Las Guerras Subterráneas nº 4: Iron Man

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Edición original: Marvel Comics – junio – 1991
Edición España: Comics Forum – noviembre – 1992
Guión: Roy Thomas, Dann Thomas, Len Kaminski, Swight Jon Zimmerman, Gavin Curtis
Dibujo: Tom Morgan, Don Heck, Barry Kitson, John Stanisci, Gavin Curtis
Entintado: Tom Morgan, Don Heck, Andrew Pepoy, John Tartaglione
Color: Bob Sharen, Kevin Tinsley, Ed Lazellari
Portada: Tom Morgan
Precio: 300 pesetas (número especial en grapa de 64 páginas)

 

Prólogo: retomando el hilo de la conversación

Cinco años han pasado desde que empezara la reseña de Las Guerras Subterráneas, el evento que, allá por 1991, englobó los números especiales de cadencia anual de la franquicia vengadora, con la adición del Hombre de Hierro -en aquellos días parte de la alineación californiana- de la Masa -creo que fue aquí la última vez en la que se usó aquella entrañable traducción- y de Namor -que andaba amnésico perdido por la colección que escribía John Byrne-. Los equipos de las dos costas, más un miembro fundador y dos cuya vinculación pasada justificaba la adición a la mezcla. El anual era un premio para las colecciones que mejor vendían y, consecuentemente, una forma de exprimir un poco más ese éxito. En lo que al caballero de la latosa figura se refería, las historias de su serie regular estaban siendo contadas en ese momento por «Cojo la puerta y me largo» Byrne, al igual que las del Hombre Submarino y, todavía en aquellos años, el nombre del buen don John era sinónimo de historias interesantes, de manera que era un buen gancho para atraer gente.

Sin embargo, como quiera que la estrategia editorial para estas aventuras especiales interfería en la planificación regular de las series a las que se vinculaban, no era extraño que no fuera el equipo habitual o, al menos el guionista, quien se hiciera cargo del encargo, sino que la cosa cayera en manos de un equipo invitado, bien para el capítulo en cuestión, bien para encargarse de la historia en general.

En el caso de Las Guerras Subterráneas, fue la pareja Thomas -Roy y Dann- quienes se encargaron de contar el principio y final de la historia, más el capítulo del que toca hablar aquí. En el caso de Hulk, Peter David se encargó de aprovechar el especial para contar cómo interactuaba la versión poderosa e inteligente del protagonista con viejos enemigos como el Hombre Topo o Tyrannus, secundado por un notable Ron Wagner. En lo referente a Namor, el encargo le cayó a un Scott Lobdell que, poco después acabaría aterrizando en la escudería. Mutante y contó con un dibujante tan particular como James Fry. ¿Qué es lo que nos vamos a encontrar aquí? Pasen y vean.

Buscando en el baúl de los recuerdos (cualquier tiempo pasado nos parece anterior).

La cuarta parte de esta miniserie bajo tierra responde al concepto de que todo se aprovecha para el convento. Para llevar a la práctica esta máxima, nadie mejor que un ilustre veterano de la industria yanqui, el guionista Roy Thomas. En los días en los que este tebeo vio la luz, el autor hacía equipo con su esposa Dann y, juntos, firmaron una gran cantidad de tebeos, durante el primer tercio de la década de los noventa. Maese Roy había retornado a la casa de las ideas, después de varios años jugando con los personajes de la edad dorada deceera y su vuelta al hogar determinó la realización de varias etapas en las escuderías que le habían dado fama y fortuna en sus mocedades. Sustituyó a John Byrne en la colección dedicada a los Vengadores Costa Oeste; se hizo con Thor, tras la fallida intentona de que Jim Starlin se hiciera con la serie del dios asgardiano; retornó -¡cómo no!- a la edad hiboria de Conan el coleccionista de sellos; rescataría del olvido a los Invasores, en una miniserie de la que ya se habló por estos pagos hace unos años… A Thomas le definió un articulista de Forum como una suerte de guerrillero del guión y, siendo cierto que quien tuvo retuvo, no hay prácticamente nada de toda esa ingente producción noventera que merezca la pena mencionar. Son tebeos hechos con oficio, pero con poco beneficio. En aquellos tiempos en los que se quería imponer al dibujo por encima de la escritura, hay que reconocer que el tándem Thomas no hizo historias que estuvieran por debajo de las cañeras producciones de corte imaginero, pero son profundamente anodinas y, en honor a la verdad, la parte gráfica no ayuda. En su retorno al hogar, don Roy no tuvo a ningún dibujante de primera línea -con la excepción de John Buscema y para el personaje que ustedes se imaginan-. Sus compañeros de viaje eran cumplidores sin mucho gancho, como el canadiense Dave Ross, o burdos remedos del estilo Liefeld, como Dave Hoover. La suma de guiones ramplones y dibujos sin excesiva gracia dieron como resultado unos tebeos que no interesaron mucho en su momento y que en estos tiempos están prácticamente olvidados.

En este número, Roy y Dann Thomas -que firman también los capítulos inicial y final de esta aventura- se embarcan junto a Tom Morgan -futuro dibujante regular de la colección férrica- en un capítulo transición en la que el veterano guionista hace lo que mejor sabe hacer: reciclar y organizar. Sin llegar a los extremos de ese maestro de la economía circular tebeística que era Mark Gruenwald, el señor Roy emplea su gran conocimiento del universo marveliano para poner un poco de orden y concierto en el pobladísimo mundo subterráneo de Marvel. Siguiendo la premisa de aprovechar todo el fondo de armario de la casa de las ideas, los Thomas presentan una aventura en la que los distintos villanos que maquinan por debajo de la superficie terrestre acaban apareciendo y respondiendo a una amenaza común de las que tampoco pasarían a la posteridad. El resultado es un repaso de los diversos restos no muy mortales de civilizaciones de un remoto pasado brillante, al estilo de la Atlántida y la Lemuria marvelianas y el rescate de personajes que, todo hay que decirlo, ya en aquellos años noventa resultaban un tanto anacrónicos. Esta sensación de ranciedad quedará más patente en este penúltimo capítulo, en el que el Hombre de Hierro se reencontrará con una enemiga de sus primeras andanzas: la reina Kala de Netheria.

Kala es otro de esos gobernantes subterráneos que, aquí y allá, fueron apareciendo durante los primeros compases de la edad de plata. En su caso, fue Tales of Suspense, la serie donde el cabeza de lata hizo su aparición, donde también vio la luz esta soberana que, dirigiendo uno de los reinos surgidos de la caída de Atlantis, aspira -por supuesto- a gobernar el mundo de la superficie. Sus ambiciones acaban enfrentándola a Tony Stark, el cual juega el truco de su doble identidad y acaba haciendo desistir a su oponente de sus intenciones, con una baza que también se jugará en Las Guerras Subterráneas. Stan Lee, Robert Bernstein y Jack Kirby, creadores del personaje, se inspiraron en la Ella de H. Rider Haggard para dar a Kala un escenario, personalidad y debilidad que los Thomas volverían a traer a colación durante estas guerras subterráneas. Todo muy de novela de a duro y de una época en las que las aventuras de Iron Man, las iniciales, daban un poco de grima. Por tal razón, el regreso de de Kala a las páginas donde apareció por primera vez, casi treinta años después, resulte un tanto chocante. El mundo de Tony Stark ya ha sido definido por la labor de David Michelinie y Bob Layton, hasta alcanzar la que podría considerarse como su versión definitiva, más próxima a James Bond que a Allan Quatermain. Sin embargo, no debemos olvidar que éste es un tebeo de transición y que, después de dos entregas puntuales -las de Hulk y Namor- hay que retomar la trama principal. Con los Vengadores Costa Este fuera de combate, serán sus colegas californianos los que tomen y el relevo y es ahí donde el Hombre de Hierro entra en juego.

En este cuarto capítulo, Tony Stark y la reina Kala se reencuentran, siendo ella una fugitiva que busca ayuda para el Hombre Topo y sus aliados. Al mismo tiempo, recibe una llamada de Edwin Jarvis, pidiéndole que su alter ego férrico viaje al este, para averiguar qué ha pasado con el grupo vengador neoyorquino. La coincidencia entre la petición de su antigua enemiga y la desaparición de sus colegas encarrilla la historia y hace que Thomas vuelva a ser, una vez más, el sucesor de Lee, dando una vuelta de tuerca a la premisa original del personaje de Kala, con una pizca de la belleza está en el interior y al perro lo encontramos en la calle. La historia cumple con su función y deja al lector a las puertas de la conclusión.

En la parte gráfica tenemos a un Tom Morgan que empezaba a prodigarse en Marvel, mostrando el que habría de ser su estilo definitivo. Poco tiempo después, se convertirá en el dibujante regular de la colección, coincidiendo con la última etapa firmada por el guionista Len Kaminski. Aquí funge con los lápices y el entintado, siendo complementado al color por el competente Bob Sharen.

No se vayan todavía, pues aún hay más.

Como todos los anuales de esa época, a la historia se añaden varias historias cortas, firmadas por veteranos como Don Heck, noveles como Barry Kitson y gente cuya trayectoria no fue ni muy prolongada ni es muy recordada. Estos especiales servían para dar oportunidades a novatos, a través de relatos autoconclusivos que hacían la función de rellenar páginas, hasta alcanzar un número adecuado. También servían para que nombres antaño habituales en los créditos de las publicaciones de la casa de las ideas siguieran ejercitando su talento. En esta ocasión, ni unas ni otras resultan especialmente reseñables, más allá de la curiosidad de su existencia, el seguimiento de unas pautas comunes a todos los anuales publicados por Marvel en esos años y la aparición de algún que, como el de Len Kaminski, tendría un protagonismo destacado en un capítulo de la escudería latosa.

  Edición original: Marvel Comics – junio - 1991 Edición España: Comics Forum – noviembre - 1992 Guión: Roy Thomas, Dann Thomas, Len Kaminski, Swight Jon Zimmerman, Gavin Curtis Dibujo: Tom Morgan, Don Heck, Barry Kitson, John Stanisci, Gavin Curtis Entintado: Tom Morgan, Don Heck, Andrew Pepoy, John Tartaglione Color:…
Guión - 7
Dibujo - 7
Interés - 6

6.7

Vosotros puntuáis: 2.84 ( 1 votos)
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