Los mercenarios

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Edición original/ España: Los mercenarios (EDT, 2012).
Guión y Dibujo: Antonio Pérez «Carrillo».
Color: B/N.
Formato: Tomo cartoné 264 págs.
Precio: 15€.

 

Antonio Pérez García (Málaga, 1931), más conocido por el sobrenombre de «Carrillo» (a veces también firma como «Carr»), es un hombre de pasiones constantes. Su lealtad inquebrantable a la aventura, esa que viene con el apellido de «exótica», le ha llevado a repetir arquetipos humanos y localizaciones lejanas (con predilección por Batavia -actual Yakarta- y alrededores) desde que en 1953 concibiera a Diego el marino para la historieta Mares del sur. Desde entonces, el protagonista principal de sus hazañas es un valiente lobo de mar que da igual que se llame Capitán Pantera (en su primera encarnación para la revista Chicos), El Tiburón, El Javanés, el capitán Taoro o mismamente Tom Rowe, protagonista de Los mercenarios (otro capitán Rowe -absolutamente idéntico- encabezaría el reparto de Mares de China publicada en la revista Chito en 1976). El físico es constante -rostro varonil levemente irónico, con patillas de bandolero (décadas antes de Curro Jiménez) y complexión atlética-, y también su atuendo, caracterizado por una gorra marinera como el Humphrey Bogart de Tener y no tener (Howard Hawks, 1944), adaptando al aventurero de Hemingway, si bien el artista señala como inspiración Capitán China (Lewis R. Foster, 1950), con John Payne, Gail Russell y Lon Chaney Jr. En realidad, este arrojado y honesto bergante no es sino el sucedáneo idealizado del mismo Carrillo, como observara el sagaz Umberto Eco a propósito del Corto Maltés de Hugo Pratt; sólo fíjense en las fotografías del artista posando con un cigarrillo y quítenle las gafas de sol.

Los mercenarios fue un proyecto de Carrillo para Selecciones Ilustradas (la agencia internacional de Toutain) acometido en 1974, aunque no viera la luz en nuestro país hasta 1984 en las revistas de Editorial Bruguera. Es, por tanto, uno de los últimos trabajos del autor en estilo realista -antes de simplificar y caricaturizar su pincel, como vimos en El Capitán Pantera (segunda encarnación)- y una de sus cimas incontestables.

«Cuando el equipo directivo de una compañía naviera ve en peligro su existencia debido a los continuos asaltos de piratas modernos que asolan sus barcos en ruta, sabe que la única solución para acabar con aquellos desalmados es actuar al margen de la ley: la hija del naviero emprende su misión de encontrar al hombre adecuado para combatir a los piratas. Ese hombre existe, un mercenario escéptico y valiente: acompañado de un grupo de audaces camaradas, intentará cumplir su misión sin perder la vida a manos de aquellos bandidos ni la cabeza por aquella mujer… »
[Extraído de la contraportada]

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Carrillo no oculta sus intereses, que cultiva desde crío: «Durante las vacaciones me daba por leer novelas de aventuras de Salgari, de Jack London, de Conrad, y de Somerset Maugham… todas referentes a los mares del Sur; y aquellas historias empezaron a poblar mi mente, creándome sueños maravillosos, que muchas veces veía dibujados en las páginas de la revista Chicos y de las de Tarzán, de Foster, y otras historietas parecidas. Yo copiaba y dibujaba todo eso, y un día decidí que sería dibujante de tebeos«. En Los mercenarios -como en las obras hermanas citadas ya- se respira Jack London, sí, convenientemente asimilado, pero también el pulp de Edgar Rice Burroughs y sus civilizaciones recónditas (antes de Indiana Jones), aderezado con el Sax Rohmer de Fu Manchú y el peligro oriental, presente en sátrapas caricaturescos y en beldades de nombres exóticos y heterónimos como «Pantera Amarilla» (que obsesivamente repite el autor malagueño como némesis de su protagonista-de-varios-nombres-y-misma-faz). Sin embargo, las cintas de piratas de Hollywood, con sus cabriolas y duelos a espada, están significativamente ausentes: tan sólo alguna batalla naval, algún abordaje, algún duelo, pudiera recordarlas. En Los mercenarios, héroes y villanos recurren a las armas de fuego y a los puños, en un modo de proceder cercano al cine negro, que marida con el dominio demostrado por Carrillo en la técnica del claroscuro (probablemente influido por Luis Bermejo, a quien sucedió en los cuadernillos de Aventuras del FBI al comienzo de su carrera); también los papeles femeninos -desde la aguerrida Guillermina Van Deer a las ocasionales vampiresas como Zobeida o la seductora pirata «Pantera Amarilla»- apelan a los roles del noir, en parecida sintonía a las femmes fatales del The Spirit de Will Eisner, por ejemplo.

En sus obras de los ’70 Antonio Pérez alias Carrillo alcanza su cénit como ilustrador. Su misma carrera profesional se ha conjurado para ello: desde sus inicios como retratista de «casos reales» para la revista Diez Minutos y su mencionado paso por el policíaco (Aventuras del FBI), que le permiten jugar con el dramatismo de rostros, figuras y efectos de iluminación, hasta el coqueteo con el género romántico, donde aprende -¡y cómo!- los secretos de la geometría femenina, el autor que regresa a los caminos de su género predilecto, la aventura, apenas ha avanzado en los argumentos, que huelen a pulp de los años ’30 y ’40, pero su lápiz, poseído del clasicismo de los maestros patrios (Jesús Blasco, Emilio Freixas, etc.), es capaz de virguerías asombrosas, sobre todo en lo que podríamos llamar «el clima», más que la localización, es decir: los elementos del plano que contribuyen a crear un ambiente y un tono verosímiles. Esto compete a edificios (obsérvese el detalle enriquecedor de la fachada en pág.69, inicio de la aventura «Vuelve la Pantera Amarilla»), navíos, tabernas, palacios, templos y demás objetos inertes, por descontado, también a entornos naturales como selvas, mares o islas, ¡faltaría más!, aunque el punto fuerte de Carrillo es la cotidianidad de los figurantes que emplea tanto para «airear» el plano con acciones complementarias (por ejemplo, en las conversaciones de pág.12 y pág.26 de la historieta «La liga Ruysdaal»; en la pelea en el antro de pág. 31 perteneciente a «La Pantera Amarilla»; entre muchas otras) como para llamativas construcciones en profundidad (pág.89, inicio de «El Dragón Rojo de Laham»; primera viñeta de pág.192 en «Dakoi»; viñeta final de pág.252, en «El rapto de Eddy»; etc.). Ante tanta pericia se perdonan descuidos como el extraño movimiento del caballo en «La Pantera Amarilla» (pág.30) -convengamos en que los animales se le dan peor que los seres humanos- o la confusión de mano agresora en «Un reyezuelo de Sumatra» (pág.118).

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Los mercenarios reproduce con exhaustividad los tópicos de la literatura y el cine de aventuras, lo que incluye -por desgracia- sus elementos más conservadores: el imperialismo (franceses, holandeses, británicos, etc. son tratados -casi siempre- como fuerza «civilizadora», aunque se insista más en valores comerciales que morales) y el machismo (Tom Rowe acostumbra a rodearse de bellezas semidesnudas, cual James Bond). No obstante, Carrillo, consciente de las reglas, las flexibiliza un tanto, para maquillar su anacronismo, y acompaña a Tom Rowe de una tripulación leal de mayoría indígena, no escatima codiciosos occidentales prestos a la traición e incluso permite morir con honor a algún enemigo pirata, un poco en la tradición condescendiente de El Hombre Enmascarado creado por Lee Falk en 1936. De igual forma, la intrépida Guillermina Van Deer acude al rescate de su empleado -pues esto es Tom Rowe, a fin de cuentas- a punto de ser devorado por hormigas rojas en el episodio «Vuelve La Pantera Amarilla», se defiende a patadas de las intenciones lascivas del reyezuelo de turno en «El Dragón Rojo de Laham» y no le hace ascos a las prácticas de riesgo como el lanzamiento en paracaídas en el episodio «El hijo del pirata», entre otras. Es, sí, una mujer en un mundo patriarcal representado por fuerzas benignas (su padre, dueño de la compañía Ruysdaal; su novio, el aventurero Tom Rowe) y malignas (los tiranos que buscan incorporarla a su harén; las rivales que pretenden arrebatarle a Tom Rowe) pero, al menos, es una mujer de armas tomar con un físico en consonancia, inspirado en las pin-up de los años ’50 y ’60 (Marilyn Monroe, Bettie Page) o en las maggioratas exportadas de Italia (Sofia Loren, Anita Ekberg). Carrillo dibuja siempre a la misma mujer, su ideal, con meros cambios cosméticos (nombre, peinado y color de pelo, vestuario), igual que su héroe es siempre el mismo héroe, con menos variaciones aún. Ambos le salen tan bien que no tiene mayor importancia.

El volumen que en 2012 compiló la obra incluye un prólogo del escritor Enrique Sánchez Abulí -entregado a las bondades de las chicas dibujadas por Carrillo- y una reveladora entrevista con el autor, con anécdotas de su vida personal y profesional. Tamaño y formato son adecuados -más grande tampoco me quejaría- y la reproducción, a veces algo clara, es correcta… excepto en el capítulo «La isla maldita» (págs.197-215), con escaneados «sucios» que emborronan el dibujo (especialmente tétricos los casos de la pág.211, donde la mancha convierte una cara en una silueta con ojos, y de la pág.213, donde el cuadro de texto de la primera viñeta resulta apenas legible).

Historieta de evasión, sin otra pretensión que alimentar sueños de tardes ociosas, Los mercenarios, gracias a su desprejuiciada apuesta por la épica de buenos y malos y a su deslumbrante poderío gráfico, cumple a satisfacción lo que promete, ya desde su portada:

Aquellos mares…
Aquellas aventuras…
Aquellas chicas…

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  Edición original/ España: Los mercenarios (EDT, 2012). Guión y Dibujo: Antonio Pérez "Carrillo". Color: B/N. Formato: Tomo cartoné 264 págs. Precio: 15€.   Antonio Pérez García (Málaga, 1931), más conocido por el sobrenombre de "Carrillo" (a veces también firma como "Carr"), es un hombre de pasiones constantes. Su lealtad…
Guion - 6
Dibujo - 9
Interés - 7

7.3

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Tronak el Karbaro
Tronak el Karbaro
Lector
20 octubre, 2015 22:25

Tiene una pinta excelente. Y me parece haberlo visto de saldo alguna vez…

the drummer
the drummer
Lector
21 octubre, 2015 19:01

yo nunca lo he visto por ahí, ni e saldo ni de no-saldo, pero me lo apunto por si llega el caso.