El ser humano es libre. Libre de tomar sus propias decisiones, de ir de un sitio a otro, de controlar que hace y lo que no… Somos libres de espíritu, pero esclavos de la carne, de nuestro propio cuerpo, de nosotros mismos, de nuestras emociones y sobre todo de la sociedad en la que vivimos. Una esclavitud que nos rodea, nos controla y nos atrapa casi sin darnos cuenta. El ser humano vive una vida de libertad enjaulada. Y es de eso de lo que trata La Hora Bruja.
Sus autores,
El objetivo es loable, profundo, interesante y está lleno de intensas reflexiones que parten de situaciones aparentemente normales que se tornan anormales o mejor aún, anómalas, según los parámetros sociales de lo que está bien y lo que está mal. La lectura de este tomo, que recopila la miniserie original de Vertigo, resulta desconcertante. Por un lado, tenemos una sucesión rápida de personajes (en ocasiones algo vacíos y poco caracterizados) que conocemos a golpe de viñetas, saltando de un lado a otro, sin terminar de concretar qué es exactamente lo que están planteado y hacia donde nos quieren llevar los autores. La obra está plagada de brillantes conceptos, de ideas y reflexiones fugaces que invitan a madurarlas internamente, pero cuesta mucho entrar en la propia historia que se muestra caótica en el tramo inicial. Uno no sabe si es algo premeditado o es fruto de una mala planificación narrativa. La verdad es que, si hubiera que apostar por algo, lo primero es lo más razonable ya que permite crear una enorme sensación de inseguridad, de incertidumbre, de que algo no está bien y hay que cambiarlo cuanto antes. Algo que ocurre a lo largo del cómic. Ir adentrándose en la lectura es un ejercicio trabajoso, exigente, no porque lo narrado sea complejo, sino por cómo se va desgranando la historia. Leer La Hora Bruja es como mirar una colcha compuesta de miles de remiendos e intentar unir los que tienen el mismo patrón. Todo está a la vista, pero es complicado de ver y hay que trabajar bien cada página para quedarse con los detalles que permiten poder ir enganchándose a una historia que parece un tren en marcha desde el mismo momento en el que abrimos el tomo.
Y es que hasta que no se llega al final, las cosas no acaban de cuadrar del todo. Se llega a la conclusión del tomo cargado de dudas y lleno de suposiciones, intuyendo, más que sabiendo, que se acaba de leer. Vidas que se construyen alrededor de abusos, mentiras y engaños, que suspiran por poder cambiar y lo hacen a través de la intervención de la magia y un grupo de seres que perfilan un variopinto grupo con poderes sobrenaturales. Una excusa para entrar en una trama donde, al mismo tiempo que conocemos a los pobres desgraciados cuyas vidas languidecen, se va desentramando la historia de los dos protagonistas, si es que pueden denominarse así, en un viaje al pasado que recorre varios siglos y llega hasta nuestros días.
La Hora Bruja es un cómic de oportunidades perdidas. La Hora Bruja es un libro de magia, de tarjetas en blanco, promesas y juramentos. La Hora Bruja deja sentimientos dispersos, ambiguos y un regusto al fondo del paladar entre lo amargo y lo ácido, entre lo dulce y lo salado. La Hora Bruja es un todo y una nada que deja insatisfecho por las expectativas que no se han cumplido y que arrastran al lector a esa desazón interna, indefinible y muy visceral, en el que uno no sabe muy bien porque decantarse a la hora de si recomendar o no la lectura de esta obra.
Y es que tal vez sea el que no haya una clara y concisa línea central narrativa lo que hace que el conjunto de la obra, cargado de instantes maravillosos, no acabe de cuajar de forma orgánica y quede todo como cosido con prisa y algo deshilachado. La Hora Bruja es un cómic muy atractivo, no solo por sus autores, sino por lo que se nos quiere contar, pero muerde en hueso al hacerlo y no conecta de forma contundente con el lector. No es un cómic malo, tampoco bueno, pero si es un cómic fallido que hace que resulte muy difícil poder asignarle una valoración realmente justa que permita definir quién puede ser su público objetivo.
Guion - 6.5
Dibujo - 8.5
Interés - 8
7.7
Ambigua
Una obra difícil de catalogar y definir, que deja una sensación entre la decepción y la satisfacción. Un cúmulo de buenas ideas y reflexiones que no termina de engranar del todo por la falta de un hilo conductor que mueva la trama.
Coincido. El argumento y el dibujo son maravillosos y son pura magia. Pero la narrativa apesta. Lo cual hace perder muchos puntos a la obra en su conjunto. Una pena la verdad.
Yo creo que una parte del problema está en que Loeb juega a ser Gaiman y se pierde en las formas a lo que no ayuda un Bachalo que a buen seguro también aportó lo suyo a la narrativa.
Creo recordar que esta obra es más o menos contemporánea a aquel experimento steampunk de Bachalo y Casey que también era una virguería visual incomprensible por su confusa narrativa. De ahí que piense que Bachalo también es en parte responsable de los problemas de narrativa. Y lo digo como un gran fan de su trabajo, que conste