Edición nacional / España: La gran patraña, abril 2016, ECC Cómics.
Guión: Carlos Trillo
Dibujo: Cacho Mandrafina.
Formato: 128 páginas a color editadas en cartoné.
Precio: 16,95 €.
Pues ante todo, remarcar mi ignorancia y aplaudir las recomendaciones de los colegas, en este caso la del amigo Agrafojo, joyero mayor del reino negativo, quien no dudó en ladrarme que me la llevara, que era de lo mejor que se había reeditado este año. Y no se equivocaba, no, y no suele hacerlo. Por supuesto que conocía a Carlos Trillo, pero de entre la marabunta de novedades no me había percatado de esta reedición. No conocía la obra, no puedo dármelas de conocedor de absolutamente todo, ojalá. Pero sí que puedo describir lo que supuso zambullirse en esta declaración de amor al noir.
Con el envoltorio más llamativo, el dibujo de Mandrafina, La gran patraña nos narra justamente eso: la historia de una gran mentira, seguida por muchos y que acabará con la vida de otros tantos. Y justamente, googleo, recibió Trillo el premio a mejor guión en Angulema en 1999. Porque pocas obras recuerdo donde esqueleto y piel funcionan tan bien y bailan con tanto tino. Es justo empezar por el guión no solo por el citado premio, ni tan siquiera como homenaje a las más de cinco décadas que lleva Trillo escribiendo. Solo eso debería callar muchas bocas y poner a los jóvenes a atender y a aprender. Es justo empezar por el guión porque, pese a la apariencia trillada de género que desprende la premisa, esta es una auténtica vuelta de tuerca formal que la convierte en una rara avis de aplauso. Vamos por partes. La premisa: una joven llega a un tugurio en busca de un detective privado en horas bajas. Está siendo chantajeada y necesita que la protejan, que la defiendan. Y hasta aquí puedo leer. ¿Os suena, no? Cualquier seguidor de Marlowe, Thompson o Hammett chistaría en un pitch de semejante argumento. O lo recibirían con los brazos abiertos, quizá. Lo que es seguro es que lo anterior es un cliché como la copa de un pino. Pero claro, si batimos un poco la mezcla y comento que no estamos en Chicago o Nueva York sino en la capital de La Colonia, una nación inventada que representa lo peor de las repúblicas bananeras –sin faltar-, que la joven juega con supercherías cristianas muy arraigadas al pueblo y aparecen personajes inolvidables como el mortífero Iguana, la salerosa dueña del burdel o un escriba lenguaraz y afeminado afín al régimen, la cosa va ganando en personalidad. De intriga política va la cosa entonces, de reflejar la injusticia de los regímenes totalitarios, la necedad de la incultura y el arrastre mortal a la que nos lleva la lujuria, estos sí, tótems temáticos del género negro. Pero este twist sudamericano lo acerca, mentando a la así autodenominada alta literatura, al realismo mágico. Imagino que estos destellos del fantástico serían considerados como mero pastiche de serie B si estuviéramos hablando de un pulp anglosajón al uso, pero el entorno manda y resulta, ay mi ignorancia, que mezclar fantasía tangencial con cultura latina nos lanza de cabeza a ese realismo mágico. Decidid vosotros.
Lo que sí es una certeza es lo que se ve claro. Trillo no desarrolla la trama en tres o cinco actos, o sí, sino que usa la figura de un grupo de narradores particulares, quienes, como un coro del teatro griego, no solo cuentan la historia desde su punto de vista, sino que aportan sus opiniones, mayormente puñaladas verbales, al conjunto de la historia. Esto le da un punto cálido al tebeo, cercano, de tan cercano que resultan siempre las pinceladas de humor, pues la lengua de estos narradores llena la historia de chismes, chascarrillos, mofas, aligerando el tono habitual del noir, tan tendente a la autodestrucción, la frialdad o el cinismo. Los narradores te lo cuentan como lo haría un amigo, uno muy ingenioso, que disfruta de los vaivenes de la trama, a pesar, o quizá debido, a formar parte de ella. Y en vez de diluir la incertidumbre o robar verosimilitud, ese trato de tú a tú genera un interés inusitado por lo que sucede. Aderécese lo anterior con lo mejor del género y, repito, con una nada oculta crítica sociopolítica, y tendremos un caldo digno de las mejores bodegas.
¿Se quedaría cojo el guión con un mal dibujo? Puede. Pero el caso es justo el contrario. Si hablamos en los anteriores párrafos de Rulfo y Hammett para describir el guión, para hablar del dibujo de Mandrafina hay que toser, aclarar la voz, reflexionar un poco y callar un minuto para profesar respeto. ¿Hecho? Hecho. Lo de Mandrafina es un escándalo. Hace tiempo que no disfruto tanto del trazo de un dibujante. Limpio y claro cuando tiene que serlo, parco en líneas cuando hace falta, sucio y oscuro si lo requiere el cuadro. Y así todo. En sus viñetas veo a los grandes. Veo a Raymond, veo a Bernet, a Eisner, a Buscema y a Pratt, veo a los mejores con el lápiz, a Ortiz, a Font, a Muñoz, a Breccia, y paro de contar, que estoy perezoso y la cabeza no me da más. Pero imagino que me iréis pillando: control del encuadre, dominio de la perspectiva, equilibrio de las tintas, aplauso para la figura humana y un amplia capacidad para reflejar las emociones faciales. Una de esas delicias que puedes ojear durante horas si de ese tiempo dispones. Vamos, una maravilla.
Si no te he convencido ni tan siquiera para echarle un ojo al tebeo, ¿qué te pasa? ¿Has vendido tu alma al diablo? Ten cuidado no manden al inmortal Iguana a por ti. Es infalible. Te encontrará. Y si pilláis mucho este álbum, imagino que ECC tendrá el buen gusto de reeditar el spin off de este personaje, inencontrable a día de hoy.
¡Gracias de nuevo, señor Agrafojo!
Guión - 8
Dibujo - 8.5
Interés - 8
8.2
Gran guión, gran dibujo, gran tebeo.
Genial reseña como siempre Rául.
El cómic tiene muy buena pinta y ya le había echado un ojo en la librería, pero después de tu recomendación creo no habrá duda que se vendrá conmigo para casa la proxima vez
Muchas gracias, Alejandro. Estoy convencido que te gustará.
Gracias, Raúl! Es un tebeazo. Iba sobre seguro. 😉