Edición nacional/ España: Norma Editorial
Autor: Jaime Martín
Formato: 160 páginas, color. Cartoné
Precio: 24€
Es difícil decir algo nuevo, y por lo tanto interesante, de un libro que lleva más de medio año publicado y del que mucho se ha hablado ya, sobre todo si uno carece de conocimientos históricos o sociales que puedan aportar un nuevo punto de vista. Es entonces cuando veo necesario aportar algo que nadie haya podido decir hasta entonces: mi visión del cómic, mi propia experiencia lectora; si lo que quiero es que este texto no sea una copia de otro aparecido con antelación, y ni aún así estoy seguro de poder conseguirlo. Creo que es la parte más difícil de la creación en general y la creación artística en particular, el verdadero reto de aquellos que necesiten expresar mediante el arte sus pensamientos: ¿puede interesar esto a alguien?, ¿estoy consiguiendo algo nuevo? Es inevitable repetir esquemas, temas, estilos; que si mi narrativa se parece mucho a la de alguien, que si estoy influenciado por un escritor búlgaro; pintores, escritores, poetas, cineastas: todo tipo de arte acaba sufriendo, por muy genuino que sea, el inevitable etiquetado.
Jaime Martín puede que tuviese las mismas dudas cuando se decidió a crear esta obra. Las guerras silenciosas es el relato del año y medio que pasó su padre en la mili, en África, en una colonia cuya capital se llamaba Ifni en la que la España franquista tenía una guerra oculta contra Marruecos en estado de alto el fuego. Martín propone el mismo esquema narrativo que otros autores como Art Spiegelman en Maus , Paco Roca en Los surcos del azar (aunque esta es posterior) o Antonio Altarriba en El arte de volar: se apropian de la memoria ajena —de su padre, en el caso de Maus y Las guerras silenciosas; de un veterano de guerra en el caso de Roca—, para narrar y hacer, en cierto modo, justicia con algunas voces que durante muchos años, ya fuera por represión o por falta de medios, permanecieron silenciadas y por lo tanto sus historias ocultas.
Martín nos introduce en la vida de los años 50 y 60 en España, los valores que triunfaban y la manera en la se educaba. El primer capítulo es un buen preámbulo de lo que vendrá a continuación: todos, en aquella época, hombres y mujeres, tenían un rol asignado del que difícilmente podían desmarcarse; además de la escasez de medios, las restricciones y la falta de libertad, ya no tanto autoritaria como social, de tabúes y prejuicios, pavimentaban la vida de aquellos jóvenes de manera que había uno y solo un camino que podían seguir: «tener novia, hacer la mili, casarse y procrear». Era una situación gris, como dice un personaje en el cómic, sin apenas oportunidades, sin posibilidad de ser creativo ni original; esa, junto a la violencia, es la mayor arma que utilizó el gobierno franquista: la creación de gente sin educación, casi analfabeta; mera mano de obra: las mujeres a casa, los obres a trabajar y producir.
Es interesante cómo Martín nos conduce por los recuerdos de su padre de la mili. El propio autor es un personaje en la historia, como en Maus y Los surcos del azar, y se compagina el proceso creativo de la obra, la documentación, las continuas dudas sobre por dónde tirar o si la historia merece la pena o no, con los hechos sobre los que se centra la acción: Pepe, su padre, y su estancia en la mili. Pero Martín no se contenta con esos dieciocho meses que su padre estuvo en África y que consideró como un secuestro, un robo de tiempo en plena juventud que transportó a él y a muchos otros jóvenes de su generación a una adiestración militar que ni deseaban ni necesitaban y que, tan solo, según el propio Pepe, consideraron como una tortura, una puesta a punto, tanto social como mental, para la incorporación a la sociedad, sino que se adentra mucho más en la historia y acaba retratando una época, a una generación entera que no pudo retratarse a sí misma.
Me ha parecido especialmente interesante la aportación a la historia de la madre, e incluso veo que se le debería haber prestado más atención a la que ha sido y sigue siendo la figura más silenciada y reprimida de la historia: la mujer. «Hicieron falta 16 años para empezar a oír hablar de los movimientos feministas». Si a Pepe se lo llevan año y medio a África, lugar en el que se siente como en una cárcel, Encarna, madre de Jaime Martín, se encuentra en una cárcel perpetua: no hay barrotes sino códigos morales, no hay guardias sino prejuicios. Es espeluznante el episodio en el que cuenta cómo una amiga suya, mientras su novio estaba en la mili, era espiada constantemente por familiares de él para comprobar que no le era infiel; tan espeluznante como la educación que recibían: […] A las chicas de esa época nos volvían locas. Por un lado mi madre, que siempre aprovechaba cualquier momento para advertirnos de los peligros de los hombres. Por otra parte, la sociedad: por el hecho de nacer mujer, ya se nos tenía un papel asignado. Al acabar la educación primaria, sin dinero, no podía seguir estudiando, así que mi madre solo pudo apuntarme a clases de cocina y costura. Tenía trece años. Martín cuenta a través de la voz de su madre cómo las mujeres vivían mucho más que los hombres prisioneras de su rol social, sin apenas elección a nada. Se las trataba como objetos y eran continuamente susceptibles de ser juzgadas mucho más fácilmente que los hombres, a los que se les permitía mucha más libertad de movimiento: las mujeres, en cambio, debían soportar ese constante estado de alarma. No creo que esta historia suene extraña a nadie, y mucho menos que pueda serle indiferente.
No es un cómic perfecto; creo que se excede a veces en el uso de un diálogo explicativo que puede hacer algo obvias, aunque no siempre, las estrategias del autor, mostrando demasiado las entrañas del proyecto. Pero sin duda es un mal menor. Le lectura es muy ágil, con una buena composición de página y más o menos cronológica, con saltos temporales al presente, en el que Martín recopila información junto a su padre, y otras veces intercalando recuerdos de la juventud de su padre con su estancia en la mili.
Las guerras silenciosas da voz a otra historia que debía ser contada, que había de llegar al gran público; la de una generación a la que le robaron la juventud, los sueños, en la mili y en casa, agobiada por prejuicios e impedimentos. No sé si habré conseguido decir algo con esta reseña, si, por un lado, habré despertado las ganas de leer el tebeo a aquellos que no lo conocían, o si ha supuesto algo a aquellos que ya lo habían leído. Sin duda, he intentado ofrecer mi propia versión, destacando y aquello que más creo que merecía la pena destacar. Por su parte, puedo aseguraros que Jaime Martín, a través de la historia de su padre, de su madre; de una época de España, en general, sí que ha conseguido ofrecer, a pesar de las constantes dudas que muestra como autor en el cómic, algo nuevo y único con esta historia. Me ha gustado mucho.
Magnífica obra que deberían leer cuantos más, mejor. Y para todas las edades, qué caray, que se aprende (y recuerda) mucho con este tipo de historias. Le deberían caer un buen montón de premios, pero bueno, los premios son lo que son a veces.
«Tomo nota», como decía Mike Hammer. 🙂