Bienvenidos todos a la nueva sección de análisis de BD alojada en Zona Negativa. Mi nombre es Sergio Morales y algunos pocos de vosotros quizá me recordéis como el responsable del ya extinto blog Tirafrutas. A partir de hoy seré vuestro anfitrión en un viaje mensual que nos llevará más allá de los Pirineos. Permitidme que, como comandante, cada uno de estos viajes cambie de trayecto al son de mis apetencias. Si los «jefes» no se oponen, el perfil de esta sección de BD variará en cada nueva entrega según sople el viento. No esperéis que me limite a hablar de una obra que no ha visto la luz en España ni existen visos de hacerlo, como tampoco abordaré las noticias y novedades que se producen en latitudes superiores a la cordillera pirenaica. Para esto ya tenéis otras fantásticas webs que os mantendrán informados mucho mejor de lo que yo pudiera llegar a hacerlo. Lo que pretendo en esta sección, en cambio, es ofreceros un lugar de debate en el que todos podamos mantener un enriquecedor intercambio de ideas en torno a cierto aspecto que haya decidido sacar a colación. Hoy un autor, mañana una serie, pasado un evento, al otro un cómic en particular… carreras, bibliografías, influencias, análisis minuciosos de narrativa gráfica, algún que otro alarde de semiótica… Pero sin pomposidad, que uno ni puede ni quiere. Y todo relacionado con la BD francobelga, el cómic alemán, holandés, italiano o cualquier otro ejemplo de narración gráfica que se produzca en nuestro continente (exceptuando el territorio patrio, que para eso ya tenemos a otros compañeros) y que hayamos podido ver en España. No me interesa hablaros, como he dicho anteriormente, de un cómic que no tengamos todos al alcance pues no pretendo ni quedarme solo con mis elucubraciones ni por otro lado facilitar el trabajo de los editores. Lo que sí espero es manteneros expectantes por ver con qué os salgo cada mes y sobre todo que, llegado el momento, encontréis interesante lo que cuento y queráis participar con vuestro particularísimo punto de vista.
Antes de dar paso al contenido en sí, quisiera agradecer a Toni Boix y al resto del equipo de Zona Negativa su confianza. A pesar de mis recurrentemente demostradas dotes de holgazanería, han depositado esperanzas en que yo sea capaz de llevar adelante esta sección mensual circunscrita en una de las mejores webs sobre cómic que se mantienen en España. Espero no defraudarles y responder a las expectativas. Vaya desde aquí y ahora mi más sincero agradecimiento.
Pero vamos por faena… Hoy, para empezar con el mejor pie posible, hablaré del flamante ganador del Gran Premio de la Villa de Angoulême en su última edición, cerrada hace pocos días: Christian Hincker, más conocido por su alias Blutch. Repasaré su trayectoria profesional, os contaré alguna anécdota, nos detendremos en su obra publicada en España y finalmente os cederé la palabra para que sirvan de colofón de este primer post de la sección.
Christian Hincker (27 de diciembre de 1967; Estrasburgo, Francia) responde al nombre de Blutch cuando desenfunda su lápiz y pincel y se enzarza en su ardua lucha diaria contra el tapiz en blanco. Se alza vencedor en cada una de sus batallas, como bien demuestra su bibliografía, gracias en parte a sus estudios en el Colegio de Artes Decorativas de su Estrasburgo natal. Aunque no son las clases magistrales las únicas responsables de que su creatividad se ensalce con cualquier nueva crítica que se publica en la red de redes y en las revistas especializadas del sector. Blutch se ha convertido en sinónimo de poesía gráfica, un nuevo término que me permitiréis acuñar a las (de otra forma) inclasificables creaciones del autor francés. Quién podría haber vaticinado tras leer sus primeras entregas en la revista Fluide Glacial entre 1988 y 1993 que el autor mordaz, satírico y amante del humor más incisivo se convertiría casi como por ensalmo en un virtuoso cirujano experto en desmembrar nuestros instintos más primarios. De Pecos Jim a La beauté no sólo han pasado cerca de dos décadas, sino toda una vida dedicada a la historieta y marcada por una insaciable búsqueda de nuevos recursos y soluciones gráficas, todas extraídas de las vísceras creativas del francés.
Un joven Hincker ya se reconocía como un dibujante con talento y estilo propio y definido, «una mezcla improbable de Bilal, Tardi, Hermann y Pratt« [1], ahí es nada. Y a pesar de ello, gracias al propio Tardi, Hincker se encaminó hacia sus estudios de artes decorativas, un periodo que recuerda restrictivo con su creatividad y tremendamente aburrido. Pero la escuela le sirvió para conocer a otros compañeros de su edad y así salir de su reducido círculo comiquero para degustar otras vertientes artísticas. En 1988, por fin, comenzó su trayectoria como artista completo de cómic empujado por el hecho de resultar vencedor de un concurso organizado por la revista Fluide Glacial. El trabajo presentado fue una parodia de Tintín en el Tíbet, convertida ya en clásica, que sirvió en su día como carta de presentación de lo que llegaría inmediatamente después en las mismas páginas de la revista: un humor onírico y muy personal, con regusto cáustico, como extensión agresiva de su propio inconformismo. Se estrenaría con Pecos Jim, a la que le siguieron otras muchas historias que posteriormente serían recopiladas en varios álbumes: Waldo’s Bar, Mademoiselle Sunnymoon, Rancho Bravo, Blotch, le roi de Paris y Blotch face à son destin; todos ellos bajo el manto editorial de Audie.
Hasta mediados de los 90 conocíamos al Blutch sarcástico, un autor cínico que creaba sin descanso relatos breves cargados de ingenio, humor e inquina (sin acritud) a dosis iguales. Queriendo romper con su pasado más inmediato, Blutch redirigió sus lápices a las páginas de À Suivre, donde crearía el personaje de Publio Cimbro bajo el título Péplum (Ponent Mon, 2008). «Cada libro que hago es la negación del anterior (…). Péplum, por ejemplo, es un libro reacción contra lo que había hecho hasta ese momento: relatos cortos de humor; por el contrario, lo que hice entonces fue un relato largo alejado del humor» [2]. Dejando aparcada la parodia por un momento, Blutch se embarca en una aventura completamente distinta con su personal y libre adaptación del Satiricón de Petronio. Tomando como punto de partida el asesinato de Julio César, el autor narra las vicisitudes de Publio Cimbro en pos del amor de una mujer atrapada en el hielo. Bajo este libro subyace una nueva gramática que rompe con cualquier clasicismo historietístico anterior. Péplum es un virtuoso canto expresionista en el que su protagonista bordea la locura atrapado en una Roma llena de contrastes en la superficie y el mismo poso de pobredumbre en sus cimientos. Los capítulos, hábiles estrofas de un poema clásico superior, están impregnados de una dulce música al son de la cual los personajes danzan bailes paganos y dan rienda suelta a sus bajos instintos carnales. El amor seduce a Publio, así como a muchos otros moradores de la Roma clásica; pero tanto dan los gustos sexuales de cada cual, pues la homosexualidad queda enmascarada por un trazo andrógino que aporta ambigüedad y es sentencia final de los estetas.
Péplum no está exenta de anécdotas. Iniciada en la revista À Suivre, sus pasajes con tintes homosexuales fueron mal vistos por los editores, quienes propusieron al autor eliminarlos a la vez que le prometieron la publicación de la novela íntegra bajo el sello de Casterman. Esto nunca llegó y fue Cornélius quien dio cobijo a la aparición completa en un único libro de la obra. Fue la excusa perfecta y más oportuna para rumiar una vía de expresión diferente a la que estaba llevando a cabo en Fluide Glacial e incluso con sus primeras aportaciones a L’Association como Sunnymoon, tu es malade. En Cornélius Blutch ya encontró el espacio necesario para crear Lettre américaine y ahora se convertiría en el rinconcito donde evolucionar tanto literaria como gráficamente. Se trataba de salir del recinto paródico para escudriñar otros géneros. Bien lo dice el propio autor: «el género es una excusa para contar, sirve para ampliar y fundamentar el discurso» [2]. Así nació la serie de minilibros Mitchum, obra que se convirtió en una auténtica epopeya estilística y la constatación de que nos encontrábamos ante un autor completamente distinto.
Continúa en paralelo su etapa más incisiva y abiertamente crítica, en la que evita todo tipo de rodeos y estúpidos eufemismos y se dispone a disparar balas de pura mala leche con sorprendente puntería y precisión. En España debemos tomar como único ejemplo el postrero recopilatorio Blotch (La Cúpula, 2007), en el que el autor pone en boca de un sosias mezquino y amante de la grandilocuencia todas sus críticas hacia el mundo artístico en general y el del cómic en particular. En la Francia de los años 30, la orgullosa bohemia artística que puebla sus callejuelas se convierte en el objetivo de las miserias y las ambiciones de un perezoso, mediocre e insulso dibujante de cómics que responde al nombre de Blotch. La pedantería, el racismo y la misoginia son su carta de presentación, amén de una hipocresía que no le hace más merecedor de alabanzas que de reproches y odios. La soberbia embriaga a Blotch a la vez que también le ciega el odio hacia sus compañeros de profesión: su rival Jean Bonnot, las jóvenes promesas que amenazan con apartarle de la cumbre… Nadie es digno de los elogios del autoproclamado rey del París artístico. Blotch se edifica a través de sus páginas como una autoparodia de la mismísima Fluide Glacial y su plantilla, y deja a la vista todas las miserias que amenazan con destruir el alma del dibujante: la vanidad, la falta de creatividad, la envidia… Ciertamente, es irónico que Blutch se sirva de su pujante talento para retratar y señalar con dedo acusador la indolencia de algunos buitres que le rodean.
Pero Blutch es, insisto, un autor que se desvía de su propio camino y sus quiebros despistan a todo biógrafo que se le cruce por delante. Quizá empujado por una especie de decepción post-parto, la que le lleva a detectar sus defectos tan buen punto un nuevo título suyo ve la luz [1], tras recorrer el sendero de la sátira y a poco de cruzar el umbral del nuevo siglo decide contarnos su vida. Por un lado comienza a serializar Blotch, de la que ya se han rendido cuentas justo aquí arriba, y por otro crea Le petit Christian (próximamente por Norma Editorial) para L’Association. En las páginas de este último libro asistimos a una infancia mitad inventada mitad recordada. El pequeño Christian es, según Blutch, un personaje ficticio con el que no busca tanto escarbar en la nostalgia como reinventarla: «No quiero escribir una autobiografía. Los personajes de Le petit Christian existen realmente y he mantenido sus verdaderos nombres pero, desde el momento en que los saco a escena, me autorizo a hacer todas las transgresiones y digresiones posibles de lo acontecido» [1]. Y tras leer los dos tomos que componen los recuerdos reescritos del joven Hincker uno se pregunta, sacudiéndose de encima ese sugerente y familiar olor a añejo, cuánto hay del autor de Estrasburgo en ese renacuajo malandrín heredero del pequeño Nicolás de Sempé.
En 2002, otra editorial, nada más y nada menos que la todopoderosa Dupuis, albergará la nueva creación del autor. Se trata de Vitesse Moderne (próximamente por Ponent Mon, la edición de aniversario de la colección Aire Libre de Dupuis) y es la prueba de fuego de Blutch con el color. Porque hasta ahora habíamos visto su trazo quebradizo pero impoluto, vigoroso y animal a la par que académico, sin nada que desviara la atención del negro sobre el blanco. Fue Vitesse Moderne un nuevo capítulo en la evolución del artista, y bien que fue exitoso, ya que se alzó con el premio del festival de Ginebra. Más allá de retribuciones materiales, el álbum era un paso ineludible para el francés. Sinceramente, prefiero el Blutch de entonces en formato monocromático, aunque no puedo negarme a descubrirme ante el resultado final de esta obra. El escenario de nuevo es París, aunque será difícil distinguir la ciudad real de la surgida de la imaginación del autor, cuyos sueños pavimentan las intrincadas calles por las que deambula nuestra bailarina Lola.
Tenemos que hacer ahora un pequeño inciso en su carrera como autor principal para detenernos por un segundo en una de sus múltiples colaboraciones. Joann Sfar y Lewis Trondheim son los creadores de La mazmorra (en España por Norma Editorial). Dividida en tres ciclos, Amanecer, Zénit y Crepúsculo, esta ambiciosa colección cuenta en su haber con la participación de otros autores del panorama historietístico francobelga que se convierten, previa invitación de los idearios de la saga, en colaboradores de excepción. Los capítulos de Monstruos, así, dan la oportunidad a otros autores de dar su particular visión de este universo fantástico. Blutch es el responsable de una de sus entregas, Mi hijo, el asesino (edición en color por Norma Editorial, 2004; edición de lujo en blanco y negro por Sins Entido, 2006), donde no se le nota demasiado a gusto por el encargo. Los que hayáis conocido a Blutch por este álbum os habréis llevado una idea equivocada de su potencial artístico. Si bien la calidad de su dibujo es prácticamente innata, lo que queda patente en las páginas de este álbum, también es Blutch un dibujante sincero: su pasión queda plasmada en cada una de sus líneas, en cada uno de sus esbozos; y aquí eso no se ve.
Quizá hayamos llegado ya al culmen creativo de Christian Hincker. En nuestro particular repaso a su carrera, acabamos de entrar en 2005 y la firma de Blutch Hincker en su nuevo trabajo, C’était le bonheur, es una señal de un nuevo registro gráfico. La renovación en su estilo es una consecuencia directa de su constante exploración de nuevas posibilidades para el cómic. Quedará patente con la posterior La voluptuosidad (Ponent Mon, 2007), un giro radical en su discurso que nos sustituye al autor que hacía hablar a sus personajes por los codos a otro bien distinto cuya obra destaca por sus locuaces silencios. Se apuntaba en los pasajes mudos de Péplum una capacidad inusual para transmitir sensaciones… amor, odio, lujuria, pasión, terror… con tan sólo unos ligeros apuntes gráficos. El nuevo Blutch usa sólo un lápiz de carboncillo para esbozar sus personajes. «Dibujar es para mí un reflejo mental», asegura, para luego sostener: «Me encantan las cosas borrosas, con los contornos mal definidos» [1]. Ya no necesita precisar a sus personajes milimétricamente a base de un trazo continuo; por el contrario, le basta con dar unos ligeros golpes de muñeca para esculpir la esencia humana, con toda su divinidad y toda su servidumbre. Asimismo, la página ya no es página: la cuadrícula es abandonada a favor de un lienzo libre en el que las viñetas siquiera son insinuadas. La lectura se torna más suave e instintiva, resbaladiza acaso, lubricada. Sus personajes siguen posando danzarines, gráciles como en Péplum, pero ahora con movimientos dóciles, deliberadamente involuntarios, como arrastrados por una corriente invisible. Porque en La voluptuosidad nos encontramos con un autor que comienza a servirse del surrealismo para indagar en el subconsciente humano y desenterrar nuestros más bajos instintos animales. La pasión y la lujuria son la base de esta historia, intención acentuada por el uso del rojo como el más certero recurso plástico.
Parece que su carrera gira definitivamente en este sentido. Ya ha abocetado por suficiente tiempo, su talento es de tal magnitud que se puede permitir el lujo de dibujar directamente a carboncillo y obtener un resultado final asombrosamente bello y resolutivo. Es el dibujante perfecto.
BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR (ORIGINAL)
En revistas
Recopilaciones y álbumes
- Tomo 1, 1998.
Tomo 2, 2008.
- Le Roi de Paris, 1999.
Blotch face à son destin, 2000.
BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR (EDICIÓN ESPAÑOLA)
Próximamente:
REFERENCIAS
[1] Reportaje en BoDoï
[2] Entrevista al autor en español.
Bienvenido a bordo, Sergio! Un perfil muy interesante y completo de un historietista como la copa de un pino. Enhorabuena.
Un saludo,
Un lujazo tenerte trabajando codo con codo con nosotros, Sergio. Y este primer artículo, impresionante.
Fantástico, Sergio. Interesante artículo.
Feliz aterrizaje en la ZN y sé bienvenido.
Un saludo.
Qué bien tenerte de vuelta en la blogosfera.
Gran artículo.
¡Hola, Sergio!
(Uy, esto parece una reunión de esas de alcohólicos anónimos… ^_^)
¡Hola a todos!
Muchas gracias por los piropillos. Tampoco es que echara mucho de menos el mundo de los blogs, pero creo que con una dosis mensual apaciguaré ese pequeño gusanillo que me carcome por dentro.
En cuanto al artículo… ¿no tenéis nada que decir? Micko, que nos conocemos, ¿qué opinas de «La voluptuosidad»? 😉
Por cierto, estoy abierto a cualquier sugerencia para posteriores artículos. Si queréis que hable de algún tema en particular, no dudéis en hacérmelo saber; tanto en los comentarios como vía correo electrónico (lo tenéis enlazado en mi firma del artículo).
¡Un abrazo a todos!
Quiero que hables de como se hace para ser crítico de cómics. 😛
¿Pero tú fumas, piltrafilla? XD
Hola, Sergio! Lo dejo sobre la mesa: Frederik Peeters. Ya me contarás…
Un saludo!