Existe un tipo de cómics hechos especialmente para la gente que no le gusta leer cómics. Hace unos años los entendidos de algunos medios generalistas los englobaban en un género mal llamado novela gráfica, ahora simplemente los camuflan como biografías ilustradas, narraciones gráficas o, en el caso del tebeo que nos ocupa, como “experimentos sociológicos” citando – supongo que sin querer – a Mercedes Milà en el momento de su máximo apogeo como presentadora de ese magnífico programa cultural llamado Gran Hermano.
Y eso que
La serie parte de una vivencia que experimenta el propio autor; la hija de 9 años de unos amigos le explica en una cena como transcurre su vida cotidiana, como es su familia, su colegio, cómo son sus amigas y lo tontos que son los chicos. Habla también sobre sus cantantes preferidos, los iphones, sus aficiones y sobre todo lo que les preocupa a los niños de esta edad. Sattouf ve en estas pequeñas anécdotas un vehículo ideal para describir un mundo que no suele aparecer en los medios de comunicación de masas. El resultado es un primer álbum con 52 historias de una página donde Esther – nombre inventado – explica en primera persona como es su día a día. Los cuadernos de Esther. Historias de mis 10 años, publicado en España por Sapristi, es el primero de una serie, le han seguido Los cuadernos de Esther. Historias de mis 11 años – también publicado aquí – y finalmente en Francia ya ha salido el tercer volumen con las historias de los 12 años.
La idea es buena y el dibujo expresivo y original, donde naufraga Sattouf es en la narrativa. Al estructurar su obra en historias de una sola página el ritmo tiende a ser moroso, monótono y acaba expulsando al lector. Además el autor de El árabe del futuro insiste en repetirnos conceptos ya expuestos al principio de cada página por lo que acabamos hasta el gorro de leer que Esther va a un colegio privado, aunque su familia no sea rica, porque su padre cree que los niños de la pública son más bestias o que la protagonista considera gilipollas a su hermano o que su estándar de la belleza es ser rubia… Tan repetitivo es todo que he llegado a plantearme si estábamos ante una página de algún suplemento semanal de un periódico y que por lo tanto el autor ponía en contexto a los nuevos lectores. Pero no, la obra es así.
El capítulo gráfico es más interesante. Riad Sattouf tiene un registro de dibujo caricaturesco, algo sucio y muy expresivo. Su trazo es firme, su diseño de personajes excelente y domina con soltura todo tipo de expresiones faciales que aportan información y emoción a las acciones que se explican. Me ha gustado especialmente su uso del color. El artista parisino parte de una página en blanco y negro a la que otorga un color de base y luego puntúa los momentos álgidos de la narración con otro color, generalmente el complementario. El resultado es eficaz, atractivo e insólito.
Con todo esto cabe decir que Los cuadernos de Esther no es un mal cómic, no es brillante pero a veces entretiene y a menudo interesa. Su principal problema son las falsas expectativas creadas por otros, la lectura acomplejada que una determinada clase de analistas y algunos especialistas de medios convencionales hacen de este tebeo, y de otros similares, que llevan a engaño al pobre comprador esporádico de cómics. Los valores otorgados a Los cuadernos de Esther por esta gente son los mismos que reparten a Persèpolis de Marjane Satrapi o las crónicas de guerra de Joe Sacco y que en cambio niegan a obras tan magníficas como Pyongyang de Guy Delisle o a La guerra de Alan de Emmanuel Guibert. Valores que nada tienen que ver con la calidad intrínseca de la obra sino con la supuesta relevancia cultural o social de esta y que con ello pretenden alejarla de “el mundillo de los cómics”. En el fondo es puro esnobismo.
Además, en este caso concreto resulta muy llamativo ver lo difícil que les resulta a algunos de estos adultos poder entrar en el mundo de los niños. Para ello necesitan que artistas como Sattouf les traduzca este universo. También resulta significativo lo que les sorprende. Se fijan en que a los críos les gusta determinado rapero y no determinado rockero, que ven determinada serie y no aquellos dibujos animados y que le hacen caso a determinado youtuber y no a aquel autor de cuentos. Una lectura superficial que contradice su pretendida superioridad intelectual y cultural. En fin…
La edición de Sapristi es muy buena. El álbum es en tapa dura con lomo de tela. El papel es el adecuado, la impresión y la rotulación excelente. Es una lástima que los responsables del catálogo de la editorial no cuiden igual el producto y que en la descripción de las características lo anuncien como un álbum en rústica con solapas y con 72 páginas. Ni lo uno ni lo otro, podéis creerme porque escribo esto con el libro a unos centímetros de mí. Para más recochineo la mayoría de aquellos comentaristas citados arriba reproducen estos errores en sus reseñas sin molestarse en contrastar la información.
Lo que es verdad es que Riad Sattouf no tiene la culpa de todo esto y que Los cuadernos de Esther es un álbum interesante pero no excelente. Lo que dudo es que la fórmula dé para tanto. El autor pretende realizar 8 álbumes y llegar a los 18 años de la protagonista. Espero que tenga la suficiente intuición y el oficio necesario para darle algo más de interés porque solamente con el “experimento sociológico” a algunos no nos basta.
Pero seguramente estoy equivocado porque a ambos lados de los Pirineos la serie está gustando mucho ¿Por qué será que en este caso soy yo el que se siente como un niño? Concretamente el que ve al rey desnudo.
Guión - 5.5
Dibujo - 7.5
Interés - 7
6.7
Moroso
Una iniciativa curiosa que no acaba de emocionar.
En realidad tu percepción inicial es correcta. La historieta en su formato original sale cada semana en el semanario francés Le Nouvel Observateur. Luego ahí tienes la respuesta al por qué reitera determinados detalles del personaje que pueden ser relevantes según el tema de la historieta semanal. Este detalle quizás no se indique en la versión española de los cómics, pero la versión francesa emplea una página entera al final del volumen para explicarlo.
También ésta sería la explicación del por qué es una historieta para los que no son lectores habituales de viñetas.
Por mi parte, me parece una tira excelente. Trata temas de actualidad de manera original, consigue gustar a niños de 10 y a adultos de 40 y, aunque es cierto que con la traducción se pierde mucho de la frescura del argot adolescente original, los diálogos son maravillosos. Ya quisieran los semanarios españoles tener una obra así.