Edición original: La République du Catch, Casterman, abril 2015.
Edición nacional / España: La República de la Lucha, Ponent Mon, febrero 2016.
Guión, dibujo y tinta: Nicolas de Crécy.
Formato: 220 páginas a color editadas a dos tintas en rústica con solapas.
Precio: 20 € .
La vida te exige ser fuerte. La madurez supone crear una capa sólida a tu alrededor para soportar los embates de tu paso por aquí. Esa fortaleza, esa rigidez, se consideran virtudes. Se premia lo agresivo, lo virtuoso está en el esfuerzo y el rudo es quien se lleva a la rubia al huerto. Supongo que todo esto vendrá de las cavernas, donde el macho debía proveer, proteger y calentar. Esto se extrapola a la actualidad, donde el valor del dinero y su poseedor lo consume todo, y donde antes la virtud radicaba en la capacidad para encontrar carne, ahora el valor no solo es comprarla, sino depredarla, dominarla, rumiarla y jactarse de ello. De ese modo, hay que demostrar que es necesario ser hostil, ser duro, ligeramente más despiadado y sagaz que tu competidor y que cuanto más tengas más vales. Siempre ha sido así. Solo cambian las formas. De este modo, se ridiculiza la empatía, se desprecia la debilidad y se menosprecia la bondad. A pesar de que estas sean las características que reciben las loas de cara a la galería. Los héroes tienen un pie en el infierno, los suaves son tildados de sarasas y el que no está interesado en medrar, mejor no te arrimes a él. Esto genera competición, algo de aparente progreso y un cierto dinamismo que no acaba nunca. Pero también ansiedades, burlas, disputas y llantos. Y no todo el mundo está creado para correr en esa gran maratón inhumana. Es por eso que entonces aparecen los raros, los parias, los alienados y los que tienden a ser despreciados. Ovejas negras, balas perdidas, rebeldes, con causa o sin ella. Y los débiles. Que los hay. Muchos. Gente con un pie en la depresión crónica, los enfermos, los soñadores, los románticos, los blandos. Sobretodo los blandos. Pero toda esa gente. Esas personas que no encuentran –ni encontrarán- su sitio, que son molestos en la mesa en las reuniones familiares, porque su sensibilidad es incomprensible, porque desentonan con la postal de caritas sonrientes. Toda esta gente está representada y homenajeada, a través de símbolos más o menos evidentes por De Crécy en su estupendo regreso a la BD.
Envuelta en una trama de familias mafiosas a lo El Padrino y personalizado a través de un toque de fantastique al límite, La República de la Lucha es otra muestra de la capacidad fabuladora del autor francés. Así, nos presenta un mundo dominado por un bebé preraturamente desarrollado, que controla esa república de la lucha del título, un grupo inmenso de luchadores de lucha libre que están a las órdenes de un clan mafioso que domina la ciudad. En medio de ello, Mario, el ejemplo perfecto del infraser destinado a ser lanzado a la fosa en un mundo tan hostil. Inseguro, diminuto, cegato, algo bobalicón y un iluso de cuidado, Mario posee una tienda de pianos que comparte con un pingüino mudo que toca como los ángeles. Cuando su tienda se convierte en objetivo de su sobrino Enzo, el bebé capo de la ciudad, la consanguinidad dejará de importar. Y es entonces cuando arrancan las aventuras de este pobre diablo, que se llegará a aliar con los fantasmas de la ciudad para recuperar su tienda. Pero no penséis en los fantasmas de libro, pues estos de aquí no son espectros al uso. Estos espíritus representan a todos los desarrapados del mundo, a los desesperados, a los inútiles, a los despreciados. A los débiles, en definitiva, como ellos se consideran. Y juntos, pretenderán ayudar a uno que saben que es como ellos. Idílico, ¿verdad? Pues bajo esta apariencia surreal y enternecedora, De Crécy construye otro relato que bebe claramente del particular ADN de su obra total. Esto es, la fantasía como envoltorio de una tristeza hondísima. Bajo un vestido tendente a la explosión imaginativa, bajo las formas de la supuesta alegría de lo particular, De Crécy expone la inevitabilidad del fracaso del débil. Así que no esperéis moralejas infantiles de calado optimista. La vida es dura. Y es más dura aún para el soñador, para el que no tiene medios para enfrentarse a sus males. Y para el débil y el blando. Pero algo de esperanza hay, quizá, viene a contar De Crécy, en disfrutar del viaje, en tratar de aprovechar el vértigo de intentar remontar el río. Aunque acabemos todos ahogados. O solos. O sin blanca. O todo a la vez.
Y claro, semejante texto necesitaba un trazo a la altura. Con De Crécy, la calidad visual está asegurada, siempre. La República de la Lucha fue un encargo de una editorial japonesa para ser presentado por entregas en una revista. De este modo, el autor prescindió del color habitual de sus acuarelas, tiró por unas aguadas grises y liberó el trazo para acercarse no solo a las ajustadas fechas de entrega, sino al característico dinamismo del manga. Así, sus viñetas lucen ágiles, preñadas de acción, muy, muy sueltas, con imágenes que parecen vibrar como si las observásemos desde detrás del cristal de un acuario. Esto potencia la rapidez de su narrativa lo que agiliza la lectura, llevándonos de suceso en suceso como si del mejor thriller se tratase. Y eso que ese no es el principal género que toca el tebeo en cuestión.
Esta mezcla de entretenimiento de acción aparentemente desenfadado y fábula de mensaje oculto combina a la perfección en uno de los títulos que seguramente adornarán las listas de lo mejor del año. Grande De Crécy y grande Ponent Mon por traernos esto al mercado nacional.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
8
Notable alto para la vuelta de De Crécy a la BD.
No conocía esta obra ni a su autor y por lo tanto no puedo opinar sobre si define bien, mal o regular lo que la lectura de este cómic ofrece. Sin embargo me ha parecido tan extraordinariamente bien escrita tanto en forma como en fondo que me veo en la obligación de felicitarte. Has hecho que me interese por una obra que a priori me pasaría completamente desapercibida.
Opino igual que Luca, estupenda reseña de Raul que ha hecho que me interese poruna obra que desconocía.
Muchas gracias Raúl
Por cierto ¿es casualidad la publicación de esta reseña de sugerente título, un 14 de Abril?