Los sueños que arrancamos a las cenizas
El ultranacionalista y teocrático Imperio estadounidense continúa con su imparable expansión. En América del Norte ya llevan 30 años sumidos en una guerra que deja llamas y desolación a su paso. Tras ver cómo atacan brutalmente su aldea, ha llegado el momento de que Little Bird, la joven protagonista de esta historia, emprenda un viaje para revivir la resistencia canadiense y descubrir su verdadera identidad. Con guion de Darcy Van Poelgeest y guion de Ian Bertram, Little Bird salió a la venta en el mercado norteamericano de la mano de Image Comics y en el mercado francobelga de la mano de Glénat en 2019. En 2020, ganó el premio Eisner a mejor serie limitada, y ahora llega a España gracias a la editorial Nuevo Nueve.
Las sensaciones que Little Bird me ha transmitido durante su lectura han sido muy peculiares en todo momento. El primer número adopta un tono muy reflexivo y poético mientras presenta la trama, los personajes y el mundo en el que transcurre. Se trata de una consecución de cuadros de texto en los que se reflejan los pensamientos de la protagonista que se extiende a lo largo de todo el número. Mediante un lenguaje cuidado y dando lugar a constantes paralelismos con la narración gráfica, consiguió embelesarme tanto que, más allá del enorme disfrute que me habían proporcionado esas primeras páginas, empecé a creer que podía estar ante una de esas grandes obras capaces de grabarse a fuego en el corazón de sus lectores.
La trama fue avanzando, los personajes desarrollándose y el mundo exponiéndose. El segundo número también me gustó mucho y la ilusión del primero todavía se hacía notar; pero poco a poco la cosa se fue desdibujando. No es que la obra diese un giro radical que la cambiase por completo en un punto determinado. Simplemente, el espíritu que me maravilló en ese primer número fue convirtiéndose de forma natural en algo distinto; no algo necesariamente mejor ni peor, pero sí distinto. Ahora la trama saltaba de un lado a otro sin parar, los personajes la acompañaban y el mundo que se seguía explorando, tan interesante y rico, parecía superponerse en importancia al resto de elementos. La precisión narrativa del principio, digna de auténticos maestros de las palabras y la expresión gráfica, se sustituía por un frenético espectáculo de escenas psicodélicas alimentado por influencias como Dune, Moebius u Otomo.
Y es que tal es la dicotomía que envuelve el guion de Little Bird. El propio Darcy Van Poelgeest comentó en una entrevista al medio Comicsverse que con la escritura de este cómic había experimentado un nuevo grado de libertad creativa con el que disfrutó mucho. Acostumbrado él a escribir y dirigir cortos de bajo presupuesto o anuncios para grandes marcas, es entendible que quisiera jugar con su nuevo muñeco, coger un rotulador y escribir su nombre en la bota. Así nace la dicotomía de esta miniserie en la que los cimientos de un gran escritor luchan por abrirse paso a golpe de cibermachete entre la densa jungla en la que ha acabado perdiéndose por su deseo de explorar lo inexplorado.
Porque precisamente esa es la sensación que me dejó al final Little Bird: la de sentirme perdido en medio de una jungla espectacular. A nivel técnico, la experiencia del guionista hace acto de presencia en cada apartado en el sentido de que se nota que sabe cómo hacer bien las cosas. No es solo que nos ofrezca unos textos poéticos y geniales, sino que sabe cómo hacer que funcionen como un reloj bien sincronizado junto a cada escena. Volvemos al concepto de precisión: por momentos, parece que estamos leyendo un exquisito trabajo de ingeniería narrativa en el que todo está medido al milímetro para que encaje a la perfección. Los personajes nos importan, empatizamos con ellos rápidamente y son carismáticos; el mundo tiene conceptos fascinantes; la trama toca temas interesantes desde perspectivas originales. Pero una vez más, todo se difumina conforme la obra avanza debido a la sobrecarga de conceptos. La precisión narrativa de algunas partes contrasta con la espontaneidad de otras; una espontaneidad que se extiende hasta el propio proceso creativo, en el que muchas escenas se modificaron o escribieron sobre la marcha en base al arte de Ian Bertram.
El apartado gráfico de Little Bird es otro aspecto que me tuvo dividido durante toda la serie. De la misma forma que el guion siempre muestra toques de genialidad que se difuminan por la sobrecarga de conceptos, el dibujo es siempre espectacular, narra con mucho acierto e imbuye el mundo presentado de un aura muy personal y repleta de imágenes tan horribles como asombrosas; pero la lluvia de conceptos aparece igualmente para emborronar un resultado por lo demás brillante. El efecto sobrecargante al que se somete al lector por todo lo anterior se ve agravado por su marcada naturaleza hiperdetallada. La cantidad de pequeños trazos y elementos que componen cada viñeta es un factor que ayuda a la espectacularidad, pero, sostenido durante toda la obra, acaba causando un efecto contraproducente. Aunque seguramente formase parte de la intención de los autores que el lector sienta cierta ansiedad o inquietud al presenciar muchos de los momentos del cómic, creo que aquí también pecan de exceso y lo que —por lo menos a mí— me acaba ocurriendo, es que la lectura me resulta tan abrumador que me acaba cansando, dificulta mi comprensión de las escenas y no me permite disfrutar como podría de una obra tan magnífica en otros sentidos.
Antes de acabar, me parece oportuno comentar que en este cómic hay mucho gore y muy extremo. El horror corporal es una de las bases sobre las que se fundamenta y, por mucho que Bertram dibuje ese gore con maestría, también intensifica el efecto abrumador del que hablo y me da la impresión de que no aporta mucho en un sentido narrativo. Los autores sostienen que sirve como un contraste impactante respecto a los momentos más calmados e intimistas, pero personalmente considero que lo que se gana con ese contraste no compensa lo que se pierde en cuanto a pulcritud visual en un dibujo que pide a gritos poder respirar un poco en muchas de sus páginas.
Lo mejor
• La belleza y el impacto de los textos.
• Algunas ideas del mundo que se presenta.
• La espectacularidad del detallado dibujo…
Lo peor
• …Quizá demasiado detallado por momentos.
• La sobrecarga de conceptos acaba resultando abrumadora.
• La historia se va difuminando conforme avanza el tomo.
Guion - 8
Dibujo - 7.5
Interés - 7
7.5
Desenfrenada
Little Bird es una obra espeluznantemente bella y brutal, pero también sobrecargante y difusa. La enorme creatividad de sus autores se convierte, a la vez, en su mayor fortaleza y su mayor debilidad.
Me gustó mucho el comienzo de la historia, pero según iba avanzando me dio la impresión de no tener muy atado todo aquello q estaban planteando. Un buen cómic pero sin acabar de ser redondo. Me parece excesivo q le hayan dado el eisner a la mejor serie limitada del pasado año
Coincido plenamente.