La formidable invasión mongola

 

Edición nacional/ España: ECC Cómics.
Autor: Shintaro Kago
Formato: Rústica con sobrecubiertas. 196 páginas. B/N
Precio: 11.95€

 

Shintaro Kago, guste o no, es uno de los pocos mangakas con de personalidad y estilo únicos que se publican (y venden) en España. Es por eso que su vuelta a las tiendas con una obra nueva es tan importante: más allá del gusto personal de cada uno, la noticia es buena porque su trabajo se presenta como un pequeño atisbo de originalidad en un mercado repleto de obras que se copian las unas a las otras, obras creadas con el único propósito de no ser canceladas en su revista de publicación. Dicho esto, puedo ir al grano: La formidable invasión mongola no es el mejor Kago que hemos leído en español. Está muy lejos de impactar tanto como la experimentación de Reproducción por mitosis o Fraction, que en esta obra no está presenta, pero sin duda llega a interesar todo aquello en lo que Kago se sigue esforzando: el humor, la sátira, lo grotesco.

La formidable invasión mongola es una interesante aproximación y reelaboración de la historia mundial que posee las características de obras etiquetadas bajo el término Metaficción Historiográfica. Acuñado por Linda Hutcheon, se refiere a obras de escritores como Thomas Pynchon o Robert Coover, autores de novelas históricas (en cierto modo) que pretenden cuestionar la veracidad del pasado mediante una recreación de sus hechos desde un punto de vista diferente. De una manera mucho más simple, Shintaro Kago crea los caballos mongoles, una herramienta que revolucionaría el mundo y que ayudaría a Gengis Kan a crear su imperio. Estos caballos son manos humanas extirpadas de gigantes a los que las extremidades no paran de reproducirse. Su descubrimiento supondrá durante muchos años la fuerza motriz del imperio mongol y sustituirá (o evitará) la aparición de otros inventos: el vapor, el automóvil, los tanques. Según el cómic avanza, vamos viendo cómo los caballos mongoles ocupan su posición en la civilización moderna, y se nos presenta así la interacción de estos con personajes reales tan interesantes como Vasco de Gama, Henry Ford, James Watt hasta llegar a la Primera Guerra Mundial, donde acaba el tebeo. Tal vez, en este punto, la obra queda algo coja, pues es un final un tanto abrupto y que perfectamente podría haber continuado o haber terminado unas páginas antes.

A base de esta recreación de la historia, Kago nos muestra una sátira, sobre todo política y capitalista, de una sociedad egoísta y corrupta: tenemos a un magnate como Henry Ford, totalmente desquiciado y obsesionado con su fortuna; una guerra absurda en la que la batalla en trincheras se convierte en una masacre injustificada en la que los caballos mongoles son utilizados para su perpetración. Estos caballos, débiles a los pocos días de ser cortados, necesitan un combustible: sangre vacuna, y para ello no se dudará en matar a miles de estos animales para extraer el líquido. Este egoísmo, este uso indiscriminado del bien animal y humano como meras herramientas es algo que impacta por su naturaleza despiadada, pero que no nos es extraña si se compara con otras atrocidades a las que estamos acostumbrados. Esta obra, por tanto, nos ilumina sobre todo ante aquello que el ser humano, por su propio y egoísta bien, realiza sin remordimiento: el sinsentido de la guerra, la explotación animal, el salvaje capitalismo.

El resultado es una obra repleta de humor –Kago no reniega de lo que lo hace único– pero con un autor mucho más moderado: no podemos considerar esto como un Ero-guro, y aunque ese componente grotesco sigue presente, el juego con vísceras y excrementos es mucho menos importante y perceptible. Kago se centra más en la representación de una sociedad que, a pesar de la revolucionaria llegada de los caballos mongoles, no cambia en absoluto: el comercio con la India, la Primera Guerra Mundial, el Crack del 29, y con ellos sus avances y con este su inevitable sacrificio.