Los Proyectos Manhattan. Tomo 4: Lo hicimos.

Reseña del cuarto tomo de Los Proyectos Manhattan, la delirante serie de Jonathan Hickman e ilustrado por Nick Pitarra.

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Edición original: The Manhattan Projects, Vol. 4: The Four Disciplines TP.
Edición nacional/ España: Planeta (2015).
Guión: Jonathan Hickman.
Dibujo: Nick Pitarra.
Entintado: Jordie Bellaire.
Color: Jordie Bellaire.
Formato: Rústica de 120 páginas.
Precio: 14.95 euros.

 

Hickman es un ferviente creyente de la conspiranoias. En todas y cada una de sus series está presente de un modo u otro. Secretos, mentiras, corrupción, el poder jugando a ser Dios… El autor no debe tener la visión más positiva de los poderes facticos, y eso se traduce en un punto de vista muy particular que está presente en todas las narrativas que llevan su firma.

Por eso no es de extrañar que su serie más desatada, como es este Los Proyectos Manhattan, se ubique en el momento en el que probablemente sea el más vergonzoso y bochornoso (si lo miramos desde ese prisma) del siglo pasado. Pero Hickman va más allá y juega con la idea de que la bomba atómica fuese solo una de las siniestras y opacas investigaciones que llevaron a cabo las mentes científicas más brillantes del momento.

Pero, afortunadamente, Hickman, en este caso, no se lo toma muy en serio y es capaz de regalarnos un producto que se atreve a delirar y, por momento, a llevar la serie hasta los límites del medio. Hickman se habrá contagiado del espíritu experimental del método científico y esta serie parece estar cimentada en el ensayo y error. Es una sucesión de ideas muy satíricas y absurdas, pero que planteadas tal y como lo están, no solo funcionan, si no que resultan fascinantes. Porque al fin y al cabo, ¿Acaso no es el cómic el lugar idóneo para acoger las narrativas más estrambóticas que no tendrían cabida en ningún otro medio? ¿Acaso la finalidad de este medio no es estimular la imaginación del lector?

En este cuarto tomo nos encontramos dos arcos que una vez más, demuestra que la primera regla que se puede dar en Los Proyectos Manhattan es que el caos es siempre quien manda. Hickman siempre se las apaña para sorprender al lector, no tanto por giros que no viese venir (aunque de esos también hay. Y lo mejor es que no por ello traiciona lo que nos ha planteado, tiene sentido argumental. Si algo es Hickman es un guionista que no tiene miedo a tomarse la calma para construir sus historias pieza a pieza para que luego finalmente, cuando se alcance el climax, todo funcione), sino por situaciones absolutamente rocambolescas, que rozan el absurdo lisérgico.

Pero a pesar de todo, te lo crees porque tiene sentido en un mundo en el que ya, en este cuarto tomo, el lector da por hecho que (como debería ser en todos y cada uno de los cómics, a pesar de que haya una vertiente tristemente aburguesada que no parezca salir de los cánones y mecanismos narrativos convencionales que tienen éxito) al cruzar la página cualquier cosa puede pasar, por extraña que parezca. Y este cuarto tomo no tiene piedad con el lector que busque un producto convencional, aunque ya debería estar inmunizado y acostumbrado a estas alturas.

Este tomo parte de los penosos sucesos que se dan en el tomo anterior. Tenemos a nuestros protagonistas en una situación de presos, pero Hickman, afortunadamente, no alarga esa cuestión más de lo necesario y se las ingenia en buscar una solución que, de no ser porque tiene un origen producido por uno de los personajes, sería un ex machina de manual. Y aunque así fuese, sería justo decir que ojalá todos esos errores argumentales tuvieran el carisma que el que se da en este cuarto tomo.

Y es que aquí, en este primer arco, si es que a esta narrativa de las que se ha especializado Hickman se la puede dividir en arcos, es cuando Los Proyectos Manhattan se convierte en Alien contra Rambo, mientras que paralelamente tenemos toques de drama carcelario y escenas muy inverosímiles (pero verosímiles en un narrativa que hace lo inverosímil uno de sus patrones. Es curioso como Hickman logra que te creas cosas que otros probablemente hubiesen hecho que el lector hubiese dejado de leer a estas alturas con la sensación de que le está tomando el pelo).

Sin embargo, lo central es ese duelo entre un alien que se va disculpando cada vez que mata a alguien y que utiliza una jerga barriobajera, a la vez que es muy sensible y honesto en sus motivaciones.

Es una historia de cazadores y bestias cazadas (aunque no necesariamente las mayores bestias son las que menos aspecto humano poseen) con bastantes giros que hacen que esta serie, una vez más, no se quede en la mera copia o suma de referentes, si no que logre superarlos gracias a que se atreve no solo a enmarcarlos dentro de su historia global, si no que se atreve a trasngredirlos. Hickman dando muestras de iconoclasia.

Por otro lado, en el segundo “arco, tenemos un retorno de un personaje que quedó olvidado desde los primeros números, a la vez que un clímax de una de las subtramas más histriónicas y particularmente divertidas que también se han ido cocinando en los números anteriores. Hickman, de nuevo, logra saber integrar una infinidad de referencias que van de Conan y Red Sonja, pasando por 2001 hasta ¿La banda del Patio? Pero lo hace, de nuevo, sabiendo conjugar todo sin que suene chirriante ni como un mero fan fic de muchas cosas.

Nick Pitarra sigue con un estilo feísta que ha caracterizado el apartado gráfico de esta serie. Sn embargo, juega en un difícil equilibrio ya que al dibujar personajes históricos, debe lograr que también resulten reconocibles los personajes. Y logra hacerlo con mucha soltura y con un estilo que contribuye a la creación del tono inclasificable, especial y muy, muy personal que tiene la serie. Pitarra probablemente no haga los dibujos más icónicos y memorables, pero está magnifico dentro de sus propias metas marcadas por la serie. Es otro de esos dibujantes que sabe dejar su impronta, sin que parezca que haya un gran esfuerzo detrás, y estando en todo momento al servicio de la historia, sin necesidad de hacer ningún alarde excesivo.

Es particularmente interesante el trabajo del colorista a la hora de darle la vuelta a lo que suele significar los colores azul y rojo. Creo que es ahí donde Jordie Bellaire llega a su punto máximo en este tomo, ya que es lo que contrasta respecto a lo que podemos ver de su trabajo en el resto del tomo. Es muy llamativo con esos dos colores, muy eléctricos y nada apagados, en este caso, logra contarnos una historia detrás. En este caso, el color aporta una gran cantidad de información que queda implícita en ambos casos.

El tomo de Planeta incluye tan solo un par de biografías breves de sus autores, además de los cinco números de la serie americana.

Los Proyectos Manhattan sigue apostando todo a un número y sigue ganando llevando al lector por lugares extraños, meta, posmodernos, pero, ante todo, imaginativos. Dentro de toda la vertiente de la fantaciencia de la Image actual que tantas alegrías nos están aportando, Los Proyectos Manhattan brilla con luz propia como la más descontrolada y anárquica de todas.

 
Guión - 8.5
Dibujo - 8
Interés - 8.9

8.5

Los Proyectos Manhattan sigue sorprendiendo y a pesar de su recorrido, no ha perdido la frescura y sigue siendo una inclasificable serie en el mercado editorial americano.

Vosotros puntuáis: 7.4 ( 3 votos)
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sahiher
sahiher
Lector
8 marzo, 2017 15:06

La seria está acabada en USA? Despues del último tomo publicado por Planeta (el siguiente al comentado aquí), creo que no queda nada inédito de esta serie por publicar.

Judá Espejo Cerezo
Judá Espejo Cerezo
Lector
En respuesta a  sahiher
10 marzo, 2017 23:25

Salió otra colección llamada Manhattan Proyects Sun beyond the stars, no se si la sacaran en España o si incluso seguirán con la numeración como si fuese la misma colección