Las 52 reseñas: Aquaman 1

 

Edición original: Aquaman #1.
Guión: Geoff Johns.
Dibujo: Ivan Reis.
Entintado: Joe Prado.
Color: Rod Reis.
Formato: Grapa, 32 páginas.
Precio: 2,99$

 

Envolviendo la Tierra como una serpenteante gargantilla, los océanos han sido desde el principio de los tiempos germen de vida y un lienzo azul al que nuestra imaginación ha plagado de seres fantásticos e historias de leyenda. Hogar de dioses antidiluivianos que aguardan su resurgir para condenarnos a una oscuridad sin fin o de escurridizos humanoides con rasgos de pescado, las profundidades marinas son un páramo fértil en el que el comic de ciencia ficción lleva sintiéndose cómodo desde finales de los años treinta. Sometidos a rachas como las mareas, aunque de su aguas han surgido personajes tan emblemáticos como la Sirenita de Christian Andersen, Namor, Abe Sapien, Sea Guy o Marineman, históricamente son personajes que -pese a haber vivido grandes momentos de esplendor- tienen dificultades para seguir el paso de otros con raíces más terrestres.

Creado por Paul Norris y Mort Weisinger en 1941 con bases prácticamente idénticas a las del Namor de Bill Everett, tras los estragos provocados por Fredric Wertham se convertiría en una de las colecciones representativas del lado más «tontorrón» de la Silver Age. Aunque este rasgo comenzó a pulirse a partir de los 60 con momentos tan dramáticos como la muerte del hijo de Aquaman a manos de Black Manta, no sería hasta mucho después de la Crisis en Tierras Infinitas cuando el personaje comenzó a brillar con toda su grandeza. Esto sería gracias a la llegada de Peter Allan David, quien tras soprender a propios y extraños con fantástica Crónicas de Atlantis junto a Esteban Maroto y Tiempo y Marea (Aquman: Año Uno) no tardaría en ponerse al frente del lanzamiento de la tercera serie regular del personaje. De la mano de David, Aquaman se convertiría en un personaje único con una riquísima mitología cuyas influencias arraigaban en la fantasía heroica y el misticismo arcano con ramalazos de aventura naval y de piratería. Un héroe tan bravo e indómito como las aguas a las que gobernaba con barba y melena «al viento» además de un garfio donde antes tenía su mano izquierda. Logrando tal éxito que su enfoque perduraría hasta una década después de su marcha con gente como Erik Larssen, Dan Jurgens, Rick Veidtch, Will Pfeifer o John Arcudi, quienes nos ofrecerían sagas tan interesantes como El Hundimiento de San Diego.

Sin embargo, tras la Crisis Infinita Kurt Busiek se marcaría un arriesgado jump the shark con La Espada de Atlantis y aunque la serie llevó hasta el límite ese aire a lo Robert E. Howard quedó herida de muerte provocando que Arthur Curry abandonara el mundo de los vivos por la puerta de atrás dejando a Aquaman en el limbo hasta que Geoff Johns decidió recuperarlo en La Noche Más Oscura. Sin protesis de ningún tipo, bien afeitado y un pelado en corto para que las juventudes no tengan ideas raras, Aquaman volvía lucir el dorado y verde retornando a sus raíces superheroicas clásicas. Bajo la batuta de un experto en revivals superheroicos, Johns dejaría sentadas las principales bases de su visión del personaje en la maxiserie Brightest Day reencontrando a este viejo lobo solitario con un mundo que le había dejado atrás.

Con una larga experiencia rescatando del olvido a personajes como Hawkman, Hal Jordan o Barry Allen para devolverlos a su forma más pura y luminosa, resulta difícil entender el enfoque elegido por el guionista de la JSA para presentarnos a Aquaman en este primer número de su colección. Introduciendo una amenaza acorde con la naturaleza del personaje y sus tendencias personales (que prácticamente es la versión humanoide de Piraña 3D pero con menos bikinis o implantes de silicona) desde la entrada en escena Arthur, Johns dedica más de la mitad de las páginas del comic a contarnos que para la mayoría de la gente el personaje es un chiste mientras intenta demostrarnos que no lo es. Propuesta extraña donde las haya, parece tomar como referencia una vieja broma del mundillo tan arraigada que hasta ha tenido su hueco en Family Guy o South Park en un intento desesperado reivindicarlo. Limitándose a llevar al personaje de paseo por Boston de un modo bastante similar al utilizado por Joseph Michael Straczynski en su todavía reciente arco en Superman, Johns nos sumerge en un festival de chistes a costa del personaje que van desde ofrecerle un vaso de agua tras enfrentarse a un grupo de ladrones o pedir pescado con patatas en un restaurante costero.

Tanto insiste en el tema que al final da la impresión que es al propio Johns al que Aquaman le parece ridículo de la misma forma un crío que asegura reiteradamente que no haber hecho algo sin que nadie pregunte termina levantando sospechas. Por hacer una suerte de simil, es como si en el primer comic de Batman Scott Snyder se hubiera dedicado a intentar convencernos de que el señor de la noche no es gay ni esta liado con Robin y que esa monja que se pasea junto a borrachos por los semáforos de Gotham no tiene nada que ver con él. ¿Tanta importancia le merece a Johns una broma desfasada más afín a la versión Silver Age del personaje que a todo su desarrollo posterior como para convertirlo en el eje central de su relanzamiento?

Cautivado por la mitología y ese vetusto misticismo que ha rodeado al personaje durante tantos años y que nada tenía que envidiar a los grandes iconos de la editorial, no puedo evitar tener la sensación de que la propuesta del guionista no solo no está a la altura de Aquaman sino que resulta en cierta manera humillante verlo relegado a la función de un desangelado chiste teniendo en cuenta su potencial. Siendo un número uno en el que darlo a conocer a nuevos lectores, el objetivo de Johns debería ser captar toda la grandeza del personaje haciéndolo brillar a la altura de los Batman, Green Lantern o Superman (el personaje no se merece menos) no dedicarse a desmentir chascarrillos que ya eran viejos antes de que terminase el instituto al más puro estilo Milhouse Van Houten. Si espera aportarle una dignidad que nadie ha pedido con una presentación tipo «Aquaman ya no moja la cama, ahora es un tipo guaay» quizás debería plantearse que no es la mejor forma de dejar una primera impresión. Bien es cierto que durante la etapa de David el creador de Fallen Ángel no tenía reparos en reirse de si mismo y su protagonista, pero alguien debería decirle a Johns que ese tono irónico e irreverente no le sale nada bien y que, al menos en este caso, su intento de desmitificarlo a través de la mofa resulta forzado y desmedido. A su favor hay que decir que cuando deja de intentar resultar gracioso recurriendo a temas tan propios del guionista como la obsesión por las figuras paternas ausentes o las amenazas lúgubres y sanguinolentas, el comic mejora enteros mostrándonos a Aquaman como un viejo lobo de mar aislado del mundo junto a su esposa Mera en la seguridad del solitario faro que le vio crecer. Desgraciadamente esta parte queda eclipsada por todo lo anterior resultando insuficiente para levantar el comic.

Mucho más gratificante resulta la labor de un Ivan Reis que sigue creciendo a pasos agigantados y que a Aquaman le sienta mejor que lo que jamás le sentara a Green Lantern (que tampoco fue poco). El dibujante nos ofrece a un Arthur Curry con una pose regia y una mirada tan insondable como el mar que probablemente esté entre las mejores interpretaciones que se hayan hecho de la imagen clásica del personaje. Cómodo en tierra pero desbordántemente poderoso cuando le toca lanzarse a la mar, con el entintado de Joe Prado y el color de Rod Reis, cuando se libra de la cosmopolita visión de Johns logra evocar a esas indómitas representaciones de la mar tempestuosa. Sin embargo, su sempiterna pareja de trabajo no parece compartir su pasión por el medio acuático dejándole poco espacio para lucirse quedándonos con la miel en los labios mientras imaginamos todo lo que todavía puede ofrecernos en cuanto el hombre se lance a la mar. Quizás este desentendimiento entre dibujo y guión no sea sino el resultado de los orígenes tan diferentes de sus responsables. Al fin y al cabo, difícilmente pueden tener la misma visión del mar alguien que ha crecido en el corazón de Detroit con los «anjaulados» Grandes Lagos en la lejanía y alguien de Sao Paolo con las costas del atlántico a escasos kilómetros de la ciudad.

En definitiva, pese al equipo de lujo que la acompañan, las nuevas aventuras de Aquaman dejan en su debut un sabor agridulce en el que brillan mucho más los pinceles de Reiss que el guión de un Geoff Johns que -al menos desde mi punto de vista- ha elegido un enfoque completamente inadecuado muy por debajo de anteriores etapas del personaje. Sin embargo, el título parece haber recibido buen respaldo tanto por parte de la crítica como en caja, por lo que como era de esperar queda serie para rato. Ahora solo hay que esperar que en futuros números Johns se libre de inseguridades recuperando toda la grandeza del señor de los océanos. No se merece menos.