierba, pero sí que tiene que hacer frente al terrible daño emocional que le genero la perdida teniendo que convivir a diario con unos remordimientos y una duda que han marcado toda su existencia. Una realidad muy dura que Keum Suk Gendry-Kim retrata sin ninguna complacencia y con una sensibilidad exquisita, huyendo de cualquier tipo de sensacionalismo barato y burdo. Evidentemente, la obra está repleta de momentos duros y a lo largo de la obra vemos las muerte, desesperación y destrucción con momentos terribles con niños abandonamos y, en particular, cuando la protagonista descubre que ha perdido a su marido e hijo, pero la manera cadenciosa de contarlos de la autora surcoreana hace que nos metanos en su piel y experimentemos ese momento de desgarro en primera persona. De la misma manera que controla a la perfección la forma de narrarnos los dantescos encuentros que se ha producido entre familiares separados bajo los auspicios de la Cruz Roja en los últimos años en los que podemos ver el problema que se les presenta a los surcoreanos que sienten que deben darles todo el dinero posible ante las penalidades que pasan en Corea del Norte, además de la profunda tristeza ante lo breve de esos encuentros y la certeza de que posiblemente no volverán a ver sus familiares en otro ocasión ni sabrán de ellos.
Como sucede en su anterior trabajo, esta obra se convierte en un sentido y necesario homenaje a las mujeres coreanas que ante las vejaciones constantes a las que han sido sometidas por parte de ejércitos extranjeros, gobernantes propios y una cultura machista que las condenaba a ser ciudadanas de segunda y que hasta hace relativamente poco también sufrían la discriminación de sus propias familias que no las dejaban estudiar, pero, pese a todos esos obstáculos, nunca se han dejado vencer. Un admirable ejercicio de resiliencia que nos enseña que no hay que dejar que los derechos conquistados durante años de luchas y padecimientos no sean robados por los sectores más reaccionarios y rancios.
Aunque la obra nos habla sobre todo del pasado de Corea, gracias a la hija de la protagonista también hay espacio para hacer una crítica de algunos aspectos de la actualidad de Corea del Sur que son extrapolables al resto del mundo como la especulación inmobiliaria o la soledad en la que dejamos muchas veces a nuestros mayores. Y, de manera más velada, también se puede ver una crítica a los medios de comunicación más amarillistas reflejados en el programa de la televisión surcoreana Busco a mi familia separada que en los años ochenta se hizo inmensamente popular buscando a familias separadas y al que recure la familia de la protagonista, tal y como hizo la madre de la autora.
Gráficamente nos encontramos ante una obra en la que se pueden ver tanto la influencia del cómic oriental como del cómic europeo de la misma manera que vemos en la reciente La joven y el mar de Catherine Meurisse, y es que no hay que olvidar que Keum Suk Gendry-Kim vivió y trabajo durante muchos años en Francia. Durante la obra vemos como el trazo fuerte y vivo de su pincel y las masas de negros son capaces de hacer convivir imágenes más abstractas que nos evoquen los sentimientos que azotan los protagonistas y junto con otras más realistas de los paisajes naturales más bellos, pero también de las atrocidades que sucedieron en la guerra, aunque sin recrearse en ellas. Una mezcla perfecta que se combina una enorme capacidad para manejar el ritmo narrativo sabiendo cuando es necesario ralentizar la narración para dotar al mensaje de mayor potencia y cuando dejar que fluya de manera natural. Un trabajo enorme que nos vuelve de demostrar que estamos ante una narradora privilegiada.
La edición de Reservoir es exactamente igual a la que emplearon en Hierba, esperemos que en el futuro próximo nos traigan otras obras de Keum Suk Gendry-Kim como Jiseul, Jun y Temporada de Lluvias.
La espera no es una continuación al uso de Hierba, pero sí que se trata de una obra que prosigue la narración de los momentos más terribles de la historia de Corea en el s. XX. Así que en este nuevo trabajo se siguen observando las cualidades que convirtieron a Hierba en uno de los cómics más celebrados del pasado año. Un cómic necesario, duro, sensible y honesto que será uno de los grandes cómics de este 2023 en el que Keum Suk Gendry-Kim homenajea a las mujeres de su país y nos recuerda que la mejor forma de evitar que el pasado se repita es conociéndolo.
Lo mejor
• La valentía, honestidad y crudeza con la que Keum Suk Gendry-Kim nos retrata la historia.
• La secuencia en la que los caminos de Gwija y su marido se bifurcan para siempre.
• La capacidad para transmitirnos las emociones de los personajes.
Lo peor
• Que nos cuente unas historias que seguramente se reproducirán en el futuro, aunque, tal vez en otro lugar.
Guión - 9
Dibujo - 8
Interés - 9.5
8.8
Memoria histórica.
La espera confirma a Keum Suk Gendry-Kim como una de las grandes autoras del momento gracias a una historia extraordinariamente narrada que nos enseña uno de los sucesos más dramáticos de la historia reciente de Corea con unas cicatrices imposibles de suturar.
Por fin lo he leído. Que preciosidad. Gracias por esta reseña que me animó a comprarlo.