Creciendo entre piratas, tesoros y ambición.
«¡Ron, ron, ron! ¡La botella de ron!»
Si hay que agradecer algo a la editorial Bang y a los autores responsables de cada una de las obras que han publicado hasta ahora en su sello Clasicomix, es que las adaptaciones que forma parte de esta colección como El hombre que plantaba árboles, Frankenstein, Libro de las bestias o Jekyll & Hyde son atractivas por sí mismas y se alejan de las adaptaciones canónicas y planas tan habituales en el medio. Una libertad y una capacidad para que los autores se tomen licencias que hay que valorar más en estos días que comparten espacio en las librerías con las sosas adaptaciones de Marvel o las de Bruguera que se acaban de publicar en nuestro país. Una refrescante sensación de novedad y riesgo tanto estético como formal que comparten las dos últimas novedades de la colección: Drácula de la argentina Jules y La isla del tesoro del brasileño afincado en Francia André Valente. Es de esta última de la que no vamos a ocupar en esta reseña, pero no queremos desaprovechar la ocasión para recomendamos encarecidamente la adaptación de la obra de Stoker a la que Jules sabe dotar de una nueva visión más centrada en los personajes femeninos.
El escrito escoces Robert Louis Stevenson (1850 – 1894) publico La isla del tesoro por entregas en la revista Young Folks entre 1881 y 1882 con el título de The Sea Cook, or Treasure Island. Sin embargo, no fue hasta un año después coincidiendo con su aparición en un solo volumen cuando la novela alcanzo la popularidad que la convirtió en uno de los libros de aventuras y piratas más populares de la historia. En sus páginas nos contaba la búsqueda del legendario tesoro del capitán Flint por parte del joven Jim Hawkins y una variopinta tripulación formada por distinguidos señores ingleses y pérfidos piratas. Una trama enormemente realista en la que se mezclaban la aventura con la intriga con vibrantes enfrentamientos y traiciones de todo tipo que le servía a Stevenson para hablar sobre temas universales como la codicia, la lealtad, el valor o la ambigüedad moral. A lo largo de la historia vemos como Jim Hawkins madura en medio de un entorno hostil y termina por perder la inocencia infantil transformándose en un adulto. Unos temas que están presentes en la adaptación de Valente que, aunque resulta muy sintética, no deja de lado ninguno de los temas principales de la obra original e incluso introduce manera realmente brillante el machismo de una historia en la que la madre de Jim desaparece tras el primar acto sin mucha explicación lógica. Pero no lo hace de una forma ventajista, si no que trata de entender los porqués de una situación extraña.
En manos de Valente que firma su primera obra larga en cómic los personajes siguen siendo igual de fascinantes, en particular, John Silver el Largo que encarna como nadie la dualidad entre el bien y el mal y las enormes contradicciones entre el honor y el deber. Pero es cierto que esa síntesis de la adaptación obligada por la escasez de páginas provoca que no veamos todas las aristas de las que doto Stevenson al personaje y al resto del elenco.
Además de la reflexión sobre la escasa importancia de las mujeres en la obra donde más se ve la mano de Valente es en el apartado visual y narrativo. Nos encontramos con un estilo gráfico que podemos calificar sin problemas como línea clara pura como la que cultivaban autores como Hergé o Jules Chaland, con los que comparte también la perfecta planificación de las escenas de acción y la expresividad y dinamismo de los personajes. Algo a lo que se une unas planificaciones de página brillantes y llenas de recursos herederos de autores como Chris Ware con usos de diagramas y que brilla sobre todo en las escenas en las que narración de divide entre dos grupos diferentes de personajes.
La edición de Bang es muy similar a la del resto de obras de la colección con diseño brillante en el que destacan la guardas con el mapa del capitán Flint. En la portada lo vemos como lo encontró Jim y en la de la contraportada sirve también como un mapa del cómic ya que están indicadas los lugares en los que transcurre cada página.
Ojalá que, en las próximas entregas de la colección; Orlando de Montse Mazorriaga, Sherlock Holmes de Artur Laperla y La voz de pueblo de Pol Guillen, nos encontremos con autores que se atreven a jugar con los textos originales para ofrecernos una versión tan personal y a la vez respetuosa con el original como hace André Valente con La isla del tesoro. Un trabajo en el que encontramos todos los ingredientes que hicieron un clásico de la novela de aventuras la novela de Stevenson, aunque convenientemente actualizados para los tiempos actuales.
Lo mejor
• Los juegos narrativos de André Valente.
• El alegato que nos encontramos sobre la desaparición de la historia al principio de la historia de la Sra. Hawkins.
Lo peor
• Las pocas páginas de la obra provocan que haya personajes poco desarrollados y escenas que suceden con mucha premura.