En Toshima, uno de los barrios periféricos de Tokio, cerca de la estación de Ochiaiminaminagasaki, en uno de esos barrios anodinos de la metrópolis japonesa, vemos a un chaval de 10 años andando por la calle leyendo la última Shônen Jump, con One Piece en la portada. El niño pasa por delante de un callejón, ignorando completamente el típico edificio funcional japonés ocupado por una editorial que hay al final, probablemente sin saber que en ese mismo lugar, antes de ser demolido en 1982, se erigía un edificio lleno de historia.
Si pudiésemos viajar en el tiempo, y situarnos a principios de los años cincuenta, ahí donde hoy se encuentra esa editorial de libros sobre Derecho o historia, nos encontraríamos con el típico edificio de apartamentos de la época: dos plantas, veinte habitaciones minúsculas de cuatro tatamis y medio (7m2), y aseo compartido (para ducharse había que ir a los baños públicos). Justo delante del edificio vemos a un hombre de unos 25 años, lleva una boina negra, y trae consigo algunas pocas pertenencias. Acaba de llegar a Tokio en tren desde Takarazuka, un pueblo vecino de Osaka, y su maleta está llena de material de dibujo. En su cartera lleva 30.000 yenes que le servirán como depósito del alquiler de su pequeña habitación en estos apartamentos llamados Tokiwa. El joven, pero ya curtido, Osamu Tezuka llama a la puerta…
A finales de los años cuarenta, Japón vivió una auténtica revolución del cómic. La publicación de La Nueva Isla del Tesoro de Osamu Tezuka en 1947 se considera el punto de inflexión más importante en la historia del manga moderno. Todo empezó a cambiar a partir de ese momento. Había nacido una nueva forma de hacer cómics, había nacido una nueva narrativa, una nueva estética, y se empezaron a construir los cimientos de una futura gigantesca industria del manga (y el anime de paso).
Uno de los efectos más importantes que tuvo ese manga, y los posteriores que publicaría Tezuka, fue la enorme influencia que ejerció en toda una generación de futuros mangaka. Sus historias animaron a muchos niños a dedicarse a dibujar y contar historias. Algunos de ellos acabarían convirtiéndose luego en auténticos monstruos del manga: el dúo Fujiko Fujio, Shôtarô Ishinomori, Fujio Akatsuka… todos ellos tocados por la mano de un Dios, el del manga, que no solo les inspiró, sino que acabó reuniéndoles casi sin querer bajo un mismo techo, en los llamados “apartamentos del manga”: Tokiwa-sô.
Este edificio se inauguró en 1952, al año siguiente, el primero de los mangaka en mudarse sería Osamu Tezuka, que decidió dejar Takarazuka para mudarse a Tokio, y así estar más cerca de las editoriales. Hiroo Terada, un modesto autor que publicaba en la revista Manga Shônen, y que acabaría convirtiéndose en uno de los pilares fundamentales de la comunidad mangaka de los apartamentos, llegó poco después. No sabemos si fue por casualidad o no, pero acabaría en la habitación contigua a la de Tezuka. Durante un año serían los dos únicos autores de manga de los apartamentos, pero esto iba a cambiar pronto.
Según cuentan los propios autores, el tan solicitado Tezuka a menudo necesitaba escaparse de sus editores (que le vigilaban en su propio apartamento) para irse de copas, y esto repercutía a menudo en el pobre Terada, que tenía que responder a todos los que se pasaban por los apartamentos preguntando por Tezuka. Pero quienes también fueron una vez a los Tokiwa para ver al Dios del Manga fueron dos jóvenes aspirantes llamados Hiroshi Fujimoto y Abiko Motou, dúo creativo conocido como Fujiko Fujio (autores de Doraemon y Hattori el Ninja, entre muchas otras obras). Al no poder atenderles cuando llegaron por la acumulación de trabajo, ambos acabarían pasando la noche en la habitación de Terada, que ya empezó a mostrarles esa gran generosidad que le haría famoso.
Fujiko Fujio no tardarían mucho tiempo en volver a los apartamentos, pero ya sería como inquilinos, y para ocupar ni más ni menos que la habitación 14, la que hasta hacía poco había alojado al mismo Tezuka – quien se había trasladado a la más espaciosa Namiki House. De hecho, fue gracias al maestro que ambos pudieron mudarse allí. La fianza que se pedía por avanzado era de 30.000 yenes, una cantidad de la que los dos autores no disponían. Al enterarse de ello, Tezuka decidió no retirar su fianza en beneficio de los futuros creadores de Doraemon, que serían los primeros inquilinos que llegaron persiguiendo la estela tezukiana. De lo primero que se percataron ambos dibujantes fue de un agujero en la pared, resultado de la “ira del Dios”, o más concretamente, de un patadón que dió Tezuka enfadado con uno de sus editores.
No tardarían mucho tiempo en empezar a llegar el resto de inquilinos: Shin’ichi Suzuki, Shôtarô Ishinomori, Fujio Akatsuka, Naoya Moriasu, Tokuo Yokota y, la única chica, Hideko Mizuno. Todos ellos llegaron con ganas de triunfar en el mundo del manga, probablemente buscando la inspiración entre las paredes que vieron como el maestro dibujaba páginas de Astro Boy, Jungle Taitei o La Princesa Caballero, pero por entonces no era nada sencillo. A mediados de los años cincuenta el número de publicaciones de manga no era tan elevada como para dar un trabajo estable y bien pagado a todos estos dibujantes, los autores consagrados ya lo tenían todo medio hecho, pero para los novatos era una vida muy dura. A base de insistencia, algunos de ellos se acabarían convirtiendo en algunos de los autores más importantes de la historia del medio, pero otros no llegaron nunca a disfrutar del mismo éxito. No fue un camino fácil, hacer manga aún no se consideraba un arte, y no estaba tan bien pagado como ahora. Varios de estos autores deben parte de su sustento a la generosidad de Hiroo Terada, apodado “Tera-bank” por sus colegas, ya que a menudo les prestaba dinero a los otros mangaka para poder pagar el alquiler (o incluso les daba de cenar).
El ciclo mangaka de los Tokiwa-sô no llegó ni siquiera a los diez años, empezó con los escasos 8 meses durante los cuales estuvo Tezuka, y en 1961 terminó cuando se marcharon los últimos artistas. Pero a pesar de que al final todos tomaron caminos distintos, está fuera de toda duda de que entre los habitantes de esos nuevos apartamentos se creó una auténtica comunidad artística, incluídos visitantes asiduos. En el fondo, todos ellos eran competidores, intentando conseguir publicar en las mismas revistas. Pero eso jamás impidió que acabasen ayudándose unos a otros a la hora de crear manga (ya sea con apoyo moral o directamente como ayudantes), o incluso creando obras conjuntas bajo seudónimos. La primera muestra de ello es la formación del “Nuevo Partido Manga” (Shin-Manga Tô), una especie de grupo de discusión y colaboración totalmente informal, que llegó a inmortalizarse con una foto. Y también tenemos el grupo U-MIA, formado por Shôtarô Ishinomori, Fujio Akatsuka y Hideko Mizuno (que aprovechó los tres meses que pasó allí), que llegaron a publicar algunas obras conjuntas.
Los últimos mangaka se marcharon en 1961 de los apartamentos Tokiwa, seguramente porque ya podían permitirse vivir en sitios más espaciosos y con mayores comodidades. 21 años después el edificio fue demolido, y lo cierto es que durante muchos años el espacio que ocupaba ha permanecido algo ignorado (un feo y poco llamativo cartel era lo único que dejaba constancia de la importancia del lugar). Hace apenas 5 años se inauguró finalmente un monumento conmemorativo y se realizaron exposiciones y actividades relacionadas con el edificio y sus autores.
Si bien a nivel municipal tardaron en ponerse las pilas, se podría decir que en el editorial ha habido más interés por lo ocurrido ahí, y a lo largo de varias décadas algunos de los autores han publicado autobiografías que han contado con bastante detalle cómo fue su vida en los apartamentos Tokiwa. Si queréis más información sobre estos mangas, podéis encontrar varias reseñas en el blog de Marc Bernabé.
Aparte de mangas, los Tokiwa-sô también fueron inmortalizados en forma de película (Tokiwa no Seishun, 1996) y serie de televisión. La particularidad del largometraje es que el auténtico protagonista es realmente Hiroo Terada, en lo que parece todo un homenaje a la importante labor que realizó a nivel humano durante su estancia en los apartamentos.
Así pues, hay información de sobras respecto a este curioso lugar, aunque parece que no hay nada que podamos leer en español, y ni siquiera en inglés. Es una pena, porque realmente nos estamos perdiendo una parte muy importante e interesante de la historia del manga. La historia de unos autores que, para muchos, son los padres fundacionales del manga moderno, los que durante los años siguientes convirtieron los cómics en algo más que un simple producto de entretenimiento.
Los autores de Tokiwa-sô
A continuación os ofrecemos una serie de biografías y/o repasos a las carreras de los inquilinos de estos míticos apartamentos. En algunos casos las biografías serán algo más escuetas, más que nada porque se trata de autores algo más desconocidos (incluso en Japón), que tampoco llegaron a publicar tanto o no ejercieron la misma influencia que algunos de sus compañeros. Pero aparte de los residentes, también hemos añadido un texto sobre aquellos autores que visitaban con asiduidad los Tokiwa-sô. Hemos ordenado las biografías en función de las fechas de llegada a los apartamentos.
Nacimiento-Defunción: 1928-1989
Obras destacadas: La nueva isla del tesoro, Astro Boy, Jungle Taitei, Black Jack, Fénix, Adolf
Fechas en Tokiwa-sô: 1953-1954
Osamu Tezuka
Fue uno de los residentes más fugaces, solo 8 meses, pero fue el primero y probablemente el más importante a la hora de atraer al resto de mangaka que llenarían las habitaciones del piso superior de los Tokiwa-sô.
Nacido en 1928, Tezuka pasa su infancia y juventud en Takarazuka, ciudad muy cercana a Osaka. Algunos de los motivos que llevan a Tezuka a dedicarse al mundo del manga y ha hacerlo de la forma en que lo hizo tienen lugar en esos primeros años. Su padre era ya un ávido lector de manga, afición que le transmitirá. Mientras, su madre era amiga de algunas de las actrices del teatro de Takarazuka, famoso porque estaba completamente formado por mujeres, quienes también interpretaban los papeles masculinos. Tezuka acude a menudo a ver esas obras llenas de colorido y fantasía, algo que luego plasmará en las páginas de algunos de sus mangas. Pero también hubo otras influencias. Tezuka se aficiona al cine y queda maravillado con las producciones de Walt Disney, una influencia estética más que evidente en sus primeros trabajos, pero que además tiene su efecto en la revolucionaria narrativa visual que el autor utilizará luego. Por último, hay que destacar sus vivencias durante la II Guerra Mundial, que explica en mangas como Kami no toride. Los horrores vividos durante ese período seguramente fueron responsables del discurso humanista y pacifista que podemos encontrar en casi toda su obra.
Debuta en 1946 con Ma-chan no Nikkichô, una serie de tiras cómicas de cuatro viñetas. Pero al año siguiente es cuando publica la obra que cambiará la historia del manga, iniciando el año cero del manga moderno. En 1947 aparece La nueva isla del tesoro, una obra en la que Tezuka muestra una novedosa narrativa visual, de influencia cinematográfica, usando un gran número de viñetas para describir breves escenas, de forma que consigue ofrecer al lector la sensación de movimiento. El guionista del manga se pone las manos a la cabeza al ver la cantidad de páginas que ha utilizado Tezuka, y recortará sin piedad la obra original. Aún así, lo que llega a publicarse es suficiente para crear una revolución, e inspirar a decenas de niños para que se dediquen al manga. Años después, Tezuka redibujará de memoria todo el manga, para subsanar lo que el despiadado guionista había hecho con su obra original (y esa es la versión publicada en español). Aún así, en Japón se encuentra desde 2009 una edición facsímil de la versión que llegó a las tiendas en 1947.
A partir de ese momento se suceden una serie de obras que son actualmente algunos de los grandes clásicos, no solo de Tezuka, sino del manga en general. Ahí están Metropolis, Lost World, Next World, o Jungle Taitei, otro de los grandes éxitos del maestro. Pero si hay un personaje icónico de la época, ese es Astro Boy. Algunos consideran que la gran aceptación que tienen los japoneses por los robots se debe en parte al manga y el anime de Astro Boy, demostrando la influencia que podía llegar a ejercer un manga en esos tiempos, y lo hondo que caló entre los japoneses dicho personaje. Durante la década de los cincuenta, Tezuka también tuvo tiempo para reinventar el manga para niñas, dando el pistoletazo de salida para shôjo argumental con La Princesa Caballero. En dicha obra es donde mejor se puede apreciar la influencia que tuvo el teatro de Takarazuka en el autor, y la más evidente muestra de ello es que la protagonista es una chica que ejerce el papel de chico. Muchas autoras de shôjo reconocieron luego el impacto que supuso para ellas esta obra, y si uno se fija en hits del shôjo como La Rosa de Versalles, es más que evidente.
En los años sesenta, aunque Tezuka no deja de dibujar manga en ningún momento, inicia un proyecto que probablemente llevaba años esperando. Después de una mala experiencia con los estudios de animación de la Toei, decide crear Mushi Production, su propio estudio de animación. Como no podía ser de otra forma, uno de sus primeros trabajos es la adaptación al anime de sus propias obras, como Astro Boy o La Princesa Caballero. De hecho, Astro Boy fue una serie pionera en muchos aspectos. Es la primera serie de anime para televisión (aún en blanco y negro), y las técnicas de animación que utiliza y le requieren las circunstancias (especialmente para ahorrar tiempo y costes), se han dejado notar en la industria del anime durante décadas. Por desgracia, la aventura de la animación no acaba de funcionar del todo bien para Tezuka, y los estudios terminan cerrando en bancarrota en 1973.
Las décadas de los sesenta y setenta fueron gloriosas y revolucionarias en muchos aspectos para el manga y el anime en general, y cierto es que Tezuka siguió generando grandes éxitos. Pero seguramente, si hubiese echado la vista atrás, habría añorado los más placenteros años cincuenta. A los problemas de Mushi Pro hay que sumarle cierta desafección que empezaron a sentir algunos de sus lectores, porque consideraban que Tezuka se había estancado en el manga para niños. Fue en los sesenta cuando el gekiga (después ya transmutado en seinen) explotó de verdad, los niños que habían crecido con las obras de Tezuka ahora pedían historias más adultas, pero el maestro no estaba dispuesto a ello. Cuentan que incluso llegó a mandar una carta a los autores abanderados del gekiga para que desistieran en su empeño de crear manga para adultos. De esa época, cuentan que Tezuka estaba realmente irritable e incluso violento, llegando a necesitar ayuda profesional.
Pero como un fénix, Tezuka renació de sus cenizas (aunque quizás estamos exagerando). En clara reacción a la publicación de la revista Garo (referencia en cuanto a manga para adultos), Tezuka creó la revista COM, donde empezó a publicar sus obras más maduras, entre ellas Fénix, la que él consideraba la obra más importante de su vida. De esos años, considerados como la “época oscura” de Tezuka, podemos destacar algunos títulos publicados en español como Oda a Kirihito, Ayako, Buda, El libro de los insectos humanos o MW. Pero más allá de obras más o menos cortas, fue también en los años setenta cuando Tezuka crearía una de sus últimas series largas: Black Jack. El editor que le hizo el encargo pensando que el maestro estaba en horas bajas, quiso darle la oportunidad al maestro de publicar su canto del cisne, una última gran obra que debía tener lista en apenas cinco semanas. La sorpresa fue mayúscula cuando Black Jack se convirtió en uno de los mayores éxitos de la carrera de Tezuka, creando otro icónico personaje para una serie que se alargó diez años. Además, al terminar esta, Tezuka se lanzó a crear Adolf, una de las obras más celebradas por la crítica extranjera.
Su obra es de las más extensas en el mundo del cómic, y los éxitos y aportaciones al manga son inestimables. Era un personaje particular, con un carácter difícil, pero está claro que era un auténtico enamorado de su profesión. Según dicen, sus últimas palabras antes de morir por un cáncer de estómago en 1989 fueron: “os lo suplico, dejadme trabajar”.
Nacimiento-Defunción: 1931-1992
Obras destacadas: Sebangô Zero, Sportsman Kintarô, Kurayami Gô Dan
Fechas en Tokiwa-sô: 1953-1957
Hiroo Terada
Nace en Niigata un 4 de agosto, y en el escuela superior empieza ya a jugar a béisbol, una de sus grandes pasiones. Antes de finalmente decidirse por el manga probará suerte como pitcher, pero también como policía. En 1953, llega a Tokio para dedicarse exclusivamente al manga y alquila la habitación contigua a la de Osamu Tezuka en los apartamentos Tokiwa. Poco a poco verá como los apartamentos se llenan de aspirantes a mangaka, más jóvenes que él, y acaba convirtiéndose en una especie de figura paternal para todos ellos. Les alojará en su pequeña habitación, les dará de comer, e incluso les prestará dinero cuando lo necesiten. Aunque disfruta del éxito de algunas de sus obras en los años cincuenta y sesenta, su popularidad no llega a las cotas de algunos de sus colegas de los Tokiwa, y a menudo es injustamente olvidado cuando se habla de la historia del manga. Quizás uno de los motivos principales de haber quedado en un segundo plano es su estilo de dibujo, que ciertamente quedó algo estancado en la década de los cincuenta. Era un estilo bastante infantil, y es que Terada estaba muy convencido de que el manga era algo para niños (sin que esto deba considerarse una falta de respeto al medio). Según cuentan algunos de sus colegas, era capaz de retirar sus páginas, a modo de protesta, de aquellas revistas que publicaban mangas que Terada consideraba no aptos para niños.
Su amor por el béisbol es algo que queda patente en su bibliografía. Dos de sus obras más famosas eran mangas sobre el deporte rey de Japón que publicaba en la misma revista y al mismo tiempo (algo sin precedentes). Probablemente la más popular sea Sportmans Kintarô (1959-1960), en el que nos cuenta la historia de un jugador con el dorsal 100, y aprovecha para hablar de los entresijos del club en el que juega. Después tenemos Sebango Zero (1956-1960), en este caso protagonizado por un jugador con el dorsal cero, y que al igual que la otra, tiene ese aire de inocencia tan propio del autor. Por cierto, la afición por el béisbol de Terada seguramente fue lo que llevó a algunos de los habitantes de Tokiwa-sô a formar un equipo de béisbol amateur llamado “Errors”, y en el que jugaron Fujio Akatsuka, Fujiko Fujio A y Terada entre otros.
Pero no solo de béisbol vive Terada, y el judo también le acaba dando algunas alegrías. En 1963 empieza a publicar Kurayami Gô Dan, una mezcla de manga deportivo y romántico que se convirtió en anime entre 1965 y 1966.
En los años setenta Hiroo Terada acaba alejándose del mundo del cómic, y solo vuelve de forma esporádica durante los años ochenta; probablemente otro de los motivos por los cuales es un autor poco conocido. Y si bien sus obras no sirvieron para llevar el manga a cotas más altas, lo que está fuera de toda duda es el papel importantísimo que jugó en la pequeña comunidad mangaka de los Tokiwa, su estatus de “hermano mayor”, de protector y consejero de sus colegas, es una de esas contribuciones invisibles pero indispensables a la vez.
Nacimiento: 1934/em>
Obras destacadas: Obake no Q-taro, Hattori el Ninja, Manga Michi
Fechas en Tokiwa-sô: 1954-1961
Nacimiento-Defunción: 1933-1996
Obras destacadas: Obake no Q-taro, Doraemon
Fechas en Tokiwa-sô: 1954-1961
Fujiko Fujio (Moto Abiko 1934 & Hiroshi Fujimoto 1933-1996)
Tras este seudónimo se esconde el que probablemente sea el dúo mangaka más famoso de la historia del manga, gracias a obras como Doraemon, Hattori el Ninja u Obake no Q-taro. Se conocen ya de jovencitos en la escuela, donde por vergüenza, esconden sus dibujos de sus compañeros. Empiezan a trabajar juntos y a mandar trabajos a publicaciones como Manga Shônen. Comparten sus gastos de material creando una cuenta de ahorro compartida, algo que seguirán haciendo durante muchos años. Antes de cumplir los 18, y aún en el instituto, publican su primera obra: Tenshi no Tama-chan (1951). Ese mismo año visitan a Osamu Tezuka en su casa de Takarazuka, quien elogia su trabajo y les anima a continuar con su carrera de mangaka. Aún así, justo después de finalizar el instituto, y siendo ambos los hijos mayores de la familia, se ponen a trabajar y tienen que aparcar la idea de dedicarse a tiempo completo al manga. Fujimoto deja el trabajo a los pocos días tras un accidente y vuelve a dedicarse al manga, con la ayuda de Abiko los fines de semana. Siguen publicando algunas series, y en 1954 deciden mudarse a Tokio para trabajar de mangaka a tiempo completo. En su primer día en Tokio visitan a Tezuka en los apartamentos Tokiwa, quien en ese momento se encuentra bajo la vigilancia de su editor en la revista Boken-o para que termine un trabajo. En un momento de despiste del editor, llega otro de la revista Manga Shônen que les apresura para que salgan. En un callejón les espera un taxi que les llevará hasta un hotel, donde Tezuka tendrá que terminar el encargo de Manga Shônen. En el viaje en Taxi, Tezuka sigue trabajando en el storyboard del manga, con una plancha de madera encima de sus rodillas, mientras Abiko se mareaba, no podía creer lo que estaba haciendo el maestro. Abiko cuenta como el editor de Boken-o les persiguió hasta el hotel y acabó lanzando piedras contra la ventana de su habitación y gritando: “¡Maestro Tezuka, sé que está ahí”. Ambos acabarían pasando una semana en ese hotel, y desde ese momento Abiko se convertiría en el ayudante principal de Tezuka.
Antes de vivir en los Tokiwa-sô, Fujiko Fujio comparten una minúscula habitación de dos tatamis (poco más de 3 m2) encima de una tienda de relojes. Trabajan en su escritorio con la espalda pegada a la pared, y tienen que sacarlo fuera para dormir… aun así, Fujimoto, que era bastante alto, también debe sacar los pies fuera de la habitación. Al cabo de un tiempo es cuando Tezuka les ofrece la habitación de los Tokiwa que él había dejado, cediéndoles el depósito de 30.000 yenes que necesitaban (y no tenían) para alquilarla (más tarde se lo devolverán). Aunque acaban alquilando habitaciones distintas, seguirán trabajando en la misma, muy cerca el uno del otro y con las espaldas pegadas a la pared. También cuentan como se pinchaban con las plumas cuando, en una de las habituales noches en vela dibujando, uno de ellos empezaba a dormirse.
No eran los únicos que pasaban noches en vela, y cuando alguno de ellos sale de la habitación para ir al baño y ve las luces de alguno de sus colegas encendida, a las 2 o las 3 de la madrugada, eso les anima a seguir trabajando duro. De hecho, los años Tokiwa-sô resultan muy productivos, y acaban llevando seis series a la vez. Pero llega un momento en que desbordados por el trabajo, acaban fallando en todas las entregas pendientes, pierden la confianza de las editoriales, y durante un año sufren un parón en el trabajo que llenan haciendo películas en 8mm. En 1959 acaban dejando los apartamentos, y empieza uno de sus grandes proyectos junto a algunos de sus colegas de los Tokiwa: en 1963 fundan el estudio de animación Studio Zero junto a Shôtarô Ishinomori, Jirô Tsunoda, Shin’ichi Suzuki – luego se sumaría Fujio Akatsuka. Trabajan, entre otros proyectos, en el anime de Astro Boy o el de Obake no Q-taro.
A partir de ese momento Abiko se dedica a crear mangas para un público más adulto, y Fujimoto sigue centrándose en el manga para niños, poniendo especial énfasis en las obras de ciencia ficción. Y así, en 1970 nace Doraemon. Aparece de forma simultánea en seis revistas diferentes para niños, cada una de ellas destinada a un curso de primaria distinto (sí, en Japón la especificidad de una cabecera podía llegar a este extremo). Se convierte en un éxito instantáneo, y aunque su primera versión en anime recibirá una fría respuesta, el segundo intento acaba convirtiéndose en uno de los grandes clásicos de la animación televisiva japonesa. El dueto despega hacia el olimpo de las deidades del manga a partir de ese momento, y empiezan a trabajar en multitud de proyectos, tanto juntos como por separado. Uno de los más destacables de la época, y que firmará Fujiko Fujio A, es Manga Michi (El camino del manga), obra de más de 30 tomos aún sin concluir que sirve de semi-autobiografía de ambos autores.
Aunque desde siempre habían llevado a cabo proyectos en solitario, en 1987 anuncian su disolución oficial como dúo creativo. De todos modos, siguen trabajando bajo el sello de Fujiko Productions y trabajan en edificios contiguos. Más tarde, Abiko explicará que su separación se debe al recién descubierto cáncer de hígado de Fujimoto y a la necesidad de dejar solventado cualquier tema de copyright antes de su muerte, algo que acaba sucediendo en 1996.
Nacimiento: 1933
Obras destacadas: Anime: Astro Boy, Doraemon, Akira, Pokemón
Fechas en Tokiwa-sô: 1955-1956
Shin’ichi Suzuki
Aunque en la actualidad Shin’ichi Suzuki es más conocido por su relación con el anime (y no hay que confundirle con un célebre violinista), fue uno de los aspirantes a mangaka profesional que acogieron las paredes de Tokiwa-sô. Apenas estuvo un año, de 1955 a 1956, tiempo durante el cual publica algunos manga y trabaja como animador al mismo tiempo. Finalmente abandona los apartamentos y decide dejar definitivamente el manga para centrarse en el anime, siendo el motivo principal la falta de éxito que había conseguido publicando manga y viendo en el anime una fuente de ingresos estable.
Será uno de los fundadores de Studio Zero junto a Shôtarô Ishinomori y el dúo Fujiko Fujio. La lista de trabajos en la que ha llegado a participar es impresionante, toda una carrera dedicada a algunos de los mayores hits de todas las décadas: Astro Boy, Obake no Q-Taro, Doraemon, Golgo 13, Lupin III, Hattori el Ninja, Akira, Pokemón, One Piece, Naruto, Detective Conan, la nueva versión de Yamato, o la más reciente Magi. Su trabajo no se queda solo en la producción, dirección, etc., de anime. Shin’ichi Suzuki es actualmente director de un museo del anime de Tokio.
Nacimiento-Defunción: 1935-2008
Obras destacadas: Tensai Bakabon, Osomatsu-kun, Himitsu no Ako-chan
Fechas en Tokiwa-sô: 1956-1961
Fujio Akatsuka
Nace en Manchuria, actualmente China, en los territorios ocupados por los japoneses durante la II Guerra Mundial. Su padre, militar, era un hombre estricto y nada aficionado a los mangas, que prohibió a sus hijos leerlos. Le salió el tiro por la culata con Fujio, que acabaría aficionándose a ellos después de leer, ya en Japón, el Lost World de Tezuka. A los 12 años crea su primer manga, titulado Diamong Island, y a los 18 se marcha a vivir a Tokio, donde compagina su trabajo en una una fábrica de productos químicos con la creación de manga. Acabará entrando en el círculo de los Tokiwa, y en 1956 alquilará una de las habitaciones, justo al lado de Shôtarô Ishinomori, con quien trabaja en calidad de ayudante (en su mesa montada con cuatro libros y una plancha de madera). Ese mismo año publica su primer trabajo en una revista shôjo, Arashi wo koete. Pero esos primeros años son muy duros para él, empieza dibujando sin mucho éxito, aguantando a editores que rechazan o piden modificaciones en sus trabajos, y se plantea tirar la toalla en más de una ocasión. Pero Akatsuka persevera y, animado por Ishinomori, finalmente da la campanada con Nama-chan (1958), una de las obras fundacionales del manga de humor absurdo.
A partir de ese momento su carrera toma carrerilla y empezará a encadenar varios títulos memorables. Uno de sus más famosos trabajos se enmarca dentro del shôjo, y es que él es uno de los principales responsables de la aparición del subgénero de las magical girls (tipo Sailor Moon), con la creación en 1962 de Himitsu no Akko-chan (1962-1965). Paralelamente publica Osomatsu-kun (1962-1969), una de sus grandes obras que seguirá cimentando el terreno del gag manga, con sus esperpénticos personajes y situaciones absurdas. Pero es en 1967, con la publicación de Tensai Bakabon (1967-1992), que finalmente da con la obra que le encumbrará de forma definitiva, con un personaje secundario que toma el protagonismo y se convierte en todo un icono del manga y el anime. El auténtico protagonista de este manga es el padre de Bakabon, un auténtico inútil incapaz de realizar la más simple de las tareas sin causar problemas, y que es conocido por su lapidaria frase: kore de ii no da (todo irá bien).
A partir de la década de los noventa su salud empieza a deteriorarse, en 2002 ingresa en un hospital, quedando en estado vegetativo en 2004 hasta su muerte en 2008.
Nacimiento-Defunción: 1938-1998
Obras destacadas: Cyborg 009, Kamen Rider, Hotel
Fechas en Tokiwa-sô: 1956-1961
Shôtarô Ishinomori (1938-1998)
Nace en 1938 cerca de Ishinomaki, en la prefectura de Miyagi. Su nombre real era Shôtarô Onodera, pero adopta el nombre Ishinomori en referencia a sus orígenes. La forma de escribir su nuevo apodo provoca que durante años se le llame “Ishimori”, hasta que en los ochenta finalmente añade el “no” de forma visible para corregirlo. Siendo otro de los niños fascinados por las obras de Osamu Tezuka decide hacerse mangaka profesional, y para ello se muda a Tokio. Debuta en 1954 con Nikyu Tenshi, con solo dieciséis años. El talento de Ishinomori, que por esa época tenía un estilo muy parecido al de Tezuka, llama la atención del maestro, que le ofrece trabajo como ayudante. Con 18 años se traslada a Tokio y, como no podía ser de otra manera, termina alquilando una habitación en los apartamentos Tokiwa.
A pesar de su juventud y la fuerte competencia, Ishinomori fue uno de los grandes triunfadores de los años de los Tokiwa, y algunos le han calificado como “niño mimado de la industria”. Era tremendamente prolífico, y a menudo requería de la ayuda de otros inquilinos, como Fujio Akatsuka, para terminar sus obras. Durante esa época forma parte del colectivo U-MIA, junto a Akatsuka y a Hideko Mizuno, que durante algunos meses crea algunas obras conjuntas. Será de los últimos mangaka en abandonar los apartamentos, y a partir de entonces es cuando su carrera despega definitivamente, llegando a competir con el mismísimo Osamu Tezuka como uno de los autores más importantes de la historia del manga. De hecho, fue Ishinomori el que acabaría bautizando a Tezuka como Dios del Manga. La anécdota empieza con una entrevista que le hicieron en un periódico en la que le bautizaron como el Rey del Manga. Parece que esto no le hizo mucha gracia a Tezuka, quien acabaría pidiéndole explicaciones a Ishinomori: “si tú eres el Rey del Manga, ¿entonces en qué posición estoy yo?” Después de un “glups” al autor de Ishinomaki no se le ocurrió otra cosa que decirle: “Pues usted es el Dios del Manga, ¡por supuesto!” Una respuesta que dejó satisfecho, y bautizado por los tiempos de los tiempos, a Osamu Tezuka.
Una de las obras que lleva a Ishinomori a convertirse en el Rey del Manga es Cyborg 009, el primer manga protagonizado por un grupo de superhéroes (y que aparece el mismo año que Los Vengadores y los X-Men, 1963). La popular serie ya anticipó una de las temáticas que más explotaría el autor: los cíborgs. A partir de los años setenta se inicia una más que fructífera relación con el medio televisivo, siendo responsable de una ingente cantidad de series tokusatsu protagonizadas por personajes que se transforman en superhéroes. Uno de sus éxitos imperecederos fue Kamen Rider, proyecto que apareció casi de forma simultánea en la TV y en formato manga. La historia de un motorista que es raptado y convertido en cíborg por una maléfica organización, contra la que se rebelará, establece el patrón básico para las siguientes series. A Kamen Rider le seguirán Kikaider, Inazuman, Robotto Keiji, Akumaizer 3 o Ganbare!! Robokkon entre otras. La mayoría de estas series tendrán tiempo de vida limitado, pero Kamen Rider se irá perpetuando a lo largo de varias décadas, ofreciendo en cada nueva temporada un nuevo protagonista y una historia diferente. A lo largo de los ochenta y noventa los proyectos relacionados con Kamen Rider llegarán con cuentagotas, y además tomarán un giro mucho más oscuro y adulto. Y en el año 2000, a raíz del treinta aniversario de la creación del personaje, y con la participación del mismo autor, vuelve a la pequeña pantalla en una nueva serie que, por desgracia Ishinomori no llegaría a ver. A día de hoy, la serie ha seguido de forma ininterrumpida y con muy buena salud.
Si bien Kamen Rider es ya todo un icono en Japón, es otra de las creaciones manga-televisivas las que creará un impacto tal que traspasa incluso las fronteras japonesas. En 1975 se estrena en Asahi TV la serie de Himitsu Sentai GoRanger, la historia de cinco personajes que se pueden convertir en unos coloridos superhéroes que, juntando sus habilidades, son capaces de derrotar las mayores amenazas. Esta franquicia también sigue a día de hoy muy viva en la pequeña pantalla, y sin ningún paréntesis por en medio. Y quizás no os suene de nada, pero en los años noventa, cierta productora americana compró los derechos para adaptar la serie a un formato más “americano” (en otras palabras, para niños más o menos subnormales) y crearon los Mighty Morphin’ Power Rangers. En realidad, tanto los trajes utilizados, como algunas imágenes de batallas, enemigos, etc., eran exactamente los mismos que en Japón, pero las historias, diálogos y los protagonistas eran americanos. Con la adaptación se consiguió crear un fenómeno global, pero a la vez dejar en muy mal sitio el género del tokusatsu.
A pesar de ser responsable de los superhéroes más famosos de Japón, más o menos como un Stan Lee nipón, las contribuciones de Ishinomori al manga no terminan ahí, ni mucho menos. En los años ochenta crearía algunos títulos míticos como Hotel o Nihon Keizai Nyûmon, un manga que explicaba la economía japonesa y que fue traducido y publicado en EEUU con el nombre Japan Inc. Y en la línea del manga didáctico, Ishinomori es el responsable de una larguísima colección de mangas dedicada a contar la historia de Japón, y que escribió con la ayuda de más de 50 expertos en la materia. En definitiva, Ishinomori era una máquina de crear. Incluso tuvo un impacto considerable en el mundo del shôjo. Como muchos autores de los nuevos autores aparecidos en los años cincuenta y sesenta, empezó dibujando manga para chicas, y su forma de narrar caló hondo entre algunas de las mujeres que años después tomarían el relevo y refundarían el shôjo manga.
Tres días después de cumplir 60 años, Ishinomori muere de un ataque al corazón. Detrás deja cientos de miles de páginas dibujadas, y una recopilación de obras completas alrededor de los 500 tomos (frente a los más de 400 de Tezuka). Esto le vale el Récord Guinness como el autor de cómics (no solo manga) más prolífico de la historia. Sin duda, todo un Rey del Manga.
Nacimiento: 1939
Obras destacadas: Fire!, Honey Honey
Fechas en Tokiwa-sô: 1958
Hideko Mizuno
La única chica que se alojó durante un tiempo en los Tokiwa, y que además se convirtió en pionera y éxitosa autora. Hideko Mizuno empezó leyendo a Tezuka y decidió que quería ser mangaka. Al igual que algunos de sus colegas, mandaba trabajos a la sección de lectores de la revista Manga Shônen. Tezuka era el encargado de juzgar las obras ganadoras, pero nunca le otorgó un premio a Mizuno. Pero su editor, que se encontró con uno de los originales de la autora en casa de Tezuka, fue quien le acabaría dando una oportunidad. En 1955, sin haber cumplido aún los 16, publica en la revista Shôjo Club una ilustración y una viñeta. Al año siguiente empieza a publicar sus primeras historias en esa misma cabecera.
Es en Shôjo Club donde coincide con otros autores de los Tokiwa, que por esa época también se dedicaban al manga para chicas: Shôtarô Ishinomori y Fujio Akatsuka. El editor Akira Murayama pensó que, para producir más rápido, sería una buena idea reunir a varios autores para que trabajasen juntos (algo que se le ocurrió al no conseguir contratar a otros autores más veteranos que andaban ocupados). Primero lo probaría con Akatsuka e Ishinomori, que crearían obras bajo el seudónimo de Asuka Izumi. Pero poco después añadiría a Hideko Mizuno para formar el trío conocido como U-MIA. Esto propicia que durante tres meses, Hideko Mizuno se traslade a vivir a los apartamentos Tokiwa. Durante ese tiempo, ella se encarga de dibujar a los personajes principales, Ishinomori de los secundarios y animales, y a Akatsuka le tocarán los fondos y retoques.
Como la mayoría de sus compañeros, es a partir de los años sesenta cuando su carrera explota finalmente, y lo hace con un título pionero, Fire!, que se convierte en el primer manga shôjo protagonizado por un chico, y en el que aparece una escena de sexo explícita. En 1968 llegaría otra de sus obras importantes, Honey Honey no suteki-na bôken, cuyo anime pudo verse en las pantallas españoles con el título de Las aventuras de Silvia.
En los años setenta, Mizuno pasará del shôjo al josei (el manga para mujeres adultas), donde también destacará como una de las autoras pioneras a la hora de revolucionar el manga dirigido al género femenino, con el mérito de haber empezado en un contexto donde los hombres eran el género dominante.
Naoya Moriyasu (1934-1999)
Probablemente uno de los autores más desconocidos y del cual tenemos poquísima información. Sabemos que pasó un año allí, que no le fue muy bien ni tampoco fue muy prolífico, y que igual que varios otros autores, durante un tiempo se dedicó al shôjo manga. Compartió habitación durante un tiempo con Shin’ichi Suzuki, obligando a que uno de ellos durmiese dentro de un armario.
Nacimiento: 1936
Obras destacadas: Margaret-chan
Fechas en Tokiwa-sô: 1958-1961
Tokuo Yokota (1936)
Siendo lector de la revista Manga Shônen, donde publica Osamu Tezuka, en seguida queda prendado del arte del futuro Dios del Manga, y quiere dedicarse a dibujar, mandando algunos de sus trabajos a la misma revista. En esa sección de lectores, Shôtarô Ishinomori manda una carta proponiendo la creación de un grupo de “estudios manga”, al que se apunta Yokota y también Fujio Akatsuka. Durante un tiempo se irán carteando obras, y al final crearán el fanzine Bokujû Itteki. Al cabo de un tiempo se muda junto a Akatsuka a Tokio, compaginando su trabajo en una fábrica por la mañana, y su trabajo como mangaka por la noche. Debuta en la industria del manga de alquiler en 1955 con Yamabiko Senshi, a los 19 años. Durante unas semanas compartirán alojamiento con Ishinomori, que acabará trasladándose a los Tokiwa, poco después Akatsuka hará lo mismo. En cambio, Tokuo Yokota no se mudará a los apartamentos hasta 1958, aunque luego será de los últimos en marcharse.
Como debían hacer la mayoría de autores de su generación, empieza publicando manga para chicas, y más concretamente consigue el éxito con Margaret-chan, la obra protagonizada por la mascota de la revista shôjo Margaret. Pero el grueso de su obra, y por lo que es más conocido, son los mangas didácticos que ha creado durante décadas. Ha podido tratar temas tan dispares como la electricidad, la creación de la cerveza Kirin o las biografías.
Los visitantes de los Tokiwa-sô
Como hemos visto, los Tokiwa-sô eran un lugar muy atractivo para toda esa generación de aspirantes o principiantes del mundo del manga. Pero no todos los mangaka de la “área de influencia” de los apartamentos vivieron allí. Hubo una serie de visitantes habituales que, ya sea porque ya tenían otro piso o porque simplemente ya vivían de antes en Tokio, no llegaron a alquilar nunca una habitación. Pero algunos de ellos se podían pasar muchas horas allí, y claro ejemplo de ello es Jirô Tsunoda, uno de los visitantes que luego cosecharía más éxitos. Aprendió a dibujar con el mítico Keizô Shimada, autor de Bôken Dankichi, uno de los títulos más populares del manga pre-guerra. Aunque empezó con el manga humorístico y el shôjo, es conocido principalmente por su trabajo en el manga de terror y de fenómenos paranormales. Y no es por casualidad, asegura que en 1958 avistó un OVNI, y desde entonces se dedicó a investigar este tipo de temas. Fue también uno de los fundadores de los Studio Zero (con Fujiko Fujio, Ishinomori, etc.).
Otro de los visitantes que luego pasaría a la historia como uno de los mangaka más influyentes fue Yoshiharu Tsuge. Con una infancia dura, este mangaka se caracteriza por un estilo mucho más oscuro que con el tiempo le acercó a las tesis del gekiga de Yoshihiro Tatsumi y compañía. De hecho, a pesar de visitar durante un tiempo los Tokiwa, acabaría convencido de no pisarlos nunca más, probablemente por no encajar entre autores que, en sus inicios, se dedican exclusivamente al manga para niños y niñas. Tsuge pasaba penurias económicas a menudo, y llegó incluso a donar sangre a cambio de dinero. Su principal sustento eran los mangas que dibujaba para la entonces floreciente industria del manga de alquiler. También trabajó de ayudante del mítico Shigeru Mizuki, uno de los autores de la revista Garo. De hecho, fue el editor de dicha revista quién, al enterarse de las penurias y el intento de suicidio que cometió Tsuge, puso un anuncio a toda página en la revista pidiéndole que se pusiera en contacto con él. Y parece que funcionó, ya que al poco tiempo empezó a publicar en Garo, revista abanderada del manga para adultos, y contribuiría con obras surrealistas como Neji-shiki, encumbrada por los críticos. A pesar del éxito que vivió con Garo, no fue capaz de adaptarse a los cambios de la industria que acontecieron durante los años setenta. Según dicen, se volvió algo perezoso y empezó a rebajar su producción, que abandonaría definitivamente en 1987. A pesar de los elogios de la crítica, él no se considera un gran autor, y en parte ese es el motivo por el que nunca le ha interesado publicar fuera de Japón (siendo anecdóticas las obras licenciadas en otros idiomas).
Hubo varios visitantes más, de los cuales tenemos mucha menos información. Entre ellos tenemos a Takemaru Nagata, que fue ayudante de Fujiko Fujio; Kunio Nagatani, que trabajaría en los Studio Zero y luego para Gô Nagai en el campo de la animación; Shunji Sonoyama, autor de Hajime ningen Gon; Hideo Shinoda, vecino de uno de los ayudantes de Tezuka y que luego terminaría trabajando para Fujiko Fujio en Doraemon; Saburô Sakamoto, también conocido por ser ayudante, entre otros, en el Cyborg 009 de Ishinomori; Takao Yokoyama, ayudante de Fujio Akatsuka y que también publicó algunas obras – sobre los Ainu, al parecer; y finalmente, Akira Maruyama, que no era un dibujante, sino un editor de la editorial Kôdansha, y responsable de publicar muchos de los títulos de los autores de Tokiwa-sô.
En Una Vida Errante de Yoshihiro Tatsumi se retrata la vida de los dibujantes en este tipo de apartamentos, la verdad es que después de leer el manga, tienes la sensación de que se pasaban la vida dibujando, y solo paraban para ir a entregar las paginas acabadas, ir al cine o a beber con los colegas
También me he acordado al leer el artículo de Una vida errante, pero no del manga, que no he leído, sino de la adaptación al anime… lo de «solo paraban para ir a entregar las paginas acabadas, ir al cine o a beber con los colegas», salvando las distancias, no hay muchas diferencias con lo que cuenta Paco Roca en El otoño del dibujante.
Maravilloso, Oriol, maravilloso. Tenía lista la comida, pero cambié el plan, me la preparé en bocata y me vine con una cerveza a leer el artículo. Estos textos hay que disfrutarlos como se merecen ^^
¿Crees que hay algún equivalente al Tokiwa en la historia del cómic? Quiero decir, ¿algún espacio de convivencia prolongada entre autores que generase tal impacto artístico? La verdad que ahora no se me ocurre nada similar…
¿Crees que hay algún equivalente al Tokiwa en la historia del cómic?
El estudio de Will Eisner donde trabajaron autores como Kirby o Alex Toth y la agencia que salia en Los Profesionales de Carlos Gimenez, por poner otros 2 ejemplos retratados en cómic, se pasaban mas horas en el curro que fuera, y en el caso de Gimenez, algunos hasta compartían pensión donde dormir, en el caso de Bruguera se ve el ambiente de galeras romanas en la peli del Gran Vazquez
Aparte de los que cita Docz, la verdad es que estuve pensando en ello y lo más parecido que me surgió fue la redacción de Marvel Comics… tengo un cómic muy especial que sacaron Marvel Fumetti, una especie de «fotonovela» de la redacción con muchos gags y tal, que da la sensación de que, al menos entonces, eran muy como una familia. Pero no creo que sea algo que se pueda poner al mismo nivel.
Y gracias a todos por los comentarios. No ha sido un post fácil de hacer!
Yo creo que la entidad, en efecto, no es comparable. Por ejemplo, lo que cita Docz está muy bien traído, pero toda la historia de Bruguera y luego Tio Vivo tiene que ver con la lucha por profesionalizar un mercado que ya funcionaba, y el caso de Will Eisner, pues es un estudio, como el de Los Profesionales. Es decir, son ambientes profesionales o «profesionalizantes», en los que la gente trabajaba como loca, pero no es estrictamente diferente a lo que podemos ver en el documental de Inoue, por decir un caso. A lo que yo me refiero es que los tokiwa fueron un entorno en el que, prácticamente, se gestó una nueva concepción del cómic, casi desde cero, a partir de un grupo amateur que no tenían claro qué camino estaban desbrozando. Incluso en el caso de la Marvel, sin infravalorar la revolución conceptual de Lee y Kirby, podemos decir que nos encontramos ante una maduración de una forma de narración ya existente. Los tokiwa, tras arrasar el fascismo y la guerra con la tradición de los Okamoto, Tagawa, Asou y demás, prácticamente reinician la narración gráfica en Japón, y lo hace un grupo de chavaletes que, casi sin quererlo, desbordaron todos los cauces establecidos por la industria a la que querían acceder. A mí me parece impresionante más allá de toda medida, por más que lamento que el reinicio del manga tuviera tan poco que ver con sus gloriosos antecedentes de preguerra.
Impresionante artículo, impresionante, no soy lector de manga pero me ha encantado y me han entrado ganas de ler cada una de las obras que se citan. Mis felicitaciones al autor.
Muchas gracias, dhaldon. Me hace feliz que sin ser lector te lo hayas leído y encima disfrutado y te haya picado el gusanillo, esa es una de las intenciones del artículo y de la sección manga en ZN precisamente 🙂
Aparte de los autores citados, en los comentarios ya se ha citado Una vida errante de Yoshihiro Tatsumi, que aunque no vivió en los Tokiwa, sí tuvo una relación con Tezuka y vivió «algo parecido» en otros apartamentos. Una gran lectura!
Yo tampoco soy lector habitual de manga y una vez más me ha encantado leer un artículo tuyo, Oriol. Son muy didácticos y consigues que sean muy amenos.