La Torre Blanca
Autor: Pablo Auladell
Edicions de Ponent – 92 pág – color – 18 €
Hay cosas que solo tienen significado para uno mismo; cosas que a los ojos de los demás aparecen como vulgares, corrientes, cotidianas, pero que en realidad son nuestro tesoro más preciado, nuestro paisaje perdido, nuestro sueño obsesivo. Cosas que forman parte de una mitología íntima que vamos tejiendo con los años. Para cualquiera que reparase en ella, no sería más que una torre de apartamentos vulgar y corriente en mitad de la playa. Pero hay quien la considera el lugar luminoso y lejanísimo donde nació y fue asesinada su inocencia; donde una vez fue «el pájaro, el olor de la tierra, el árbol». «Como un dios planeaba el futuro, modelaba el tiempo, ajeno al dolor de la búsqueda y al cansancio. Fui el pájaro, el olor de la tierra, el árbol.» (Federico Del Barrio)
Ponerle palabras a La Torre Blanca, más palabras de las pocas que ya visten su argumento, sería seguramente inapropiado, inconveniente y presuntuoso. Porque en esta obra, de manera mucho más intensa que en El Camino del Titiritero, anterior trabajo de Pablo Auladell, no se entra por la senda de la palabra. Del concepto. En La Torre Blanca se entra desde lo profundo del sentimiento o no se entra.
Los dibujos, su acabado diverso, los imprecisos diálogos y los reveladores silencios, los textos de apoyo que el protagonista se brinda a si mismo y no a nosotros, el juego de planos… todo ello está al servicio de evocar en el lector un recuerdo. O más bien, un sentir. Un sentir que es recuerdo tan solo porque nos llega lejano. Desde algún rincón del corazón. Descubriéndonos así que también éste tiene memoria. Memoria, tal vez, del primer sentimiento del cuál cuando críos pudimos tomar conciencia, al quedar totalmente presos de él. Cuando todavía vivíamos en una tierra de ninfas. Cuando un mechón de cabello o una mirada esquiva parecían contener toda la magia del mundo. Cuando, de tan pequeños, nuestro interior nos desbordaba.
Desde ahí, desde ese tiempo de extremos y absolutos, podremos alzarnos frente al Rey del Verano. Aquel que burlonamente se empeña en contradecirnos con la verdad. Afirmando que, aquella época, sólo lo fue de espejismos. Y, aún sabiendo que lleva razón, aún sabiendo que la realidad es una, sentiremos de nuevo, muy adentro, el roce del que fuera nuestro primer amor… posiblemente, no correspondido. Pero cuánto nos hizo temblar. Y cuán presente, aún hoy en día.
Toni, hazme el favor de dejar de hacer reseñas así que este mes no tengo dinerillos para comics…
¡Cómo me recuerda a Ricard Castells! Y no sólo en el trazo, el acabado, el color (salvando las distancias, claro), sino en el tono poético, ese sugerir más que contar…
Bonita reseña, Toni.
Gracias, gracias. Reconozco que, por sus temáticas y su comedimiento, Auladell me atrae más de lo que lo hacía Castells
Y Victor, para este cómic te conviene ahorrar, porque vale la pena.