Los Años Perdidos

 

Edición original: Spider-Man: The Lost Years Vol. 1 Nº 0-3
Guión: J.M. DeMatteis
Dibujo: John Romita Jr.
Entintado: Klaus Janson
Color: John Kalisz & Christie Scheele
Portadas: John Romita Jr. y Klaus Janson

 

En los cincuenta años de historias y aventuras de Spider-man ha habido espacio y lugar para todo, incluso para la desesperación y la oscuridad en la que el personaje se sumergiría en los años noventa cuando en Marvel Comics se empeñaron en hacerle dudar de su propia identidad inundando sus cómics con clones y más clones. Haciendo historia, hemos de remontarnos a 1975 para encontrar el origen remoto de esta locura, sería ese año cuando el guionista Gerry Conway y el dibujante Ross Andru narrarían en The Amazing Spider-Man #149, en el relato titulado Even If I Live, I Die!, la primera aparición del clon de Peter Parker, el futuro héroe Ben Reilly, creado por el Chacal como venganza por la muerte de Gwen Stacy y el cual aparentemente moriría en un enfrentamiento con el Spider-man original. En números posteriores Gerry Conway se atrevería a plantar la semilla de la duda sobre la identidad del personaje pero en ese momento la cosa no pasó a mayores y sólo quedó en una mera divagación solucionada a través del amor entre Peter Parker y Mary Jane. Y entonces llegó 1994 y en The Spectacular Spider-Man #216 Tom Defalco, Todd Dezago y Sal Buscema traerían de vuelva al clon en lo que acabaría siendo un acontecimiento que marcaría toda una década en los cómics del personaje.

El clon de Peter Parker pasaría a formar parte del día a día de las historias de Spider-man durante varios años asumiendo el nombre de Ben Reilly y la identidad de la Araña Escarlata uniéndose a la cruzada personal del que había sido hasta entonces el único trepamuros de la ciudad de New York. Mientras, los guionistas y editores de Marvel Comics jugaban con los giros argumentales, las vueltas de tuerca y el misterio sobre quién de ellos dos era el verdadero y quién el resultado de un experimento genético en una probeta. Finalmente, quedó claro que la intención de los editores era sustituir a Peter Parker por Ben Reilly, lo que les permitiría trabajar con un personaje que les serviría como tabula rasa, sin las ataduras que había asumido en su ya larga continuidad la genial creación de Stan Lee y Steve Dikto pero con la misma esencia que había hecho grande a este. No pocos lectores se sintieron engañados al pensar que ahora Marvel Comics les venía a decir, literalmente, que los últimos veinte años de historias de Spider-man habían estado protagonizados por un clon, un doble, un estafador; la editorial marvelita recularía en sus intenciones y echaría marcha atrás pero hubo un breve bypass de tiempo en el cuál Ben Reilly asumió todo el poder y la responsabilidad y el legado de Spider-man con todas sus consecuencias.

En ese justo momento surgió la necesidad de contar el pasado de Ben Reilly, conocer lo que había sido de él después de qué hubiesen arrojado su cuerpo por la chimenea de una fábrica abandonada y hasta el momento en que había reaparecido en la vida de Peter Parker cuando tía May había caído enferma y se encontraba a las puertas de la muerte. Todo esto desembocó en una serie limitada de cuatro número, publicada entre 1995 y 1996 titulada Spider-man: Los Años Perdidos en la que el guionista J.M. DeMatteis y el dibujante John Romita Jr. formarían equipo para narrarnos una de las mejores historias que se han podido leer entre todo este monumental enredo clónico. La intención a largo plazo era licenciar una cabecera relatando las historias jamás contadas de Ben Reilly, una vez los lectores hubiesen aceptado a este como el nuevo Spider-man, con diferentes grupos creativos y artistas. Pero los acontecimientos tuvieron otro devenir muy diferente con el improvisado regreso de Norma Osborn de la tumba, el sacrificio de Ben Reilly y la restauración de Peter Parker como nuestro único y amistoso vecino Spider-man. Todo volvía a sus raíces y cualquier rastro de clones sería vetado en lo sucesivo.

Después de aquello la serie regular de Spider-man iría dando palos de ciego en una de sus etapas más mediocres intentando volver a encontrar de nuevo su sitio, y no sería hasta la llegada de J.M. Straczynski y el regreso de John Romitta Jr. a la colección que el personaje volvería a despertar el interés de los aficionados… pero esa es otra historia que aquí no vamos a contar. Pero recapitulando, J.M. DeMatteis y John Romita Jr. lograrían en Spider-man: Los Años Perdidos es un pequeña e imperfecta genialidad cuya asociación a la fatídica saga del clon y el correspondiente y firme propósito de enmienda de Marvel Comics durante años han impedido que esta se convierta en un clásico. La palabra clon en sí misma, como insinuábamos anteriormente, se había convertido en un tabú después de la muerte de Ben Reilly, hasta que en tiempos más recientes Brian Michael Bendis se decidió a contar su versión en Ultimate Spider-man, con mayor acierto y aceptación, y en la serie regular de Spider-man Dan Slott comenzó a recuperar algunos elementos característicos de esas mismas historias de los ochenta y noventa como era el tercer clon en discordia, Kaine, que a la postre ha acabado por heredar el manto de la Araña Escarlata hace tan sólo algunos meses. En este contexto, tal vez sea el momento oportuno par restituir Los Años Perdidos al lugar que se merece, un relato con poca relación con la temática superheroica y en el cual el componente psicológico, tan propio de J.M. DeMatteis, es realmente marcado, duro y opresivo.

Los focos iluminan a Ben Reilly, un Spider-man en potencia que cree ser un fraude, y al mencionado Kaine, un acérrimo enemigo personal e implacable, un clon del joven trepamuros desfigurado y horrible que ha perdido su capacidad para sentirse responsable y se ha convertido en el particular monstruo de Frankenstein del que él cree es el Peter Parker original. Los Años Perdidos cuenta el destino de Ben Reilly en sus primeros pasos en el exilio atenazado por las dudas, el dolor y la frustración, eludiendo y olvidando su responsabilidad hasta la catarsis que se producirá en la ciudad de Salt Lake City y en la que tendrá mucho que ver su «hermano» Kaine. Ben Reilly se había convertido en un nómada en años precedentes, sobreviviendo aquí y allá, tomando precarios trabajos para subsistir y cambiando frecuentemente de residencia; en Salt Lake City, en cambio, había conseguido un puesto más ambicioso en el departamento de ciencias de una universidad local recomendado por el Dr. Seward Trainer. En su nuevo enclave conocerá a su particular Mary Jane, una pelirroja llamada Janine que capta su atención y también al detective Jacob Raven. Parece que Ben Reilly por fin está empezando a rehacer su vida pero lo que él desconoce es el hecho de que Kaine le ha estado siguiendo durante años, vigilándolo, empeñado en lograr que su vida sea un auténtico infierno lleno de dolor y sufrimiento como el suyo mismo.

Los Años Perdidos es un drama casi de corte skakesperiano, un thriller cerebral de influencia dostoievskiana marca de la casa de J.M. DeMatteis que en 1987 ya había demostrado su potencial junto a Mike Zeck en La Última Cacería de Kraven; en este caso, un inspirado John Romita Jr., en base al guión de su compañero y con la inestimable colaboración de Klaus Janson en el entintado, adoptaba un visión realista y oscura desprovista de casi todos los elementos propios de una historia clásica del lanzarredes: Ben Reilly nunca llegaría a aceptar el legado de Spider-man más allá de las enseñanzas de su tío Ben, el traje y las telarañas quedaban fuera de la ecuación. En este oscuro pasaje de la historia de Spider-man que es la saga del clon, de la que Los Años Perdidos es un capítulo especial, J.M. DeMatteis se mostró como uno de los mejores conocedores del mundo arácnido, no de su continuidad estrictamente, sino respecto a las motivaciones, deseos, miedos y esperanzas de los diferentes protagonistas implicados, y especialmente de la psique más profunda e intima de Peter Parker, Ben Reilly y Kaine; no es de extrañar pues que el guionista estadounidense haya sido el elegido para narrar algunos de los momentos más delicados de la historia contemporánea del personaje.

Estamos antes un relato «anti-heroico» y «anti-arácnido» en la que sus dos protagonistas, las dos caras de una misma moneda, buscan su lugar en el mundo huyendo de unos recuerdos falsos que no les pertenecen pero que han acabado por definir en lo que se han convertido y en lo que se convertirán. De manera bastante coherente J.M. DeMatteis llena los huecos de la historia, sin abusar de la retrocontinuidad, limitándose a contar su propia historia básica e indispensable en la evolución de los personajes. Mientras Ben Reilly realiza un camino hacía la luz desde la oscuridad más perturbadora, enfrentando un palpable miedo existencial como pocos cómics han retratado; Kaine, en cambio, verá la luz por unos instantes para sumirse de nuevo, en las penumbras. La humanidad y vida con la que dota J.M. DeMatteis este cómic hace que algunos nostálgicos sigamos lamentando el desgraciado final de Ben Reilly; personaje con gran potencial dentro de la mitología arácnida que finalmente quedó inexplorado aunque refrescado con los años en otros secundarios de Spider-man como el misterioso Ezequiel que J.M. Straczynski y el mismo John Romitta Jr. nos presentaron en su etapa en la serie regular de Spider-man.

En definitiva, Los Años Perdidos demuestra que no todo fue malo en la saga del clon; una historia con sus propias carencias, siendo, por ejemplo, un cómic algo precipitado en su acto final, aunque esto sea comprensible si se tiene en cuenta que no es exactamente una historia autoconclusiva. No obstante, es uno de los motivos por los que el tiempo no la ha acabado de tratarla del todo bien, aún asumiendo que en este aspecto tiene mucha culpa la actualidad arácnida que, por diversos motivos, ha hecho que esta reseñable obra de J.M. DeMatteis y John Romita Jr. haya quedado desfasada y caído en el ostracismo por los cambios en la continuidad que después de ella se han sucedido en los cómics de Spider-man. Los Años Perdidos es una obra heredera de un tiempo y eso en este caso no ha jugado a su favor pero no deja ser de una interesante y entretenida lectura con una meritoria caracterización de personajes, una historia sencilla pero efectiva y bien enhebrada y un apartado gráfico con un John Romira Jr. en uno de sus mejores momentos cuando las comparaciones con su padre y mentor John Romita Sr. no eran tan osadas ni desacertadas. Pero ante todo, Los Años Perdidos es un cómic para aquellos que aprendimos a apreciar a Ben Reilly, un héroe víctima de las circunstancias y del momento que ya forma parte de la extensa mitología del cabeza de red por derecho y méritos propios.