Aunque la noche detiene el tiempo, no es posible pararlo.
«Yo puedo entender los engranajes que hay dentro de los relojes pero, nunca he sabido entender los que hay dentro de las personas.»
Durante toda su una dilatada carrera marcada por la coherencia y el compromiso por su forma de entender el medio Luis Durán (Oñate,1967) nos ha mostrado su capacidad para crear historias llenas poesía protagonizadas por personajes memorables que poseen una visión del mundo única. Siempre nos ha regalado historia en las que la fantasía se introduce de forma sutil por pequeños resquicios que van dejando las realidades de diferentes épocas en las que transcurren sus historias creando unas atmósferas muy especiales que, junto con su particular estilo gráfico, crean unas historias muy personales e intransferibles. Una definición a la que se ajusta como un guante a Los pájaros que al surcar el alba, su nuevo trabajo que acaba de publicar Dolmen hace unas pocas semanas y que nos llega cuatro años después de que el autor guipuzcoano finalizara su monumental serie Orlando y el juego, una de la mejores de la historia del cómic español.
Los pájaros que al surcar el alba es un cómic de historias cruzadas que suceden mayoritariamente de noche en el Madrid de los años sesenta de forma paralela. Los principales protagonistas de la historia son Abril Vega, una escritora que tras el éxito obtenido con un libro sobre las condiciones de vida una cárcel de mujeres para el que estuvo un tiempo viviendo como una presa, se hace ingresar en un psiquiátrico para mujeres a fin de escribir otro libro, y Saturnino, uno de los últimos serenos de un Madrid en perpetua transformación que en breve va a dejar obsoleta su profesión y que dota al cómic de un toque crepuscular. A su alrededor orbitan una serie de maravillosos personajes que son los que comunican ambas historias que se van alternando a lo largo de todo el cómic. La de Abril es una historia más larga con una trama que ocupa varios capítulos. En cambio, Saturnino vive diferentes peripecias en su trabajo cada una contenida en un solo capitulo a modo de historia breve que nos permiten descubrir tanto las vicisitudes de un oficio hoy desaparecido como una miríada de personajes maravillosos que pueblan las noches de los barrios por los que trabaja. Al alba es cuando todos se asoman a esa irrealidad que se filtra entre la luz del día y el manto oscuro de la noche y que los interconecta de formas inesperadas.
Como sucede con todos los cómics del autor de Caballero de espadas esos personajes que pueblan este cómic son mucho más importantes que las historias que protagonizan. Eso no quiere decir que estemos ante historias poco cuidadas o llenas de tópicos, ya que resultan fascinantes, pero no ejercen el mismo influjo que el fantástico elenco de personajes secundarios entre los que destacan algunas de las internas que se cruzan con Abril; Angelines, la enfermera jefe; Emiliana, la comadrona; o Don Segundo, el relojero minusválido que sufre de insomnio. A través de sus historias y las del resto de personajes vemos no solo la realidad de la época, sino también cómo el paso del tiempo que va marcando nuestra vida y en el caso de muchos de los que vemos en el cómic van viendo como un mundo que no se para los va dejando atrás de forma irremediable. Todo contado como siempre con un sutil toque de poesía, algo muy habitual en todos los trabajos de Durán en los que son los cuidadísimos diálogos los que nos desnudan el alma de sus personajes. Un alma que también vemos en unos rostros dibujados con el estilo caricaturesco que ya es seña de identidad de los trabajos del autor de Oñate y que nos posibilitan ver en sus ojos y facciones que es lo que pasa por sus cabezas. Ese estilo caricaturesco no es óbice para que se descuiden los escenarios, lo objetos o las indumentarias de los personajes de forma que la obra nos traslada de forma muy efectiva a la época y lugares donde sucede cada historia.
A diferencia de otros cómics de Durán en esta ocasión no vemos directamente ningún elemento de ciencia-ficción o fantasía. Sin embargo, en todo momento tenemos la sensación de estar leyendo una historia con algo de mágico y misterioso, pese a que todas las que confluyen en la obra están plenamente asentadas en la realidad. Una sensación de ver sin ver a la que contribuyen de forma decisiva unos dibujos que tras muchos años trabajando en color suponen la afortunada vuelta del autor al blanco y negro para una historia que transcurre sobre todo de noche. Un estilo que domina a la perfección y en los que el buen uso las sombras, los juegos de luces y los claroscuros provocan la impresión de que en todo momento hay algo misterioso rondando por las páginas. Ese uso de blanco y negro adquiere mayor sentido al servir también para dejar ver un país al que la dictadura había condenado a la miseria. Algo que vemos sufrir a algunos de los personajes con los que se relaciona Saturnino como las trabajadoras de la fábrica o el enterrador, pero sobre todo los capítulos del cómic que protagoniza Abril en el centro psiquiátrico que nos permiten descubrir algunos casos paradigmáticos sobre el papel al que la dictadura reducía a las mujeres. Los casos que vemos nos dejan ver lo atrasado que estaba el país y la doble moral que imperaba con alguna mujer que es internada de forma injusta para que el marido puede estar con otra mujer.
Como ya hemos dicho la obra entremezcla dos tramas diferentes en las que los personajes se entrecruzan, aunque, como ya hemos dicho son de diferente extensión la alternancia entre ambas hace que la lectura sea muy ágil. Algo a lo que contribuye el medido tempo de cada historia en las que el ritmo se va acelerando y parando en función de lo que demande cada trama. Quizás la única pega que se puede poner a las diferentes historias es que en el caso de la de Abril hay algún giro de guion que resulta excesivamente previsible, pero necesario para poder abordar algunos de los temas que Durán quiere tratar. Por suerte, no sucede los mismo con el final de su historia.
Hace ya muchos años que Luis Durán se ha consolidado como uno de los mejores autores de nuestro país y Los pájaros que al surcar el alba nos recuerdo todas las razones que le han llegado a ese estatus. En sus páginas nos volvemos a encontrar con un elenco de personajes llenos de historias fascinantes que hacen que nos bebamos en tomo un instante mientras tratamos de descubrir que misterios e historias encierran las noches del Madrid de los años sesenta.
Lo mejor
• El variopinto elenco de personajes que aparecen, todos muy bien caracterizados.
• El lirismo que respira cada página.
• El atmosférico juego de luces y sobras de las calles de esa Madrid en penumbra que dibuja Durán.
Lo peor
• Algunos elementos de la trama de Abril Vega resultan algo predecibles, aunque el final es una grata sorpresa.