Los confines de la oscuridad, de Haruo IWAMUNE

Edición original: Usuzumi No Hate (Kadokawa Corporation, 2023)
Edición nacional/España: Los confines de la oscuridad (ECC Comics, 2023)
Guion: Haruo IWAMUNE
Dibujo: Haruo IWAMUNE
Traductor:: Gabriel Álvarez Martínez
Formato: Rústica con sobrecubiertas. 223 páginas. 9,95€

Un adiós como los de antes

Hagas lo que hagas y vayas donde vayas, eres libre

La cotidianidad del apocalipsis podría resultar algo decadente. Sin embargo, es bastante tranquila. Y más para Saya, una adolescente que aparentemente no puede morir. La protagonista, acompañada pro su fiel amigo Kuu –un ratón–, tiene como misión limpiar las urbes afectadas por una extraña infección que cristaliza la materia orgánica. Saya es inmune porque es fruto de un experimento del Instituto de Investigación Ushumitsu, cuyas creaciones son el vestigio de un mundo menos yermo. Los confines de la oscuridad (ECC Comics) es el inicio de una saga post-apocalíptica de Haruo IWAMUNE, donde se exploran los tonos grises de la soledad.

Su día a día es monótono. Empieza a las siete de la mañana con un despertador estridente –ni en el apocalipsis te libras de madrugar– y un desayuno enlatado. Luego le sigue su labor de explorar ruinas comidas por la vegetación y los cadáveres de seres gigantescos, cuya presencia ha alterado el ecosistema y el aire con una toxina mortal. Desde el interior del cuerpo, la cristaliasis destroza los órganos internos, pero preserva el cuerpo de la descomposición. Deja la cáscara de quienes una vez fueron personas.

“Ninguno de ellos debió tener el final que deseaba. Seguramente, ninguno de los que reposan y ninguno de los que habrán de reposar”, piensa la muchacha mientras observa el horizonte de tumbas sin lápida del cementerio temporal. El gerente de la Sección 34, un robot funerario, ayuda a Saya a incinerar los cuerpos contaminados. Lo hace vestida de luto para darles un último adiós. Para honrarlos como merecen. “Ahora ya no hay nadie para juzgar si es lo correcto”, se cuestiona el autómata. Al fin y al cabo, tienen las herramientas para ser eficaces, no humanos.

Los confines de la oscuridad. El mundo que dejamos atrás

Han pasado 18.727 días desde que todo cambió. Tiempo atrás, la vida era más feliz hasta que se convirtió en ese mundo de grises. Aunque a Saya le da igual, no ha conocido nada más que ruinas y decadencia. Quizá por eso le entristece la película. Uno de los lugares de limpieza era un cine local, que seguía proyectando películas de épocas mejores. “Silencio, va a empezar”, le dice el medio torso de un androide desde las gradas. En esta catarsis Saya comprueba la vida de hace mil años. Sencilla, colorida y vivaz.

El androide de aspecto inhumano observa la película por enésima vez, desde que dejó su cuerpo de carne a ese sucedáneo de metal. El hombre que regentaba el cine yacía muero en la sala de proyecciones, mientras su consciencia visionaba los films para perpetuar su recuerdo. “Esa gente y esos paisajes ya no existen, pero seguirán viviendo mientras haya espectadores”, como él, quien ha escogido su manera de honrar a los muertos.

Mientras pasa el tiempo, la protagonista se va dando cuenta de que su segunda misión, encontrar supervivientes, está siendo un completo fracaso. Los confines de la oscuridad plasma muy bien la frustración y soledad propias de la depresión. Este Japón post-apocalíptico es una preciosa analogía de aprender a lidiar con ello.

“Hagas lo que hagas y vayas donde vayas, eres libre”, esa es la gran lección que explora el manga, durante su viaje introspectivo en un mundo vacuo. Ante estas palabras, Saya no sabrá actuar. Jamás se planteó esa opción. Quizá es la única persona viva. Y quizá se haya quedado sola. Es aquí cuando la libertad prevalece sobre la soledad. La obra de Iwamune potencia la idea indispensable de que toda historia importa. Las que dejamos atrás. Y, sobre todo, las que siguen adelante.