«O sea, que la teoría del suicidio ya no nos sirve para explicar el atentado ¿No?«.
Expediente triple cero.
Los años ochenta fueron difíciles en el entorno de la bande dessinée más clásica. Los efectos del mayo del 68 se habían asimilado completamente, pero nada era como antaño. Las revistas más tradicionales y representativas del género (Tintin, Le Journal de Spirou e incluso Pilote) habían emprendido traumáticos procesos de renovación forzadas por la formidable repercusión de cabeceras competidoras mucho más atrevidas y modernas como Métal Hurlant, (A Suivre), Fluide Glacial o L’Écho des Savanes, entre muchas otras.
En esta época Le Journal de Spirou ha entrado en una fase de constante improvisación, el fallido experimento que se llamó Le Trombonne illustré (una revista satírica de 30 páginas ofrecida como suplemento en las páginas centrales del semanario y dirigida por Franquin y Delporte) había divido a la redacción, donde algunos de los autores más rancios se habían sentido marginados y ridiculizados. El cargo de redactor-jefe deviene la figura clave para controlar a una plantilla desunida y es también un puesto que quema, se suceden los nombres al frente de la revista; Thierry Maertens, Alain De Kuyssche, Philippe Vandooren, entre 1975 y 1985. Se impone una deriva general de la cabecera hacia el realismo con series como XIII, Kogaratsu, Soda, Jeremiah, Jerôme K. Jerôme Bloche, Le Privé d’Hollywood o la mismísima Blueberry.
La serie emblemática de la editorial, Spirou y Fantasio, está siendo motivo de disputa entre las dos facciones; por un lado la tradicional, representada por Jean-Claude Fournier y por otro la innovadora encarnada por Yves Chaland y, en menor medida, por Tome y Janry. Y en medio de esta confrontación, entre los nostálgicos de la edad de oro y los vanguardistas más irreverentes, aparecen en la revista dos jóvenes debutantes marselleses (Yann Le Pennetier y Didier Conrad) a los que se les encarga rellenar el espacio superior de las páginas del semanario con una mini-serie titulada Les Hauts de page.
Allí, recuperan el espíritu de Le Trombonne illustré y ponen en solfa a todo lo que se menea – especialmente en la redacción de Le Journal de Spirou – causando el consiguiente revuelo entre algunos de sus compañeros más veteranos.
A pesar de todo este desorden, aparece – casi sin querer – una serie que se acabó titulando
La serie nació en 1980 para la revista semanal Le Journal de Spirou. La componen doce álbumes y se ha recopilado en varios integrales. En este primer volumen de la colección integral editada por Dibbuks podemos encontrar las dos primeras historias de la saga; Expediente triple cero y Shukumei además de dos páginas de una historia paródica titulada Chuck Willys.
De hecho en la primera página de Expediente triple cero, los autores se cargan al personaje de Chuck Willys para darle el protagonismo de la serie a un trio de soldados bastante impresentables. Es una declaración de intenciones diáfana y brutal ya que el presunto protagonista, un estirado y presumido aviador, es atropellado por un jeep y ya no vuelve a aparecer en la serie. Lo explica muy gráficamente el mismo Yann en una entrevista en la página web Auracan:
“Al principio, se trataba de Las aventuras de Chuck Willys, una especie de parodia de Buck Danny. Después de dos viñetas, nos cansamos y hop, lo fulminamos y nos centramos en unos personajes mucho más simpáticos”.
Estos personajes “mucho más simpáticos” son concretamente tres soldados rebeldes y un cerdito (¿?):
Nick Mc Buttle Jr. “Mac”; descrito como “ciento veinte kilos de músculo y tocino”. Es el líder del grupo.
Anthony Key “Tony”; que es visto como; “sesenta y siete kilos de bilis y hiel”. Es el inteligente de la banda y el que tiene más éxito con las mujeres.
Timothy O’Rey “Tim”. Enano, indescriptible, siempre armado con un bate.
Raúl. Un cerdito que es adoptado por el grupo, aunque no sea del todo lo que aparenta…
La acción transcurre al final de la Segunda Guerra Mundial, se inicia en una pequeña base de la Costa Este de los Estados Unidos y tras un breve periplo por la ciudad de Nueva York (Expediente triple cero) el grupo se instala definitivamente en la parte más oriental de Asia; Borneo (Shukumei), Corea, Hong-Kong o Macao.
El trio protagonista ha vivido la guerra en el calabozo donde han sido confinados por su falta de respeto a los superiores y también por sus constantes e irritantes insubordinaciones. Al acabar la guerra, se licencian e intentan abrir una oficina de detectives en Nueva York, sin embargo acaban reenganchándose para escapar de sus errores y de los ajenos. Otra vez en el ejército son reclutados para una misteriosa misión en lo más profundo de la selva de Borneo, pero su destino es desertar.
La primera aventura se resiente de una estructura demasiado fragmentada, siempre a la búsqueda del gag inmediato, derivada de su publicación semanal en Le Journal de Spirou. Al consolidarse la serie, la trama de la segunda historia es mucho más fluida y ordenada, lo que redunda en beneficio de la lectura.
El tono de la serie bascula entre lo irreverente y lo grosero. En las dos primeras aventuras no se aprecia tanto el sentido crítico con la Historia y la sociedad occidental que irá adquiriendo en sucesivas entregas, aunque ya se aprecian algunas pinceladas dirigidas a hechos reales como el asesinato de John F. Kennedy o el bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki.
La humanidad de los protagonistas va aflorando a cuentagotas, destacando en especial el personaje de “Mac” que va revelándose como un trasunto de Mike Steve Blueberry con la apariencia de Obelix. A pesar de estar asistiendo a las primeras escaramuzas de la serie, el carisma de los personajes y la originalidad de las situaciones consigue enganchar al asombrado lector.
Por otra parte, el arte de Los innombrables es extraordinario. En este tomo en concreto podemos ver la vertiginosa evolución del estilo de Dider Conrad que va pasando de un registro caricaturesco, muy cercano al del primer Louis Salvérius, a otro más original y orgánico que aglutina lo mejor de la tradición franco-belga con Franquin, Uderzo y Morris a la cabeza.
Conrad divide su página en cuatro tiras de dos o tres viñetas cada una. Es un esquema bastante fijo que rompe en contadas ocasiones con una tira panorámica de una viñeta o con un cuadro más espectacular que puede ocupar media página.
Su descripción de los personajes es eficaz y llena de atractivo, destaca en su tratamiento de los caracteres femeninos, muy seductores y nada asexuados, que le diferencia de las generaciones anteriores de artistas de la BD. Su entintado es ágil y audaz y combina la claridad de la escuela de la línea clara con la espectacularidad de la corriente realista de la que toma su tratamiento del claroscuro y su predilección por la mancha llena de densidad.
El color es otro de los elementos importantes del trabajo artístico de la serie que – a partir de la segunda historia – adquiere una importancia capital para definir ubicaciones concretas, momentos del día y sobre todo la atmósfera de cada escena.
El uso expresivo y narrativo de la onomatopeya nos recuerda a los mejores momentos de la Escuela de Marcinelle.
La edición de este primer álbum de la colección integral a cargo de Dibbuks es impecable. El libro tiene un tamaño perfecto, es en tapa dura, con un buen papel – satinado, esto sí – y está impreso de manera excelente. Sin embargo, en lo que destaca esta edición es en la cantidad y calidad de los extras que contiene; son 32 páginas más con portadas originales, múltiples bocetos, estudios preparatorios, alguna escena censurada, ilustraciones y un curioso artículo que describe la época en que estas páginas fueron paridas. Es un excelente material adicional que complementa las historias y que aporta la información necesaria para darle al lector un contexto adecuado de la serie. El precio es muy razonable.
Los innombrables. Ciclo cero es el inicio de una serie que irá evolucionando hasta ser uno de los referentes de la BD de finales del siglo pasado. Irreverente, atrevida, iconoclasta y a menudo emocionante la saga concebida por Yann y Conrad empieza a caminar en este primer tomo de la colección integral con paso decidido y firme. Nos esperan muchas más páginas, llenas de acción y emoción, encarnadas por un arte que combina el clasicismo con la ruptura… Pero esto es otra historia que seguro que acabaremos contando aquí, no tengan la más mínima duda.
Salut!
Guion - 7
Dibujo - 9
Interés - 9
8.3
Gamberra
Inicio perfecto de una serie moderna del cómic europeo. Historias diferentes y un excelente dibujo la convierten en todo un clásico
Magnifica serie. A ver si tenemos suerte, y se continua publicando los integrales que faltan. Aunque ahora que no esta Ricardo Esteban…., no se que pasará.
Lo veo complicado. Incluso con Ricardo aún en la editorial, llevábamos 2 años sin tomo…