Continuamos con el análisis tomo a tomo de
Si habéis leído el primer tomo, y os ha gustado, sabréis que es complicado no terminarlo e ir corriendo a la estantería (o a la tienda) a devorar rápidamente el segundo volumen debido al cliffhanger con el que terminan los 6 primeros capítulos. Haciendo un rápido recordatorio para ponernos en situación, en
El segundo volumen comienza siguiendo cronológicamente los eventos que ya hemos leído, es decir, con Kasuga y Saeki en plena cita y Nakamura vigilando permanentemente desde las sombras. Sin embargo pese a los nervios del momento, sumados al miedo a ser descubierto como el ladrón pervertido, Kasuga comienza a olvidar sus miedos al llegar a una librería de viejo, en la que venden obras clásicas en ediciones especiales. Allí comienza a hablar a Saeki de todo lo que sabe de literatura y la chica se queda extasiada con la pasión que demuestra el chico, que incluso tiene el detalle de regalarle un ejemplar de Las Flores del Mal, para que ella sepa apreciar también su belleza.
Pero, como en la vida, las cosas buenas no duran eternamente, y Nakamura, al ver que Kasuga lo está pasando genial, le insta a salir de la librería a hablar con ella y le pone otra penitencia más por su silencio: antes de acabar el día debe besar a Saeki. El chico se niega, pues tiene un concepto de amor puro muy férreo y además se siente fatal por cometer un acto tan impuro con el agravante de llevar la ropa de la chica puesta. Por ello, cuando ambos se quedan solos sentados en un parque, en lugar de besarla decide declararse, justo después de que ella le hubiese dicho que le considera una persona fascinante. La declaración pese a ello es algo extraña, muy vehemente y haciendo hincapié en que quiere tener con ella una relación platónica.
Ante la estupefacción del lector por toda la situación que pese a la normalidad no deja de sentirse algo incómoda, Saeki le contesta que sí y parece muy emocionada por el hecho de que Takao le haya confesado sus sentimientos. La escena termina de romperse cuando Nakamura, en un ataque de rabia, envidia o una mezcla, le tira un cubo de agua por encima a Kasuga, haciendo que su ropa se transparente y se vea la que lleva debajo. Por ello el chico se ve obligado a salir huyendo de allí, excusándose como puede. De vuelta a casa se encuentra con Nakamura, que le llama traidor y le acusa de no quitarse las máscaras que lleva puestas para que todos vean como es en realidad. Tras una tensa discusión, la chica le perdona y como excepción le permite continuar su relación con Saeki sin delatarle, aunque su cara deja entrever que hay más intenciones en esa decisión.
No obstante parece que tras este punto de inflexión en la vida de Kasuga, todo comienza a ir bien para el muchacho. Nakamura deja de acosarle y Saeki le dice a toda la clase que están saliendo juntos, oficializando una relación de una manera que va más allá de lo que siquiera podría soñar. De este modo también dejan de darle de lado el resto de compañeros de clase, que se habían apartado de él tras haber sacado la cara por Nakamura en el primer tomo. Pese a todo, Takao comienza a sentir remordimientos y a plantearse si realmente se merece tener a Saeki después de todo lo que ha hecho y se jura a si mismo ser mejor persona y compensar a la chica todo el mal que, sin saberlo, ha podido hacerle.
Sin embargo el karma ataca de nuevo y nuestro protagonista vuelve a entrar en estado de ansiedad al observar que Saeki y Nakamura se están acercando cada vez más y, de hecho, se hacen amigas. Comienzan a comer juntos en el colegio y Nakamura no hace más que lanzar indirectas sobre Kasuga, lo que hace que tengan una conversación en la biblioteca. Allí Nakamura confiesa que se ha hecho amiga de Saeki solo para sonsacarle información y pasársela a Kasuga y que la primera cosa que puede contarle es que la chica se muere de ganas de tener sexo con él. Esas palabras hacen temblar los cimientos de la moral de Kasuga, que se enfada y comienza a gritar que Saeki no puede ser así, que ella es un ángel y la relación que quiere con él es perfecta y pura. Nakamura sentencia la discusión con una frase que deja roto a Kasuga: que al considerar el sexo como algo anormal e impuro, y aun así desearlo, se confirma a sí mismo como un desviado.
Al día siguiente Saeki no va a clase y su amiga Kinoshita le dice a Kasuga que había llamado llorando. El chico va a su casa con la excusa de dejarle una fotocopia con la lección de ese día y se encuentra sin esperarlo sentado en la cama de la habitación de ella. Allí Saeki le confiesa que se encuentra mal porque es muy insegura y débil, y que tiene miedo de que él le esté ocultando algo. Le pide una confesión prometiendo que no le juzgara por ello, con tal de tener una buena relación con él, pero Kasuga es incapaz de contar nada y miente. De esa manera Saeki parece quedarse más tranquila, le dice que confía en él y le muestra que está leyendo el libro que le regalo con tal de acercarse más. No obstante, al marcharse Kasuga un breve flashback nos muestra la auténtica preocupación de la joven: vio la discusión de Takao y Nakamura en la biblioteca y piensa que hay algo entre ellos.
Kasuga va a encontrarse con Nakamura y se derrumba ante ella, confesando todo lo que no ha podido con Saeki. Se siente escoria por traicionar sus sentimientos y poder llegar a hacerle daño y le suplica a Nakamura que confiese por él. Ella acepta y le conmina a quedar a medianoche en el colegio llevando la ropa de Saeki. Una vez allí le exige que deje la ropa en clase y que escriba una declaración firmada en la pizarra para que todo el mundo vea cómo es en realidad, a lo que Takao se niega. Ella le increpa, haciendo ver la hipocresía en querer confesar solo para perder sus remordimientos y no llevar a cuestas una carga en su relación. Se produce una catarsis en ese momento en la que ambos se quitan las caretas: Nakamura deja salir sus sentimientos y frustración con el mundo y consigo misma mientras que Kasuga se acepta por primera vez como un desviado, le pide a Nakamura que no le deje y juntos destrozan el aula, en una escena final con una fuerza inusitada.
De este modo finaliza el segundo tomo, en el que el autor parece que profundiza algo más en las relaciones de causa- consecuencia de los actos de los personajes y el peso de los remordimientos y del autoestima a la hora de relacionarse con uno mismo y con los demás. En este volumen se plantan los cimientos de la relación tóxica que comienzan a llevar
No obstante, Kasuga necesita vivir en la dualidad de relaciones que Oshimi nos presenta y utiliza para presentarnos el problema que tiene el ser humano, como animal de instintos, para vivir en sociedad. Por un lado quiere a Saeki como una forma de relación pura, socialmente aceptada, cosa que de hecho vemos cuando la clase vuelve a no considerar un apestado al chico al enterarse de que sale con ella. Pero por otro está el verdadero Kasuga, el desviado, el que tiene deseos reprimidos que solo pueden salir a flote y ser entendidos al estar con Nakamura. Esta dualidad tiene también una metáfora sexual en todo el tomo, un acto que Kasuga ve como algo tabú e impropio de una persona sana mentalmente, pero que sin embargo desea inconscientemente. Vemos aquí como ambos tipos de “amor” llegan a una especie de clímax en este tomo, en el momento de la declaración a Saeki en el parque consigue llegar al amor platónico; mientras que en la escena con Nakamura destrozando el aula tenemos una especie de representación del acto sexual entre ambos, sutilmente representada en la acción de las viñetas, con ambos chicos dando rienda suelta a su interacción física y terminando agotados pero satisfechos, liberados.
Cada vez se aprecia más que
En cuanto al dibujo, mejora bastante lo visto en el primer tomo, y ya no encontramos los problemas de perspectiva y proporciones de los que habíamos hablado. Oshimi juega en este caso de manera magistral con la maquetación y disposición de viñetas, consiguiendo un ritmo y un dinamismo inusitado en un manga que no tiene una acción trepidante. Asimismo hay que destacar la labor encomiable en la representación de las expresiones, llegando a alcanzar una gran capacidad para contarnos cosas sin diálogo, solo con una mirada, un gesto, una cara… Una magnífica gestión del lenguaje no verbal para narrar y llevar al lector donde quiere. Mención especial a la parte final del tomo, de nuevo en la escena de clímax entre Kasuga y Nakamura, que tiene un ritmo y una fuerza tremenda, aunque pierde bastante en la edición debido que la encuadernación hace que se aprecie muy mal la splash page estrella del tomo, con ambos chicos tirados en el suelo y el caos que han generado a su alrededor.
En este tomo Oshimi mejora en todos los aspectos al primero y consigue sin apenas dificultad dotar de un ritmo y un interés enorme una trama que en manos de otro autor podría resultar vacía. Una genial continuación de la historia que termina con una de las mejores escenas de la obra y que nos deja, de nuevo, con ganas de más.
Valoración Final
Guión - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 9.5
9
Segundo tomo de la obra de Oshimi que profundiza en la relación de Kasuga con Nakamura y Saeki. Un volumen en el que la trama y el dibujo mejoran a pasos agigantados.