Edición original: Marvel Comics – mayo – agosto – 1993
Edición España: Comics Forum – marzo – junio – 1994
Guión: Roy Thomas
Dibujo: Dave Hoover
Entintado: Brian Garvey, Ian Akin
Color: Paul Becton
Portada: Dave Hoover
Precio: 175 pesetas (serie limitada de cuatro números de veinticuatro páginas cada uno)
Una de las características que ha definido la dilatada carrera en el mundo del comic súper-heroico del guionista Roy Thomas ha sido su amor por los personajes de los tebeos con los que creció. Nacido en 1940, conoció una parte de los días de la edad dorada y, ya como profesional, procuró recuperar todo ese bagaje, con el fin de incorporarlo a las series de la edad de plata. Tanto Marvel como DC se beneficiaron de su conocimiento de los respectivos pasados y, aunque no siempre trabajó con la mejor materia prima, es necesario dar a don Roy el reconocimiento que merece, por su contribución a la construcción del concepto de legado en el ámbito de los tebeos de súper-héroes. Si a ello unimos sus denodados esfuerzos por apuntalar la cohesión de unos universos de dimensiones crecientes, también se debe concluir que estamos ante uno de los mayores expertos en materia de continuidad maveliana y deceera. Su trabajo de retro-continuidad tras Crisis en las Tierras Infinitas, es un ejemplo de su capacidad en este terreno, por lo que no es cosa extraña que, cada cierto tiempo, maese Thomas se haya dado algún garbeo por el pasado y la nostalgia. Esta miniserie de 1993 dedicada a los Invasores es buen ejemplo de ello.
Para quienes no tengan el gusto, los Invasores fue un grupo creado por Roy Thomas y Sal Buscema en las páginas de la colección de los Vengadores. En un ejercicio de creación de retro-continuidad, el guionista planteó que los héroes de la edad dorada de Marvel -el Capitán América, el Hombre Submarino y la Antorcha Humana original- habían conformado un equipo que combatió a las fuerzas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Unos años después de esta primera aparición, Thomas tendría la oportunidad de contar sus aventuras durante el conflicto bélico, acompañado por primeramente por Frank Robbins. La colección se prolongó durante poco más de tres años y sirvió para que, a lo largo de las décadas siguientes, autores como Roger Stern o John Byrne jugaran con personajes como Union Jack, Spitfire o el Barón Sangre. Como apunte curioso, hay que indicar que el nombre del equipo sugería su condición de visitantes no deseados en las fortalezas territoriales del enemigo. Cuando los Invasores entran en acción y salvan a Winston Churchill, Gran Bretaña se enfrentaba a una Alemania que controlaba virtualmente todo el continente europeo, por lo que sus incursiones a lo largo y ancho del globo implicaban, en no pocos casos, internarse en territorio hostil. Con esta cabecera a su medida, don Roy demostró que se movía como pez en el agua contando historias ambientadas en el pasado, pues, años más tarde, repetiría la jugada en la distinguida competencia, durante los dos contratos en exclusiva que le vincularon a ella.
A finales de los ochenta, Roy Thomas volvería a la casa de las ideas, para una segunda y prolífica etapa en la que se encargaría de contar las aventuras de Thor, los Vengadores Costa Oeste, el Doctor Extraño, los Defensores Secretos o los Cuatro Fantásticos (en su singular colección trimestral «ilimitada»). Buena parte de estas labores se verían durante los procelosos años noventa, siendo este segundo volumen de los Invasores fruto de esos tiempos de mucha labor. Quince años después de la cancelación de la serie regular, Thomas retornaba para contar una aventura de aquel equipo que había de vérselas con sus contrapartidas del Eje; una vez más, el caballero haría una de las cosas que mejor se le da: «arrebuscar» en el baúl de los recuerdos y traer a la actualidad personajes olvidados del pasado más remoto.
La historia comienza cuando el trío principal del equipo invasor -el Capi, Namor y Hammond- son vencidos por un equipo empijamado que parece aliado con el Eje. Sus aliados, Miss América y el Zumbador -los personajes que durante un tiempo fueron considerados los padres de Mercurio y la Bruja Escarlata- se ven obligados a acudir al equipo al que pertenecen -la Legión de la Libertad- para hacer frente a una amenaza que, paradójicamente, está compuesta por otros luchadores contra el crimen de la época: la Visión (el ser sahumado de la edad de oro), el Gólem (Jacob Goldstein, un refugiado polaco); Voltón (un ser humano sintético, creado por un ayudante del profesor Phineas Horton); Meteoro Humano (un estadounidense de origen irlandés); el Hombre Perfecto (un súper-tipo que había alcanzado presuntamente el pináculo humano gracias al socorrido suero otorgador de poderes); Spider-Queen (viuda del inventor de un lanza-redes parecidos a los de Spider-Man, decidida a vengar la muerte de su marido a manos de agentes comunistas); Doctor Death (creador de Voltón y colega del «padre» de la primera Antorcha Humana). Los motivos de este aparente cambio de bando son diversos: unos son víctimas de la extorsión; otros, consideran que la alianza de los Estados Unidos con la URSS y el Reino Unido va en contra de sus convicciones. Thomas rescató del olvido a unos personajes que habían corrido sus primeras andanzas medio siglo antes. En esto, se adelantó un par de lustros a J. M. Straczynski, que haría algo parecido con los Doce.
En la parte gráfica, hay que mencionar la presencia de Dave Hoover, un caballero que hizo buena parte de sus aportaciones al género durante la década que comprende los años 1987 a 1997. Proveniente del mundo de la animación -donde trabajaría para compañías tan famosas como Filmation o Hanna Barbera- desarrolló sus labores como dibujante en Marvel y en DC, trabajando con personajes como el Capitán América (en lo que sería la última época de Mark Gruenwald con el personaje), Starman, Conan o Halcón y Paloma. Su estilo de dibujo presentaba figuras muy musculadas, rictus modelo «Rob Liefeld» y cierta carencia de dinamismo en sus composiciones. Aquí realiza una aportación en su línea habitual, correcta, pero también expresiva de sus carencias. Sus lápices cuentan con el apoyo en las tintas de Akin y Garvey, dos veteranos del pincel que se habían prodigado bastante en Marvel durante la década anterior. Al color, Paul Mounts, otro nombre habitual en aquellos días anteriores la aplicación de tonalidades por ordenador.
El resultado final es una miniserie que se disfruta, se consume y se olvida con la misma, especialmente recomendada para fans del trabajo de Roy Thomas y amistades de la nostalgia de la edad dorada. Como curiosidad, hay que indicar que uno de los personajes recuperados para la colección –el Doctor Death- tendría tiempo después una segunda juventud en la escudería mutante, bajo el nombre de Doctor Némesis.
Roy Thomas seguiría en Marvel unos años más, aunque, poco a poco, se iría retirando a los prados de las empresas independientes. Nunca se ha desvinculado del todo de la casa de las ideas, siendo su aportación más reciente una interesante colección de adaptaciones a la viñeta de novelas clásicas -al estilo de las inolvidables Joyas Literarias Juveniles de Bruguera-. Por su parte, Dave Hoover dejaría los pijamas por el cómic adulto, terreno en el que trabajaría hasta su prematura muerte, en el año 2011.