¡Y después de eso, todo el jodido planeta volará en pedazos! ¡Os doy mi palabra de honor! ¡Lobo es el hombre! ¡Lobo es el hombre!
Existe un amplio debate social hoy en día con respecto al humor. En la época de la globalización, con las redes sociales y una inmensidad de foros, plataformas y webs en donde compartimos lo que pensamos y sentimos, todo tiene un alcance millones de veces más amplio que lo que pudiera tener hace 20 años, cuando nada de esto existía. Y si llega más gente, hay más posibilidades de herir ciertas sensibilidades. Por supuesto, también está la variable del cambio social y el generacional. Cómo una sociedad avanza hacia un sitio determinado, y las generaciones más jóvenes se adaptan mejor y más rápido que las más mayores. En el caso del humor, es el ejemplo más claro. Chistes y chascarrillos que hacían gracia a nuestros padres o abuelos, a nosotros no nos la hacen ni pizca.
El humor ácido y el negro, son por ejemplo algunos de las tipologías de humor más arriesgadas que existen, puesto que puede tener un efecto positivo muy potente, y a la vez uno negativo de la misma intensidad. Hoy en día, esta dualidad de reacciones ocurre con mucha frecuencia. Es difícil determinar qué o hasta dónde puedes llegar con una broma sin que puedas herir la sensibilidad de alguien. No obstante, aquí nadie tiene la razón absoluta. No seamos hipócritas, a todos nos duelen determinados temas, y todos nos reímos de otras personas o incluso colectivos. No valen más los judíos que los musulmanes, ni viceversa. Todos se merecen el mismo respeto, y todos tienen derecho a ofenderse.
Así pues, la conclusión a la que he llegado después de mucho reflexionar es que el humor depende mucho de quién lo haga, del tono, de en qué momento y lugar, y de quién sea el receptor. Muchas variables, para un tema complejo y espinoso. Aunque lo más importante sin duda es la intención. Y aquí entramos ya en temas de ética, ideología y juicios morales. Si una persona machista hace un chiste machista, te podrá hacer gracia o no, pero no es moralmente comparable a que lo haga una persona que tiene una ideología completamente opuesta, y que utiliza el humor en tono sarcástico e irónico, que puede ser incluso subversivo. Es decir, no es lo mismo un chiste de Arévalo que uno de Ignatius. Así que antes de juzgar tan a la ligera, analicemos el tono y la persona, y echémonos un vistazo a nosotros mismos y reflexionemos sobre de qué nos reímos y de qué no, y de si realmente somos coherentes con lo que pensamos y sentimos.
Un ejemplo de buena parte de lo anteriormente comentado, es decir, de un humor de una generación pasada, que hoy en día, e incluso también en su momento, se ha transformado en algo arriesgado, es Lobo y sus extravagantes historias y aventuras. ECC Ediciones lleva años recopilando en tapa dura las miniseries y la larga etapa de
Como os iba diciendo, en este tomo ya nos vamos acercando al final de la serie, y al final de la década de los 90. Esto significa, y a riesgo de equivocarme, que no quedará más de un tomo, o como mucho dos más para que ECC acabe su recopilación en tapa dura. Pero, lo cierto es que el número es lo de menos. Podréis observar que no hemos reseñado los tomos anteriores, salvo uno, y nos hemos lanzado directamente a éste sin pasar por los demás. La respuesta en este caso es sencilla: no importa. No pasa nada por dónde empieces a leer Lobo, puesto que lo relevante es que las historias que leas te hagan pasar un buen rato, ya que suelen ser mayoritariamente autoconclusivas, y no necesitas necesariamente haber leído todo lo anterior, ni lo posterior, si no quieres. Puedes elegir las historias y aventuras de Lobo que más te apetezcan sin miedo a perderte nada. Eso sí, la elección ya depende de cada uno y sus particularidades concretas.
En este caso, tenemos once historias diferentes, siendo dos de ellas miniseries y otra en dos números, que es la da título al tomo: La gran pelea. No os voy a hablar de todas, porque no quiero alargar demasiado la reseña, sino más bien de mis favoritas. Pero os puedo asegurar una cosa, todas ellas tienen los mismos elementos comunes: humor negro, violencia, referencias a la cultura popular, personajes excesivos y argumentos absurdos y surrealistas.
En Fragtastic Voyage, tenemos una parodia de la famosa película de Richard Fleischer que tantas veces hemos visto parodiada en otras ficciones, y en la cual Lobo es contratado para, junto a un equipo formado por el superhéroe Estrella Dorada, al cual no guarda ningún aprecio, y una mujer llamada Vera Sinuosa, a la cual el czarniano no duda en acosar sexualmente desde el primer minuto. Pero acordémonos, Lobo no es ningún héroe. Así pues, tienen que ser reducidos e introducirse en el cuerpo de un alienígena bovino para salvarle la vida y que éste así pueda salvar a millones de vidas de otros planetas amenazados por los Kokodrilos. Lo que ocurre después es un constante desvarío, saliéndose del rumbo planeado en la misión, provocado por las locuras e impulsividades de Lobo, que solo se hace caso a sí mismo. El final, por supuesto, es acorde a lo que una historia del personaje merece, y saca más de una sonrisa al lector.
Del resto de historias voy a destacar especialmente dos: Tres piezas y Los héroes muertos no lo hacen. En la primera, asistimos a la despedida de un personaje mítico en la colección, como es Estrella Dorada, antagonista de Lobo y parodia de Superman, mostrado como un cursi niño bueno cuyos poderes se basan en el optimismo. Mientras tanto, Lobo y los macarras de sus amigos acuden a Apokolips a unirse a la fiesta de Darkseid, o al menos así lo llaman ellos, que está en plena destrucción del universo, algo que Lobo y sus amigos piensan que merece ser celebrado. El colmo del nihilismo, vamos. En la segunda historia nos encontramos básicamente a Lobo cazando y asesinando a los héroes del universo DC, primero uno a uno, y luego a todos de golpe, de maneras brutales y violentas como solo el propio czarniano sabría hacer. Lo más cachondo de todo es el nombre de la persona que contrata a Lobo, que por supuesto no os voy a revelar para no estropearos el chiste.
Está claro que Lobo no es plato para todos los paladares. Tiene un humor negro, gamberro, violento, pasado de rosca y de tiempo, al que evidentemente no se puede juzgar moralmente precisamente por eso, por tratarse de algo muy sujeto a su época. Si conseguimos situar las historias de este czarniano en su contexto, quizás y solo quizás podamos disfrutar de sus gamberradas, de muchas o de solo algunas, y de sus extravagantes y surrealistas aventuras que son capaces de ofrecernos una experiencia divertida y un “viaje alucinante” del que no será fácil olvidarnos.
En el apartado artístico tenemos a una larga lista de artistas como
El resto son una serie de artistas también de los noventa, pero quizás no tan noventeros, como el caso de Critchlow, que es dibujante más presente en estos números, y que tiene un estilo más suave y menos extremo que el de sus compañeros, aunque honestamente prefiero a Olivetti, que realiza el número del tango en Buenos Aires, y que con un estilo similar que permite mantener la coherencia, tiene sin embargo más brillos de calidad que Critchlow, que los muestra más de vez en cuando. Norm Breyfogle, legendario dibujante, también colabora en el último número, pero creo que no le sienta tan bien su dibujo a historias de tono cómico como las de Lobo.
Guión - 7.5
Dibujo - 7.3
Interés - 7
7.3
Diversión
Cualquier cómic de Lobo garantiza diversión siempre y cuando lo situemos en su contexto, tanto a nivel argumental como artístico. Y este caso no es una excepción.