Las aventuras del capitán Torrezno. Deeneim. La sátira nunca fue tan épica.

Deeneim, nombre del primer arco dramático de “Las aventuras del Capitán Torrezno” y de la ciudad en el que se ambienta, es también un ejemplo del buen hacer en el mundo del cómic patrio. Santiago Valenzuela nos trae, en esta primera parte de su obra magna, una historia que pretende abarcarlo todo. Y es que estos primeros seis tomos que comprenden el arco de Deeneim, tienen los brazo muy largos.

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“A dónde he ido a parar… muertos, guerras, tarados con casco… Si por lo menos pudiera recordar, comprender algo, quitarme este vacío de la cabeza…
Si pudiera echar un trago en el Denver…”

¿Cómo empezar algo que lo contiene todo? Supongo que por el principio.
En el inicio estuvo la idea, y la idea pareció simple. Pero al pensar en ella se complicó, pues la idea lo incluía todo. Después vino la palabra, y se hizo uso de ella. Y de su empleo nació el nombre, y su nombre recorrió la historia. Y la historia abarcaba tanto como la idea, pues la idea era la historia, la que vivió el nombre. La idea de Las aventuras del Capitán Torrezno.

Estuche de Ponent que incluye los seis tomos de Deeneim

Es fácil tener una idea, es más complicado que sea una buena idea, y la cosa se vuelve muy difícil cuando hay que darle forma y traerla del mundo de las ideas al mundo sensible sin que pierdan su esencia. Platón diría que esto es imposible por su condición de idea, que justo lo que hace que el mundo de las ideas tengan esa condición de universal y eterno, es precisamente lo que hace imposible que el mundo sensible o visible pueda simularlo sin que las propias ideas se vean desvirtuadas o enturbiadas. Pero en este caso haremos un pequeño ejercicio de fe, como dijo Julio César, La experiencia es la maestra de todas las cosas, y mi experiencia de lector ha sido que no importaba si la idea fue más pura, más universal y eterna, porque lo que Santiago Valenzuela nos trajo fue prácticamente todo, y eso es más que suficiente para este mundo.

El creador y su creación

El autor de la bestia de seis patas (ya cuenta con la friolera de 10), Santiago Valenzuela, nació en San Sebastián en 1971, residente actual de Madrid. Hijo del escritor orensano José Eduardo Valenzuela, se licenció en la capital, en la especialidad de grabado de la Facultad de Bellas artes de la Universidad Complutense. Siendo aún estudiante trabajó y fundó el fanzine Jarabe, en el que el Capitán Torrezno se dejó ver por primera vez como un boceto de lo que llegaría a ser. Tras la colaboración en otros fanzines como, El regreso de los ultramarinos (al que hace referencias en su obra principal), Cretino, Dos veces breve y Tos, llega el 2002 y con él la aparición formal de nuestro querido capitán.

Desde ese año hasta 2005 estaría ocupado con el proyecto que acabaría siendo el que marcaría su obra como ningún otro, escribiendo y dibujando la friolera de los primeros 5 volúmenes de la saga: Horizontes lejanos, Escala real, Limbo sin fin, Extramuros y Capital de provincias dolor. Todos ellos editados por Ediciones de Ponent. Su obra Extramuros, cuarta entrega de la saga, sería nominada a mejor obra y a mejor guión en los premios del Salón del cómic de Barcelona de 2005, y aunque no conseguía alzar ninguno de los galardones, Santiago había dejado claro que detrás de su obra había algo más que un nombre chistoso. En ese mismo 2005 salió El lado amargo, una obra de crítica social editada por la editorial Astiberri. Fue en 2006 cuando dijo terminar el primero de sus arcos en su elefantiásica saga con el sexto volumen, Los años oscuros, dotándolo de una estructura y tono totalmente diferente a los vistos en los cinco anteriores. Al año siguiente sacaría un compendio de relatos cortos de nombre El gabinete del doctor Salgari (a pocos se les escapará la referencia al Doctor Caligari), que se centran en la forma de tratamiento en los pacientes de enfermedades mentales, contados todos ellos con un tono más amargo y un ritmo más lento que sus obras anteriores.

A partir de ahí, Valenzuela se dedica por completo a la que será su obra fundamental. Con la vuelta en 2010 a Las aventuras del Capitán Torrezno, y su séptimo volumen, Plaza elíptica, ganaría el Premio Nacional del Cómic de España, concedido por el Ministerio de Cultura. Tras eso se intuye una reflexión, seguramente debida a la cantidad de variables a tener en cuenta para continuar la obra sin caer en incongruencias a la hora de seguir con la saga, pues habrá intervalos de publicación entre sus siguientes entregas de dos y tres años, ahora editadas por Panini Comics. La estrella del mañana en 2012, Babel en 2015 y La última curda en 2018. La pretensión, en boca del autor, es hacer tres arcos dramáticos, y que cada uno de ellos esté comprendido por seis volúmenes. Por tanto quedan solo dos entregas para la finalización de este segundo, y para el que estaremos pendientes, pues seguro que merecerá al menos otro paseo por su historia. Por ahora nos enfocaremos en el primero de los arcos y en su no poca complejidad. Deeneim.

El vástago se puso en pie y comenzó a andar

Ese breve pastiche de referencias con el que se comienza el artículo no es casualidad, es un pequeño homenaje al que se concentra en la historia que se cuenta durante los primeros seis tomos de las aventuras del Capitán Torrezno. Religión, historia y filosofía son los tres grandes pilares que se sustentan en la base de la sátira y de la perspectiva, en todos los sentidos de esta última palabra. Pero antes de entrar en materia hablemos de qué trata la historia en estos seis volúmenes.

Homenaje a la intro de Star Wars

Alguien que conoceremos como Capitán Torrezno despierta, con pintas de estar sufriendo una fuerte resaca, en una especie de desierto. Veremos que está en un mundo diferente al nuestro, que al parecer era del que el propio Capitán provenía, pues al principio solo se pregunta dónde estará su bar predilecto, el Denver. Veremos que en ese mundo hay una guerra abierta entre dos facciones: Los Iconoclastas, una especie de horda mongola atea (en la teoría, no en la práctica) que aborrece los símbolos y los iconos; y por otra lado los Idólatras, una sociedad con una cultura religiosa como elemento distintivo en la que no se encubre la evidente analogía de la religión cristiana. Ambos bandos tienen sus motivaciones, pero ninguno se libra de que éstas sean satirizadas y puestas en entredicho. De las dos facciones parece ser que la de los iconoclastas es la que va venciendo, y da la casualidad de que el capitán va dar al a la opuesta, la de los idólatras. El ejercito, o la horda del Gran Khan, avanza sin piedad hasta verse enfrente de la gigantesca ciudad de Deeneim, la enorme capital del dominio de los idólatras, donde nuestro improbable protagonista se verá sitiado junto con los demás ciudadanos. Los cuatro volúmenes del centro tratan el sitio y asedio a la ciudad. Mientras que el primero, Horizontes lejanos, nos asoma al universo y asienta las bases de su creación confiriéndole esa pátina divina pero humana, véase, inefable pero patética al mismo tiempo; el último, Los años oscuros, nos da una visión diferente, externa al mundo creado por el autor, que cambia de tono y estructura, incluso cambia de tiempo, ya que todo el volumen es una elipsis a lo que parece el final de la saga.

Horizontes lejanos: 220 páginas, Ediciones Ponent 2002
Se nos muestra el mundo, uno que parece la miniaturización del mundo que ya conocemos. Los lectores estamos tan perdidos como el protagonista y vemos una especie de Génesis satirizado. Todo mantiene un halo de parodia y sin sentido.

Escala real: 126 páginas, Ediciones Ponent 2003
Hay un evidente cambio en el estilo, de uno más expresionista y agresivo con los rayados, a uno más asequible para contar una historia que se vuelve cada vez más adulta y reflexiva con la introducción de la aguada. Se da el inicio del sitio a la ciudad de Deeneim. Se mantiene la forma cómica y extravagante en las situaciones que se suceden, y hay una constante mención a la realidad, con objetos, recuerdos y referencias culturales.

Limbo sin fin: 110 páginas, Ediciones Ponent 2003
La primera parte del sitio. Pura historia de caballería con toques de un futurismo postapocalíptico al estilo Mad Max. La cantidad de comicidad da un notable bajón dado la creciente seriedad de la historia y la plausible importancia de las acciones. Cuanto más real ve el nuevo mundo el capitán, más seria se vuelve la historia.

Extramuros: 134 páginas, Ediciones Ponent 2004
Hace aparición la tecnología, con un entramado de trenes (pequeña mención al clásico juguete de ibertren) y con territorios neutrales que se lucran con la guerra. Aun así se mantiene la épica del sitio a la ciudad con la llegada de unas criaturas que podrían verse como casi mitológicas en su mundo, como lo fueron los elefantes para Alejandro Magno y su ejército, pero que el lector podrá reconocer sin problemas. La parte cómica prácticamente ha desparecido, en cambio la sátira está más presente que nunca.

Capital de provincias dolor: 166 páginas, Ediciones Ponent 2005
Es la más seria de las entregas. Tenemos, entre otras cosas, una visión de la guerra desde el punto de vista de un campesino, o de un inocente. Es el volumen más reflexivo en cuanto a las consecuencias y las acciones. La guerra sin bandos felices, desde la visión de los conquistadores a la de los conquistados. Se mantiene el nivel de sátira en todos los aspectos, pero se centra enormemente en el de la guerra y la religión.

Los años oscuros: 110 páginas, Ediciones Ponent 2006
Este último tomo marca una enorme ruptura de la continuidad hasta ese momento vigente en los demás. Y no solo rompe la linealidad de la historia, sino que plantea una ruptura de estilo y estructura. Casi se podría decir que está fuera del arco o del ciclo por no tener nada que ver con lo anterior. Pero tras recomponernos se pueden apreciar unos textos con profundidad, que hablan de la mundanidad o de la propia sátira en sí misma. Son muchos relatos inconexos en los que el papel de Dios adquiere una gran importancia y significado.

Los tres ingredientes del barro primigenio

Ya sabemos lo que se desarrolla en las páginas de los primeros seis tomos de Las aventuras del Capitán Torrezno, sin que sepamos exactamente lo que sucede. Sin embargo, hay mucho más bajo esa superficie, bajo esa mezcolanza de elementos casi universales, y que sin duda son inherentes y están eternamente unidos al ser humano, como lo son la religión, la historia y la filosofía. Ni tan siquiera la gran ciudad de Deeneim se libra de ese revoltijo. Aunque mantiene una consistencia global se ven las costuras de las antiguas Roma y Jerusalén. El templo, el foro, el palatino, el circo máximo… Eso nos da al lector la tranquilidad de aceptar la historia con mayor rapidez, pese a que no tenga sentido en nuestra realidad, nos da unas pautas a las que podemos agarrarnos contexto-culturalmente y nos deja espacio para preocuparnos por las cosas que se esconden bajo la miscelánea cultural.

El Shogun Hideyoshi luchando

El collage de referencias, se nos presenta como una muestra del mundo globalizado y batido, mezclado y homogeneizado. Como si fuera un niño jugando a contar una historia en su casa y solo contase para ello con unos juguetes que poco tienen que ver entre ellos, con respecto a épocas, mundos o pretensiones. Pero que al fin de cuentas son personajes de la historia y encuentran su lugar y su verosimilitud una vez entran en la historia del niño, y esa historia cada vez es tomada más en serio por el narrador. Su uso tiene una pretensión más allá de la de conseguir que las bromas sean más accesibles al lector, o la de hacernos sentir bien al reconocer una vestimenta, un objeto, un símbolo, una cita, un autor o un dicho popular. Y es que cuando un escritor se enfrenta a una historia en un mundo inventado tiene que marcar las reglas que lo rige. Algo que, dependiendo de las diferencias que haya entre el mundo en el que vivimos y en el que el escritor cuente su historia, puede llevar más espacio del que el espectador está dispuesto a ofrecer antes de alejarse de ese mundo, abandonándolo en una estantería y dejando que éste se llene de polvo. Para ese cometido, contar con referencias visuales y culturales del mundo real es una herramienta perfecta, y el autor es consciente de ello.

Hay que ser valiente para enfrentarse a la religión, a la historia y a la filosofía en una obra. Pero casi hay que ser un héroe para hacerlo por medio de la sátira. Porque aunque ésta da un refugio muy agradable en la cuestión de la trivialidad que confiere la forma, el contenido tiene que estar a la altura para no ser evidente pero tampoco que caiga en artificios prototípicos, como caídos en un molde, y mucho menos que parezca que te ríes de todo a lo que haces alusión. Esa es la medida, el equilibrio que se debe mantener, para no pasar de héroe a suicida.

La visión de que Dios sea un funcionario del ministerio de obras públicas llamado Hilario, y que cree su propio Edén en un sótano que tuvo abandonado en su inmueble, dice mucho del autor, pero dice más del hombre y sus dioses.

Es cierto que hay un Dios intuido que se haya sobre Hilario, y que de alguna manera se puede sobrentender cierta empatía por su parte, al igual que se puede sacar la conclusión de que hizo posible ese milagro de forma aleatoria, como todo lo que parece suceder en el apartado divino de esta historia. Casi como si Hilario fuera aquel niño que juega a contar una historia con diferentes juguetes, pero no son juguetes ni la historia la cuenta él. Se refleja una creación inesperada, chapucera e incontrolable, como la propia realidad nos muestra a diario, donde todo parece ser azaroso y nada ordenado. Con una visión del Génesis propia pero más accesible, más cercana a la que podemos abrazar como nuestra. Una en la que el creador lo hace sin querer, una en la que Dios crea para no sentirse solo, y la pretende mantener para aferrarse a algo que llene el vacío de aquella soledad previa a la creación. Y que a su vez la abandone por miedo infantil, el mismo por el que antes se agarraba a ella. Un ser expulsado del Edén por no aceptar unas consignas infantiles y unas reglas poco más que cuestionables. Un planteamiento que, pese a todo, muchos identificamos como plausible basándonos en nuestras experiencias.

Sin embargo, esa idea de Dios que se nos esboza en el primer tomo es solo la punta del iceberg de lo que nos espera dentro de la saga. La misma definición de los bandos como iconoclastas e idólatras ya nos está dando pistas de la batalla, de lo que se debate bajo la apariencia de la guerra. Pero pese a que la finalidad de la guerra, paradójicamente, sea la paz, al igual que ocurre siempre en las guerras, no hay vencedores, solo vencidos. Como ya adelantó alguien experto en estos temas, Napoleón Bonaparte, En la guerra, como en el amor, para acabar es necesario verse de cerca. Y si no olvidamos que cuando los extremos se miran, siempre les duele reconocerse en el del frente, y como en esta historia ambas partes se miran de muy cerca, entre ellas y a sí mismas, es difícil, como lector, no verle las costuras.

Su tratamiento de los temas filosóficos, aun no ahondando con profundidad en ellos, ya que el hueco necesario para ahondar es el equivalente a las obras de los grandes pensadores de la historia, tienen su pequeño espacio. La saga está plagada de referencias a toda clase de ramas y doctrinas filosóficas. Y pese a que a veces, parecen ser más bien retazos de la opinión de un personaje, vagamente fundada en algún recuerdo lejano de lo que se explicaba en dicha rama o doctrina, logra que sus personajes no sean los eruditos que por otra parte no son ni deben ser, pero que el lector se sienta reconfortado por ese breve perfume de conocimiento.

El autor hace gala de varios talentos, entre ellos reconocer qué personajes le pueden servir como coladeros de esas pequeñas perlas de pensamiento. El que es conocido por el mote de “Dios” por los parroquianos del Denver, es un claro ejemplo de personaje útil en ese sentido. Dada su ambivalencia en lo concerniente a su identidad, incluso humanidad, mantiene una agradable conversación con el lector plagada de referencias filosóficas con un deje de religiosidad, y que confiere a la obra un halo de misterio en cuanto a su persona mantenido hasta el final del mismo arco.

Una de las cosas que el autor lleva a cabo con bastante valentía es la temporalidad lineal. No es fácil, en un momento dado, no librarse de un apuro haciendo uso de uno de los paladines preferidos de los escritores; la elipsis. Y aunque haga varios movimientos temporales para avisarnos de lo que sucederá en un futuro, como ocurre durante todo el último tomo, nunca lo hace con esa intención de trilero de feria tan manida en toda clase de narraciones. Si hay una conversación en la que se debe hablar sobre estrategia de guerra no nos la saltamos y vemos los resultados en la batalla, haciéndonos creer, como ya es costumbre, que el plan ha salido mal, para con una frase ingeniosa dar a entender que ese fallo también era parte del plan; no. Si hay que debatir estrategia se debate, sin perder la esencia de la historia, pero se hace. De nuevo estos debates, y las estrategias que se plantean, se ven influenciados, como pasa en los apartados de filosofía, por los grandes referentes de la estrategia militar. Sun tzu, Julio Cesar, Maquiavelo… Pero, aunque ninguno de los personajes es la sombra de lo que fueron estos grandes nombres, como era de esperar, hay tenues acercamientos. En el quinto capítulo del quinto volumen, Saturnales, hallamos una conversación entre el general del ejercito del Gran Khan, de nombre Hideyoshi (y que será el antagonista del Capitán Torrezno, con un traje calcado al del Darth Vader), y su escriba además de su consejero más fiel, que sí podría estar a la altura de simular una conversación que pudieran tener, salvando las obvias distancias, un joven Alejandro Magno y un viejo Aristóteles con respecto a la idea de la conquista.

En mi búsqueda por la red, pude leer en algunos lugares quejas sobre la excesiva cantidad de texto en la obra, y que eso ralentizaba su lectura. Y ante esa idea solo me nace en mí que en la palabra lectura viene implícita la alusión al hecho de leer. Esta es una historia con mucha historia, y para poder acceder a ella se necesita tener, como mínimo, la pretensión de la lectura. Hay momentos para correr y momentos para reflexionar, y en esta obra se hace, y mucho, de ambas.

La omnipresencia confiere perspectiva

Si podemos decir que lo anterior eran los pilares de la compleja historia que se nos plantea, hay un elemento que hace de base sustentadora de todo el entramado: La perspectiva.

Es cierto que el elemento de la sátira recorre la obra de arriba abajo y que es la sustancia que envuelve la obra. Pero la perspectiva logra vertebrar la saga como un agente al que no solemos estar tan acostumbrado como el anterior. Y por eso, al usarla como escritor, sin quedar equidistante de los temas tratados, es un síntoma de osadía por no caer en lo cotidiano.

La voz del heraldo del capítulo «Un mensaje para el sumo expendedor» sobre la perspectiva de Torrezno

Aquí la perspectiva es usada como motor de la historia y de la vida misma, colándose por todas las rendijas de la obra, como un elemento unificador más allá de la sátira. Esta narración es un juego de perspectivas. Y no por la obviedad de las diferencias de escala, ya que juegan un gran papel dentro del mundo la visión de los diferentes tamaños, pero que a fin de cuentas te vienen hablando de lo mismo, de la escala relativa de las cosas, incluida la del ser humano; sino de un prisma que tiene que ver con un contexto vital de la visión más que con el tamaño o el lugar terrenal desde el que se mire. Mención especial tienen varios capítulos en este sentido.

Un mensaje para el sumo expendedor, tercer capítulo del primer tomo, en el que vemos por primera vez una polifonía narrativa que aparecerá muchas veces en la obra. En este caso jugará con el punto de vista épico de un heraldo que traía noticias de destrucción, y el punto de vista casi trivial del capitán como un parroquiano perdido en las calles de una ciudad extraña.

Sombras en una batalla, cuarto capítulo del tercer volumen, en el que se nos cuenta un momento que parece decisivo para el asedio de la ciudad, desde ambos bandos, en los que tanto el Capitán como Hideyoshi parecen ser quienes portan el punto de vista y por tanto la historia está contada desde su perspectiva. Cuando realmente el protagonista y narrador casi poético del capítulo, y por ende en quien realmente recae la visión de todo, es el escriba de Hideyoshi, que reflexiona sobre lo que va sucediendo. Esto nos muestra un relato casi épico, en el que las acciones adquieren ese matiz por el relato del verdadero protagonista, y le confiere al personaje del escriba una personalidad y fondo que más adelante serán utilizados en la obra.

Luna nueva, primer capítulo de la quinta entrega, en el que podemos ver los verdaderos estragos de la guerra que hasta ahora se nos antojaba épica, incluso lejana. El punto de vista de alguien que es un número en la cuantía de lo colateral en una guerra es siempre revelador. Las reflexiones ásperas que se intercalan con las acciones de los personajes que hemos acompañado hasta el momento, nos da una bofetada de perspectiva que casi nos hace olvidar que sea un cómic, y vemos lo que hay debajo de las viñetas, de la historia. Vemos la verdad.

La perspectiva de la religión desde diferentes ángulos contando entre ellos, quizás el más importante, el de la sátira, es usada sin complejos. En ese sentido vemos un gran énfasis al tratar el tema del simbolismo, aunque el simbolismo en esta obra sea tratado no solo como algo religioso sino como algo cotidiano. El propio ejercito de los iconoclastas y que prohíben toda clase de simbología, son dirigidos por un general con el traje de Darth Vader, cuyo significado u origen desconocen.

Presentan respeto a su bandera, uno de sus símbolos más importantes; el billete

Tampoco los héroes, o más bien su épica, se libran de este revestimiento. No son virtuosos, se diría que son tirando a normales, y es que los vemos desde la visión de alguien que está cerca, incluso desde una visión propia. Pero hay momentos donde su figura se desdibuja, les vemos desde diferentes perspectivas, y es entonces cuando una pátina de épica les rodea, como si no fueran los mismos personajes que hemos visto páginas atrás. Y eso es porque no lo son, ya que el punto de vista está bien tratado, y el autor es consciente de que no puede ser el mismo personaje visto de cerca, donde les vemos la parte humana, que vistos desde lejos, donde solo nos queda el halo de su verdadera figura, y tan solo podemos hacer uso de nuestra imaginación para rellenar los huecos. Y nuestra imaginación es, sin duda alguna, la mayor fuente creadora de épica y héroes de la historia.

El fruto se acaba, pero se acerca la siguiente cosecha

¿Y cómo se termina algo que lo contiene todo? Supongo que por el final.

Y en aquella pausa se hizo el silencio. Uno que envolvió la creación, y por un momento no hubo más que silencio. Pero no era el final, El Creador no había terminado la conversación, solo se había detenido un instante para tomar aliento, para humedecer la boca con el maná dorado que fue vertida en su cáliz. Y al beber vio que era buena y extendió su mano con el sagrado papel del color del tiempo, consiguiendo así multiplicar los vasos y la alegría de quienes le rodeaban. Todos vieron que no era el final, y que él invitaba a la siguiente ronda. Volvía a tomar aliento, y quienes estaban a su alrededor contemplaron maravillados que comenzaba de nuevo. Y del silencio surgió de nuevo la idea, y la palabra venía tras ella acompañada por el nombre, y consigo venía todo lo demás.

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Linkin Boy
Linkin Boy
Lector
19 diciembre, 2020 14:26

Me estoy haciendo la colección y me encanta. De momento han caído los dos primeros tomos, caerán el resto sí o sí.

El estilo de dibujo, la narrativa, los personajes, los detalles y referencias… Es flipante. Seguro que, con el tiempo, si no lo hacemos ya, podremos hablar de un clásico del tebeo.

batlander
batlander
Lector
20 diciembre, 2020 0:17

A mi esto me parece una jodida maravilla. Y, a mi parecer, muy poco valorado en general (no lo digo por la reseña).

Para mi es el Sandman español.

Last edited 3 años atrás by batlander
Enrique Doblas
En respuesta a  batlander
25 marzo, 2021 8:54

Hombre, se ganó el premio nacional con Plaza Elíptica, q gracias a eso me dio por leerlo… Y aquí estamos, enganchadísimo a esta obra borgiana. Me gusta la analogía d Sandman pero está en otro plano, es diferente, es nuestro, es una obra universal

Enrique Doblas
En respuesta a  Aitor Aguileta
6 abril, 2021 13:22

Hola Aitor. No te hace falta mi permiso porque yo lo he leído por ahí, y según parece es un escritor admirado por el propio autor. Ahora, lo que me encantaría es que me invitaras a participar en ese segundo artículo! 😉