Edición nacional / España: Lamia, Colección Sillón Orejero, septiembre 2016, Astiberri Ediciones.
Guión y dibujo: Rayco Pulido.
Formato: 88 páginas en blanco y negro editadas en formato álbum en cartoné.
Precio: 16 €.
Ya Sordo o Nela lo auguraban. El primero fue un trabajo a dos manos junto con el poco laureado David Muñoz –y que pide a gritos una nueva edición-, de trazo eficaz y mirada desasosegante sobre un relato en la Guerra Civil. Nela, una valiente adaptación de Galdós, también ladraba las virtudes del autor canario. Lamia ha llegado para confirmar lo anterior, como un título personal, de guión propio, narrado con astucia y con un tempo que se le espera a plumillas más versados. Así que resulta que Pulido no solo sabe contar lo de los demás, sino que lo propio lo resuelve con tino. Tanto que Lamia va directa a la lista de los mejores tebeos nacionales del año.
¿Cómo logra semejante categorización? A través de una trama en forma de leve puzzle noir que va desvelando sus piezas como el mejor relato de misterio. Enmarcado en la Barcelona de los años cuarenta, Lamia presenta las vicisitudes de Laia, una mujer condenada a vivir una farsa, una que le llevará muy lejos en una suerte de cruzada de venganza. Su vida transcurre, de puertas afuera, en esperar el regreso de su marido mientras su embarazo se dirige hacia las últimas semanas de gestación. Mientras, trabaja como redactora en el programa de radio preferido por las señoras de la época, El Consultorio de Elena Bosch, un espacio dirigido por miembros de la Iglesia, que busca fomentar las buenas costumbres a través de adoctrinar a las esposas en el respeto a sus maridos y el sufrimiento en el matrimonio. Rayco Pulido se sirve de este entorno para sacar a la luz males que continúan hasta hoy, pese a quien le pese, en este país de marcada tendencia machista y de férreas creencias patriarcales, donde el marido provee y lleva los pantalones, la mujer sigue siendo sumisa y la maternidad es el fin último de cualquier fémina que se precie. Que somos muy modernos, sí, pero aún quedan vestigios de semejante educación en buena parte de las parejas. Si no, no ganaría la derecha en las elecciones. Echadle un ojo a la televisión, pasead por los barrios, escuchad conversaciones ajenas o echad un vistazo a los periódicos: los años cuarenta del siglo XX aún siguen viviéndose en muchos hogares de la España del XXI. Es decir, Pulido pone la lupa sobre lo peor del legado católico-franquista en las historias, casi siempre anónimas, de las sufridoras esposas de la posguerra.
Pero no es esto lo que hace brillar a Lamia, o no solo, vaya. Lo mejor de la obra radica en el tono, en la manera de contarlo, que mezcla forma y fondo para contar la trama sin estridencias, desde una mirada incluso fría en algunos momentos, que nos arrastra a los infiernos mentales que vive su protagonista y que logra incluso crearnos la duda de si sus actos en un mundo como en el que vive, no serán los adecuados. Y todo ello dejando trazas, pistas de la información, de manera sutil, sin galopar hacia la resolución. Con el compás certero para aventar el misterio, para que una pista lleve a otra pero al tiempo de pie a una nueva duda, de modo que la lectura avanza entre descubrimientos y revelaciones. Un cluedo, vaya, donde aún sabiendo quién es el asesino, estamos más interesado en el porqué y el cómo. Y Pulido, como si llevara haciéndolo toda la vida, nos lleva de la mano con firmeza hasta el final.
Pulido continúa con su uso del blanco y negro, con un trazo cada vez más cerrado, de volúmenes sugeridos más por la perspectiva que por la mancha, con una tendencia marcada hacia el modernismo y el art decó –Barcelona manda-, que recuerda el dibujo plano de las tiras de prensa de la época, como si los autores de Bruguera hubieran decidido vengarse de sus editores poseyendo el pincel de Pulido. Pero no es caricatura per se a lo que me refiero, sino cierta estilización de las formas, propias del tebeo. Es decir, el autor no trata de recrear con fidelidad realista la figura humana, mucho menos las facciones de sus personajes, aunque sí busca ser fiel al entorno en el que esta se mueve, como una suerte de hijo bastardo de Jason y Hergé por poner dos ejemplos a vuela pluma del tipo de trazo con el que juega el autor. Hay algo simétrico en su dibujo, un ritmo en espiral similar al sugerido por el reloj de la portada con el que trabaja el detective hipnotizador que aparece en la historia. Ya sea esto hecho a propósito o no, esa cadencia circular, esa caída al pozo a través de los dieciocho capítulos que consta la trama, es la que alterna forma y fondo, como comento más arriba, en un juego de simetrías que, no me pregunte usted por qué, me recuerda al Vertigo de Hitchcock. Y esto son palabras mayores. Pero es que algo de clásico y redondo hay en este Lamia, algo de certero y mítico, como si al terminar de leer el tebeo oliésemos en el aire que podría convertirse en un título de referencia. Quizá exagero. En lo que no exagero es en que Lamia es una de las mejores lecturas del año. Bravo. Y que vengan más después de esta.
Guión - 8.5
Dibujo - 7.5
Interés - 8
8
Imprescindible del año.
Se sigue votando a la derecha porque existe (y existirá) mucha gente a fin a la derecha.
Es triste pero sin idiotas, no hay listos.
Desgraciadamente vivimos unos tiempos de opiniones exaltadas y conceptos radicales, en los cuales nos encontramos con sujetos que tiene una visión romántica de la dictadura que nunca existió a través de la falsa propaganda que este régimen inventó que que era un secreto a voces que se usaba para tapar todos los fallos. es por ello que se hace imprescindible obras críticas con la época para recordarles a estos tipos qué clase de mundo añoran.
No sé si llega a merecer esa nota que le pones, pero el articulo me llama la atención lo suficiente como para que le eche un vistazo.
A mí también me ha gustado mucho, la historia engancha, la edición es muy cuidada y a buen precio. Must have