“¡Te he dado California en una bandeja de plata, tal y como deseabas! ¡No pretendas no saber lo que deseo yo!”
Ya no se hacen comics como
Esta comic strip escrita y dibujada por
Diez años después del final de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos se habían convertido en la primera potencia planetaria, la sociedad norteamericana era opulenta, conservadora y optimista – al menos sus clases dominantes – y la televisión se estaba convirtiendo rápidamente en el principal vehículo de entretenimiento para las familias estadounidenses. El cine intentaba competir esta amenaza creando grandes formatos de exhibición para sus salas, con formatos panorámicos que llamaban pomposamente con nombres como Cinemascope, Panavision, VistaVision, Cinerama… que llenaron las pantallas de colores espectaculares y panorámicas grandiosas.
El mundo del cómic se adaptó tarde a esta realidad y no fue hasta la segunda década de los sesenta cuando en los maltratados comic books empezaron a aparecer héroes más grandes que la vida, vestidos con trajes vistosos de colores llamativos y que se enfrentaban a amenazas cósmicas o a malvados extravagantes. Pero a finales de los cincuenta el medio que dominaba era el cómic para la prensa, las comic strips, que repetían esquemas de antes de la guerra y trataban de atraer a un público cada vez más escaso con formatos más reducidos. Esta reducción de espacio afectó especialmente a las series de corte realista y aventurero, afectó a los clásicos de la década de los 30 o 40 y también a las strips de nueva creación, series como Lance de Warren Tufts; un western realista y espectacular que seguramente nació diez años demasiado tarde.
El ingenuo teniente de Dragones llamado Lance St. Lorne llega al destacamento fronterizo de Fort Leavenworth lleno de ardor juvenil y deseos de aventura. Allí se topará con una realidad, más tozuda, más polvorienta y menos atractiva de la vida en el Oeste norteamericano. La primera parte de la serie se estructura en torno a los contrastes, a veces amargos y siempre sorprendentes, entre los ideales del joven Lance y la prosaica vida de los colonos, soldados e indígenas. Los auténticos héroes son a menudo personas en apariencia tranquila o incluso los salvajes, presuntamente sin civilizar.
Warren Tuffts hace especial hincapié en el papel de las mujeres que son víctimas de los peores atropellos y que sin embargo conservan su capacidad para creer en los mejores sentimientos humanos como la valentía, la entrega y la solidaridad. Dos ejemplos de esto son: el de la indígena Muchas Túnicas y sobre todo el de Madame Hackett, que consiguen que el protagonista acabe madurando y asuma la enorme complejidad del alma humana, lejos de maniqueísmos e hipócritas convenciones sociales.
El lejano Oeste de Tufts se caracteriza por su realismo y por su crudeza. La colonización blanca no fue un paseo triunfal ni un dechado de virtudes y tuvo consecuencias dramáticas que aún se padecen en la actualidad. El creador de Casey Ruggles no esconde estos atropellos y muestra, con un documentado realismo, la lucha por la hegemonía de las tierras entre los blancos y las tribus indias, entre los norteamericanos y los mejicanos.
Violaciones, asesinatos, masacres y traiciones se mezclan con ambiciones personales, deseos de prosperidad y esperanzas de un mundo más civilizado. Lance es un actor de los hechos no siempre lúcido, a veces equivocado, pero siempre humano y la impresionante galería de personajes secundarios de esta strip retrata la infinita diversidad de la condición humana.
Y es que a diferencia de su personaje, Warren Tufts (1925-1982) estaba lejos de ser un primerizo cuando empezó esta serie. En concreto, en 1949 empezó a publicar su primera strip titulada Casey Ruggles, ambientada también en el lejano Oeste y donde el autodidacta autor empezó a explorar su universo personal. Héroes con pies de barro, personajes castigados por la ambición desmedida de los colonizadores y salvajes indígenas llenos de humanidad pueblan unas viñetas de colores brillantes y dibujo realista. Tras más de cinco años de singladura, Tufts cancela la serie por desavenencias con la distribuidora United Features Syndicate y crea Lance reservándose en exclusiva los derechos.
Puedes leer una excelente reseña del primer tomo de Casey Ruggles, también editado por Manuel Caldas, en este enlace. La firma el sin par Javier Agrafojo.
Quizás el aspecto que más destaque de Lance es su impresionante y espectacular calidad gráfico-narrativa. No es sólo un western de paisajes espectaculares, no es simplemente una traslación del estilo de Prince Valiant a una serie del oeste, es una obra madura llena de altibajos pero con momentos de muchísima inspiración. Tufts parte de las enseñanzas de Alex Raymond, de Milton Caniff y especialmente de Harold Foster para construir una epopeya realista de la colonización del Oeste norteamericano.
El artista de Fresno, California, suele dividir la página dominical en tres tiras de dos o tres viñetas. La principal característica de la serie es el uso de bloques de texto para describir tanto la acción como para representar los diálogos. Como Prince Valiant o el Flash Gordon de Alex Raymond, al principio Tufts no usó los bocadillos de diálogos para definir las conversaciones entre los personajes, hasta que a finales de 1956 la creación de la tira diaria para la serie le obliga a adoptar soluciones más sencillas que en las sundays y a unificar criterios.
La descripción de los personajes y de los paisajes es monumental. Proliferan los planos generales y las viñetas panorámicas. El entintado es un híbrido entre el detallismo naturalista de Foster y el uso del claroscuro de Caniff y en la strip cobra una importancia capital el tratamiento del color. Las estaciones, las localizaciones geográficas, incluso las horas del día están perfectamente descritas por el color. Tufts llega a pintar directamente sobre el lápiz, aplicando el color a la página y sin usar la tinta para delimitar los bordes. Esto, que supone una tremenda innovación artística y técnica para la época, ya lo había ensayado Hal Foster en partes secundarias de sus viñetas, como el cielo, en su serie Prince Valiant y también Russ Manning se había atrevido a incluir explosiones y otros efectos de forma similar en las sundays de su versión de Tarzán, pero Warren Tufts lo practica en partes esenciales de algunas viñetas e incluso en páginas enteras, como podemos ver en las dominicales del 27 de mayo de 1956 y la siguiente. Esto supone, además, que la reproducción en blanco y negro de algunas de estas páginas y viñetas resulte ridícula, porque se pierde casi todo el dibujo.
Al cabo de un año y medio del estreno de la serie y presionado por la agencia de distribución, Warren Tufts accedió a realizar también la tira diaria. Esta situación supuso una pérdida de calidad de la página dominical motivada por el exceso de trabajo. Esta circunstancia se prolongó algo más de un año y finalmente la daily se canceló y la sunday recuperó algo de su pasado esplendor, hasta la cancelación definitiva de la serie el 29 de mayo de 1960.
Durante estos casi cinco años la naturaleza se erige en protagonista de la strip y el artista nos regala viñetas deslumbrantes tanto de paisajes estivales como invernales, de los desiertos y de los bosques espesos y destacan especialmente los cielos del atardecer que dominan sobre la aventura desenfrenada. El color se ha convertido en un elemento narrativo esencial que puntúa la acción y la tiñe de un desesperado romanticismo.
Lance se ha publicado en España en una espléndida edición a cargo de Libri Impressi, el sello en castellano e inglés del editor portugués Manuel Caldas. La serie consta de cuatro álbumes encuadernados en rústica con solapas y que cuentan con una reproducción y un papel excelente.
Es obligado hacer un comentario, aunque sea breve, sobre la espléndida labor de restauración del color, las manchas de tinta y de la línea que Manuel Caldas ha realizado para su edición. El editor luso nos entrega unas páginas completamente remozadas, fieles a la edición en prensa y con una espectacular calidad de impresión. Se pueden pedir más artículos que sitúen al lector en el contexto de la obra, se puede reclamar que se editen en tapa dura, pero una vez se abren las páginas del libro uno se sumerge en el extraordinario universo que creó Warren Tutfs y disfruta de la lectura, incluso mejor que cuando el lector norteamericano abría el periódico el domingo. Caldas es un referente de la edición de clásicos de tebeo en castellano y uno desearía que no le costase tanto ampliar su catálogo.
Tanto la calidad de esta obra como la de su edición nos demuestran que el cómic bien cuidado y con contenido tiene muchos años de vigencia. Si entre todos nos esforzamos y cuidamos el medio como se merece nos esperan esplendorosos horizontes llenos de grandeza.
Salut!
Guión - 9
Dibujo - 9
Interés - 9
9
Comicscope
Un clásico norteamericano, de gran intensidad argumental y arte superlativo.
Un artículo genial, felicidades. Personalmente yo lo deje pasar en su momento y ahora no hay manera de encontrar el primer número, es una de esas cosas de las que luego te arrepientes un montón.