“Here comes, here comes the night train”. dEUS
Por esto, ahora que el 2017 está en sus últimas semanas, la adjudicación de este premio a Lamia es una magnífica excusa para volver a repasar esta obra que Astiberri publicó en septiembre de 2016.
Resulta curioso observar la escasa repercusión que en el mundillo del tebeo patrio ha tenido la concesión del premio de este año y más si lo comparamos con algunos años anteriores. Seguramente su fallo ha descolocado a más de uno, por no haber leído este magnífico trabajo del canario o porque Rayco Pulido no alterna en el reducido, y a veces endogámico, círculo de autores de “prestigio”. Y desgraciadamente no descartaría que su radical propuesta argumental explicara también parte este ninguneo.
Espero que estos prejuicios se desvanezcan pronto porque Lamia es una gran obra que merece tener una gran difusión, todo el apoyo de los especialistas y sobre todo la atención de muchos lectores.
El crimen y la radio
Lamia explica la inquietante odisea de Doña Eulalia, una joven embarazada que busca desesperadamente a su marido. Para ello ha contratado a Mauricio un investigador privado que utiliza la hipnosis como herramienta de trabajo por lo que le llaman «Herr Doktor». La acción transcurre en Barcelona durante el año 1943 donde la joven preñada trabaja como redactora de un programa radiofónico de Radio Barcelona. Su cometido es redactar las respuestas a las consultas por carta que el espacio recibe, generalmente de mujeres y generalmente de mujeres engañadas o agredidas. Esta corteza de aparente normalidad es solo una fachada de un complejo mundo subterráneo donde, entre otros sucesos, un asesino en serie ha acuchillado a varios hombres casados en su propia casa. Una farsa en 18 actos donde casi nada es lo que parece.
La descripción de la Barcelona de post-guerra triste, dominada tanto por la represión policial como por la eclesiástica y con una atmósfera casi onírica es uno de los alicientes de esta obra de Rayco Pulido. El dibujo en un blanco y negro radical refleja perfectamente aquel ambiente irrespirable de la época lleno de luces terriblemente cegadoras y de sombras peligrosamente profundas.
Raúl Silvestre, de fino olfato, ya auguraba en esta reseña de septiembre del 2016 que estábamos ante una obra de gran recorrido. Y ponía el acento en uno de los principales atractivos de la obra de Pulido; su vigencia. Porque Lamia es un retrato oblicuo de uno de los peores crímenes de nuestra sociedad tan machista. Como un sociólogo o un historiador, el dibujante de Nela nos arroja luz sobre las raíces de la violencia que los hombres ejercen de manera cotidiana e impune sobre las mujeres aún en la actualidad. Son agresiones domésticas, laborales, sexuales y sociales que según la moral de la época – que en muchos casos perdura hasta nuestros días – las víctimas han de soportar con resignación y en silencio.
Por esto el retrato que Rayco hace de Eulalia es tan revolucionario. La escritora no puede encontrar otra solución a su desesperada situación que la que lleva a cabo en su terrible delirio y nosotros, al final de todo, no conseguimos condenarla.
Otro de los alicientes de Lamia es descubrir su extraordinaria galería de personajes, casi grotescos pero perfectamente creíbles. Desde el padre Blas director del consultor radiofónico, glotón y misógino, pasando por el inspector Ferrer cruel y enano hasta el detective Mauricio que aspira a ser el Sherlock Holmes de esta Barcelona oprimida, todos los protagonistas de esta cruel epopeya ocultan algún terrible secreto. El autor utiliza la caracterización, los defectos físicos, la altura y los rasgos faciales para definir personalidades y comportamientos. Francisca, la recepcionista de Radio Barcelona, un vecino de Laia llamado Enrique o Braulio “el guadaña” son otros de estos característicos tan dotados de personalidad como perturbadores.
Lamia se puede englobar dentro de la categoría de género negro aunque participa poderosamente del folletín decimonónico. Su armazón superficial se divide en dieciocho actos anunciados con cartelas similares a las de los diálogos del cine mudo pero su estructura profunda es la de espiral, una rosca vertiginosa que nos adentra en el cerebro de una mujer atormentada.
Gráficamente Rayco se aleja de autores con los que comparte estilo como Miguel Calatayud, José Muñoz o incluso Frederik Peeters para acercarse más a referencias también conocidas como Keko, Daniel Torres y Federico del Barrio. Para retratar la Barcelona de los cuarenta Pulido abandona el rayado manual y “sucio” para abrazar el tramado lineal y los fondos geométricos. Todo ello para buscar, además, un cierto aire de frialdad en su tono general.
Si seguimos con el capítulo de referencias, no he podido evitar recordar la serie Adele Blanc-Sec de Jacques Tardi en cada página de esta obra. No por nada en concreto y por todo en general. Por su filosofía, por un dulce aroma libertario presente en ambas obras y también por una cruel comparación donde se demuestra que una mujer inteligente, valiente y con carácter podía ser más libre en un París decimonónico que en una Barcelona de mediados del siglo XX. Johnny Hazard de Frank Robbins con su desfile de personajes histriónicos pero absolutamente humanos es también un referente que me ha saltado a la mente de manera inconsciente al leer Lamia. Finalmente el arte de Federico del Barrio en Las memorias de Amorós es el último de los precedentes que me recuerdan a esta obra, por su manera vanguardista de abordar el uso del blanco y negro y porque comparten más o menos período histórico. Luego he leído que efectivamente Rayco conoce y admira esta obra capital de la historieta española.
Rayco Pulido nació en Gran Canaria en 1978. Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Es 8 años menor que su hermano Javier Pulido, también dibujante, que trabaja principalmente en los cómics de superhéroes norteamericanos y que nos ha regalado páginas memorables en series como Catwoman y Human Target.
Rayco Pulido trabaja como profesor en Canarias y lo alterna con su pasión por el skate y su carrera de historietista. Es autor de cinco trabajos, dos con guiones ajenos: Final feliz (2004) con Hernán Migoya y Sordo (2008) con guion de David Muñoz, además ha realizado una adaptación literaria titulada Nela (2013) basada libremente en una novela de Benito Pérez Galdós y dos obras en solitario, Sin Título 2008-2011 y por último Lamia (2016)
El Premio Nacional puede acelerar diversos proyectos pendientes de este autor tan interesante pero de ventas lentas y escasas.
La edición de Astiberri es ejemplar como siempre y por tamaño y diseño recuerda a las que Ikusager realizaba en los 70. Otro guiño a los autores de referencia del canario. El papel y la impresión son espectaculares y el precio es muy ajustado. Si mis datos son correctos, la editorial ha lanzado una segunda edición esta primavera por lo que seguramente pueden encontrar algunos ejemplares de esta obra en sus librerías de referencia.
Conclusión
Lamia es un personaje mitológico clásico amante de Zeus y a la que Hera – como siempre celosa – mató sus hijos. La pena la convirtió en un monstruo y se dedicó a usar sus dotes de seducción para causar la desgracia a los hombres y matar a su vez a los vástagos de otras mujeres.
Como las lamias de antaño, Eulalia no puede cerrar sus ojos y está condenada a ver una y otra vez la imagen de sus hijos muertos. La salida que encuentra a tanto dolor es desesperada, radical pero inexorable.
Rayco nos retrata la opresión asfixiante que las mujeres sufrían por parte de la sociedad española después de la Guerra Civil y describe con precisión y frialdad sus mecanismos de justificación y encubrimiento tan vigentes aún en la actualidad.
Con Lamia, Rayco Pulido nos regala una obra perturbadora, de alma vanguardista y terriblemente hermosa.
Guión - 9
Dibujo - 8.5
Interés - 9
8.8
Perturbadora
Una obra hermosa e inquietante que nos atrapa en un laberinto de violencia y represión
No sabía que Rayco fuera hermano de Javi Pulido, ni tampoco de su admiración por Federico del Barrio, que explica el estilo de este Lamia.
El cómic está muy bien y tiene ese aire ochentero. Parece salido de la misma colección que Livingston contra Fumake y Destino gris, o bien haberse seriado en Cairo o la revista Madriz junto a Opium o las primeras historias de Javi Olivares, con los mismos ecos de Muñoz o Chantal Montelier que tenían los trabajos de éstos entonces.
El trasfondo es bueno, la trama milimétrica y, como homenaje, funciona; es algo que supongo que habrá convencido al jurado.
Dicho esto, el problema es que eso eran primeros trabajos, limitados además por cuestiones de formato, que han sido ampliamente superados por aquellos mismos autores. Personalmente “Lamia” me sabe a poco, no como cómic, pero sí como Premio Nacional.
Ardalén, Los surcos del azar, Las Meninas, El arte de volar/El ala rota o Blackshad no tienen nada que envidiar a lo mejor que se haya estado haciendo durante la última década en cualquier otro sitio.
Incluso La casa:crónica de una conquista o Yo, asesino, que en su momento no se llevaron el premio de marras, también entrarían entre lo mejor que yo he leído, pero Lamia no lo situaría al mismo nivel ni lo recomendaría tan alegremente si alguien desde (pongamos) Nueva Zelanda me preguntase qué cómic se hace aquí, lo siento.
Este año, Jamás tendré veinte años, Gran Hotel abismo, el segundo de Balada del Norte o Pinturas de guerra me han parecido más recomendables (no sé exactamente cuáles de ellos entrarían en el periodo de selección y cuáles entrarán ya el año que viene). Y añado el debut de un tal El Irra, llamado Palos de ciego, que leí el otro día, con un estilo que me recordó a Tarde para la ira. Tiene algún error primerizo, en la construcción de la trama, como también esos álbumes a los que homenajea Lamia, pero es visceral, contundente y actual.
Conste que sólo lo comento como lector, el jurado sabrá, pero esa es mi impresión.