La espinaca de Yukiko

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Edición original: L’epinard de Yukiko (Ego comme X, 2001).
Edición nacional/ España: La espinaca de Yukiko (Ponent Mon, 2003).
Guión y Dibujo: Frédéric Boilet.
Color: B/N.
Formato: Tomo en rústica, 144 páginas.
Precio: 15€.

 

Dentro de la etiqueta del slice of life hay una -llamémosle- corriente que se centra en los encuentros amorosos per se, sin adornarlo demasiado de otros aspectos cotidianos, una especie de “memorias eróticas”, como diría el gran escritor Francisco Umbral, solo que, por la esencia más concreta y visual del cómic, se concentran en una mujer o en un período breve de tiempo en vez de abarcar años o incluso décadas, como los compañeros novelistas. El dibujante francés Frédéric Boilet, quien ya probó las mieles de la autobiografía con el guionista Benoît Peeters en Love Hotel (1993) y Tokio es mi jardín (1997, aquí también con la colaboración del maestro Jiro Taniguchi), tomó buena nota para su primera aventura en solitario, que es la que nos ocupa. Un brevísimo romance con una joven, Yukiko Hashimoto, a quien conoce en una galería de arte, y que le servirá como modelo voluntariamente para el cómic, le vale para un bello análisis en 140 páginas sobre la fugacidad de los instantes.

Boilet es un tipo con talento. Aquí ya hablamos de él -indirectamente- cuando tocó reseñar la estupenda Barrio Lejano, de Taniguchi. Afincado en Tokio desde 1998, su estilo de dibujo tiende un puente entre la tradición realista que asociamos a los álbumes franceses (sobre todo históricos), para el que se vale de referencias fotográficas y apuntes del natural, con la cinética propia del manga, depurada en el gusto por los fondos trabajados y en el predominio de la narración mediante gestos (naturales, sin embargo, gracias a los sketch a mano alzada; es decir: prescindiendo de la tendencia deformante del manga comercial). Es lo que ha denominado Nouvelle Manga, movimiento que abandera desde 2001, quien sabe si añorando la Nouvelle Vague cinematográfica de Godard y compañía. Con todo, lo más audaz de este trabajo es el punto de vista. El 90% de las páginas reproducen la visión subjetiva del autor, por lo que su rostro sólo debería mostrarse en fotografías, vídeos, espejos u otras superficies reflectantes. Sin embargo, Boilet no es del todo riguroso, al contrario que propuestas como la hollywoodiense La dama del lago (R. Montgomery, 1947) o la intimista En mis ojos, de su compatriota Bastien Vivès. De vez en cuando, y buscando un mejor efecto expresivo, recurre a viñetas que se abstraen de ese enfoque (por ejemplo: el beso en el parque de la página 29 o la presentación de Yukiko a los amigos entre las páginas 79 y 84).



La historia tiene un marcado sesgo erótico, pero antes de seguir he de advertir que el título no es metáfora de nada sino que nace de la confusión del protagonista entre las palabras japonesas para designar espinaca (hôrensô) y ombligo (o henso), que es lo que realmente quería decir. Las sencillas anécdotas se basan en la sensualidad, pero también en el choque cultural entre Europa y Japón, fundamentalmente idiomático, en lo que respecta a Boilet. El autor persigue cada movimiento, cada expresión, cada pose, queriendo atrapar la vida, con la obsesiva persistencia de quien sabe que el presente ya es pasado en su cuaderno de notas, transformado en recuerdo y muriendo poco a poco. Como todos los artistas merecedores de serlo, idealiza las pequeñas imperfecciones, llegando a la conclusión inevitable -estaba, también, en Arlerí– de que son estos deslices de la naturaleza lo que nos hacen únicos e irrepetibles, más allá de mudables cánones estéticos forjados por el hombre.

El mérito del álbum radica en la desconcertante naturalidad y desvergüenza con que Boilet aborda ese amorío casual e intrascendente, convertido en una sucesión de estampas verosímiles. Esa mano que recorre el cuerpo de la amada ha sido alguna vez nuestra mano, esa mancha de varicela (o esa arruguita o ese lunar) ha sido alguna vez nuestro reino, esa copa de licor ha sido, también, bebida alguna vez ante nuestros ojos. A través del trazo de Boilet, Yukiko, tan personal e intransferible, atesora, al mismo tiempo, algo de todas las mujeres que hemos amado, de las palabras que se dicen y de los elocuentes silencios, de las miradas francas, de las miradas esquivas; siempre, después, el detalle, lo único que no se ha perdido con el correr del tiempo. El bello epílogo, esperanzador, un poco canalla, nos recuerda que las cosas acaban pero también empiezan, que la vida sigue.



Boilet comprende la mecánica del encuadre. Entiende que la repetición de un esquema de cuadrícula hace que el ojo se habitúe (como en el cine) y no busque la variación en la página sino en el movimiento de las figuras. Cada secuencia tiene su propia plantilla y, así, cada aproximación es distinta y convincente, pero siempre natural, con un cierto efecto “cámara en mano”, incluso en los ocasionales desenfoques. El trazo, un poco quebrado a veces, es certero, pero el secreto de su potencia gráfica reside en los grises aplicados por ordenador, buscando un difuminado cuasi fotográfico. Al final, La espinaca de Yukiko no es sino una suerte de diario de viajes evolucionado a cómic, con dibujos que son momentos y descartes en el papel pautado de las agendas. Satisfecho con los resultados, Boilet repetiría experiencia en su siguiente obra Mariko Parade, en colaboración con la mangaka Kan Takahama.

En 2003 La espinaca de Yukiko llegó a España de la mano de Ponent Mon en un cuidado (y recomendable) álbum en rústica.

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katmudah
katmudah
Lector
2 julio, 2013 10:50

¿Este comic no es la continuación/complemento de Fresa y chocolate, de Aurelia Aurita? ¿Dos autores echan un polvo y cada uno lo cuenta a su manera?. De aquí a Telecinco hay un paso…

Mr. X
Mr. X
Lector
2 julio, 2013 11:00

La espinaca… me lo pillé saldado por… bueno, no lo recuerdo, pero eran menos de diez euros. Me gustó más el de Bastien Vives que citas –En mis ojos (ese lo saqué de la biblioteca), pero no deja de ser muy recomendable, sobre todo a nivel visual.

Mathieu
Mathieu
Lector
2 julio, 2013 14:15

Pues a mi me parecen fotos repasadas en el photoshop. No me gusta.

Por otro lado, me pillé en France el último de Vives (antes no he leido nada), una macarrada llamada Last Man. Muy entretenido.

Pd: hay que ver que montón de manga se publica en Francia.

Mabaros
Mabaros
Lector
2 julio, 2013 15:55

Samanosuke, «Ellas» es de Vives, no de Boilet.

Kurt
Kurt
Lector
3 julio, 2013 0:02
mespinpe
mespinpe
Lector
3 julio, 2013 11:57

Ellas de Boilet es malísimo, de acuerdo. Pero es que tuvo la mala suerte de empezar con el PEOR tebeo de este autor, La espinaca de Yukiko, o Tokio es mi jardín (para los melindrosos con las referencias fotográficas demasiado obvias) son GENIALES.

Mabaros
Mabaros
Lector
4 julio, 2013 15:57

Ok ok ..mea culpa 🙂 me equivoqué Gracias por la info Kurt