La solución la encontrarás más allá de La muralla.
Este mes Trilita Ediciones publica
Josep María Beà nació en 1942 en Barcelona. Es una figura indispensable del cómic mundial y sin la que no se entendería el boom del cómic adulto que se produjo en nuestro país en los setenta y ochenta, que es el germen de la fantástica época que vivimos hoy. Hace mucho que por propia decisión se alejó del cómic pero su obra todavía permanece muy actual. En Zona Negativa hemos reseñado otras obras suyas como Siete vidas e Historias de la taberna galáctica.
La muralla nos narra una historia de Gatony, un gato claro, que viaja sin destino conocido en un barco junto con otros seres extraños. Las aventuras que les suceden, oníricas y fantásticas, se mezclan con los recuerdos de infancia de Gatony que están enraizados en el momento histórico que se realizaron, con el franquismo que marcó la educación de varias generaciones.
La muralla se compone de seis capítulos que oscilan entre las cinco y diez páginas de duración y forman un todo cerrado. Es una historia que continua directamente de un capítulo a otro, algo poco habitual en su obra. Como en todas sus obras supo cerrarla antes de agotar la idea y repetirse. Es una historia que mezcla la ciencia ficción con la fantasía y el cómic autobiográfico.
La obra se puede dividir en dos partes diferenciadas: la historia que se desarrolla en el barco y los recuerdos de juventud de Gatony. La parte del barco es ciencia ficción con toques de fantasía surrealista que recuerda algo a algunas de las historias que Beà realizó en Historias de la taberna galáctica o En un lugar de la mente, pero más oníricas y alocadas al tener más páginas para desarrollarlas. Es una historia que está plagada de situaciones esperpénticas y con una imaginación desbocada pero sin olvidar el humor negro y la mala uva marca de serie del autor. Destaca el tremendo ritmo y el sinfín de situaciones que suceden en esta parte de la historia en la que la narración no nos da tregua.
La parte de los recuerdos de infancia y juventud de Gatony comparte muchas cosas con Siete Vidas que en cierta forma se puede considerar como una segunda parte de ésta: el propio protagonista, que los protagonistas sean gatos, el estilo gráfico y narrativo, pero sobre todo cómo Beà usa ambas para relatar sus vivencias de juventud. Una juventud marcada por las estrictas y caducas reglas morales con las que el franquismo oscureció la vida de varias generaciones. Vemos aparecer a esos curas más preocupados por condenar y abusar de su poder que de salvar las almas de los niños a su cargo. Todo ello con el humor socarrón y surrealista que caracteriza toda su obra pero sin perder de vista su capacidad critica y analisis del comportamiento del ser humano. Pero aquí no solo nos narra esa infancia, sino también una historia fantástica que ejerce de hilo conductor de la historia.
Beà además de un maravilloso dibujante es un prodigioso escritor (con una amplia carrera como escritor de novelas juveniles) y aquí lo demuestra dando una lección de ritmo narrativo. Algo tremendamente meritorio teniendo en cuenta que la obra se creó sin guión previo, siguiendo las técnicas de creación automática de los dadaístas. Por otro lado demuestra su conocimiento del idioma mezclando desde el argot más callejeros en los dialogos, con el lenguaje más florido y pomposo en las descripciones y cuadros de texto que aparecen en la obra. La única pega es que el final es algo precipitado.
En el aspecto gráfico vemos al Beà más experimental, alejado del estilo académico que nos mostró en otras obras, con un trazo más suelto y desenfadado. Capaz de dotar a los seres más extraños de expresividad y humanizarlos, la cara de Gatony nuestra sus enomociones cada vez que aparece. Incluso consigue que creamos posibles los imposibles diseños que pueblan la obra. En La muralla vemos la influencia que la pintura ha tenido en su obra, con viñetas que replican cuadros, sobre todo en el último capitulo donde vemos cuadros de Dalí, Wyeth, Whistler o Millet convertidos en viñetas. El color, que es realista en las partes de los recuerdos de Gatony, se vuelve más fantástico en el resto, recordando como dice Joan Navarro en el prólogo a Moebius. En las viñetas que replican los cuadros consigue mimetizar el empleado por los pintores.
Trilita Ediciones ha realizado un trabajo espectacular como ya hiciera en Historias de la taberna Galáctica y El hombre de la mil caras. Su gran tamaño, buen papel, gran reproducción hacen una edición difícil de mejorar. Espero que el 2018 nos traiga más números de la colección Todo Beà.
Debo confesar que Beà es mi historietista favorito su generación. Me fascina su capacidad para cambiar de estilo y en todos hacerlo bien, sus historias surrealistas donde la realidad y ficción se entremezclan, su sentido del humor… así que puede que no sea del todo objetivo, pero es cierto que ésta, como casi todas sus obras, tiene la cualidad de poder ser leída en múltiples ocasiones ya que tienen tantas capas que siempre te revelan algo nuevo. Onírica, lúcida, sardónica… La muralla siempre me sugiere algo nuevo.
Guión - 8.5
Dibujo - 10
Interés - 10
9.5
Joya
Imaginativa, bella, onírica un obra fundamental de un autor indispensable.
«Debo confesar que Beà es mi historietista favorito su generación. Me fascina su capacidad para cambiar de estilo y en todos hacerlo bien, sus historias surrealistas donde la realidad y ficción se entremezclan, su sentido del humor… »
+1.
A ver si sigue la racha y atacan con LA ESFERA CÚBICA y EN UN LUGAR DE LA MENTE.
Incluso con la cómica NORTON, si quieren.
Creo que en una entrevista Beà hablaba de reeditar La esfera cúbica y un libro sobre los seres de Lovecraff que hizo pero que no se publico.