La Peor Banda del Mundo Vol.1

5
1862
 

Edición nacional/ España: Marzo 2013, Astiberri.
Guión, dibujo, entintado y color: José Carlos Fernandes.
Formato: 192 páginas editadas en cartoné a bitono.
Precio: 18 €.

 

Abrir un tebeo, zambullirte en sus páginas y encontrarte influencias directas de Borges, Calvino o Gómez de la Serna es, desde luego, una novedad. Semejante marabunta de referencias no apabulla, no asusta y por supuesto, no aburre. Si bien las páginas de José Carlos Fernandes destilan densidad, no hay de qué preocuparse, ya que el portugués maneja el ritmo de las mismas con el acierto suficiente como para no soltarnos. Y eso que el tomo no sigue una trama lineal. Se repiten una serie de personajes, sí, pero no asistimos a una narración convencional de presentación, nudo y desenlace. Lo que nos ofrece el portugués es una colección de estampas originales de un universo sugerente. Uno que va describiendo a través de sus habitantes y de sus costumbres e instituciones. Pero no esperéis un fresco realista sobre los colmados o las fábricas de una ciudad convencional. Al contrario, todo lo que rodea este libro destila la originalidad de un mundo único, donde la banda del título lleva más de treinta años ensayando sin mejorar, los museos coleccionan artículos innecesarios o una de los ministerios más importantes del país es el de la liposucción.
José Carlos Fernandes, para quien no lo conozca, es un auténtico titán del tebeo portugués, y lleva desde los noventa desarrollando su estilo a través de obras como La última Obra Maestra de Aaron Slobodj o la más reciente La Agencia de Viajes Lemming. Y leyendo este La Peor Banda del Mundo, uno entiende que haya recibido premios por doquier. No se trata de un tebeo convencional, desde luego y lo que propone y cómo lo propone acerca al autor no a los más grandes del cómic europeo, sino a los novelistas más originales de lenguas latinas.


Lo verdaderamente sorprendente de este título es que Fernandes lo preña de ideas. Cada nuevo capítulo –y hay uno distinto cada dos páginas- presenta una de las particularidades de este universo. Esta particularidad suele ser tan sugestiva que en manos de otro autor hubiera sido la semilla de un álbum completo. Pero Fernandes prefiere no exprimir la idea, sino pasar a otra y que sea la propia idea la que germine en la mente del lector, sin llevarle de la mano hasta sus mismas conclusiones. De ahí la densidad de la obra. Con cada paso de página, atendemos a un nuevo aspecto, una nueva propuesta original que, como las mejores obras literarias, exige algo más de nosotros que el mero entretenimiento. Exige no sólo atención a lo expuesto, sino cierta capacidad para asimilar la ironía, para procesar la creación sugerida. Esto implica no sólo relecturas para percatarse de los detalles que el autor va dejando en cada viñeta, en cada bocadillo, sino niveles de entendimiento que surgen gracias a ese juego constante con el vocabulario. Así que Fernandes trata al lector no como a parte de una masa descerebrada a la que hay que entretener, sino como a un individuo con capacidad intelectual y un mínimo de cultura general.
Y ya con las bases de la ironía, la sugestión y el formato narrativo propuestos, Fernandes se dedica a su juego predilecto: ironizar sobre los límites del significado y la palabra. Como si de un maestro semiótico se tratase, el portugués busca trastocar el sentido de lo que nos rodea al darle la vuelta a sus usos cotidianos. Cualquier cosa es digna de ser sacada de contexto para darle un nuevo rumbo.
Pero desde luego el ámbito que recibe más estocadas es el burocrático. A lo largo de las casi doscientas páginas del volumen, Fernandes se convierte en el voceador de la inutilidad, en el adalid en contra de los males de la burocracia, ridiculizando sus costumbres y demostrando su ineficacia, desde una perspectiva sutil y elegante, a través de ejemplos tan sublimes como la Escuela Superior de Falacia y Diletancia, templo del saber donde sus alumnos aprenderán todos los requisitos indispensable para encontrar un puesto en la administración pública. A saber: desviación financiera, contabilidad estocástica, postergación secuencial, archivismo aleatorio, inepcia aplicada, taquigrafía críptica, trabas administrativas, etc.


El autor portugués continúa plasmando su mundo particular con su característico trazo, deudor de los caricatos más comunes de las tiras de prensa, pero llevándolas más allá. Más expresivas y elegantes que sus maestros y demostrando un dominio del diseño inherente a su capacidad como especulador del pensamiento, Fernandes crea un universo visual a la altura del contenido intelectual. Un mundo de hombres en traje de chaqueta y corbata, señoritas estilizadas y automóviles retro, como si la ciudad sin nombre que alberga a sus personajes se hubiera quedado anclada en algún momento de la primera mitad del siglo XX.

Imaginad Brazil de Terry Gilliam narrada por Italo Calvino y os haréis una idea de lo que logra Fernandes con La Peor Banda del Mundo.

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Mr. X
Mr. X
Lector
3 abril, 2013 11:11

 «José Carlos Fernandes, para quien no lo conozca, es un auténtico titán del tebeo portugués»

Pues no, yo al menos no lo conocía ni me sonaba siquiera, pero tras la reseña tengo muchas ganas de ojearlo, leerlo y apreciarlo.

Ocioso
Ocioso
Lector
3 abril, 2013 16:41

Tengo la edición anterior en grapas en la pila desde ni se sabe. Los compró mi mujer (le encantó) y lo poco que lei también pintaba muy bien. No sé por que paré, supongo que se me cruzó alguna novedad mas deslumbrante. Pues nada, con el empujoncito de la reseña lo pondré en lo alto de la pila.

Spirit
Spirit
Lector
3 abril, 2013 17:18

Yo suelo ir bastante bastante por librerías que tienen una gran cantidad de ofertas y segundas manos. Tuve esta obra en mis manos hace unas tres semanas o así y no me decidí a comprarlo, ignoro por qué. Ahora, tras leer la reseña, me lanzo a mí mismo una maldición gitana-malaje por tonto. Y dado que me en lo que llevamos de año he tenido en mis manos tebeos que no me he decidido a comprar y luego me he arrepentido cosa mala (la última, el OLE! dedicado a ANACLETO N 41 de 1971, que me dolía soltar los 15 euros que me pedían) habrá que pensar que el karma me está enviando algún tipo de señal. No sé si que deje los tebeos, que sólo dan disgustos, o que gaste los 4 duros que tengo sin pensarlo…

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
3 abril, 2013 18:48

 La verdad, reconozco que no me sonaba de nada. Pero habrá que echarle un ojo, como mínimo, que tener tiene una pinta de lo más interesante.

Liponidas
Liponidas
Lector
5 abril, 2013 21:12

 Impresionante reseña, la clavaste Raúl!

Tuve la suerte de encontrarme con unos números editados por Devir (existe todavía?) a tan solo 1 € y claro, quien no cae por unos comics a 1 €!

Estaban de segunda mano pero en cuanto abrí «Museo Nacional de lo accesorio e irrelevante», «Las ruinas de Babel» y «Los archivos de lo prodigioso y lo paranormal» no pude más que pensar que estaba ante un genio desconocido para mí que, como bien decís, me hacía acordar al Borges de Las ruinas circulares o a Italo Calvino y sus Cosmicómicas.

Una verdadera delicia oiga vea. Me haré con el segundo volúmen que tienen anunciado porque las historias compiladas en este ya las tengo (menos una…)

Anímense que seguramente quedarán sorprendidos