Las 52 reseñas: Justice League Dark 1, I Vampire 1 y Voodoo 1

Última semana del relanzamiento del Universo DC y tanda final de los cómics de la línea Dark. Esta semana tenemos de todo: desde el gran buque insignia de estos títulos de terror y magia que hemos venido reseñando durante septiembre hasta la recuperación de una cabecera clásica de la compañía, pasando por la integración de un personaje que viene de la extinta WildStorm. O lo que es lo mismo: grandes clásicos, reimaginaciones y relanzamientos. Modus operandi habitual de la que los medios especializados han bautizado como la Vertigo 2.0.

Justice League Dark 1, de PETER MILLIGAN y MIKEL JANIN; Portada de RYAN SOOK; DC Comics; 32 págs., 2,99 $.

¡Al fin llegó! Que la Justice League Dark de Peter Milligan y Mikel Janín estaba llamada a ser la gran apuesta del área fantástica en este Nuevo Universo DC estaba claro desde el principio: no sólo contiene en su título la palabra mágica que ha bautizado a la línea –Dark– sino que los grandes artífices del relanzamiento han pasado de nombres alternativos que podrían haber sido más descriptivos (The Sabbath, The Wizards, The Sorcerers, The Warlocks, etc.) para concederle el honor de portar el siempre llamativo estandarte de la Liga de la Justicia. Para más bombo, al frente de los guiones tenemos a nada más y nada menos que a Peter Milligan, viejo zorro del subsello adulto de DC Comics y, a la postre, guionista actual en esa Hellblazer cuyo protagonista, John Constantine, es titular destacado de la alineación que da nombre a este cómic (que nadie tema crossovers porque ya se ha comunicado por activa y por pasiva que el Constantine de Vertigo y éste no interaccionarán). No obstante, el célebre mago inglés creado por Alan Moore para las páginas de La cosa del pantano no es el único personaje que le resulta familiar al escritor: por aquí también pululan su famoso Shade o varios de los ¿héroes? que incluyó en su tie in de Flashpoint Secret Seven (Zatanna, Mindwarp, Encantadora), a los que se suman Deadman y Madame Xanadu (quien, como el lector atento habrá constatado, está ligada a casi todos los títulos de la línea Dark y parece tener mucho que decir respecto a la misteriosa amenaza que planea por las 52 nuevas colecciones). Con estos mimbres sólo faltaba saber si la empresa estaría a la altura.

¿Veredicto? Regular tirando a flojo, al menos en lo que compete a un guión que quizás recuerde demasiado a la convención de brujos que se reunió en American Gothic. El esquema de este primer número, desde luego, podría ser casi una precuela de aquel magistral arco de La cosa del pantano: ante una amenaza mágica –que no desvelaremos para evitar el spoiler, pero que diezma a la verdadera Liga de la Justicia– diversos seres de cariz sobrenatural se van reuniendo como último recurso para hacerle frente. Gran protagonismo de Zatanna –su interacción con Batman es de lo mejorcito que encontramos en el debut–, presentación episódica del resto del futuro equipo, y un sonado vapuleo a un Superman cuyos poderes no le sirven de nada frente a la magia. No es poco, pero Milligan no liga bien todo lo que quiere y tiene que contar, evidenciando una vez más tanto en algunos diálogos como en la omnipresente y algo cansina voz narradora que las prisas le llevan a ser superficial. Al escritor británico siempre le ha hecho falta tiempo para desarrollar sus historias, y tanto el ritmo que se le ha impuesto a las colecciones del Nuevo Universo DC como ese vacío conceptual que lo aqueja de unos años para acá –todo lo contrario de lo que le pasaba a finales de los ochenta y principios de los noventa– le hacen firmar un cómic que, aunque entretiene, deja la sensación de mero trámite; de no estar al nivel de las expectativas creadas. No deja de resultar paradójico, en este sentido, que los vicios y puntos negativos de esta Justice League Dark sean los mismos que muchos lectores identificamos, el pasado 31 de agosto, en su ambiciosa hermana mayor.

Respecto a Mikel Janín, comentar que el arquitecto y dibujante pamplonés deja bien claro durante todo el número que ésta es su gran oportunidad y que no piensa dejarla escapar. Su Wacom Intuos 4 ha debido de echar humo porque se aprecia mucho trabajo en la factura gráfica del tebeo, especialmente en lo que compete a creación de ambientes, control de espacios, composición interna de las viñetas y gestión de negros y grises. No obstante, hay ciertos detalles aquí y allá que ensombrecen su labor: las referencias fotográficas o el modelado en 3D son herramientas perfectamente lícitas –Janín jamás intenta ocultarlo cuando se le pregunta por ellas– pero aquí han desequilibrado la fluidez de la narración en favor del impacto de la figuración, al tiempo que han introducido una falta de naturalidad y cierta incoherencia facial en los personajes (cuando no poses artificiales). Desde esta web animo al dibujante, que sé que nos lee y que siempre se ha mostrado majísimo, a que una vez afianzado en el título gane confianza, porque le he visto muestras (Los Vengadores) y trabajos (JLA 80-Page Giant) en los que con un estilo mucho más suelto conseguía resultados excelentes. De paso, lo felicito efusivamente por esa pedazo de exclusiva que acaba de firmar con DC Comics y que se hizo pública ayer mismo. Respecto al color, la paleta de Ulises Arreola es muy luminosa, pero la predominancia de tonos pastel y colores vivos resulta extraña en un tebeo de terror… tanta que me ha hecho pensar en cuán diferente sería este cómic si fuera en blanco y negro. En resumen: un tebeo entretenido al que la expectación le ha jugado una mala pasada y que necesita mejorar.

I, Vampire 1, de JOSHUA HALE FIALKOV y ANDREA SORRENTINO; Portada de JENNY FRISON; DC Comics; 32 págs., 2,99 $.

Cuando antes del verano se anunció esta nueva serie, media humanidad se rajó las vestiduras al grito de «¡Qué bien! Ya tenemos un Crepúsculo en el Nuevo Universo DC». Vampiros, amor –en teoría– y una portada francamente contraproducente alimentaban la idea, pero había también aquí y allá algunas señales que nos indicaban que podíamos estar equivocándonos. La más evidente de ellas era que, pese a lo que muchos aún piensan, este I Vampire no es una creación original, sino la reimaginación –táctica habitual en Vertigo– de una cabecera que se publicó durante los años ochenta en la antología de terror House of Mystery; una cabecera que, como recuerdan en este magnífico artículo de Tebeosfera, siempre empezaba así: «Hace 400 años, mi beso vampírico transformó a la mujer que amaba en una criatura desprovista de alma llamada Mary, Reina de la Sangre. Hoy, ella planea que los no muertos dominen el mundo… mientras yo planeo detenerla antes de que sea demasiado tarde. Yo, Andrew Bennet…». Además, había otro detalle sumamente significativo en la historia de I Vampire –que, por cierto, nada tiene que ver con la obra de Carlos Trillo y Eduardo Risso– que resultaba poético, esclarecedor y hasta vindicativo: en su momento fue el primer título de envergadura que editó en DC Karen Berger; es decir, los cimientos desde los que partió la responsable de la Invasión Británica y, también, la fundadora y actual editora ejecutiva de la línea Vertigo. Si a todo ello le añadimos las palabras de Fialkov elogiando a sus «amigos» Steve Niles (30 días de noche) y Scott Snyder (American Vampire) o la hábil conexión con el UDC que trazó el otro día el editor Matt Idelson en The Source (de Camelot a Demon Knights y, de ahí, a Stormwatch), esa primera impresión crepusculera se desvanece aún más.

Pero ¿qué pasa cuando leemos el tebeo? Pues que confirmamos, señoras y señores, que aquí no hay ni rastro de Crepúsculo, sino un modélico cómic de terror que, sorprendentemente (y tal vez porque no se esperaba mucho de él), gusta y convence. El argumento de base es prácticamente el mismo que el de la original, pese a que el desarrollo –así como el tono y el aspecto gráfico– se encuentre totalmente renovado: Andrew Stanton, vampiro centenario, emprende una guerra contra su ex-amante vampira Mary, quien harta de ocultarse entre las sombras y de ver el mundo en manos de «alienígenas y enmascarados» se propone emprender una suerte de cruzada hematoterrorista. A este respecto, el primer número de I Vampire no sólo consigue introducir correctamente a los dos personajes principales, establecer su psicología y sus triangulaciones (definir a un inmortal no es fácil) y huir del tono afectado sin renunciar al romanticismo inherente al mito, sino que también resulta convincente a la hora ubicarlos en un mundo con superhéroes (estupenda la advertencia de Andrew a su antagonista) y añade al cóctel un ambiente malsano y brutal, primario y caótico, de lo más agradecido. Los vampiros de Fialkov son sabios porque son antiguos, pero precisamente por eso también tienen el instinto primario de una mala bestia.

Ahora bien… sería injusto negar la importantísima contribución de Andrea Sorrentino y, muy especialmente, del colorista Marcelo Maiolo a la hora de forjar la magnífica primera impresión que causa I Vampire. El primero, porque no sólo consigue jugar de forma esplendorosa con unas páginas basadas en la viñeta panorámica, la rectangular de proporciones panorámicas y la doble splash page (inteligentísima la cruz invertida que crea con tales elementos), sino que ofrece para la ocasión un dibujo hermoso y etéreo, combinado con un poderosísimo entintado a base de grandes manchas de tinta. Y, el segundo, porque colorear una historieta con tales masas de negro era poco menos que imposible y, aun así, lo ha bordado: consciente de que una paleta variada o colorista iría en detrimento del acabado final, Maiolo opta por el camino intermedio entre el blanco y negro y el color y nos ofrece páginas con un aparente bitono gradado. Pero no sólo se queda ahí, sino que justifica conceptualmente su paleta: en las páginas de Andrew tenemos un predominio absoluto del marrón cálido, en las de Mary de un azul oscuro muy frío y, en aquellas en las que los personajes interaccionan, acaba predominando un color u otro dependiendo de quien lleve la voz cantante a nivel físico o psicológico. Por todo ello, declaro a I Vampire el sleeper de la semana: un material por el que nadie daba ni un céntimo y que, sin embargo, se revela como una colección a seguir.

Voodoo 1, de RON MARZ y SAMI BASRI; Portada de SAMI BASRI; DC Comics; 32 págs., 2,99 $.

Con la mayor parte de los títulos de la extinta WildStorm ubicados en ese cajón de sastre que es la línea Edge, en su momento me sorprendió enormemente ver a Priscilla Kitaen, nombre real de la heroína conocida como Voodoo, descolgada por aquí en la línea Dark. Máxime teniendo en cuenta que, a juzgar por lo que hemos visto en el Grifter #1, los Daemonitas han llegado para quedarse. En DC Comics, por supuesto, también han reparado en ello. Tanto que, si bien este Voodoo #1 nos presenta una «trama» (¡je!) relativamente ligada al terror, y pese a que la propuesta del guionista Ron Marz –una suerte de road comic que ofrezca un vistazo foráneo al Nuevo Universo DC– encaja en un sitio o en otro, las solicitations del segundo número de la cabecera ya han pasado al terreno Edge (el primero, no miento, estaba en la línea Dark, no sé si por error). Sea como fuere, si esto es un cómic de la línea Dark o Edge poco importa, porque no le llega a la suela del zapato ni a Animal Man ni a Stormwatch. Lo que tenemos aquí, a mi juicio, es un pésimo tebeo que durante la mayor parte del tiempo basa sus páginas en mostrar a una señorita ligera de ropa.

Aprovechando que Kitaen, una extraterrestre multiforme con poderes telepáticos, se oculta bajo la apariencia de una bailarina de barra americana en un club de striptease, el equipo creativo nos presenta una entrega que básicamente se dedica a –más allá de informarnos de tal eventualidad y de que una «misteriosa agencia» le sigue la pista– enseñarnos lo bien que está su protagonista: pechos que la mano no cubre, cintura de avispa, culo rotundo, piel morena, ojos aceitunados, pelo permanentemente lavado con Herbal Essences (única explicación para las continuas expresiones multiorgásmicas de la protagonista)… todo ello mínimamente cubierto con tangas y lencería de encaje, expuesto entre contoneos y poses picantes, y sumado, por si una sola playmate no fuera suficiente reclamo, a un vistazo al camerino de las compañeras de trabajo de la moza. Cortesía de un Sami Basri meramente cumplidor, que se basa en la línea fina y deja no poco trabajo volumétrico al degradado cromático, y con una composición de página basada en 3 o 4 tiras de viñetas por página que se fusionan y dividen horizontalmente para crear formas panorámicas, cuadradas o rectangulares verticales sin perder su estricta estructuración. Splash pages ocasionales para que lo que hay que ver se aprecie mejor y… poco más hay aquí de lo que disfrutar.

¿Conclusiones? Francamente malo este cómic. Y no porque muestre anatomía femenina a raudales, no; sino porque constatamos que para Marz el erotismo se basa en mero y pedestre exhibicionismo. Además, claro está, del hecho de que no ofrece ni una historia interesante, ni unos personajes que calen, ni nada de nada. Tenemos por tanto una historieta de superhéroes en la que no hay ni acción ni superhéroes, con la densidad argumental de una porno tramposa que acaba por no enseñar nada, y con el erotismo inexperto de quien, sin saber cómo seducir, opta por quedarse en ropa interior esperando que eso lo solvente todo. No tengo nada en contra del cómic erótico… simplemente quiero saber que lo es cuando compro uno y, también, que haga bien su trabajo, ya que estamos. Por desgracia, Voodoo ni se aclara en lo primero ni consigue cumplir con lo segundo. Así de «bien» le irá.