Los Nuevos Cuatro Fantásticos: Camino del infierno

Los casi nunca fantásticos

Spiderman, Lobezno, el Motorista Fantasma y Hulk adueñándose de la escena de un tebeo de la Primera Familia es una imagen icónica, que ha perdurado con el tiempo. Puntualmente, Marvel ha traído nuevos acercamientos al concepto de Walter Simonson, casi siempre de un modo irregular, sin más propósito que volver a un lugar conocido que despierta pasión en una parte de los aficionados. Más que por la historia, sirve para regalar nuevas viñetas cargadas de poder con personajes tan dispares como los citados.

Peter David se ha mantenido como guionista en los últimos tiempos a partir de trabajos cargados de reminiscencias al pasado, como su Spiderman Simbionte, agotando los propósitos de sus historias en apenas un par de páginas. Sin importancia dentro del contexto global, pero también sin la carga de tener que construir elementos novedosos con sus aventuras. Estos Nuevos Cuatro Fantásticos se enmarcan dentro de esta época del autor, en compañía de Alan Robinson.

Seguimos los pasos de un sacerdote que, después de apreciar una serie de comportamientos inusuales, se adentra en las profundidades de la ciudad para encontrar demonios. Con una nueva y pintoresca agrupación de héroes en los periódicos, se lanza en busca de su ayuda para combatir algo que no conoce, al tiempo que va descubriendo nuevos elementos de su personalidad que permanecían ocultos.

Es una historia sencilla, que no tarda en descubrir sus primeras sorpresas. David es perfectamente consciente de la categoría de guion que ha de desarrollar, sin ahondar excesivamente en otras ideas. Tiene presente lo que un lector espera encontrarse en un tebeo de estas condiciones, de tal manera que recurre a una de las señas de identidad de guionista: el dinamismo en los diálogos y las diferencias entre superhéroes.

Se permite utilizar Las Vegas como lugar de encuentro como guiño a su pasado editorial y arcos de mayor entidad. A partir de estos condicionantes, se muestra más inspirado con Hulk, nombre al que permanecerá por siempre ligado.

En el extremo contrario, no está lucido a la hora de crear dinámicas fuertes entre los personajes. Cada uno tiene líneas interesantes, pero individuales por encima de todo, sin que se vea un trabajo incisivo en sus particularidades y semejanzas. David se entrega a lo menos provocador, estando demasiado encorsetado por una aventura estándar que se siente manida en todo momento.

El dibujo de Alan Robinson es muy continuista con el de Arthur Adams, responsable de la historia original. Le cuesta encontrar su propio estilo dentro de la aventura, llegando a presentar un dibujo muy estático dentro de escenas que debería fluir con mayor fuerza. El cambio de escenarios tampoco le sienta bien, apreciándose sus debilidades en páginas de viñeta completa en las que no tenemos, aunque deberíamos, elementos propios y más elaborados.

El personaje de Sacerdote es el mejor elemento de esta miniserie. El camino que tiene a lo largo de los números es la fuerza principal sobre la que se mueve lo restante. Ver cómo una persona normal interacciona con héroes más grandes que la vida, mientras su propia personalidad va cambiando es lo que hace que el arco, aunque irregular y poco profundo, no se ahogue en su introducción. También se roba alguna sonrisa el rescate del Motorista Fantasma del tercer número o la aparición de los gánsteres del mismo, tan paródicos como necesarios para explicar una época en la historia de Marvel Cómics.

En conclusión, nos encontramos con un tebeo olvidable. Es de fácil lectura y muestra un lado amable con el público al que va dirigido, centrándose en un encuentro estándar, muy básico, de héroes obligados a entenderse. Se echa en falta mayor profundidad, no en la historia, sino en la dinámica de equipo, pues apenas vemos desarrollo desde la primera viñeta a la última, quedando por debajo de otros trabajos similares que ha completado Peter David en tiempos recientes.

No hay nada excesivamente malo, pero tampoco suficiente originalidad como para que resulte estimulante de cara a futuros acercamientos. El dibujo no ayuda en la valoración global, constreñido por la imagen inicial de los números de la colección de los 4 Fantásticos y el estilo de esta, no casando demasiado con la tradición actual en la Casa de las Ideas, ni permitiendo explotar las virtudes del artista, que aquí se ven muy reducidas.

Lo mejor

• No deja de ser una aventura nostálgica, consciente de su público, aunque no termine de convencer en su propuesta.

Lo peor

• Por sus propias características, es fácilmente olvidable.