Precio: 15’95€
Juegos mortales en la Gran Vía de Madriz
«No sea modesto Fumake… usted es la única persona que puede realizar el crimen perfecto»
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Como su título indica, este relato negro se centra en la desigual rivalidad entre el torturado inspector Livingston y un implacable asesino a sueldo conocido como Fumake. El sicario ha recibido el encargo por parte del sr. Porter de asesinar a su esposa y el crimen se perpetrará esta misma noche en el mismo Empire, un establecimiento de aspecto retro y con clientes morosos.
La principal particularidad de la trama es que la policía está avisada por el propio asesino de la intención que tiene de cometer el crimen, por lo que una brigada de sabuesos comandada por Livingston y por el sargento Caruso está ocupando el edificio, sin embargo, Fumake piensa salir airoso de esta empresa como en las veintisiete ocasiones anteriores…
El argumento es rocambolesco, pero está perfectamente engrasado; los diálogos son antológicos y los personajes despliegan toda su personalidad en escenas que van de lo ingenioso a lo maravillosamente absurdo.
El personaje de Fumake atrae toda la atención del lector. Sus ademanes impasibles y su fría resolución contrastan poderosamente con la ansiosa e inútil gesticulación del inspector Livingston y con su actitud maniaco depresiva. El primero es parco en palabras y utiliza solo las justas, el otro puede marear a cualquiera con su incesante verborrea. Son como la sombra y la luz, como la noche y el día. A su alrededor pululan otros personajes, absolutamente peculiares, entre los que destacan el ya mencionado sargento Caruso – que en realidad se llama Guillermo – o la enfermera Alicia, la novia de Fumake, dispuesta a luchar contra todo y contra todos por defender a su pareja. Pero quizás el más singular de todos sea el comisario jefe de la policía, un hombre cauto, respetuoso con las tradiciones que siempre tiene un último comentario cínico y brillante para cada ocasión.
Livingstone contra Fumake funciona como una comedia absurda de Miguel Mihura encajada en un argumento de crimen en habitación cerrada a lo Dickson Carr y con una concepción gráfica expresionista digna de El gabinete del Doctor Caligari de Robert Wiene o cualquier película de género negro de Fritz Lang.
Precisamente en el apartado gráfico/narrativo, el trabajo realizado por Keko es apabullante y espectacular. Quien esté acostumbrado al registro más áspero de la trilogía del ego, encontrará aquí un arte que se acerca al cartoon y a la caricatura pero que ya contiene toda la sabiduría artística del dibujante madrileño.
En esta obra, su concepción de la página es férrea pero elegante. Divide la plancha en una cuadrícula de tres tiras con dos o tres viñetas cada una, usando un esquema que rompe en contadas ocasiones y solo en los momentos culminantes como el de la cornisa.
La descripción de sus personajes es rotunda, algo grotesca, consiguiendo reflejar el carácter de cada uno de los participantes a través de su estructura facial y de su lenguaje corporal. Cada participante de este sainete criminal se mueve a su manera, tiene unos rasgos que lo definen y todos proyectan, a través de sus ojos, su propio temperamento; puede ser el miedo, la determinación, la angustia, el amor ciego…
La ambientación es soberbia y el uso del blanco y negro asombroso; las enormes masas de negro están perfectamente compensadas por precisas áreas de blanco nuclear que confieren al conjunto una necesaria atmósfera nocturna y ese misterioso halo de irrealidad que impregna todo el álbum.
Livingston contra Fumake empezó a publicarse por entregas en el número treinta de la revista Madriz de septiembre del 1986 y se interrumpió tres números más tarde por el cierre de la publicación, en febrero de 1987. En castellano, se publicó íntegramente por primera vez como noveno álbum de la colección Misión Imposible de la Editorial Complot, en noviembre de 1987.
La revista mensual Madriz se publicó desde enero de 1984 a febrero de 1987, durante treinta y tres números más un especial dedicado a la juventud. La dirección nominal corría a cargo de Carlos Otero, pero en realidad la publicación la dirigía el guionista y escritor Felipe Hernández Cava que en ocasiones también aportaba alguna historia a la causa.
Madriz estaba subvencionada por el ayuntamiento de la capital de España. Al principio, pasó de tener dieciséis a unas treinta y dos páginas, para estabilizarse por las ochenta y dos en el tramo final de su trayectoria. Su precio de venta al público osciló desde las 50 pesetas del primer número a las 300 del último ejemplar.
Entre sus páginas vimos nacer y crecer autores y artistas tan fascinantes como Ana Juan; Federico del Barrio; Das Pastoras (Julio Martínez Pérez); Bartolomé Seguí; Fernando Vicente; Raúl (Raúl Fernández Calleja); Javier de Juan; Sento (Vicent Llobell Bisbal); Ana Miralles; Ceesepe (Carlos Sánchez Pérez) o el propio Keko, entre otros y también colaboraron autores más consagrados como el colectivo El Cubri, Juan Giménez, OPS (Andrés Rábago García) o Carlos Giménez.
Madriz supuso una auténtica conmoción cultural por dos razones esenciales. La primera fue su insistencia en publicar exclusivamente autores españoles, algo que era muy necesario en un mercado dominado por revistas mensuales copadas por los autores extranjeros. La segunda característica fundamental fue su apuesta por la vanguardia artística; en sus páginas se sucedían historietas cortas – la mayoría de dos páginas- y otras algo más extensas donde primaba la experimentación gráfica frente a los argumentos clásicos y sólidos. Con todo, en su seno se pudieron leer algunas obras tan ortodoxas como Luis Candelas de El Cubri, la saga de León Doderlín de Federico del Barrio o nuestra Livingstone contra Fumake que, sin embargo, quedó inconclusa. La revista, a pesar de sus problemas de distribución, se convirtió rápidamente en objecto de controversia empresarial, política y artística, aunque contribuyó al florecimiento de una generación de autores y artistas noveles que marcarían una parte del futuro del escenario artístico español en las décadas posteriores.
La confección gráfica y física de esta recopilación de Livingston contra Fumake, a cargo de Diábolo Ediciones, es realmente espectacular. El álbum es en cartoné, de un tamaño excelente, está muy bien impreso y cuenta con un papel adecuado. A parte de la historieta de cuarenta y cuatro páginas incluye abundante material gráfico, especialmente bocetos, con unas curiosas páginas de muestra del guion y con una excelente introducción a cargo de Carlos Portela. El precio es muy razonable por el producto que se ofrece.
El caso de Livingstone contra Fumake es otro ejemplo de una excelente recuperación de una obra poco conocida pero que merece una segunda trayectoria editorial. Como pasa con el excelente volumen editado por Ponent Mon sobre la obra de Raúl o con el muy reciente Calonge. Genial y maldito de Trilita Ediciones y también con la hermosa recopilación de cuentos breves de Elisa Gálvez y Federico del Barrio que Reino de Cordelia tituló de manera dolorosamente hermosa como Tiempo que dura esta claridad, esta edición de Diábolo de la obra de Mique y Keko recupera una parte esencial pero muy oculta de la mejor historieta española de finales del siglo pasado. Se trata de un tesoro de incalculable valor que vamos recuperando con exasperante lentitud, pero que nos ofrece momentos de lectura tan cautivadores como los vividos con Livingston contra Fumake. Desearíamos que no fueran los últimos.
Salut!
Lo mejor
• La atmósfera onírica y teatral de la obra.
• El asombroso trabajo narrativo y artístico de Keko.
• Unos personajes que no se nos borraran del recuerdo.
Lo peor
• Que los autores no siguieran contando historias con estos protagonistas.
Guion - 9
Dibujo - 9.5
Interés - 9.5
9.3
Onírica
Una recuperación imprescindible de una obra fascinante dotada de un arte hipnótico y espléndido
Qué bueno que se rescate este tipo de material. Madriz fue una revista muy interesante e innovadora en más de un aspecto