«En 1906, Upton Sinclair escribió LA JUNGLA, una de las obras más descarnadas del socialismo literario. Peter Kuper, uno de los artistas más vanguardistas del mundo del cómic, le rinde homenaje con la adaptación a la viñeta de la vida el inmigrante Jurgis Rudkus, que intenta adaptarse a un país dominado completamente por la mentalidad capitalista. Una obra apartada de los cánones habituales del cómic, que toca con dureza temas tan actuales como la inmigración o la precariedad laboral.»
En la actualidad, artística y socialmente, “la militancia” se ha convertido en una realidad incómoda y, para algunos, trasnochada. El relativismo que se adueñó ya tiempo atrás de la postmodernidad y la erosión de las grandes instituciones han propiciado que “la indefinición” sea el valor imperante. “Indefinición” acotada por las cómicas riberas de lo “políticamente correcto”, que gusta de confundir “tolerancia” con “indiferencia”.
Pero no nos engañemos. Si alguna fuerza y pasión puede habitar en nosotros, nacerá de aquello que reconocemos propio. De aquello que descubrimos “dador de sentido”. Verdadero, auténtico, “nuestro”. Aquello que nos importa. Aquello en lo que creemos. “Militar” es sumarse a una causa. Y defenderla. Con palabras y gestos. Pero también, sobretodo, con el corazón.
Decimos todo esto porque La Jungla es un cómic abiertamente militante, como lo es a su vez el relato de Upton Sinclair que adapta. Y junto con sus cualidades formales, que desde sus referentes históricos redimensionan aún más si cabe lo narrado, es en esa osadía militante que radica su vigor. En esa apuesta por el socialismo revolucionario como camino de liberación… para un tiempo y un lugar concretos.
Una apuesta que se antoja lógica en función de “la circunstancia” a la cual se contrapone: el liberalismo salvaje de principios del siglo XX. Sinclair y Kuper nos sirven una historia dura y conmovedora, cuyo protagonista principal se manifiesta en toda su miseria y su grandeza. En toda su contradicción y lucidez. Y, con él, a través de su peripecia, sentimos crecer en nosotros la indignación. Para, tras un sinfín de abusos, humillaciones e infortunios, gritar “¡Basta!”… como los autores de esta obra desean que hagamos. Porque por un instante, durante el transcurso de esta obra, hemos militado junto a ellos en su misma causa. Y al despertar, posiblemente, no es descabellado esperar nazca en nosotros la necesidad de posicionarnos un tanto más ante este mundo nuestro de hoy en día… tan diferente de aquel y, a la vez, tan cercano a él.
- También hablaron de La Jungla, con más criterio que yo, La Cárcel de Papel y el blog del programa televisivo sobre cómics THIS IS NOT ANOTHER FREAKY TV SHOW.
Gráficamente Kuper me atrae mucho, pero todavía no me he decidido a comprar nada suyo. En la reseña das una idea bastante clara de las coordenadas en que se mueve la historia y lo que se puede esperar a ese respecto, pero ¿qué tal el tema narrativo y el dibujo?
Hace ya tanto tiempo que no recuerdo ni porqué me compré The System, el trabajo que hizo Kuper para Vertigo, y que ahora considero uno de mis comics imprescindibles. Highly recommended! que diría el otro.
Salu2.
El dibujo recuerda al Mattotti de Fuegos. Bueno, aunque me parece mejor Mattotti. El desarrollo argumental es ligero, veloz, pero efectivo. La narrativa visual es eficaz en todo momento con hallazgos inspirados en algunos momentos.
Gracias por tu recomendación, Juanma.
No estoy de acuerdo contigo en cierto punto. La militancia es algo trasnochado porque no implica la defensa de una idea, sino la concurrencia en un partido y, los partidos políticos en cualquier lugar del mundo no son coherentes internamente con sus propios programas, con las propias ideas que dicen defender (en el mejor de los casos); y en algunas ocasiones incluso subvierten totalmente su mensaje con el fin de satisfacer aspiraciones económicas o de poder (en el peor de los casos). Quien dice partido político dice sindicato, ONG, religión o incluso hasta club de fans.
En ese contexto, en el que las organizaciones en las que militamos se aceptan como un equipo de fútbol, en el que no se discurre sobre si creemos todo lo que apoyamos; en ese contexto es en el que la militancia resulta trasnochada.
Puedes llamar eso indefinición… aunque el cristal que lo separa del individualismo razonado es fino. Sólo aceptando las buenas ideas, vengan de donde vengan, el ser humano como animal político y social tiene sentido y no desarrollando una militancia que cada vez cae menos en la autocrítica y cada vez más en el comportamiento gregario.
Desde ese punto de vista, la peripecia de Jurgis Rudkus siempre me pareció, para la época en que se escribió la novela, necesaria pero tambien tramposa. Hoy en día, esa balanza entre lo necesario y lo tramposo se desequilibra hacia un lado o hacia otro fácilmente, y las escalas de grises que componen el mundo y la sociedad nos informan de su aplicabilidad. Ese tipo de pensamiento es el que (a) alguien militante tal vez no se (le) permita.
Hablo sobre el libro… el cómic me lo pillaré en breve.
Coincido totalmente contigo en tu actitud frente a esa concepción de la militancia. De hecho la militancia que yo defiendo tiene que ver más con el posicionamiento – y es esta palabra la que aparece al final de la reseña – ante la realidad que nos rodea antes que no con la adscripción a algún credo concreto.
Reconozco que he usado la reseña para reivindicar la necesidad de posicionamiento, porque la indiferencia ante demasiadas cosas me parece tan peligrosa como la militancia ciega.
En ese caso estoy totalmente de acuerdo contigo. Eludir el posicionamiento es eludir la responsabilidad personal y social, y una falta de valentía.